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miércoles, 12 de septiembre de 2001

11 de Septiembre en Estados Unidos

No le vamos a dedicar al tema de lo ocurrido ayer 11 de septiembre en los Estados Unidos más publicaciones de las que se merece, así que aquí les compartimos este artículo de opinión dado a conocer por La Jornada, invitándoles al mismo tiempo a reflexionar acerca de lo ocurrido recientemente en la Cumbre Contra el Racismo en Durban y la actitud asumida por Washington y por Tel Aviv.

Adelante con la lectura:


¿Guerra santa contra Estados Unidos?

Octavio Rodríguez Araujo

Ya ocurrió antes (febrero de 1993) que culparan a los musulmanes de actos terroristas en Estados Unidos, precisamente en el Centro Mundial de Comercio en Nueva York. Pero en esta ocasión no se trata de una bomba aislada, por más destructivas que hayan sido las de los últimos años (Oklahoma, abril de 1995), sino de un acto terrorista sincronizado contra los poderes económico y político de la principal potencia mundial, aliada de Israel y de los países modernizantes y más occidentalizados del Islam. Parece ser una acción contra el gran imperio, y probablemente una respuesta al incremento de agresiones israelíes a los palestinos uniformados y civiles, adultos y niños. Sin eufemismos, se trata de la primera invasión aérea que sufre Estados Unidos en su propio territorio y, en este caso, con sus propios aviones convertidos en gigantescas bombas molotov.

Escribo estas notas al mediodía del martes, con la única información de los noticiarios de la televisión. El acto terrorista en cuestión sólo pudo ser cometido por personas dispuestas a morir en el intento, posiblemente fundamentalistas de Medio Oriente, puesto que los kamikazes de Japón dejaron de existir en 1945. No tengo información para decir que fueron fundamentalistas religiosos, pero las características de los atentados tienen gran similitud con una guerra, en este caso con una guerra santa (jihad), pues sus objetivos no fueron escogidos al azar.

Si aceptamos la hipótesis de que fueron fundamentalistas, en principio podemos descartar a los fundamentalistas cristianos, pues aunque son antiliberales y creen en la verdad literal de la Biblia y rechazan todas las doctrinas que se acercan al ateísmo y a la racionalidad científica, apoyaron no sólo a Reagan, sino también a Bush y, aunque no tengo el dato, es probable que también al hijo de éste. Asimismo deberíamos descartar a los fundamentalistas judíos, pues atentar contra los centros financieros de Nueva York no parecería tener lógica dado el número de judíos involucrados en estas actividades. El fundamentalismo hindú no parece tener pretexto reciente para agredir a Estados Unidos: tiene más diferencias con los musulmanes, que están más cerca, que con los estadunidenses, independientemente de la religión que profesen. Quedan los fundamentalistas islámicos que, dicho sea de paso, desde la revolución iraní de 1979 han adquirido gran fuerza política, entre otras razones porque es la única de las grandes religiones que ha tratado de unir, desde sus inicios, a la autoridad política con la religiosa, subordinando la primera a la segunda. El Islam, históricamente, ve la política alrededor de la idea de comunidad musulmana dirigida por el califa, quien en su calidad de descendiente de Mahoma es tanto jefe político como religioso.

En el islamismo hay dos tendencias principales: la mayoritaria, llamada sunnita porque sigue los principios del sunna (palabras y acciones de Mahoma), y la minoritaria, conocida como chiíta y sostiene que el califato debe regresar a los descendientes de Alí, yerno del profeta. Los chiítas son proclives al martirio, a la guerra santa (jihad) y a la fusión de la religión y el Estado, pero sin las características de la política moderna. Los sunnitas, en estos aspectos, son menos fundamentalistas y mucho más pragmáticos. De los grupos religiosos y nacionalistas de Medio Oriente, particularmente de los chiítas, se han desprendido grupos terroristas, tales como Hezbollah (El Partido de Dios), fundado en Líbano, o Hamas (Movimiento de Resistencia Islámico) desprendido de la rama palestina de la Hermandad Islámica fundada en Egipto, en 1928. Se descarta al Consejo Revolucionario Fatah, ya que no ha cometido actos terroristas en el mundo occidental desde hace más de una década.

A pesar de las diferencias en el Islam, los conflictos principales en más de medio siglo han sido entre árabes e israelíes. Los árabes se identifican con los palestinos y están convencidos de que éstos han sido despojados de su territorio. Pero, además, los musulmanes asumen que la causa palestina es la causa de todo el mundo islámico, ya que Jerusalén es, después de La Meca y Medina, un lugar santo de especial significado e importancia. Por si no fuera suficiente, para los musulmanes Israel no sobreviviría sin el apoyo económico y militar de Estados Unidos, y recientemente Israel ha intensificado acciones antipalestinas no justificadas desde el punto de vista militar, dato que no puede ignorarse, como tampoco pueden ignorarse las invasiones impunes de Estados Unidos a Cuba, Dominicana, Granada y Panamá, para sólo hablar de las más recientes en América Latina.

Estados Unidos ha permanecido impune por sus actos terroristas contra otras naciones, pero cada vez se comprueba más que no es inmune al terrorismo contra ciudadanos e instalaciones de su país en el extranjero y en su interior, como bien reconocieran en 1996 los autores del Congressional Research Service en su estudio sobre el tema, y como ha sido evidenciado este terrible y lamentable martes.

 

 

 

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