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Testimonios de tortura
«Lo peor era estar a la espera de que volvieran a llevarme al infierno»
Aunque semanas atrás ya se divulgó que los vascos detenidos a partir del 28 de marzo por la Guardia Civil habían denunciado torturas, TAT ofreció ayer testimonios más detallados de ocho de los arrestados; del resto dijo que todavía no han sido capaces de relatar lo padecido en dependencias del instituto militar. TAT volvió a denunciar el silencio generalizado de los partidos y que el juez Moreno no haya dado paso alguno para investigar los hechos.
Gari MUJIKA | DONOSTIA
«(...) La situación era incontrolable. Parecía que me iban a matar (así me lo decían además). Me quitaron todas las mantas y todo lo demás, uno de ellos me agarró por delante, y los otros por detrás. Me quitaron la ropa y me introdujeron un palo por el ano. No me lo podía creer... Después me lo volvieron a hacer (...)». Se trata de un extracto del relato realizado por el donostiarra Sergio Lezkano sobre los cuatro días que estuvo incomunicado a manos de la Guardia Civil. Una descripción detallada del trato recibido. Junto a éste, Torturaren Aurkako Taldea dio a conocer en Donostia los testimonios de otros siete vascos encarcelados ahora en Madrid.
Según informó el representante de TAT Aiert Larrarte, todos los detenidos por el instituto militar entre el 28 de marzo y el 1 de abril han afirmado haber sufrido todo tipo de torturas y malos tratos durante la incomunicación. Y aunque también los denunciaron ante el juez de la Audiencia Nacional, éste no ha emprendido ninguna investigación al respecto o trasladado a otro juzgado ese quehacer.
Larrarte, que compareció junto a los también representantes de TAT Nekane Txapartegi, Izaskun González y Alaitz Jauregi, recordó que pidieron al juez Ismael Moreno que activase el protocolo anunciado por Baltasar Garzón en diciembre, pero este requerimiento no obtuvo respuesta.
Sin poder contarlo
Lo que sí pudieron confirmar es que los arrestados fueron visitados por médicos forenses en las instalaciones policiales. «El médico forense sí ha realizado reconocimientos, pero no como debía», explicó Larrarte, quien añadió que los detenidos informaron a los médicos del trato recibido y de las marcas que tenían, pero que éstos se limitaban a mirar a otro lado.
Torturaren Aurkako Taldea también informó de que, tal y como les han indicado los vascos ahora encarcelados en Soto del Real, los mismos guardias civiles que participaban en esos interrogatorios eran los que después realizaban la toma de declaración policial.
Agregó que en esas declaraciones policiales también estuvieron presentes abogados de oficio, o personas que decían que lo eran, ya que los detenidos no los veían: «Se ponían unos metros detrás de ellos».
En más de una ocasión los propios agentes realizaron la lectura de los derechos a los detenidos «una vez finalizada la declaración que les obligaban a aprenderse de memoria». Este extremo también ha sido una constante en los testimonios facilitados por los arrestados, y que se pueden leer en las siguientes páginas.
También informó de que algunos de los detenidos aún no han sido capaces de contar lo ocurrido en dependencias policiales y que esperan dar cuenta en las próximas semanas de esos testimonios.
Ante esta realidad, TAT anunció que volverá a realizar una segunda ronda de contactos con los grupos parlamentarios de Gasteiz; la misma Cámara que en diciembre aprobó una moción que exigía la desaparición de la Audiencia Nacional y la derogación de la incomunicación a los detenidos. Y es que el organismo contra la tortura expresó su especial enfado por el silencio de los agentes políticos mientras se daban a conocer estas últimas denuncias.
Manifiesto contra la tortura
TAT mostró su pesar porque estos ciudadanos vascos «han sido torturados con total impunidad» y reiteró que la práctica de la tortura es un mecanismo sustentado por un sistema «perfectamente engrasado» para ello. Según dijo, su finalidad principal consiste en conseguir autoinculpaciones de los arrestados o inculpaciones respecto a terceros, pero también sirve, «como ha ocurrido en este caso, para generar miedo, terror, entre la ciudadanía».
Por ello, Larrarte hizo hincapié en que TAT tiene la firme voluntad de «hacer lo que sea necesario» para que la tortura desaparezca y no se registren casos como estos últimos. Con ese objeto y para aunar fuerzas contra esta práctica, anunció que activará una dinámica para recabar apoyos en torno a un manifiesto. Un texto que fue conformado en Elorrio durante la primera Asamblea Nacional de Torturados y que reclama, entre otras medidas, el reconocimiento oficial y público de la existencia de la tortura, el fin de la impunidad y el resarcimiento a las personas torturadas.
