Ahora que el hallazgo de las inscripciones en euskera antiguo en el adorno ya conocido como 'la mano de Irulegi' ha despertado el interés de los españolistos en la historia de los vascos, desde Naiz traemos a ustedes este texto que ahonda en uno de sus hitos más cruciales, la muerte del Mariscal Pedro de Navarra.
Lean ustedes:
Quinientos años de la muerte del mariscal de Nafarroa: ¿suicidio o ejecución por muerte oculta?
Pello GuerraEl 24 de noviembre se cumplirán quinientos años de la muerte del mariscal de Nafarroa, el líder agramontés que combatió por la independencia del reino ante la conquista de 1512. Seis años después de ser hecho prisionero, apareció muerto en su celda. ¿Se había suicidado o le habían ejecutado?
Quinientos años después, todavía sigue abierto el debate de cómo fue la muerte del mariscal de Nafarroa: ¿se suicidó, como sostiene la versión oficial, o fue ejecutado por muerte oculta ante la imposibilidad de conseguir que jurara fidelidad a los reyes españoles y como había ocurrido con otros casos parecidos?
Con una muerte rodeada de esas brumas finalizaba la vida de un caballero que era descendiente de Leonel, hijo bastardo del rey Carlos III el Noble, y a cuya familia se le adjudicó el nuevo título de mariscal del Reino de Nafarroa en el año 1428. En 1471 y en medio de las disputas banderizas, el mariscal también llamado Pedro de Navarra terminó muriendo en un frustrado intento agramontés de acceder a Iruñea, dominada por los beaumonteses, a través de una puerta que pasó a denominarse desde entonces de la Traición.
Ese primer Pedro se había casado con Inés de Lacarra, con la que tuvo dos hijos: Felipe y Pedro. Si lo ocurrido con su progenitor había supuesto un mazazo para la familia, no lo fue menos la muerte de Felipe tan solo nueve años más tarde, en 1480, cuando le mató el conde de Lerín por no casarse con una hija suya. A causa de esta cadena de defunciones, Pedro de Navarra terminó convirtiéndose en mariscal.
No conocemos la fecha de su nacimiento, aunque debía de ser muy joven cuando irrumpió en la vida pública del reino. Su nombre aparece en la documentación relacionada con la coronación del rey Francisco Febo, celebrada el 21 de noviembre de 1481. El día anterior a ese acto, Pedro de Navarra había sido armado caballero en presencia del nuevo soberano.
Tras el efímero reinado de Febo, Pedro de Navarra se puso al servicio de su hermana y sucesora, la reina Catalina de Foix, y su marido Juan de Albret, para los que, además de mariscal, fue embajador durante dos décadas, en especial ante los Reyes Católicos.
Sus ingentes esfuerzos diplomáticos no consiguieron impedir que Fernando de Aragón terminara invadiendo Nafarroa en julio de 1512. Una vez iniciada la conquista, Pedro de Navarra estaba dispuesto a acompañar a sus soberanos al norte de los Pirineos, pero el rey Juan le conminó a regresar a su casa, ya que estaba decidido a regresar lo antes posible con un ejército para liberar el reino de los invasores españoles.
Ese retorno se produjo en octubre y el mariscal se escapó de la Corte de Logroño, donde le retenía Fernando el Católico, para incorporarse a la ofensiva, que terminó fracasando tras haber puesto cerco a Iruñea a lo largo del mes de noviembre.
Durante los siguientes años, Pedro de Navarra retomó sus tareas diplomáticas para pedir la devolución del reino a sus legítimos soberanos.
El 23 de enero de 1516 fallecía Fernando de Aragón, una muerte que fue el detonante de un estallido de inestabilidad en el reino que había creado a base de política y guerra. El momento resultaba especialmente propicio para intentar recuperar Nafarroa de nuevo.
El mariscal se puso al frente de una operación militar que fue abortada prácticamente nada más iniciarse por el coronel Villalba, quien consiguió hacer prisionero al mariscal y sus capitanes en una emboscada cerca de Izaba. Pedro de Navarra y sus lugartenientes fueron trasladados de inmediato a Castilla, siendo encerrados en el castillo de Atienza, rodeados de las máximas medidas de seguridad.
