Afortunadamente Fernando Savater y Mario Vargas Llosa ya no engañan mas que a quien quiere ser engañado. Hace ya mucho tiempo que este par de bufones se han vendido al mejor postor y están hoy en la nómina de la extrema derecha más cerril.
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El tándem Vargas Llosa & Fernando Savater
Jaime Richart
¿Pero es que estos dos gañanes del pensamiento, estos dos jugadores de palabras, estos dos activistas políticos, estos agitadores sociales creen que los que defendemos al estatalismo y a gobiernos con voluntad manifiesta de hacer todo lo posible para distribuir un poco más equitativamente la riqueza en cada sociedad y en el mundo, somos idiotas?
El discurso general del ser pensante, y también del gran pensador de la historia, se suele reducir más o menos a un par de ideas. O cuenta siempre con Dios, o piensa sin El; o aquel Dios es providente, o no lo es; o su visión es teísta, o es deísta; o parte del determinismo, o parte del libro albedrío; o el pensante es ateo, o es agnóstico. Todo lo que sigue a su discernimiento viene de una de esas dos ideas primigenias y antitéticas. En el principio del pensamiento común está el pensamiento religioso, el teológico, el onírico, consciente o inconsciente. Todo lo demás, los girones y aluviones de ideas contenidas en una obra, magna o de bolsillo, está subordinado a aquellas ideas-madre y depende de ellas...
V. Llosa y F. Savater, por alucinación, han terminado abrazando la peor religión: la del culto al ultraindividualismo. Ni el uno, en su título de campeonísimo de la literatura, ni el otro, en el de una ética extraña, han sido capaces de ir más allá y no han alcanzado aún la madurez plena e intelectiva. Prefiero pensarlo así, antes que pensar que en esta delicada materia social les falta un tornillo.
Tanto uno como otro pasean por ahí, troceándolo en conferencias, entrevistas y libros su pensamiento social enfermizo. Su religión del neoliberalismo neocons, como los libros de caballerías al caballero de la triste figura, les ha sorbido el seso.
Hay que salir al paso de sus despropósitos, ya que concitan tanto protagonismo. Algunos periódicos les promocionan, promocionando sus ideas de paso. Y no veo que tenga la correspondiente respuesta por parte de gentes que estén convencionalmente a su altura intelectual y discrepen profundamente de ellos. Bueno, pues lo haremos desde aquí...
Así es que es preciso advertirles que los que estamos en las antípodas de sus prédicas estaríamos dispuestos a consentir estas democracias de mínimos que ellos jalean, si “todas” leyes se cumplieran. Sobre todo, si las cumplieran los más llamados a cumplirlas. Si no hicieran éstos recaer el peso del incumplimiento en los deseherados y en el pueblo que para nada cuenta en el desconcierto general de la legalidad y mucho en el de la desigualdad. Pero suponiendo que los líderes políticos al uso y los representantes de las estructuras e instituciones asociadas, de los que ellos son escuderos, tuviesen buena voluntad, ¿cuáles de las estructuras que mantienen y refuerzan a esos líderes las cumplen? ¿qué despachos, bufetes, empresas, holdings, grupos de presión… no destinan gran parte de sus presupuestos a burlar las leyes con el mínimo riesgo para sus socios y mínimas consecuencias para sus bolsillos y sus arcas?
El arte de defraudar a la ley, el de sortear los inconvenientes de las leyes, aquí y allá, se ha convertido en el arte social por excelencia en estas democracias que F. Savater y V. Llosa adoran. El saber burlarlas, el encontrar la trampa para sortearlas se ha convertido en el núcleo duro que mantiene en pie a las democracias occidentales, principalmente norteamericana y española.
Ahí tenemos, por arriba, a la superpotencia incumpliendo resoluciones de la ONU, invadiendo el espacio aéreo de los países europeos tomándose por las buenas el consentimiento que no pidió ni nadie le dio. Ahí la tenemos invadiendo países con mentiras y excusas para apropiarse de su petróleo y establecer allí sus bases que le permitan desde ellas proseguir sus conquistas. Y los países que no invaden por delante, los invaden por la puerta de atrás poniendo en ellos a líderes de cartón, a gobiernos títeres y sumisos a su servicio personal y al de su ideología.
F. Savater y V. Llosa odian el estatismo y aman la libertad hasta el paroxismo. Quizá la aman tanto por razones inconfesables de represión personal en materias oscuras... Queriendo arrastrarnos con ellos en su huída del estatismo y del Estado que, según ellos y los que piensan como ellos fagocita al individuo, ellos, los que les siguen y el resto que padece la historia caemos todos en brazos de mafias ilegales. Pero también caemos sobre todo en el regazo de mafias “legales” políticas, comerciales, financieras, policiales, religiosas y de todas clases, que son las que predominan en los sistemas de ultralibertad teórica democrática. No sé si sabrán que en esas –éstas- sociedades la libertad prácticamente total la ejercen apenas unos cuantos. De momento los que tienen fortuna para cambiar de pasaporte, para residir donde les plazca, para proferir barbaridades a diestro y siniestro desde una emisora de radio... ¿Qué libertad tienen los demás? Sobre todo ¿qué libertad tienen los que viven con 300 euros al mes y pagan 200 para tener un lecho a cubierto? ¿Qué libertad tienen los que viven sobresaltados porque cada día han de ganarse el empleo y si protestan lo pierden?