Joseba Lerín Sánchez
Detenido en Andoain el 28 de marzo. Tuvo que ser trasladado al hospital durante la incomunicación. Preso en Soto del Real.
«...Enseguida llegamos a Intxaurrondo; viví muchísima tensión: amenazas, gritos, golpes... Me inmovilizaron en el suelo y uno de ellos me estiró tan fuerte de los testículos que incluso llegué a marearme. (...)
Me colocaron una capucha y comenzó el viaje más duro que jamás he conocido. Eran constantes las preguntas, las amenazas y los insultos, tenía que llevar la cabeza entre los pies, esposado a la espalda, la capucha, y venga a recibir golpes en la cabeza y en el cuello. Fue un viaje de cuatro o cinco horas, y apenas me dejaron un minuto para descansar, lo que tardaron en cambiar de conductor.
Llegamos a Madrid y me llevaron a una sala de interrogatorios. Es el último momento que lo recuerdo ordenado. Lo que sucedió en adelante no lo puedo relatar cronológicamente. Lo recuerdo como una pesadilla. Aquello era el infierno.
Sufrí incontables interrogatorios, no sé cuántos. Me ponían contra una esquina, casi siempre llevando una capucha y un antifaz, siempre mirando al suelo, y entre constantes amenazas e insultos. Los golpes también eran constantes. Me obligaron a hacer flexiones y ejercicio físico hasta el agotamiento. Sudaba muchísimo. Y cuando estaba empapado en sudor me tiraban agua fría encima. Pensaba que era porque me iban a poner los electrodos. Cuando respiraba con dificultad me ponían una bolsa de plástico por la cabeza, me agarraban por detrás y me asfixiaba. Me ataban las manos con polispán y precinto, me enrollaban en una manta y me hacían la bolsa. También me golpeaban en la cabeza con un listín telefónico. En otra ocasión me ataron todo el cuerpo con precinto. Me dejaban destrozado. Y cuando me recuperaba un poco, volvían a empezar.
También me desnudaron, y me sobaron todo el cuerpo. Sufrí insultos, humillaciones y vejaciones. No tenían medida. Simularon que me iban a matar con una pistola. Las amenazas de torturas eran aterradoras (...). Oía gritos, de mujeres y de hombres. En ocasiones me decían que dijese un número del 1 al 10, y que cada número le correspondía a la siguiente persona que iban a torturar: en una ocasión en que elegí el número 7 me dijeron que le había tocado a Arkaitz Agote, y después pude oir sus gritos. Los últimos días tuve alucinaciones, veía figuras en las paredes. En cinco días no dormí; lo pasé muy mal.
Me obligaron a declarar lo que me habían obligado a aprender en los interrogatorios. Acabaron las declaraciones pero no los interrogatorios. De nuevo me hicieron los mismo que hasta entonces. A diario me llevaban donde un médico forense. Yo le contaba lo que estaba sufriendo pero no me sacó de allí. (...)
Iñigo Orue Magazo
Detenido en Zegama el 28 de marzo por la Guardia Civil. Preso en Soto del Real.
«(...) Entró uno gritando y me dijo 'nos has mentido, te vas a enterar' mientras me golpeaba en la cabeza. Me llevó a una sala de interrogatorios. Allí me obligaron a permanecer en cuclillas, después me pusieron frente a una `máquina de sonidos', así era como ellos le llamaban a aquella máquina. Decían que era algo nuevo... Me obligaron a hacer flexiones. Me estaban haciendo preguntas y cuando no contestaba lo que querían, me golpeaban en la cabeza. Comenzaron también las amenazas con mi mujer; que le habían detenido, que todos la iban a violar... Las amenazas con mi compañera fueron constantes.
Entre los interrogatorios no me dejaban sentarme. Hasta el viernes por la noche no me dejaron dormir. No sé si era consecuencia del cansancio, por la obligación de permanecer de pie, por los interrogatorios..., pero veía figuras en la pared, y ésta se movía y las líneas de las baldosas dejaban de ser rectas.
