Con este escrito desde Gara describen a la perfección el tanque de oxígeno que Iñigo Urkullu le ha provisto a una de las formaciones políticas con las que la monarquía borbónico franquista mantiene
su control colonial sobre la parte peninsular de Euskal Herria:
I.I.Patxi López tuvo un pleno cómodo, se subió a la tabla y surfeó sobre la espuma de la ola del pacto recién alcanzado con el PNV y cuya literatura se acerca mucho al discurso que en los últimos años ha mantenido el PSE. Un pacto que le llevó a decir que «la décima legislatura comienza ahora, cuando se van a empezar a hacer las cosas que necesitamos».El acuerdo suscrito con el PNV es el origen de los tiempos. Hasta ese día, el Gobierno de Iñigo Urkullu había estado perdiendo el tiempo. Ahora todo va a cambiar y se abre un mundo de posibilidades. Y todo gracias al PSE, «partido indispensable, cauce central de la política vasca, porque hacemos propuesta de país y no propuestas partidarias».Desde su tabla de surf y haciendo dudar de que el PSE quiera abrir su pacto a otros partidos, Patxi López utilizó las propuestas sobre fiscalidad para confrontar con la derecha, y como ya no podía hacerlo con el PNV, se centró sobre todo en el PP. Hasta el punto de que consiguió que desde los escaños de este partido se abriera un pequeño rifirrafe.Como sobre fiscalidad no podía discutir con EH Bildu, porque tenía todas las de perder después de la marcha atrás que el PSE ha dado sobre lo avanzado en Gipuzkoa, eligió el terreno de siempre, el del manido «suelo ético» que según su interpretación dice que aquí no ha habido más violencia que la de ETA. Luego intentó dar lecciones de democracia a Laura Mintegi.Y, por último, sabedor de su posición actual, se encargó de marcar el terreno al PNV en la propuesta de un nuevo estatus. Ofreció a Urkullu un «pacto ciudadano por la concordia y la unidad», de renovación de la voluntad de seguir viviendo juntos con España y enterrar el Pacto de Lizarra.
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