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lunes, 30 de enero de 2017

Faraónica Impronta Franquista en Nafarroa

Nuestra respuesta a botepronto a la pregunta de qué hacer con el Monumento a los Caídos situado en Iruñea sería demolerlo, pero es mejor reservar toda la dinamita posible para el Valle de los Caídos. Así que nos decantamos por reconvertirlo, exigiendo a El Vaticano que indemnize a los navarros pagando hasta el último centavo por el valor actual del costo de construcción original del esperpento que nos ocupa así como de todo los gastos que sean necesarios para rehabilitarlo.

Les compartimos esta crónica publicada en Gara:


A pesar de ser las diez de la mañana de un domingo, y de estar a dos grados de temperatura, un centenar largo de personas acudió ayer a la primera visita guiada que se organiza para conocer el significado del Monumento a los Caídos, sin duda el mayor símbolo franquista que existe en Euskal Herria.

Iñaki Vigor

«No hemos traído megafonía porque no creíamos que iba a venir tanta gente». Con estas palabras de disculpa comenzaba la visita guiada el escritor Javier Eder, acompañado por el profesor Iñaki Arzoz y el fotógrafo y cineasta documental Clemente Bernad. Situado junto a la puerta metálica de casi cinco metros de altura que da acceso al Monumento a los Caídos, Javier Eder comenzó haciendo un recorrido histórico de este edificio, que tuvo un presupuesto de 10 millones de pesetas en 1941. «Es una cifra astronómica», remarcó, teniendo en cuenta el hambre que se pasaba en aquella época de la posguerra.

La idea de construir semejante monumento surgió del obispo Marcelino Olaechea y de la Hermandad de los Caballeros Voluntarios de la Cruz. «Su idea era perpetuar el espíritu de la Cruzada. Organizaron una romería a Montejurra y una romería a Javier, y también querían un monumento para conmemorar que habían ganado la guerra», explicó Javier Eder.

Fue el Conde de Rodezno quien encargó la construcción de este monumento a los arquitectos José Yárnoz y Víctor Eusa, quienes tomaron como modelo la Basílica del Vaticano. «Allí dicen que está la tumba de San Pedro, y aquí está el mausoleo de Mola», fue el paralelismo que hizo Eder.

Otra semejanza que explicó fue la de las seis enormes columnas cuadradas, de unos nueve metros de altura, que sostienen el pórtico de la fachada principal del Monumento a los Caídos, y que hacen alusión a la arquitectura utilizada por los nazis y por los fascistas italianos en el siglo pasado.

En esta gran fachada fue colocado el nombre oficial del monumento: «Navarra a sus muertos en la Cruzada». En la actualidad aparece tapado, al igual que dos grandes paneles que recogen frases del régimen franquista y escudos con la laureada. Fueron ocultados con chapas de madera tras aprobarse la Ley de Símbolos de 2003, si bien dicha ley no dice que los símbolos franquistas deben ser tapados, sino retirados.

«Ese nombre miente desde su propio rótulo, porque no toda Navarra apoyaba la cruzada ni se reconoce a todos los navarros muertos en la guerra. Lo que proclama este edificio –precisó Eder– es que la violencia, la sangre de los mártires, es lo que les legitima».

«Su efecto era más épico»

Iñaki Arzoz añadió que el monumento original no tenía la actual plaza con el estanque ni los dos anexos que se construyeron con posterioridad: la iglesia de Cristo Rey y la casa parroquial. «Cuando se construyó, este monumento tenía un efecto más épico que en la actualidad».

Para su emplazamiento se escogió el punto más elevado de la meseta sobre la que se asienta Iruñea. Junto a la Catedral, el Monumento a los Caídos es uno de los más altos de la ciudad, si bien nadie de los asistentes supo aportar su altura concreta.

Tras la larga explicación en el exterior, llegó el ansiado momento de conocer su interior. «Estamos sobre la tumba de Mola», señaló Iñaki Arzoz mirando al suelo. Allí estaba un gran óculo que permitía a los visitantes contemplar el mausoleo donde estaba enterrado este general junto con otros militares franquistas, entre ellos el también general José Sanjurjo.

Esa cripta no se puede visitar, así que todas las miradas se dirigían hacia la impresionante cúpula y las llamativas pinturas que la decoran. «Es como un tebeo infernal, en el que se mezcla lo guerrero con lo religioso», resumía Eder.

La cripta fue destinada a los «héroes de la cruzada», mientras que en esta enorme cúpula se recreó su «mitología», mezclando «la Navarra guerrera y golpista» con la «Navarra clerical», las imágenes de las cruzadas medievales con las de San Francisco Xabier y de Sancho VII arremetiendo con su maza en la batalla de las Navas de Tolosa. Esta última imagen es precisamente la que se tomó como modelo para decorar el salón de la Presidencia del Gobierno en el Palacio de la Diputación.

