Antes de pasar a la lectura de esta perla por parte de Maite Soroa publicada en Gara queremos recordarles que el cantante catalán venido a menos y hoy al servicio de la derecha madrileña de nombre Joan Manuel Serrat se negó a participar en este concierto. No se esperaba ni más ni menos de él simplemente porque de Serrat hace ya mucho que no se espera absolutamente nada.
Adelante:
Maite SoroaEl «Concert per la Llibertat» celebrado en la noche del pasado sábado en Barcelona se saldó con un rotundo éxito, como era de esperar, y tuvo, como era de esperar, amplio eco en la prensa de centro extremo.El domingo, «El Mundo» calificaba el acto de «Delirio independentista» en su portada, y en un punto editorial aseguraba que el concierto del Camp Nou «se convirtió en un acto de exaltación independentista». Al parecer, esperaban una exaltación de la «reserva espiritual de Occidente». Decía, asimismo, que esa nación «no tiene un problema de libertad. La prueba es la celebración del propio evento, que no fue una manifestación cultural o musical sino un mitin político». ¿Y qué? ¿Le parecería mejor que solo pudieran hacerlo los españoles en su país y también en Catalunya? Pero el concepto de libertad que tiene ese diario no pasa de la posibilidad de organizar un concierto. Lean, lean: «Los nacionalistas están jugando con fuego al inflamar el ánimo de las masas con unas expectativas que jamás van a poder lograr porque la independencia de Cataluña es inviable». Podía haber empezado por ahí y haberse ahorrado la trola de que Catalunya «no tiene un problema de libertad».«La Razón», ayer, denunciaba en primera página que Artur Mas «paga 1,4 millones en dos años a los organizadores del concierto independentista». Servidora ignora si es cierto o no (el conseller de la Presidencia, Francesc Homs, aseguró que el Govern no ha puesto «ni un euro»), pero no tiene la menor duda de que si ese dinero hubiera sido destinado a festejos taurinos, «La Razón» habría aplaudido con las orejas.Y «Libertaddigital» editorializaba sobre «el aquelarre que perpetró el movimiento nacionalista catalán» y el «patrioterismo del que se hizo gala, tan ridículo como falsario». Ya, «la Roja», la indisolubilidad de la unidad de España y las amenazas castrenses son manifestaciones culturales. Después se quejaba de que «los catalanes que se sienten y quieren seguir siendo españoles sobreviven a la intemperie, aguantando prácticamente con sus solas fuerzas los embates del rebaño». Y esta gente tan fina y de tan elevada conciencia democrática pedía la intervención de «los poderes del Estado», ya que esos catalanes están «muy desasistidos por el resto de sus compatriotas y, sobre todo, por los que manejan» esos poderes. ¿Y qué poderes estatales asisten a la mayoría independentista?
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