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jueves, 19 de agosto de 2021

El Naufragio del 'Leopoldina Rosa'

Las pateras se siguen hundiendo en el Mar Mediterráneo y las víctimas mortales de la migración suman miles.

Y pereciera que está sucediendo lejos de todo, en otro planeta.

Pero para los vascos no puede existir esa percepción de tan terribles hechos, simplemente porque, tal como nos recuerda el Diario con este reportaje histórico, es algo que también le sucedió a nuestro pueblo.

Aquí el relato:


'Leopoldina Rosa', un naufragio en la ruta que llevó a 40.000 vascos a América en el siglo XIX

"Muchos de los temas analizados en relación a los vascos en ese periodo ocurren hoy exactamente igual con los inmigrantes que vienen aquí a vivir", señala el responsable de la exposición que ahora recupera la historia de esta fragata

Beatriz Olaizola

"Durante todo este terrible día, la 'Leopoldina Rosa' había podido resistir, pero hacia las cinco de la tarde se oyó un sordo crugido [sic] que heló de espanto a los infelices náufragos. La popa se abrió y fue invadida por el mar". Son las palabras que describen el naufragio de la fragata 'Leopoldina Rosa', publicadas en el periódico 'El Espectador' el 4 octubre 1842, tres meses después de que el barco encallara en Punta Castillos, en la costa de Uruguay, cargado con 303 vascos (hombres, mujeres y niños) que emigraban a Latinoamérica bajo la promesa de una vida más próspera. A partir de 1830 y hasta el último cuarto del siglo XIX, Río de la Plata, entre Buenos Aires (Argentina) y Montevideo (Uruguay), se convirtió en uno de los enclaves principales en el proceso de migración de los vascos. Hasta entonces, los destinos predilectos habían sido Cuba y Puerto Rico, todavía colonias españolas, frente al resto de países en el cono sur de América, inmersos entonces en procesos de independencia. Entre 1837 y 1840, aproximadamente 40.000 vascos entraron en Latinoamérica por Montevideo, tal y como soñaban aquellos que viajaban en el 'Leopoldina Rosa'.

El Museo Marítimo - Itsasmuseum de Bilbao rescata este verano la historia de la fragata con la exposición 'Leopoldina Rosa. Una historia de hoy', que sirve de punto de partida para reflexionar sobre los procesos migratorios actuales y sus retos, y las similitudes con las travesías de los vascos en el siglo XIX. Una doble mirada, a modo de espejo, producida por el Museo Zumalakarregi y comisariada por Mikel Alberdi, responsable de colección y documentación del museo. "Cuando descubres un naufragio como este, porque no era lo habitual, te viene a la cabeza lo que ocurre hoy día. Hemos querido reflejar que muchos de los temas analizados en relación a los vascos en ese periodo ocurren hoy exactamente igual con los inmigrantes que vienen aquí a vivir", señala Alberdi.

Una de esas similitudes es la figura del 'enganchador' o agente de emigración, una persona encargada de fomentar el reclutamiento grupal y masivo de emigrantes, en especial jóvenes, desde diferentes puntos de la península, en el caso de los vascos desde Iparralde. "Es una figura muy representativa de las empresas que se organizan a partir de 1830 para promocionar la emigración vasca, convertida en un negocio. Se dedicaban a convencer a los jóvenes de viajar a América y cada empresa tenía los suyos", explica el comisario. Ese año, Uruguay acaba de emanciparse de la metrópoli española y se había constituido como República Oriental de Uruguay. A pesar de que España todavía no reconocía la nueva república, sí que firmaba acuerdos con ella para fomentar la emigración. Fue gracias a uno de estos acuerdos que la 'Leopoldina Rosa' partió hacia Río de la Plata en 1842. En concreto, el 'enganchador' fue Alfredo Bellemare, que representaba en Baiona a la empresa Lafone & Wilson, del banquero Samuel Fisher Lafone, una de las que más emigrantes vascos transportó a la zona de Río de la Plata y propietaria de la fragata que protagoniza esta historia.

