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lunes, 18 de mayo de 2020

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Son tiempos de reflexión pautados por la contingencia del SARS CoV-2 y por ello les compartimos este texto publicado en Naiz:


Pablo Nabarro Lekanda | Sortukide

La realidad supera a la ficción y conviene recordarlo a quienes creen vivir en estos momentos, una distopía inimaginable hace tan solo unos meses. Ya ha habido relatos literarios y cinematográficos no muy lejanos en el tiempo que nos anticipaban situaciones como las que estamos viviendo y es que, a fin de cuentas, las distopías nos advierten de riesgos potenciales, ficciones, realidades virtuales de escenarios no deseables más o menos alejados en el tiempo y altamente posibles. La obra de Orwell –"1984"– ya ha quedado desfasada, y leo en algún sitio que hay quien está escribiendo "2084", otro futuro imaginario seguramente superado por la realidad de la evolución de la historia de la humanidad.

Pero voy a ser algo más prosaico pues, seguramente producto de las reminiscencias de una educación cristiana, si hay algo a que me sugiere lo que estamos viviendo es el relato bíblico del épico combate entre David y Goliat, metáfora de la astucia del débil contra la fuerza bruta. Covid-19 versus Goliat representando éste a una humanidad desbocada, embrutecida, soberbia y autodestructiva.

David derrotó a Goliat con un certero y mortal golpe de piedra lanzada con una honda. Pero no va a ser este el caso. El golpe de Covid-19 a la humanidad, sin ser letal, le ha dejado en estado casi catatónico. Al final será ésta la que derrote al virus. Pero eso si, con un coste social, humano, político y económico de incalculables consecuencias.

Reconozco que hoy, en la situación actual, vivo con toda su intensidad la gran tensión dialéctica que se genera entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, tal como formulara Z. Bauman en este tipo de crisis, viviendo en una especie de montaña rusa de emociones y sensaciones contradictorias que trato de superar entre otras cosas, haciendo este tipo de reflexiones. Soy un optimista convencido pero también es cierto que un pesimista es un optimista bien informado y creo que ahora, este es mi caso para bien y para mal.

Ahora, es la crisis sanitaria la madre de todas las emergencias pero antes de que llegáramos a esta situación nuestros focos estaban puestos en las consecuencias de la emergencia climática, que de momento ha quedado eclipsada, cuando menos solapada, por el Covid-19. Es curioso pero a primeros de año, en la fase inicial de la pandemia, ya había un estudio de economistas estadounidenses llamado «cisne verde» y publicado en el foro de Davos que nos anticipaba de las graves consecuencias económicas preludio de otra grave crisis financiera que se sucederían en la evolución del cambio climático. El virus ha adelantado esta crisis económico-financiera pero en ningún caso le resta valor a ese informe, pese a las posturas negacionistas de los Trump, Bolsonaro y los ultras de turno y que actúan de igual manera que ante el Covid-19. También es justo reconocer que otros lobbies económicos importantes si se lo tomaron en serio.

Pandemias, cambios climáticos, cisnes negros, cisnes verdes, pobreza, hambruna, guerras, paro, precariedad... no incitan especialmente al optimismo, verdad? Pues ese es precisamente el reto por excelencia en esta tensión dialéctica. Naomi Klein, autora de "La doctrina del shock", nos dice que el shock es el propio virus. Un shock que nos atemoriza, nos paraliza, nos acojona, y del que se valen algunos, también entre nosotros en Euskal Herria, para que renunciemos a las alternativas y al optimismo de la voluntad para llevarlas a la práctica.

Como terapia anti-shock suelo dibujar, pintar... pero también la música me ayuda y una de las canciones que más suelo escuchar últimamente es "Todo cambia", de Mercedes Sosa, la Negra, como le llamaban sus amigos. Para mi es todo un himno a la esperanza que me hace creer en el progreso de la humanidad, en un cambio en el paradigma de las luchas de clases en la historia y en el camino a su definitiva superación. La lucha de clases ni se crea ni se destruye. Se transforma. Y el actual paradigma Capital-Trabajo del que llevamos sufriendo desde finales del siglo XIX tiene ya síntomas objetivos de ir mutando, trasladándonos hacia otro nuevo paradigma donde aparecerán nuevas clases sociales, desaparecerán otras, surgirán otros sujetos revolucionarios, otras alianzas interclasistas, nuevas maneras de ejercer la gobernanza y el derecho a decidir como un gran eje vertebrador de nuevas realidades nacionales y sociales.

Un proceso que será largo en el tiempo, un interregno, en el cual será fundamental la lucha contra los apologistas de las post-ideologías y teóricos del «solucionismo» tecnológico digital como única alternativa posible a estas crisis que no es otra cosa que el mercado por encima de cualquier otro valor, como la salud o la vida misma.

Finalizo recordando alguno de los versos de esta preciosa canción de Mercedes Sosa:

Cambia lo superficial /cambia también lo profundo / cambia el modo de pensar /cambia todo en este mundo.

Lo que cambio ayer/ tendrá que cambiar mañana/así como cambio yo/ en esta tierra lejana.

Pero no cambia mi amor/por más lejos que me encuentre/ni el recuerdo ni el dolor/de mi pueblo y de mi gente... Cambia, todo cambia...






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