Les compartimos el parecer de Iñaki Egaña con respecto a las irresponsables declaraciones del director de Gogora con respecto a Jon Paredes 'Txiki' y Ángel Otaegi.
Adelante con la lectura:
A la espera del Panteón
Iñaki EgañaDe nuevo la memoria y las víctimas se han convertido en trinchera para quienes reivindican el modelo de “Transición modélica” sin reparar, espero, que con ello y su posicionamiento hacen el caldo gordo a quienes afirman que el franquismo no fue tan horrible. Blanquear el fascismo es el coste de su apuesta y categorizar nuevamente a sus víctimas el resultado. No es de recibo el enfoque actual de Gogora de comparar a quienes el propio Gobierno vasco calificó de víctimas con los verdugos franquistas, más aún cuando su director es licenciado en historia. Cerca de 100.000 desaparecidos, decenas de miles de ejecuciones extrajudiciales, millones de bienes incautados y, en el caso vasco, 151.000 exiliados (de ellos 39.000 niños) y 60.000 presos políticos. Más una sociedad capada en su desarrollo personal y colectivo.
La deriva proviene de ese seguimiento que ha adoptado en los últimos tiempos el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos de la CAV del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, que ve en la sociedad vasca un ejemplo de patología social y ha convertido a las víctimas en asimétricas. El socialista Jagoba Álvarez, reciente director de DDHH del Gobierno de Gasteiz, ha escrito acertadamente hace unos días que no contextualizar el pasado “deja el campo abierto a la revisión sobre la violencia durante la dictadura que pretende hacer la derecha española cuestionando a todos para difuminar la violencia de Estado través de todas sus formas”.
Así, se dan por buenos los juicios militares sumarísimos (a pesar de la nulidad de todos ellos según la Ley de Memoria Democrática). Si eran de ETA, como Txiki y Otaegi, eran criminales. Si pertenecían al FRAP, como semanas pasadas sucedió en el caso de Xose Humberto Banea, en 1975 era un “asesino” y en 2025 ha sido reconocido como víctima, “asesinado”. La guerrilla antifranquista, los maquis, mataron a 234 guardias civiles, el último en la década de 1960 en el Irati navarro. Eran bandoleros y criminales para el régimen. Hoy son tratados y homenajeados como “miembros activos de la resistencia armada contra la dictadura franquista”. En 2021, Fernando Martínez López, secretario de Estado de Memoria Democrática afirmó: "Los guerrilleros lucharon por la democracia y así se estudiará en las escuelas".
Pero en el caso vasco, aquellos que fueron condenados como victimarios no podían ser tratados de ninguna manera también como víctimas a pesar de ser torturados. La ola de Galdakao infló el argumento. Jon Mirena Landa: “El aumento de las asimetrías, tras manipulación, envenenará las políticas públicas de memoria”. Que es el fondo de la cuestión, plantear un debate en la que los victimarios o supuestos (en cualquier época incluso en una dictadura), queden al margen de la condición de víctima. Si entraríamos a fondo en la cuestión se abriría la discusión en profundidad. ¿Un victimario lo fue por ser previamente víctima? Si fuera así ¿se legitimarían las actividades de las disidencias políticas, incluso las violentas? Recordar aquel preámbulo de la Carta de Naciones Unidas: “Los derechos deben ser protegidos por la ley a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Esta deriva de Gogora/Melitonium ha abierto un melón que no se si lo han calibrado en su medida. Porque el argumento sobre la criminalidad de Txiki y Otaegi y su matización como víctimas tiene una traslación universal. Y es el mismo, por cierto, que el que emplean el evangelista César Vidal o el franquista Pío Moa que afirman que los ejecutados por el dictador eran, en su mayoría, asesinos. No lo señalaron explícitamente, pero se entiende que se lo merecían. ¿Estaban justificadas las torturas a Txiki, Otaegi, Baena, García Sanz y Sánchez por su condición de condenados a muerte?
Joseba Elosegi, militante del PNV y capitán del batallón Saseta sobrevivió al bombardeo de Gernika. En setiembre de 1970, en los mundiales de pelota celebrados en Donostia, se prendió fuego y en el frontón Anoeta se lanzó contra el dictador. Erró en el intentó y, en cambio, provocó graves heridas a uno de sus escoltas, por lo que fue condenado. ¿Y si hubiera matado a Franco? ¿Habría sido un tiranicidio? ¿Y si, por el contrario, hubiera fallecido únicamente el policía-escolta, ¿un crimen de por vida? ¿Un victimario porque en Carabanchel compartió comuna con los presos de ETA?
Este argumento absurdo no tiene recorrido en otras latitudes. Nelson Mandela era un terrorista -27 años en prisión por dirigir un grupo armado- que combatía el supremacismo. Mariano Rajoy y el hoy rey Borbón asistieron a sus exequias. El polaco-judío David Ben-Gurión, otro terrorista que fue el primer ministro de Israel. En 2019 Angela Markel, en nombre de su Gobierno, homenajeó a los “patriotas” que intentaron matar a Hitler en 1944: “Hay momentos en que la desobediencia es obligatoria”, dijo la canciller. ¿Se imaginan un homenaje en el congreso español a quienes mataron a Carrero Blanco? ¿O a Joseba Elosegi por intentarlo con Franco? Yo tampoco.
Hace unos meses, los restos de Missak y Mélinée Manouchian, integrantes del grupo armado contra el nazismo que aparecieron como criminales en el conocido como Affiche Rouge alemán y luego ejecutados con otros 23 compañeros de su partida, fueron a parar al Panthéon de París, donde reposan cerca de un centenar de destacados personajes en la historia del Estado francés. Comparten descanso junto a Dumas, Víctor Hugo, Voltaire, Marie Curie, Malraux, Rousseau, Zola… No fue un Gobierno radical de izquierdas quien tomó la decisión, sino un atlantista como Emmanuel Macron. Una lógica decisión.
Y no sería irregular que, ya en la cercanía, Gogora destinara parte de su presupuesto a replicar un proyecto similar, un Panteón vasco. Si lo desean, con un arco cronológico reducido que recogiera los restos de quienes lucharon en la época citada. Ahí van mis propuestas: Txomin Letamendi, Delia Lauroba, Alfredo Espinosa, Jesús Larrañaga, Columba Fernández, Julián Zugazagotia, Julia Álvarez Resano, Isaac Puente, Txiki, Otaegi, los cinco obreros del 3 de marzo… A la espera.
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