Oía los gritos de los demás detenidos; podía oir a una chica que no dejó de llorar. Estaba en el calabozo de al lado, creo, y gritaba mucho. Me pareció mi compañera. En los interrogatorios me presionaban muchísimo con ella... Al final, como no lo podía aguantar, les dije que diría lo que quisieran pero que la dejasen en paz... El sábado de madrugada me dijeron que íbamos a preparar la declaración, y que después me iban a dejar en paz. La repetimos infinidad de veces... Después me subieron al piso de arriba y declaré... pensaba que se había acabado todo, y me relajé un poco, pero de nuevo me obligaron a ponerme de pie contra la pared... Y así todo el sábado. Por la noche me sacaron de nuevo a otro interrogatorio. Éste fue el peor y más duro de todos. Había seis o siete guardias civiles conmigo... Me obligaron a hacer flexiones, a cantar el himno del Real Madrid, me provocaron la asfixia con una bolsa de plástico hasta que perdí el conocimiento, me recuperé y me la volvían a poner y apretaban de nuevo... Me hacían la bolsa mientras estaba haciendo flexiones, y si se me caía comenzaban a pegarme patadas... Me tuvieron que llevar a rastras al calabozo, entre tres porque no me tenía en pie. Cuando me dejaron en el calabozo me dijeron que en media hora vendrían de nuevo a buscarme. Oí como fueron en busca de otro de los detenidos, estaba tan agotado que me quedé dormido.
Sufrí muchos interrogatorios. Mientras estaba en los interrogatorios podía oir a más gente. De hecho, en el interrogatorio del sábado por la noche, entraron dos agentes a la sala donde me estaban interrogando a mí, venían de interrogar a otro detenido, y entraron gritando `queremos torturar a éste'. Era muy duro estar en los interrogatorios, pero la espera en el calabozo se me hacía más duro aún, era lo peor, estar esperando a que volviesen para llevarme al infierno... Era terrorífico (...)».
Una joven
«(...) Todos los golpes que me daban en la cabeza lo hacían con la mano abierta... Las amenazas también eran constantes: empezaron a decirme que les contase lo que solía pasar en comisaría, me decían que ya sabía que había habido más de un muerto en comisaría, que la gente no sale viva de allí, que me iban a hacer desaparecer, que me pegarían un tiro y echarían mi cuerpo al mar... Creo que en la habitación habría 4 ó 5 guardias civiles. En los tres primeros días, durante los interrogatorios que sufrí por las mañanas las amenazas y los golpes fueron constantes, y en los de las noches sufrí las vejaciones sexuales. Me obligaban a ir despo- jándome la ropa poco a poco: la camiseta, los pantalones... y después, cuando estaba des- nuda me obligaban a hacer flexiones. Por las noches solía estar un guardia civil que le llamaban 'el incontrolable'. Me repetía que tenía ganas de mantener relaciones sexuales, que tenía muchas ganas... En ocasiones eran ellos quienes me quitaban la ropa... En una ocasión, 'el incontrolable' se sentó en una silla y me obligó a sentarme encima suyo de forma muy agresiva. Yo estaba desnuda, y mientras los otros me iban haciendo preguntas, él me sobaba todo el cuerpo.
Cuando decía algo que no les gustaba me golpeaban y comenzaban a amenazarme de forma súper agresiva. En ocasiones me llevaban al calabozo y me decían 'piensa, y en el siguiente interrogatorio nos lo dices'.
Tenía dolorido todo el cuerpo. Cuando me llevaban de un sitio a otro, uno de ellos me empujaba la cabeza hacia abajo, y tenía que llevar los ojos cerrados. Cuando estaba fuera del calabozo casi siempre tenía puesto el antifaz, menos cuando me llevaban donde la médico forense o al baño o a hacer la declaración policial... Apenas dormí... Era constante el sacarme y meterme al calabozo, y cuando estaba allí podía oir los interrogatorios de los demás detenidos. Oía sus gritos; nunca sabía cuando me tocaría de nuevo... El calabozo en el que yo estaba era el primero, estaba al lado de los baños, y podía oir todo, si llevaban a alguien al baño, oí a algún detenido vomitando... Había un colchón y tres mantas, y una de ellas me la colocaba por la cabeza para dejar de oir los gritos, pero era imposible, era insoportable, la situación era una locura... Me pasé los cinco días temblando y sin poder dejar de llorar, estaba aterrorizada (...)».
Arkaitz Agote Cillero
Detenido en Donostia el 28 de marzo por la Guardia Civil. Preso en Soto del Real.