"Era un hombre de negocios. Hizo gestiones bastante importantes, como el acuerdo en 1836, en plena Guerra carlista, con la regente María Cristina de Borbón para promocionar en España la emigración a Uruguay", amplía Alberdi. Empresas como la de Lafone, explica, recibían dinero por parte del gobierno uruguayo y también de la corona española. "Ellos (los uruguayos) tenían muchísimo interés en que los europeos se fueran allí. Al mismo tiempo, aquí, la regente estaba interesada en que los vascos, en lugar de seguir peleando contra su Gobierno, se fueran a América". En el contrato que Lafone firmó con el Gobierno de Uruguay, por ejemplo, consta lo siguiente: “En la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo, a veinte y seis días del mes de Junio de mil ochocientos treinta y siete; ante mi el infrascrito Escribano y testigos al final nombrados; el Supremos Poder Ejecutivo de la República Oriental de Uruguay, compuesto del Excelentísimo Señor vice-presidente de ella Don Carlos Anaya; y de Su Excelencia el Señor Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Haciendo Don Francisco Joaquín Muñoz, dijo: Qué habiéndole en trece del precitado Junio Don Samuel Lafone propuesto que haría por espacio de cinco años venir a su costa de Europa y de Canarias a esta República personas industriosas y agrícolas que fomentasen las artes y la labranza con tal de que por el pasaje de cada una de los catorce años para arriba le abonase el mismo Gobierno setenta patacones y cuarenta por los menores de dichos catorce”. Setenta patacones (antigua moneda de plata) por los adultos y cuarenta por los menores, esos eran los términos para que Lafone trasladase europeos hasta Montevideo.

Uno de los reclamos para dejar Euskadi y viajar durante dos meses hacinados en un barco mal ventilado era la riqueza. "La idea de que había muchas posibilidades de tierra, de ganado y de tener una vida mejor. En la mayoría de casos era sencillo convencer, porque si aquí se estaba viviendo una crisis o una guerra, es fácil pensar que en otro sitio vas a estar mejor", apunta Alberdi y señala que esto también se puede extrapolar a la situación actual. "Muchas veces esa promesa no era real. Por supuesto que existe la figura del famoso indiano que regresa a España enriquecido, pero la mayoría no lo hacía", añade. Sin embargo, en el siglo XIX las personas que optaban por emigrar no eran las más pobres o aquellas con menos recursos. Esto se debía a la carestía del pasaje para viajar o, en caso de no tener dinero, a la obligación de contar con un avalista en el país de origen. "Determinar cuánto costaba un billete es difícil. Había diferentes precios, de primera y de segunda, en función de qué alimentos les daban o en qué condiciones querían viajar en el barco, pero costaba bastante. Quienes dejaban un avalista, al llegar allí y empezar a trabajar tenían que devolver el dinero o, si no triunfaban, la persona que los había avalado tenía que pagar por ellos".

A la hora de decidir viajar, también era un factor clave la emigración en cadena o 'eslabonamiento': el que un familiar o amigo hubiese emigrado con anterioridad y actuase como contacto allí para el resto de parientes. En el caso de la 'Leopoldina Rosa', 303 vascos (según la crónica de 'El Espectador') optaron por dejar atrás Euskadi y montar en la fragata. Alberdi explica que "esa cantidad de personas por barco era habitual" y que "incluso existen referencias de los problemas que tenían los navíos en cuanto a provisiones". No era extraño que con tanta gente a bordo tuvieran que racionar la comida. La 'Leopoldina' comenzó a cargarse en Baiona y terminó de hacerlo en Pasaia (Gipuzkoa), lo que responde al interés de los armadores por querer meter "a cuanta más gente mejor", cuenta el comisario. "Las autoridades francesas eran más rígidas en el número de pasajeros y no permitían que cargaran tanto los barcos. Las españolas no debían de serlo tanto", completa.

 Uruguay y Argentina continuaron como principales destinos de la emigración vasca, junto con otro lugares como Cuba, México o Perú durante el resto del siglo XIX. "En el último cuarto, es curioso que a raíz de la abolición de los fueros se diese un aumento de las emigración con el objetivo de escapar el servicio militar. Hasta 1876 los vascos no lo hacían pero con la abolición sí. Los servicios en aquella época eran largos y en muchos casos había conflictos bélicos. El servicio era casi como despedirte de la vida", explica Alberdi. Al mismo tiempo, se dio una "paradoja" en Euskadi, en especial en Bizkaia: "Con la industrialización, tuvo lugar un fuerte proceso de migración desde otros territorios españoles debido a las minas y la siderurgia vizcaínas".

"La pluma se resiste a pintar esta escena que en el espacio de algunos instantes contiene todo lo que el sufrimiento humano tiene de más horrible y más lamentable", se podía leer en la crónica 'El Espectador', antes de la lista de víctimas (231) y supervivientes (72) del naufragio de la 'Leopoldina Rosa', que partió de Pasaia rumbo a Río de la Plata hace casi 180 años y que tanto recuerda a quienes zarpan de diferentes partes del mundo rumbo a otros destinos. 




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