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martes, 23 de abril de 2013

«Las Mismas Chorradas que los Hombres»

Les invitamos a leer este texto que puntualiza algunos aspectos poco entendidos del feminismo, mismos que deben ser abordados de la mejor forma posible para evitar caer en contradicciones.

Lean por favor:


Rosa Parks, Pilar Manjón, Ahotsak, Madres de la Plaza de Mayo... la autora comenta datos sobre acciones políticas cometidas por mujeres para defender que sus acciones son efectivas en tanto que no reproducen marcos, sino que crean unos nuevos, porque cuestionan desde la raíz los valores y principios de la filosofía y del ideario sociopolítico hegemónico, también el de la izquierda. Aunque no minimiza los éxitos del «feminismo de la igualdad», parafraseando a Cristina Almeida advierte que igualdad no es sinónimo de hacer «las mismas chorradas que los hombres» y, añade, «ni de las mismas maneras».

Izaro Gorostidi Vidaurrazaga | Profesora de Ciencia Política de UPV-EHU | Parte Hartuz Ikerketa Taldea

Simpatizo con el feminismo de la diferencia. Comienzo así para no obviar las emociones que hay tras estas observaciones, ya que como explica Humberto Maturana, todo pensamiento nace de una emoción. En lengua castellana discusión y debate se distinguen. En euskera decimos «eztabaida, ez eta bai da», sí y no es. Compartir «eztabaidas» con compañeras politólogas y sociólogas, las nombro porque no se ven: Andere Ormazabal, Ainara Riveras, Miren Arbelaitz, Izaskun Lejona, Jule Goikoetxea, Jone Martinez Palacios y Alicia Suso me ha animado a investigar en la acción política realizada por mujeres. Y para ello me he atrevido a «trans» pasar, pasar a través de, el debate entre el marco de discusión esencialista: los hombres y mujeres somos diferentes (la diferencia es biológica, así es de por sí) y el marco constructivista, sintetizado en la famosa frase de Simone de Beavouir «No se nace mujer, se llega a serlo».

Utilizo la observación, técnica de investigación cualitativa, para comentar datos sobre acciones políticas cometidas por mujeres. Veo a una mujer negra sentada en un autobús diciendo a un hombre blanco «yo no me levanto para cederle el asiento señor», iniciando así el proceso que culminaría con las prácticas de segregación racial que acontecían en Estados Unidos. Condujo las protestas para denunciar su encarcelación un pastor estadounidense de la iglesia bautista relativamente desconocido en ese tiempo, Martin Luther King.

Veo a unas mujeres que se ponen un pañuelo en la cabeza y empiezan a dar vueltas en una plaza, frente a la casa de Gobierno de Buenos Aires, denunciando la desaparición de sus hijas e hijos en plena dictadura argentina. Veo a unas mujeres vestirse de negro y atreverse a denunciar lo que ocurría en aquella Yugoslavia en guerra. Las precursoras fueron ocho mujeres israelíes que en 1988 salieron vestidas de negro a la calle en Jerusalen Occidental para manifestarse contra la ocupación israelí del territorio palestino.

Observo y veo a una mujer en Madrid, en un estrado, poniendo en evidencia, escracheando en el lenguaje popular de Buenos Aires, a los miembros de la Comisión parlamentaria sobre el 11M «¿De qué se ríen señorías?». La denuncia del uso de la risa cínica y despectiva como herramienta del debate político que tanto se estila en la política institucional, hasta para el impune uso del dolor. Suelen realizarlo actores políticos cargados de infantilismo y testosterona. Una plaga en la política institucional actual. Sigo observando y veo a Ada Colau llamar criminal al secretario general de la Asociación Española de Banca ante la Comisión de Economía del Congreso de Madrid. Veo a mujeres protestando en topless frente a instituciones y mandatarios, organizadas de manera autónoma y global, otra característica del feminismo. Según Wikipedia para una de las mayores fábricas de opinión, la agencia de noticias Reuters, «Femen representa, en una modesta escala, uno de los pocos movimientos que protestan con más regularidad».

Sigo observando y veo un mundo, injusto y cruel, pensado por hombres blancos heterosexuales en su mayoría y sostenido por mujeres de todos los gustos y colores en su mayoría. Para muestra un botón: El 23% de las familias de Ghana son una sola mujer con hijos, lo mismo que en Estados Unidos. Y en Estados Unidos se elige presidente entre el seis por ciento de la población: Hombre, blanco europeo (hasta 2008, Obama es la excepción), casado, heterosexual, con educación universitaria, profesional y mayor de 35 años. La supervivencia, el cuidado y sostén de la raza humana de este mundo está sostenida mayoritariamente por las mujeres. Los datos hablan por sí solos, la pobreza lleva nombre de mujer. De los 1.200 millones de personas pobres del mundo el 70% son mujeres. ¿Cómo lo consiguen? Tal vez las palabras del Subcomandante Marcos den pistas: «La tradición más antigua de trabajo colectivo que no significa un beneficio personal viene de las mujeres».

¿Es diferente la forma de hacer política de las mujeres? Con ejemplos como Margaret Thatcher o Condoleezza Rice podemos decir que al menos en las instituciones políticas no. John Carlin apuntaba que las diferentes maneras de responder ante la crisis económica que sucedieron en Islandia se debe en parte a la forma de hacer política de las mujeres: poner en valor el concepto de sostenibilidad.

Pregunté a un gran político de este país qué es lo que había pasado con Ahotsak. Si aquello hubiera estado firmado por hombres, hubiéramos empezado a hablar de fin del conflicto. Me contestó su gran mujer: «Les mandaron a fregar». Decía Juan Antonio Urbeltz en una entrevista en el diario GARA que Euskal Herria necesitaba de la inteligencia de las mujeres y de la fuerza de los hombres, que hasta ahora lo estábamos haciendo al revés y no estaba funcionando. Yo le lancé la pregunta a la economista feminista Amaia Perez de Orozco. Ella no lo veía claro, trampa esencialista.

Una de las críticas de mis colegas apunta a que el feminismo de la diferencia no puede ser de izquierdas. Y yo creo que de la izquierda que conocemos no. Las acciones políticas de las mujeres no reproducen marcos, crean nuevos marcos (es decir, son efectivas) a través de sus acciones porque cuestionan desde la raíz, desde lo radical, los valores y principios de la filosofía y del ideario sociopolítico hegemónico, también el de la izquierda. ¿La autonomía económica, la capacidad de poder pagar para poder vivir en esta sociedad, nos ha emancipado realmente? A la carrera competitiva del reconocimiento y éxito social construido desde el sistema capitalista y patriarcal, súmale todo lo de antes. Porque en los hogares, por desgracia, los roles poco han cambiado. El «qué suerte que te ayuda» es el pan de cada día. Por no hablar de la violencia simbólica y real que cotidianamente padecemos.

Para ahuyentar malinterpretaciones quiero dejar claro que opino que el feminismo de la igualdad es la ideología (todavía hay que pelear para ese reconocimiento, es una ideología) que mayores resultados políticos ha conseguido en la historia moderna. Sin líderes y sin violencia. Otra diferencia. No pretendo minimizar su éxito. Ni tampoco idealizar unas cuantas observaciones. Pero considero necesario estar atentas ante el peligro de algo que ya decía la feminista y política Cristina Almeida, «querer la igualdad no es querer hacer las mismas chorradas que los hombres». Y ni de las mismas maneras añado.

Sin cambio de formas no hay transformación, aunque los contenidos sean los más progres y revolucionarios. No se trata de reproducir sino de crear.

«Eraikuntzatik sormenera».






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