«(...) Tenía el brazo derecho en cabestrillo, y me ataron el brazo izquierdo, me la pasaron por debajo de la pierna y el guardia civil que iba a mi derecha se ató la otra parte de las esposas. Me obligaron a meter la cabeza entre las piernas. Conmigo iban dos personas en la parte de atrás y comenzaron a golpearme en la cabeza, en el hombro y en las costillas. Me asusté mucho. Fuimos a Intxaurrondo, muy rápido, muy violento. Nada más sacarme del coche me pusieron contra la pared y comenzaron a golpearme: en la cabeza, en el hombro, en las piernas, en las costillas...
(...) A eso de las cuatro llegamos a Madrid. Me llevaron al calabozo y después al primer interrogatorio. Me ordenaron que me pusiera contra la pared. Estaba manchada de sangre. Me decían que era sangre de euskaldunes... Me obligaron a realizar ejercicio físico, arriba y abajo hasta la extenuación. Cuando me costaba respirar, comenzaban con la bolsa. Pensaba que me iba a ahogar. Al final me llevaron al calabozo. No me podía sentar. Tuve que estar casi los cinco días de pie. La puerta tenía un agujerito y si me caía al suelo, entraban y comenzaban a golpearme. La luz estuvo encendida constantemente...
...Las horas allí no tienen ningún sentido. Cualquier hora era buena. Los interrogatorios eran aterradores: golpes, amenazas, insultos, la bolsa, ejercicio físico... Todo a la vez. Eran constantes las referencias a gente que ha muerto por torturas, me describían los métodos que iban a utilizar conmigo, los gritos de los demás... Oía cómo cargaban pistolas. Creía que aquellas amenazas las iban a cumplir, algunos estaban como locos.
Pensé que después de hacer las declaraciones todo acabaría, pero no fue así. Siguieron los interrogatorios, eran tan duros y violentos como los anteriores. Los guardias civiles tenían aliento de haber bebido... Me enseñaron `el aparato de la memoria': era una caja negra. No la utilizaron pero fue suficiente verlo para sentir pánico.
Me obligaron a tocar una pistola para que estuviesen mis huellas. Me decían que con aquella pistola se habían realizado no sé cuántas cosas y que me las tendría que comer. También me desnudaron. Se reían de mí. Me sobaban, como si estuviesen sobando a mi hermana o a alguna amiga. Sufrí vejaciones sexuales (...)».
Juan Carlos Herrador Pouso
Detenido en Donostia el 28 de marzo por la Guardia Civil. Preso en Soto del Real.
«(...) Entraron cuatro personas en el bar, corriendo, gritando y con pistolas en las manos. Me tiraron al suelo, me ataron las manos con unas bridas, me pusieron una capucha y la pistola en la cabeza. En el trayecto al coche me golpeaban incesantemente en la cabeza, me tiraron contra un contenerdor de basura, me apretaban los testículos... En el coche siguieron golpeándome, lo hacían en cualquier sitio. Comenzaron también con las amenazas, que me iban a matar, que iban a matar a mi compañera, que la iban a violar... Hasta Intxaurrondo fue así. Comenzaron a hacerme preguntas mientras seguían golpeándome. No me daban descanso. Oía a mi compañera: oía como la golpeaban, cómo le gritaban...
Nada más llegar a Madrid me llevaron a un calabozo. Allí me tuvieron unas 20 horas, de pie, con la luz encendida, sin beber, sin comer. Las amenazas eran constantes. Si me caía al suelo me obligaban a levantarme entre patadas. Después me llevaron al primer interrogatorio. Me pusieron contra la esquina de la pared. Había sangre. Allí comenzaron las amenazas más salvajes y aquello se convirtió en un campeonato de golpes. Me golpeaban en cualquier parte del cuerpo con cualquier instrumento: con las manos, puñetazos, con palos forrados. Me repetían que iban a violar a Lorea. Y podía oir sus gritos. Era una locura: todos estaban gritando, insultándome, humillándome. Lo que sucedió en adelante no puedo contarlo de forma ordenada. Me hicieron de todo...
No podía andar y me llevaban a rastras de un lado para otro. Me tapaban la boca y la nariz hasta que me quedaba sin aire. Vomité en dos ocasiones y me obligaron a comer mi vómito. Me decían que me iban a matar. Y así parecía. Hace diez años también fui torturado por la Guardia Civil y me decían que iban a volver a utilizar los métodos que utilizaron entonces: la bañera, electrodos... También sufrí vejaciones sexuales. Eran violentas y humillantes (...)».