«En estas pinturas están representadas las tres familias del levantamiento militar de 1936: la carlista, la falangista y la militar. En ellas aparecen guerreros y misioneros, que son los soldados de Cristo. Una de las banderas es la del Sagrado Corazón de Jesús», señalaba el escritor.

A su juicio, lo que se quiso transmitir con todo ello es que «la guerra no fue un golpe de Estado sino un movimiento popular voluntario, algo que entronca con las cruzadas».

De hecho, entre las pinturas aparece una frase en latín que resume todo su significado: «Deus lo volt». Es decir, «Dios lo quiere». Este fue el grito de aclamación de la primera cruzada por el Papa Urbano II, y también aparece como lema en el escudo de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, una orden de caballería católica.

Estas pinturas alegóricas fueron realizadas por Ramón Stolz y ocupan gran parte de los 697 metros cuadrados de la cúpula, una de las más grandes, si no la mayor, existentes en Euskal Herria. Para contemplarlas más de cerca, durante la visita guiada nos animaron a subir los 82 escalones de la escalera de caracol que conducen hasta la parte alta del monumento y permiten recorrer toda la circunferencia de la cúpula.

Javier Eder dio allí por finalizadas las explicaciones, y fue entonces cuando se escucharon los comentarios y expresiones por parte de los asistentes. La mayoría de ellos sobrepasaban los 50 años de edad, pero nunca habían tenido la oportunidad de asistir a una visita guiada y, mucho menos poder contemplar el interior del edificio desde las alturas.

Junto a las pinturas alegóricas, y rodeando toda la circunferencia de la cúpula, está grabada una frase con grandes letras: «Ya sabéis Señor cuánto hemos trabajado en las batallas así como mis hermanos y la casa de mi padre por defender nuestra ley y por el santuario». Algunos visitantes comentaban que suena a lenguaje medieval, igual que las cruzadas representadas.

Pagado por la Diputación

Las fotografías con móviles y cámaras se sucedieron sin cesar, mientras surgían pequeños debates en torno a qué hacer con semejante monumento. Aunque su construcción comenzó en 1942, no quedó finalizado hasta diez años más tarde. El coste «astronómico» de la obra fue pagado por la Diputación Foral con las recaudaciones de todos los navarros, pero solo fueron homenajeados los del bando franquista.

La importancia que tuvo la Iglesia católica en la victoria del bando sublevado se refleja en el hecho de que el Monumento a los Caídos fue cedido por la Diputación al arzobispado de Iruñea. A su vez, éste lo donó al Ayuntamiento de la ciudad –estando UPN y CDN en el equipo de gobierno municipal–, con la condición de no retirar ni modificar ningún elemento del edificio de forma definitiva y destinarlo a fines culturales. De hecho, se ha venido utilizando de forma esporádica para realizar exposiciones.

El arzobispado se reservó la cripta en la que estaban enterrados los generales franquistas y otros militares, cuyos restos fueron sacados tras una agria polémica con algunos de sus familiares. Esta cripta no pudo ser visitada ayer, a pesar de que lo solicitaron la mayoría de los visitantes.

Derribarlo o reconvertirlo

Tras casi hora y media de visita guiada, los asistentes a la misma descienden los 82 escalones de la escalera de caracol para seguir contemplando el Monumento a los Caídos, ahora desde el exterior.

Antes de salir, Javier Eder nos muestra algunos elementos que no ha podido comentar durante la visita, como los símbolos franquistas que aparecen cubiertos con tablones. También están tapados los más de 4.000 nombres de los navarros que murieron en los frentes de batalla, ninguno de los cuales se encontraba en Nafarroa.

En total murieron unos 4.500 navarros luchando en el bando sublevado. Teniendo en cuenta que en 1936 la población navarra era de unas 342.000 personas, se deduce que murió el 1,32% de la población fuera del herrialde para defender la «cruzada», si bien algunos historiadores recuerdan que muchos de ellos fueron obligados.

Sus nombres siguen grabados en las paredes interiores del Monumento a los Caídos, especificando el pueblo del que procedían. También hubo muchos navarros caídos en defensa de la legalidad republicana, pero sus nombres no aparecen grabados ni homenajeados.

Una vez finalizada la visita guiada, la mayoría de los asistentes se desplazó hasta el Palacio del Condestable para participar en el debate sobre qué hacer con el Monumento a los Caídos, debate que puso fin a las jornadas organizadas durante estos tres días por la asociación ZER.

Existen varios planteamientos, como derribar el edificio y construir uno nuevo, o reconvertirlo con un significado completamente diferente. La última palabra será del Ayuntamiento, pero, a la vista del éxito que tuvo la visita guiada de ayer, quizás habría que plantearse seguir organizando visitas para que los ciudadanos conozcan por dentro el mayor monumento franquista de Euskal Herria.





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