Y es que la desaforada defensa que hacen estos dos estrábicos de la lógica es consecuencia de que al uno, el literato que lleva dentro no le permite al pensador que hay detrás ver despejado el bosque de la filosofía social, y al otro, sólo le interesa el pensamiento ético individual. Un pensamiento que pasa por el libre albedrío que atribuye estúpidamente al ser humano -ése mismo que ha predicado el catolicismo siempre- es lo que le lleva a negar la ética de grupo, la ética social, la ética imposible a menos que se imponga un radicalismo como el que tratan de ejercer algunos líderes a los que F. Savater y V. Llosa llaman caudillos...
Esto viene a propósito de que hace un par de días V. Llosa, en un estimable artículo (salvo en esta cuestión) que titulaba 'La rebelión de las masas', la obra cumbre de Ortega y Gasset, reprochaba a éste que siendo liberal no estuviese también a favor del liberalismo económico. Por su parte F. Savater, al día siguiente, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, arremete contra el según él 'caudillismo populista' de Chávez.
Ni uno ni otro pierde ocasión alguna para justificar los desmanes de los neoliberales norteamericanos y para defender con uñas y dientes ese sistema socioeconómico sui generis pese a quien y a qué pese. Son en fin dos adalides lamentables de un sistema que está dejando como unos zorros a las sociedades mundiales y al planeta entero, en provecho de una sola. Y ellos, erre que erre. Este es el 'pequeño' detalle que hace de sus habituales cantos laudatorios del mercado libre, repulsivos gruñidos de puerco.
Reclaman estos liberales de nuevo cuño de lujo, toda la libertad del mundo bajo su interpretación personal de la libertad social. Todo lo centran en una orgía de libertad economicista, a todas luces insensata visto cómo se abre más y más la brecha entre unos países y otros. Para nada piensan en 'el otro', a menos que 'el otro' sea el que precisamente se enriquece a costa de otros.
No quieren sujeción ni dependencia del individuo de un Estado fuerte. Les horroriza el Estado, como por intrincadas razones le espantaba a Hobbes. Aman la esclavitud que profesionalizan los traficantes de esclavos de la modernidad amigos suyos. Ambos veneran apasionadamente la libre concurrencia, la iniciativa personal, el mercado libre, la libre competencia y niegan la necesidad de frenos a los excesos o creen, con una convicción próxima a la mentecatez, que con leyes -sistemáticamente incumplidas por parte de los principales responsables- se resuelven los abusos. Hay que hacer que se cumplan, dicen. De acuerdo, pero ¿quién controla al controlador? (Véase hoy cómo razona la Condoleezza cuando dice que, para librarnos de terroristas su país es respetuoso de las -sus- leyes. Y lo dice al mismo tiempo que no respeta la soberanía de los países cuyo espacio aéreo viola). Confunden V. y S. constantemente individualidad e individualismo, liberalismo y liberalidad. Aman la individualidad pero reduciéndola a individualismo puro y duro...
¡Quién no está a favor de la individualidad, de la expansión y desarrollo integral de la persona y de la iniciativa personal! La cuestión está en quién, además de la propia, está o no a favor también de la individualidad ajena. Nadie pretende para sí mismo una coraza, unas cadenas, una mordaza, una prisión real, mental o psicológica. Quien cede de sí mismo algo de su individualidad que, además le cuesta, en los regímenes que no son falsamente democráticos, puede hacerlo perfectamente para proteger también al rebaño del que recibe amparo. Este es nuestro caso. Nuestra sensibilidad social pasa por eso. Ellos, V. y S., tan sensitivos para la literatura y la ética, tienen en cambio castrada la sensibilidad social. Carecen de conciencia social. No reparan, o les da igual, en la terrible debilidad del individuo ante el poder económico y financiero del liberalismo económico que los aplasta; que los anula mucho más que cualquier Estado férreo que a fin de cuentas en última instancia le protege. Por eso no vale demasiado la pena razonárselo. Margaritas ad porcos...