Sergio Lezkano Bernal
Detenido por la Guardia Civil en Errenteria el 1 de abril. Preso en Soto del Real.
«(...) Me pusieron la capucha de mi jersey y comenzaron los golpes. Estaba en el suelo y, sobre todo, me golpeaban en los pies, en los tobillos y en la cabeza. Una vez llegamos a Intxaurrondo me obligaron a ponerme contra una pared entre constantes amenazas e insultos. Fueron incesantes todo tipo de gritos, insultos, golpes y amenazas. Me sacaron fotografías como si fuese un trofeo...
Llegamos a Madrid y seguido me llevaron a una sala. Tenía puesta una capucha. Comenzaron a obligarme a hacer ejercicio físico, entre amenazas de todo tipo. Me llevaron al calabozo, pero no podía sentarme. Tenía que permanecer de pie contra la pared... De nuevo a un interrogatorio. Me obligaron a hacer flexiones. Cuando me cansé, me ataron las manos y los pies con mantas, después con precinto, con más mantas, con polispán y comenzó el verdadero infierno: gritos, amenazas, preguntas, flexiones, golpes, la bolsa, vejaciones sexuales... todo a la vez. Cada vez que me apretaban la bolsa a la altura del cuello hacían una especie de juego, cantaban la canción `un globo, dos globos, tres globos'. Metían humo en la bolsa... Amenazas contra mi hermana... Oía los gritos de una mujer y me parecía que era mi hermana... Estaba destrozado. Entonces me tumbaron sobre una mesa, atado con una manta, celo y goma espuma. Me dieron una tremenda paliza, me apretaban los testículos... Había un loco entre ellos, había uno que estaba realmente loco... La situación era incontrolable o eso me parecía. Parecía que me iban a matar (así me lo decían). Me quitaron todas las mantas y todo lo demás, uno de ellos me agarró por delante, y los otros por detrás. Me quitaron la ropa y me introdujeron un palo por el ano. No me lo podía creer... Después me lo volvieron a hacer... Eran unos salvajes...
Me dejaron descansar un rato en el calabozo. Me trajeron una naranja. Quería comerla, pero se me hacía imposible. En el interrogatorio anterior cada vez que me hacían la bolsa, para romperla y coger un poco de aire hacía mucho esfuerzo con la boca, y como consecuencia de ello se me quedó la boca bloqueada. No podía ni abrirla ni cerrarla...
En el tercer interrogatorio consiguieron destrozarme. La bolsa, la bolsa, la bolsa, la bolsa... Los siguientes cuatro interrogatorios fueron para preparar la declaración, pero no cambió nada: golpes, amenazas, insultos, ejercicio físico, gritos, preguntas... y la bolsa. Tenía la esperanza de que cuando declarase lo que quisieran acabaría todo, pero no fue así (...)».
Joseba González Pavón
Detenido en Iruñea el 1 de abril por la Guardia Civil. Preso en Soto del Real.
«(...) Padecí innunerables interrogatorios. Venían al calabozo y me solían llevar a una habitación que se encontraba en el mismo pasillo. Me obligaban a estar de pie contra la pared, pero sin llegar a tocarla, y comenzaban a hacerme infinidad de preguntas. Cada vez que no les gustaban mis respuestas, me golpeaban en la parte trasera de la cabeza una y otra vez.
(...) También me provocaron la asfixia, en cuatro ocasiones. Me colocaron una bolsa por la cabeza que la cerraban a la altura del cuello. La sensación era muy fuerte, poco a poco te vas quedando sin aire... Una de las veces que me provocaron la asfixia mediante una bolsa, entró un guardia civil desde otra sala de una forma muy violenta; en la mano traía una bolsa y comenzó a amenazarme. De repente me puso la bolsa por la cabeza y comenzó a tirar de las cuerdas que la bolsa tenía...
Mientras preparábamos la declaración eran constantes las amenazas con mi mujer. Una vez declaré lo que me habían obligado, pensé que el trato cambiaría, pero no fue así. Me gritaban `nos has engañado, y vamos a detener a tu mujer y la vamos a violar, le vamos a quitar las bragas o el tanga, lo que lleve; cuando traemos a las mujeres soléis llorar...'. En aquellos momentos pensaba que eran capaces de hacerlo.
