Desde el mismo 11 de septiembre de 2001 dimos cuenta en este blog de lo que hoy es ya una realidad; que el régimen borbónico franquista aprovecharía tan magnífica oportunidad para blindar su estrategia represiva en contra del pueblo vasco aprovechando el escenario abierto por los avionazos en contra de el World Trade Center.
Aquí el editorial de La Jornada dedicado a la iniciativa presentada por José María Aznar ante la ONU, a la que le hará asumir la doctrina del "todo es ETA" acuñada por el promotor de la tortura Baltasar Garzón,
Adelante con la lectura:
Terrorismo y totalitarismo
El jefe del gobierno español, José María Aznar, propuso ayer al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que elabore una "lista general" y única de organizaciones terroristas. A lo que puede verse, la iniciativa no busca erradicar o combatir con mayor eficacia la práctica ciertamente inaceptable del terrorismo, sino convertir a la ONU en instrumento para perseguir a los enemigos políticos del propio Aznar y del presidente George W. Bush.
Si hubiera en el plan de Aznar el más pequeño rastro de buena voluntad y de legítimo interés por enfrentar al terrorismo, el procedimiento habría debido empezar por la búsqueda de consensos mundiales sobre lo que puede considerarse terrorismo, y luego buscar mecanismos de cooperación internacional para hacer frente al problema.
Pero si se procediera por la vía de las definiciones, se habría evidenciado muy pronto la enorme similitud moral entre, por ejemplo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y los bombardeos aéreos de Bagdad año y medio después: en ambas ocasiones, los autores intelectuales actuaron, con toda impunidad, a miles de kilómetros de distancia del teatro de operaciones; en ambas se asesinó a miles de civiles inocentes y se provocó una cuantiosa destrucción material; en ambas, se buscaba llevar destrucción, terror y muerte a las respectivas poblaciones con el propósito de golpear a un adversario político.
Otro paralelismo inquietante, si se habla de terrorismo, es el que existe entre los atentados de Hamas, Hezbollah y Jihad, por una parte, y las represalias del gobierno israelí, por la otra. Tanto en los ataques dinamiteros de terroristas aislados contra blancos israelíes como en las incursiones aéreas y terrestres de Tel Aviv contra Cisjordania y Gaza, la mayor parte de las víctimas mortales son, invariablemente, niños, jóvenes, mujeres y ancianos no combatientes. Fuera de eso, las únicas diferencias sustanciales entre los ataques de grupos palestinos radicales y las respuestas del gobierno de Ariel Sharon residen en el mayor poder de fuego y en la superioridad tecnológica del segundo. Las organizaciones extremistas envían al blanco sus explosivos en el cuerpo de uno de sus militantes; el aparato militar de Tel Aviv lo hace mediante misiles, helicópteros y aviones suministrados, por cierto, por el gobierno de Estados Unidos.
Por si hiciera falta algún elemento para dejar en claro el carácter totalitario de la iniciativa de Aznar, ayer mismo Condoleezza Rice lo puso en evidencia al informar que Washington se apresta a incluir, entre su lista de "organizaciones terroristas", al partido vasco Batasuna, ilegalizado por el gobierno de Madrid, a pesar de que representa el intento de un sector de la sociedad vasca por expresar mediante la política, y no mediante las armas, su demanda independentista.
Los aliados en la destrucción de Irak buscan, en suma, disponer de una suerte de policía mundial que se encargue de criminalizar y perseguir a sus opositores. No lograrán su propósito, afortunadamente, porque Bush, Blair y Aznar, con todo y sus blasones como devastadores de esa nación árabe, no son los dueños del mundo, y porque semejante lista universal de grupos terroristas, cortada y definida al gusto de Washington, Madrid y Londres, no sólo es una clara expresión de absolutismo, sino también un disparate.
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