El fallecimiento del escultor Eduardo Txillida ha dejado profunda huella, especialmente en la sociedad vasca. Y decimos lo anterior porque hay quienes han aprovechado su partida para españolizarlo, como hace el propio corresponsal Armando G. Tejeda así como un miserable pintor de nombre Antonio López.
Desde La Jornada traemos a ustedes este artículo de seguimiento:
Las cenizas de Chillida descansarán bajo un magnolio de su museo, como él dispuso
El último adiós al artista se realizó hoy en la iglesia de Santa María, en San Sebastián
Armando G. Tejeda | CorresponsalLas cenizas de Eduardo Chillida, quien falleció este lunes rodeado de su familia en su casa de San Sebastián, que bordea un acantilado del mar Cantábrico y mira de perfil a El peine de los vientos, descansarán bajo un magnolio que durante muchos años dio sombra y tranquilidad al escultor vasco. Su cuerpo, incinerado esta mañana en el cementerio de Polloe bajo el duelo generalizado de su ciudad y del mundo cultural y artístico español, será esparcido en su Museo Chillida-Leku, en Hernani, especie de bosque en el que ensambló sus creaciones: preguntas y más preguntas bajo hierro forjado.
Eduardo Chillida Juantegui, que el próximo 10 de enero cumpliría 79 años, dejó de ser materia para convertirse en la metafísica de la que siempre partió su vocación de escultor y filósofo: ''Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto. No entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento. De la muerte, la razón me dice: definitiva. De la razón, la razón me dice: limitada. ¿No es el límite el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el protagonista del tiempo? Yo no represento, pregunto", escribió el escultor donostiarra en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El destino de su cuerpo, sus cenizas, lo dejó estipulado con claridad ante su familia -su viuda, sus ocho hijos y sus 24 nietos-: quería ser cremado y después sus cenizas esparcidas en el magnolio situado en una zona privada del Chillida-Leku, el mismo que tiene a un costado una gran cruz metálica labrada con sus manos y su soplete, en la que ''solía descansar", explicó su hijo Luis Chillida.
Bandera a media asta
El fallecimiento del genial escultor vasco, del que se expone una retrospectiva en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, fue acogida con el máximo duelo en su ciudad natal, donde la bandera ondea a media asta y los gestos de solidaridad y pesar se hicieron patentes tanto en el cementerio como en las inmediaciones de la casa de los Chillida. El funeral se efectuará mañana en la iglesia de Santa María, situada en la parte vieja de San Sebastián, para el último adiós al artista.
Luis Chillida explicó los sentimientos ''extraños" de su familia: al ser su muerte el final de una enfermedad degenerativa, el Alzheimer, ''en cierta manera hay sentimientos de que estará mejor donde esté ahora que como estaba en los últimos meses y, por otro lado, la pena de ver que ya nos ha dejado definitivamente su fase de padre y persona, pero su obra perdurará y siempre estará presente en su trabajo".
Por los estragos de ese padecimiento, Chillida permaneció recluido en su casa desde octubre de 2000, cuando inauguró su bosque-museo; sólo rodeado de su familia y sus piedras, maderas y hierros moldeados y forjados con la impronta de su genio.
La muerte de Eduardo Chillida, considerado uno de los grandes escultores del siglo XX, provocó un alud de manifestaciones de pesar y de exaltación de su obra; desde los jefes del Estado español, los monarcas españoles, hasta su compañeros de generación y vocación, como Jorge Oteiza, Antoni Tàpies y Agustín Ibarrola, entre otros.
El artista catalán Antoni Tàpies, amigo y compañero de generación del escultor, aseguró: ''Siempre lo he considerado un artista fundamental, el más destacado en el campo de la escultura de los últimos años. Para el mundo del arte, la noticia de su muerte es una gran pérdida". Mientras que el pintor más emblemático del hiperrealismo español, Antonio López, señaló que ''Chillida es el mejor escultor abstracto español", al tiempo que el también escultor y vasco, Agustín Ibarrola, añadió que ''duele mucho que los grandes no puedan seguir haciendo por tiempo su obra, que invitó siempre a la reflexión".
La viuda del poeta Gabriel Celaya, vasco y amigo de Chillida, manifestó entre sollozos estar ''derrumbada; yo quería a Chillida como un hermano. Gabriel y él podrían ser como dos hermanos, tenían las mismas ideas, me refiero a las artísticas, por eso para mí ha sido un golpe muy gordo y lloro muchísimo por Chillida, pero también lloro por Gabriel, tengo un nudo de dolor tan tremendo".
Atracción por la música
El prestigioso crítico de arte Francisco Calvo Serraller expresó que ''la concepción poética del espacio de Chillida activa las fuerzas que intervienen y modulan lo vacío y lo lleno y, sobre todo, de la energía luminosa que revela la intensidad. La escala y el peso desempeñan un papel decisivo en la escultura del artista vasco que, trabajando en dimensiones mínimas y monumentales, ha logrado hacer levitar una mole de hormigón y gravitar de la forma más pesada una simple hoja de papel".
El también crítico José Jiménez esbozó otra faceta del artista: ''Chillida desborda el universo plástico en su materialidad más inmediata, buscando la comunicación con la palabra y el sonido también esenciales. Esto es, con la poesía y la filosofía y con la música. Esto es lo que explica el efecto de atracción mutua, como el hierro y el imán, entre Chillida y músicos, por Bach y Mozart. Su diálogo con Octavio Paz, José Angel Valente, Gaston Bachelard, Martin Heidegger o E.M. Cioran".
Otros recordaron las palabras de Octavio Paz para explicar el genio de Chillida: ''Sus esculturas no reflejan los cuerpos de la geometría en un espacio intemporal, pero tampoco aluden a una historia o a una mitología: evocan una suerte de física cualitativa que recuerda a la de los filósofos presocráticos".
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