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viernes, 5 de marzo de 2021

Egaña | Pioneras Anónimas

Les presentamos el texto que Iñaki Egaña dedica al 8 de marzo de 2021, el segundo año de la pandemia, mismo que ha dado a conocer en su perfil de Facebook:

Pioneras anónimas

Iñaki Egaña

La cercanía del 8 de marzo alcanza a desbrozar un camino por la igualdad que tiene muescas agridulces. Mujeres que se dejaron la piel en cambiar el injusto estado de cosas y que no pudieron siquiera observar que la senda se ampliaba. Otras, en cambio, que tuvieron y tienen la oportunidad de reparar cómo, año tras año, la transformación va tomando cuerpo, aunque estemos aún a años luz de una equiparación efectiva. Son mujeres anónimas cuyas trazas apenas conocemos, como esas olas que azotan nuestro litoral cantábrico sin descanso, transformando el cuarzo de las rocas en arena.

Por lo general, cuando nos detenemos en esa senda de liberación, destapamos las vidas ejemplares de aquellas mujeres pioneras que nadaron contra corriente y abrieron las primeras puertas de ese largo pasillo hacia la emancipación. Me quiero fijar, sin embargo, en algunas de aquellas olvidadas.

En esta línea y ahondando en la singularidad vasca, negada permanentemente incluso desde sectores izquierdistas, me han llamado poderosamente la atención algunas conclusiones del reciente trabajo sobre el censo de los presos políticos vascos que ha realizado la Fundación Euskal Memoria. Una de ellas, la implicación de mujeres en organizaciones clandestinas, armadas y en movimientos sociales que sufrieron represión y cárcel. Una implicación muy superior a la del resto de sus vecinos.

Con la imposibilidad de seccionar las presas políticas del resto de internas en la historia reciente de Europa, y en particular de Francia y de España, me atrevo a una comparación más general. En la actualidad, y como hecho excepcional, el número de presas en el Estado español es de 4.518. Excepcional porque supone el 7,6% de la población reclusa actual y, a la vez, récord en Europa. En el Estado francés, las mujeres reclusas suponen el 3,6% de la población penitenciaria. Estados cercanos como Italia o Inglaterra albergan a un 4,3% y a un 4,9% respectivamente.

Hoy, quedan 33 presas políticas vascas en las cárceles españolas y francesas. Pero en las últimas décadas, su número ha sido superior al millar. Exactamente 1.195 mujeres vascas han pasado por prisión, con relación a su compromiso militante. De un total de 8.596 hombres y mujeres. El porcentaje de presas políticas es, por tanto, del 13,9%. Si al número total le descontáramos los insumisos, todos hombres por razones obvias, el porcentaje de mujeres políticas presas, naturales de Euskal Herria, alcanzaría el 15%.

Hubo 427 hombres y mujeres que se solidarizaron con la causa vasca, pertenecientes en su mayoría al Estado español. De ellos, 86 mujeres como la catalana Eva Forest, la chilena Lucia Valenzuela, la madrileña Jimena Alonso o las bretonas Isabelle Didont, Veronique Thomas y la periodista Annick Lagadec. Con ellas, el porcentaje sería de 14,2%, un punto más, 15,2%, sin los insumisos. Con ellas, asimismo, el recuerdo a las deportadas, Eli Rekondo menor de edad, las torturadas, quizás 800. Amparo Arangoa, destrozada.

Sé que las comparaciones no son científicamente exactas, pero nos ayudan a acercarnos a una realidad silenciada. Más aún cuando la periodificación de las detenciones nos indica que los porcentajes se mantienen similares en todas las épocas, incluso en aquellas en las que el cerco a la mujer era social y económico, y también institucional. Es un suceso que esa singularidad también se ha referido a compromisos políticos en las áreas que citaba anteriormente, las mismas que las llevaron a prisión. Y no precisamente como en la guerra civil, por ejemplo, en trabajos de retaguardia, con excepciones, sino todo lo contrario.

Ahondando en este último hilo, tuve la oportunidad de gestionar una desaparición ocurrida en tiempos también convulsos, los relacionados con aquel golpe de estado militar cuyo fracaso condujo a una guerra, la de 1936. Hace ya un tiempo se me acercó una mujer cuya edad y viudedad le animó a buscar sus orígenes. Era adoptada, de tiempos de la guerra. Y quería saber sus orígenes biológicos.

Por razones obvias, las adopciones estaban reguladas en el anonimato de los padres biológicos y así continúan en la actualidad. Descartando activar una vía institucional que pasara por la decisión de un juzgado, tuve la suerte de que, por cercanía, la investigación diera resultados. De esos de uno entre mil. Ese fue el uno. Resultó que sus progenitores habían sido activos militantes anarquistas, el padre ejecutado y la madre presa. Omito los nombres. Activistas, se habían conocido en una fábrica mítica, la de Calzados Tello, que en 1919 protagonizó una huelga exclusivamente de mujeres que pedían el aumento de los salarios. La Policía las apaleó y practicó detenciones que provocaron la solidaridad del barrio donde se ubicaba la fábrica, Amara Zaharra en Donostia. Un grupo de mujeres, incluso, llegó a asaltar el domicilio de uno de los policías que había herido a una de sus compañeras.

Ni siquiera la prensa rescató el nombre de aquellas decenas de trabajadoras de la huelga. Conseguimos, en cambio, recuperar el de una de ellas, la que años más tarde fue presa y su hija dada en adopción. Tres cuartos de siglo más tarde, aquel anonimato se rompió en el ámbito familiar y otra mujer recuperó parte de su biografía oculta por una sociedad marcada por unas líneas gruesas, en detrimento de las finas. Sobre todo, de la mujer.

Nuestro pasado cercano y lejano tiene semejantes dosis de invisibilidad que necesitamos reescribirlo desde ópticas bien diferentes a las que se han manifestado hasta hoy. Desgraciadamente, el entorno académico vasco, muy por detrás de los cambios sociales que se producen en el seno de nuestra comunidad, no tiene la fiabilidad necesaria para conformarse en la vanguardia de esta transformación. Como ha sido habitual, las rupturas con el anonimato, las iniciativas locales y populares, por mucho que sean desdeñadas desde las alturas, tienen, una vez más, la clave para esa metamorfosis en la narrativa de la emancipación de la mujer.

 

 

 

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