Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 13 de marzo de 2021

Egaña | Bioforajidos

Iñaki Egaña, con su estilo contundente, pone sobre la mesa un tema digno de ser estudiado y analizado.

Lean:


Bioforajidos

Iñaki Egaña

Hace unas semanas, en febrero, unos cuantos racistas se concentraron en la muga de Behobia para protestar por la que llamaban “migración sin fronteras” y de paso exigir que el tránsito ahogado entre Hego e Ipar Euskal Herria sufriera más restricciones aún. La fotografía de los protestantes era significativa. Blancos de esos que parecen salidos de una lavadora con el último detergente del mercado, largos abrigos de marca, zapatos de cuño y cartera repleta de tarjetas bancarias.

No son, sin embargo, militantes exclusivos de la extrema derecha, aunque en el caso de Behobia, la convocatoria llevara el sello del Frente Nacional. Son conocidos, tanto en la derecha como en la izquierda, con el acrónimo de WEIRD (western, educated, industrialized, rich & democratic). La traducción es sencilla.

Hace unos días hemos conocido, asimismo, que dos hijas del rey emérito huido a Abu Dabi, se han saltado los protocolos de edad para vacunarse contra la Covid en la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Por edad, la cola que les esperaba en Madrid era numerosa, así que hicieron valer el color azul de su sangre y una buena clasificación de su patrimonio, para superar lo biológico a través de lo económico.

Una práctica, por otro lado, que la hemos visto en la cercanía. José Luis Sabas y Eduardo Maíz, director de Santa Marina y responsable del hospital de Basurto, ex concejales del PNV en Bilbo, también se saltaron la espera, aduciendo en este caso, razones de jefatura. Ibon Etxeberria, miembro del LABI, se fue a jugar al golf a Mungia, mientras firmaba el cierre de Bilbao para el resto de vecinos, con su excepción. Jon Sánchez, director de emergencias de Osakidetza, se fue a Castro de vacaciones cuando tenía prohibido salir de Bizkaia y algo parecido le sucedió a un comisario de la Ertzaintza, cuerpo que ha puesto centenares de multas por saltarse confinamientos, deambulando por Laredo.

Las explicaciones de estos y otros sucesos en los que impera la razón del más fuerte, económicamente, sería algo así como la que utilizan los grupos feministas con los machistas de salón: mansplaining, que conjuga man (hombre) con explaining (explica). En alusión a cuando un hombre expone algo a una mujer, que lo hace de manera condescendiente. Apuntando que el hombre siempre sabrá más que ella.

Hace ahora veinte años, los padres de la biotecnología nos anunciaban el descubrimiento del 90% del genoma humano. Dos años después se alcanzaba el 100%. Cada uno de nosotros tenemos más de tres millones de pares de genes, aunque no conocemos la función de todos. Durante miles de millones de años, la vida discurrió tal y como la describió Darwin. Los organismos se desarrollaron y lo hacen de momento mediante variaciones genéticas aleatorias, relacionadas con las ventajas para la supervivencia, la competencia y la reproducción. Pero esa evolución está llegando a su fin.

Desde 2015, los científicos, y quienes les pagan por supuesto, pueden modificar el código genético de cualquier especie del planeta, incluida la nuestra. El genoma se refiere al conjunto de instrucciones de una célula. Indica a todo organismo vivo cómo crecer, mantenerse y cómo transmitir los genes a su descendencia. Está compuesto por una molécula, el ADN (ácido desoxirribonucleico), referencia que conocemos por su profusión en contrastes que nos han permitido, por ejemplo, conocer las migraciones milenarias por el planeta y el hecho de que las razas no existen (color y pelo son escasamente el 10% de la diversidad entre humanos) por lo que quienes utilizan su concepto son los racistas. Como los de Behobia.

En ese año de 2015, se puso en marcha una herramienta de ingeniería genética, llamada CRISPR, que permite que el genoma puede ser tan editable como este mismo artículo. Oficialmente, sólo en China se han realizado experimentos con esta herramienta en humanos, pero oficiosamente las áreas deben de ser mucho mayores. La propiedad intelectual, derechos de autor, de la técnica CRISPR ha movido a equipos de abogados y los procesos siguen abiertos. Por una razón evidente: los miles de millones de euros que generará en las próximas décadas.

Lo inquietante resulta del hecho de que todos nuestros caracteres físicos intrínsecos (vista, altura, color de la piel, predisposición a enfermedades, etc.) son el resultado de la información codificada en nuestros genomas. Quizás también algunos factores químicos que hoy asociamos a emociones. Es evidente que las farmacéuticas, de propiedad privada en el planeta con alguna notable excepción, obtendrán pingües beneficios a través de los recursos terapéuticos derivados de las modificaciones genéticas. Pero el negocio, superando los márgenes éticos que hasta ahora no han existido, se impondrá como lo ha hecho desde que Adam Smith y Karl Marx nos enseñaron qué es eso del capitalismo.

Jennifer Doudna, que ha recibió el pasado año el Nobel de Química por ser una de las madres del CRISPR, ya ha puesto el dedo en la llaga. Ahora que tenemos la posibilidad de editar el ADN de cualquier ser viviente y de las generaciones futuras, de dirigir, en consecuencia, la evolución de la especie “¿qué decidiremos hacer con este extraordinario poder?”.

La respuesta no puede ser sino decepcionante para nuestro futuro como especie y como pueblo. La bioética que se enuncia dejará flancos abiertos, para que los nietos de las elites economías sean clones WEIRD, que trataran a los nuestros en mansplaining. También en esa Euskal Herria que esa serie distópica para adolescentes, Tribus de Europa, supone independiente en 2074.

Los mimbres y las herramientas están ya encima de la mesa. Los nietos o biznietos de los Borbón, de los mandos del Ejército, de los directores de bancos y empresas del IBEX de Madrid o del parqué de París, serán altos, de ojos azules y libres de enfermedades de transmisión genética. Como los biznietos de Sabas, Maiz, Sánchez, Etxeberria y demás elites vascas, incapaces de aguantar una cola de varias semanas. Al tiempo.

 

 

 

°

No hay comentarios.:

Publicar un comentario