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miércoles, 20 de noviembre de 2024

La Universidad Literaria de Vitoria

Los avatares que han caracterizado todos los aspectos de la sociedad vasca en su complicada relación con la metrópoli también se han manifestado en el aspecto educativo y académico, tal como nos muestra este artículo publicado en Noticias de Álava:


151 años de la primera universidad de Gasteiz, la Universidad Literaria de Vitoria

La Universidad Literaria de Vitoria cerró sus puertas en 1873

Aitor Álvarez

¿Cuál fue la primera universidad de Vitoria? La respuesta aparentemente obvia es la Universidad del País Vasco, inaugurada en 1977. Sin embargo, hace más de 150 años Gasteiz presenció el nacimiento y la muerte de una institución que trató de poner a la ciudad como un referente intelectual y, al mismo, acabar con el "estancamiento" del movimiento tradicional fuerista.

La Universidad Literaria de Vitoria abrió sus puertas en 1869. El Censo – Guía de Archivos de España y de Iberoamérica explica que el proyecto, impulsado por los liberales, pretendía “liderar una revolución intelectual en la provincia de Álava, que acabase con los crueles intentos del estancamiento intelectual del movimiento tradicional fuerista”.

Nació en un buen momento a nivel político, porque en el sexenio democrático (1868-1876) se permitió la creación de nuevos centros de enseñanza universitaria no estatales. El artículo 24 de la constitución de la Primera República del 5 de junio de 1869 establece que “todo español podrá fundar y mantener establecimientos de instrucción o de educación sin previa licencia, salva la inspección de la Autoridad competente por razones de higiene y moralidad.”

En este contexto, tal y como explica Virginia López de Maturana, doctora por la Universidad del País Vasco, el Ayuntamiento de la ciudad planteó a la Diputación alavesa la fundación de una universidad en Vitoria. La institución se ubicó en el edificio del Instituto de Enseñanza Media, el actual Parlamento Vasco, y se inauguró el 1 de octubre de 1869, ofertando la licenciatura en Ciencias (Exactas, Físicas y Naturales) y doctorado en Filosofía y Letras y en Derecho.

 Sin embargo, la universidad comenzó su andadura en plena guerra carlista, algo que marcó su breve existencia. El peligro de que los tradicionalistas cerraran la universidad estuvo presente desde su primer día de vida y así lo expresó el político gasteiztarra Mateo Benigno de Moraza cuando pronunció estas palabras en su discurso de inauguración: “Y al penetrar en este recinto el aire purísimo del saber, no trasmite afortunadamente a nuestros oídos ni el estruendo de las armas, ni los gritos de guerra y exterminio, que con dolor intenso percibíamos en otra ocasión en que saludamos a estas mismas ciencias, que ahora, en medio de la tranquilidad mas completa, aparecen de nuevo entre nosotros”

Existen numerosos documentos históricos que recogen algunos de los desafíos a los que se tuvo que enfrentar la institución. En 1870 Felipe García Fresca, alcalde de Vitoria en esa época, envió una carta al Diputado General de la Provincia de Álava detallando cómo al profesor de Historia Natural de la Universidad, Ángel Gonzalo y Goyas, se le negó la entrada y extracción de objetos del gabinete de historia natural del Instituto Alavés de Segunda Enseñanza. Esto le obligó a suspender todas las clases que tenía preparadas ya que no tenía materiales con qué darlas.

 Pero también hay otros que muestran pequeñas victorias, como este informe en el que la Junta Particular de Álava ordenó al director del Instituto de Segunda Enseñanza que permitiese al profesor entrar y tener acceso a todos los materiales que se encontraban en ese centro.

La Universidad llegó a acoger hasta 216 alumnos que, una vez completaron sus estudios, se enfrentaron a otro desafío: Demostrar la validez de sus títulos. Entre aquellos que estudiaron la carrera del Notariado destacaron, por ejemplo, Emiliano Pascual y Rodríguez, natural de Santa Clara (Cuba) y que fue notario de Santoña en 1887, Fernando Urrestarazu y Arbizu, natural de Echarri-Aranaz y que fue notario de Elgoibar en los años 1873-1878, y Baldomero Villasante Anchústegui, natural de Zornoza, que ocupó varios cargos políticos y fue alcalde de Bilbao (1902).

 Para desgracia de los alumnos y profesores de la institución, los “gritos de guerra” de los que advertió Mateo de Moraza llegaron a la institución. En el año 1873 el Ayuntamiento liberal de Vitoria-Gasteiz llamó a las armas a todos los miembros de la Universidad, incluyendo a los profesores y alumnos, para que se unieran a la Milicia de defensa de la ciudad.

Los catedráticos trataron de oponerse a esta medida, pero el Ayuntamiento dejó en suspenso la actividad universitaria el 1 de octubre de 1873. Exactamente cuatro años después de su nacimiento, la Universidad Literaria de Vitoria cerró sus puertas por última vez.

Fragmento del discurso de inauguración de Mateo Benigno de Moraza:

Y al penetrar en este recinto el aire purísimo del saber, no trasmite afortunadamente a nuestros oídos ni el estruendo de las armas, ni los gritos de guerra y exterminio, que con dolor intenso percibíamos en otra ocasión en que saludamos a estas mismas ciencias, que ahora, en medio de la tranquilidad mas completa, aparecen de nuevo entre nosotros, atraídas por una iniciativa feliz y por el imponderable esfuerzo de la ilustrada corporación, que en el corto periodo de dos meses crea y organiza, a costa de sacrificios que no se explican sino en donde el civismo es la naturaleza de sus moradores y la regla invariable de la conducta de su administración veneranda, un centro Universitario para las facultades de filosofía y letras, ciencias y derecho. El espectáculo, Señores, que la ciudad de Vitoria ofrece en estos momentos tiene pocos rivales en la historia de la humanidad; y su descripción es notoriamente superior a las fuerzas del que, honrado con una bondad inmerecida, ha aceptado el difícil encargo de dirigiros la palabra, no porque se crea ni con los títulos ni con las luces necesarias para verificarlo como a vuestra sabiduría y a la importancia del suceso corresponde, sino porque estaba seguro de vuestra indulgencia, a la que con plena confianza se acoge.




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