Bástenos decir que esa individualidad que todos defendemos choca con el individualismo feroz que defienden ellos. El pensamiento contrario al suyo, marxista o no, socialista o no, colectivista o no (no son más que palabras) admite con toda naturalidad y comprensión en el individuo el egoísmo superior. Comprende perfectamente ese egoísmo que está próximo o que coincide con el instinto de supervivencia, con el egoísmo 'legítimo' defensor de la integridad personal, del clan, de la familia, y que asume la inexorable tiranía de los genes. Pero rechaza enérgicamente el egoísmo inferior, el de la perversión del todo para mí y los demás que se busquen la vida que V. Llosa y F. Savater jalean como dos petimetres del pensamiento de hondura...
Porque si una sociedad aspira a ser un compuesto de 'señores', y no de señores por un lado y esclavos por otro, de jefes tribales por un lado y siervos de la gleba y vasallos por otro, no tiene más remedio que ingeniárselas para dirigir todos sus esfuerzos a que las diferencias naturales no se agranden como consecuencia de la inteligencia y de la razón humanas que tratan de poner cercados a todo privatizándolo todo. Diferencias que, como sabemos y V. Llosa y F. Savater saben también, cada día se hacen más abismales entre el pequeño mundo de la riqueza y el tremendo y vasto mundo de la indigencia. Las leyes en los países que ellos recorren, o son permisivas con la trasgresión de los fuertes o los jueces debilitan sus efectos cuando han de aplicarse a los fuertes. No vale citar excepciones. Algunas existen. Pero son excepciones que les permite decir: '¿no véis?, fulano o zutano ha ido a la cárcel'. Los casos justos para la clásica coartada que urde el propio sistema. Leyes, repito, que o son indulgentes o siendo estrictas los fuertes las conculcan con la suficiente asiduidad y gravedad como para que, en quienes no vivimos dormidos, no percibamos por ningún lado el clima democrático que se nos vende...
El hombre-masa orteguiano, como metáfora, no ha calado lo suficiente en Vargas. Hombre-masa somos todos en algún momento. No hay hombres-masa y hombres-individuo. A ratos somos masa, a ratos somos seres conscientes y repletos de soberana individualidad. Pero eso, tanto en una democracia convencional como en la cárcel.
Podemos ser íntegros, pero tenemos debilidades. Y tenemos las suficientes debilidades que posibilita y atiza el sistema, como para debilitar a todo el sistema en provecho de minorías en perjuicio de la mayoría.
¿Acaso no se dan cuenta en su frenesí por el mercado de que si el individuo no es nada disuelto en la colectividad aún lo es menos en manos de difusos intereses y personajes incorpóreos que manejan la corporeidad de empresas, lobbys y holdings, los grandes monstruos financieros? No se dan cuenta de que el hombre-masa orteguiano cobra su individualidad, la magnifica y la redime cuando, desprendiéndose de las ataduras a la masa en su sentido amorfo, se alivia sabiendo que sus congéneres viven con la dignidad de que él disfruta. Ni lo atisban...
Pues bien, habida cuenta la catadura de los líderes que este tándem de pseudopensadores aplauden no les puede hacer frente más que un caudillo, un gobernante que mire por “todo” su pueblo y no deje que sodomice otro a su pueblo. Vease por ejemplo, y vuelvo al tema a que antes aludí, la debilidad de los gobiernos europeos frente al cinismo desafiante de los vuelos de la CIA sin consentimiento ni conocimiento de los gobiernos respectivos o con un consentimiento tácito arrancado desde la presunción y el porque sí de la prepotencia...
F. Savater y V. Llosa llaman peyorativamente, despectivamente a Chávez caudillo. Pues bien, o Chávez no es un caudillo o Bush también lo es. O Chávez no es populista o Bush lo es más. Dígannos F. Savater y V. Llosa dónde esta la diferencia entre un caudillo y un líder sin que concurra la predisposición consiguiente personal -léase prejuicio- a ver ellos a un líder donde nosotros vemos a un caudillo, y viceversa.
Uno y otro, F. Savater y V. Llosa se han extirpado a sí mismos la conciencia social. Les excita la imagen, no de dos rivalizando por un poema, una pintura o una obra literaria, sino viéndose forzados a pagar una hipoteca o un alquiler sin tener con qué; contemplando la imagen a escala planetaria de muchos millones de seres humanos debatiéndose entre la vida y la muerte por conseguir un vaso de agua o un trozo de pan...
Con tópico tras tópico, el uno y del otro hacen su personalísima cruzada a favor del libre mercado, con las anteojeras puestas sin querer saber nada de lo que suceda como consecuencia de él. No hacen más que nutrir las filas de demagogos. Por cierto, otro de sus recursos es llamar demagogos a líderes que se alzan ruidosamente frente al imperialismo yanqui. Y es, en último término, porque son los demagogos los que ven demagogia en todo el que tiene un discurso que no concuerda con el de ellos. Pero eso mismo ocurre con el miserable. El miserable es quien cree detectar el primero al ruin... Demagogos, miserables, ruines, son V. Llosa y F. Savater y las gentes que conciben la res publica como ellos.
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