(...) Los días en que permanecí detenido fueron muy, muy duros. El escenario que crearon era muy violento, en los interrogatorios participaban bastantes guardias civiles que me hacían preguntas incesantemente, yo no podía ver, me golpeaban. La situación era como para volverse loco, el esceneraio que crearon era terrorífico...».
Unai Lamariano Larrea
Detenido en Donostia el 1 de abril por la Guardia Civil. Preso en Soto del Real.
«(...) Iba paseando con mi mujer y mis tres hijos. Se nos acercaron cuatro personas encapuchadas con las pistolas en la mano. Me esposaron mientras me apuntaban con sus pistolas.
Me metieron en un coche, me esposaron a la espalda y comenzaron a golpearme en la cabeza. Cuando llegamos a Intxaurrondo, siguieron los golpes, las amenazas, los insultos...
En Madrid me pusieron un antifaz que me tapaba la cara, y comenzaron las amenazas con la mujer y mis hijos/as. Me decían que iban a detenerla y que nos iban a quitar la custodia de los críos. Después comenzaron a decirme que mi mujer estaba ya detenida, y llegué a creer que los gritos que oía eran de ella. Era muy duro. Algunos de los guardias civiles me dijeron que cuando quisiera decirles algo o dirigirme a ellos les tenía que llamar por los nombres de dos de mis hijos... Además, no podía quitarme de la cabeza la imagen de la detención, las caras de mis hijos cuando se nos tiraron encima... La detención fue delante suyo; las pistolas, los gritos... No voy a poder olvidar nunca sus caras, sus miradas. Es lo que más duro se me hizo.
Me repetían que si no declaraba lo que quisieran iban a detener a mi compañera. Llegué a creerlo, e incluso pensé que había ido la amona con mis hijos e hijas a verme. Tenía la cabeza completamente ida. Al final declaré lo que ellos quisieron.
La médico forense vino a diario, pero aunque le contaba a diario lo que me estaban haciendo, la situación no cambió para nada. Recibí dos ofertas de colaboración. Decían que si no colaboraba no volvería a ver a mis hijos nunca más. Después le relaté al juez todo lo que había sufrido, pero no me hizo ni caso y miró hacia otra parte (...)».
Isolamenduan
Oraindik Soto del Realgo isolamendu moduloan daude espetxeratutako bederatzi euskal herritarrak. Zortzi izan dira aditzera eman dituzten testigantzak. Gainontzeko lagunak oraindik ez baitira gai jasandakoa kontatzeko, TATek esandakoaren arabera.
"su etenean"
TATeko kideek salatu zutenez, guardia zibilek eurek atxilotuei zera esaten zieten epailearen aurretik igaro aurretik: «Epailearen aurrean torturatuak izan zaretela salatu, ez dezala orain pentsa epaileak Guardia Zibila ere su etenean dagoela».
Salaketa judiziala
Datozen egunotan jasandako torturak direla-eta salaketa judiziala jarriko dute atxilotuek epaileen aurrean. Izan ere, Auzitegi Nazionaleko Ismael Morenoren aurrean torturak pairatu izana salatu arren, horrek ez baitu ikerketarik indarrean jarri.
Guztiak
Guardia Zibilak atxilotu zituen lagun guztien berri orain arte jakin ez arren, TATeko kideek atzo baieztatu zuten, astebukaeran eurekin egon ostean, espetxeraturiko euskal herritar guztiak izan direla polizia horien esku bortizki torturatuak.
EN CIFRAS
De todo
Los ocho vascos que han relatado los malos tratos sufridos han denunciado haber padecido tanto torturas físicas como sicológicas de manera continuada.
OiR TORTURAS
Además de hacerles responsables de las torturas que sufrían el resto de detenidos, todos los arrestados han relatado que oían cómo maltrataban a los demás.
Simulacros
Dos de los vascos ahora presos han informado de que los agentes de la Guardia Civil realizaron con ellos simulacros de ejecución con empleo de armas reales.
EXTENUACIÓN
Todos los detenidos han denunciado que les obligaron a permenacer de pie en todo momento, a realizar ejercicios físicos y a permanecer en posturas anómalas.
«BOLSA»
Entre los métodos de asfixia practicados, la aplicación reiterada de «la bolsa» ha sido la más denunciada: en total, de los ocho relatos seis dan cuenta de ello.
Agresión sexual
De entre los ocho relatos recabados hasta ahora, cinco de los vascos han denunciado haber padecido algún tipo de agresión sexual. Uno denunció haber sido violado.
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