A juzgar por el editorial que La Jornada dedica a Catalunya en el contexto de su participación como país invitado a la Feria del Libro de Guadalajara, pareciera ser que Armando G. Tejeda ha actuado a contrapelo de la orientación editorial de este diario mexicano:
Cataluña en el corazón mexicano
En la décimo octava Feria Internacionaldel Libro de Guadalajara la invitada de honor es Cataluña, que en su enorme pabellón de mil 400 metros cuadrados exhibirá 3 mil títulos y mostrará la cultura catalana, desde las artes plásticas hasta la gastronomía. De la vasta delegación catalana forman parte también representantes de Valencia, las Islas Baleares y el Rosellón francés. Y el riquísimo programa cultural comenzará hoy con la entrega del Premio Juan Rulfo a Juan Goytisolo, y seguirá el domingo con un homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, que fue asiduo colaborador de La Jornada, en el que participarán José Saramago y Carlos Monsiváis y, por Cataluña, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, además de Rosa Regás, Pere Gimferrer, Anna Sallés y Jordi Puntí. Guadalajara también vivirá intensamente su hora mediterránea con conciertos, cine catalán y teatro al aire libre en el Festival de la Explanada y en su universidad, en alianza con las universidades de lengua catalana, se realizarán actos de gran importancia.
Cataluña aportó al exilio republicano antifranquista un importante filón cultural y político, como sede principal, en la entonces República española, del republicanismo radical, del pensamiento y la acción del anarcosindicalismo de la Confederación Nacional del Trabajo y del pensamiento libertario de la Federación Anarquista Ibérica, así como del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), de Andreu Nin, ligado a la Oposición de Izquierda, antiestalinista, de la Tercera Internacional
Los catalanes que se exiliaron en México -sería injusto citar sólo a algunos, dejando a tantos otros en la oscuridad- aportaron muchísimo a la cultura y la vida política y social de México que, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se comprometió con la libertad en España y les dio, después del crimen nazifascista que enterró a la República española, refugio y acogida fraterna en nuestro suelo. La Cataluña del exilio echó raíces en suelo mexicano y el pueblo de nuestro país, amante de las causas justas y libertarias, correspondió con amor fraterno al aporte de quienes, habiendo defendido con las armas la libertad y el futuro humanos, siguieron luchando por ellos, con otros medios, en esta su segunda patria.
La Cataluña autonomista, enemiga del poder centralizador y del oscurantismo clerical-fascista, la Cataluña emprendedora, creativa, hizo confluir en el país de Juárez y de la Reforma, y en el de las luchas campesinas de Zapata y Villa, sus experiencias y sus enseñanzas.
La autonomía, que ayuda hoy en México a construir verdaderos municipios libres y a afirmar la defensa de las culturas y las libertades de los pueblos indios, no es, en nuestro caso, sólo una defensa de antiguos fueros y de viejas lenguas y culturas sino, además, un intento de reconstruir con contenido social, y no sólo político, a la Durruti, desde abajo, tanto la sociedad como el Estado. Hay un hilo histórico plebeyo que une a Cataluña con México: no es casual que la corona española, casi simultáneamente con la conquista que implantó su poder totalitario en la Nueva España, haya aplastado las comunas aragonesas y castellanas para afirmar el poder totalitario de la Iglesia y la nobleza, ni que Franco haya combatido en el territorio ibérico las expresiones de autonomía, sobre todo vascas y catalanas, del mismo modo que la reacción en México la combate hoy como si ella fuera equivalente de balcanización. Por eso los pueblos mexicano y catalán se reconocen directamente y se hermanan en la lucha democrática.
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