Unos meses más tarde, los prisioneros capturados en Izaba fueron puestos en libertad, salvo el mariscal, a pesar de que su suegro, el duque de Alburquerque, se ofreció como valedor. Los reyes de Nafarroa y los de Francia también pidieron su liberación en repetidas ocasiones al sucesor de Fernando el Católico, Carlos I, que se negaba una y otra vez, porque así «las cosas de Navarra están en gran paz y quietud» y porque no convenía «usar de piedad donde no se debe, ni con quien no se lo merece».
Fiel a sus reyes y a su patria
En 1517, Pedro de Navarra fue trasladado de Atienza a Barcelona, desde donde había requerido su presencia Carlos I. El rey español le pidió que le jurase como soberano de Nafarroa y a cambio le pondría en libertad y le restituiría su estado, honras, oficios y otros favores y mercedes. Pero el mariscal le respondió que no podía jurarle conforme a su honra, porque ya lo había hecho con los reyes Catalina y Juan, y tenía «determinado morir como siempre había vivido».
Tras fracasar en su intento, el rey español ordenó encerrar a Pedro de Navarra en el castillo de Simancas. En Valladolid volvería a probar suerte con el mariscal en marzo de 1520 ofreciéndole las mismas prebendas. Y el navarro le respondió que «por no haber nacido en España ni ser de la casa real de Castilla», como buen hidalgo, permanecería «fiel al juramento que había prestado a Juan de Albret y Catalina, los verdaderos reyes de Navarra, y jamás renegaría de su patria».
El mariscal fue devuelto a su celda, de donde los dirigentes agramonteses y el rey de Francia planearon su fuga, según ha recogido en sus trabajos el historiador Pello Monteano. El plan se habría pergeñado en el monasterio de La Oliva y en el mismo participaba el afamado Pedro Navarro, que fue enviado a Simancas para evaluar la posibilidad de minar los muros del castillo, tarea en la que era todo un experto, como había demostrado en las guerras de Italia.
Finalmente, el plan no se llevó a cabo porque la situación política vivía unos momentos convulsos. En Castilla estalló la revuelta de los comuneros, que quería ser aprovechada por Enrique II, rey de Nafarroa desde la muerte de su madre Catalina en 1517, y Francisco I de Francia para lanzar un tercer intento de recuperación del reino en mayo de 1521.
En su celda, Pedro de Navarra recibió noticias del fracaso de ese intento tras perder la batalla de Noain el ejército legitimista. También fue informado de la nueva incursión franco-navarra de setiembre de ese mismo año y de la resistencia en el castillo de Amaiur, que terminó con la rendición de los navarros que lo defendían en julio de 1522. A finales de ese año, tan solo Hondarribia se mantenía firme ante los españoles. En este contexto tuvo lugar la polémica muerte del mariscal.
El 24 de noviembre de 1522, Pedro de Navarra fallecía en su celda del castillo de Simancas. En los días previos, su criado de confianza, Felipe de Bergara, fue enviado a Valladolid y se le puso como sustituto a Pedro de Frías. Este aseguró, en el posterior proceso judicial, que ese día, el mariscal le envió a buscar a otro criado y a su vuelta, encontró a Pedro de Navarra herido de muerte con un cuchillo que le había pedido anteriormente. Poco después, el mariscal moría. En base a ese testimonio, se certificó su muerte como suicidio. Pero, ¿Pedro de Navarra realmente se quitó la vida?
Pello Monteano da por buena la versión del suicidio, que sería consecuencia de la cadena de malas noticias recibidas desde Nafarroa, que le habrían sumido en «una profunda desesperación». Además, considera que como, desde un punto de vista religioso, resultaba difícil de asumir que se hubiera quitado la vida, «muchos prefirieron creer que había sido víctima de un asesinato muy bien preparado».
En cambio, Pedro Esarte pone el acento en que la muerte del mariscal «estuvo rodeada de flagrantes contradicciones, como la desaparición del testamento y su correspondencia, la inexistencia de noticias sobre la entrega del cadáver y objetos personales, así como la falta de oficios religiosos de rigor».
Además, previamente, el mariscal había expresado varias veces sus temores a que le quitaran la vida. Un miedo comprensible si se tiene en cuenta que no sería la primera vez que prisioneros incómodos de Carlos I aparecían muertos en sus celdas, como había ocurrido con el alcaide de Amaiur, Jaime Vélaz de Medrano, y su hijo Luis, o el conde de Salvatierra.
De hecho, los monjes del monasterio de Leire, cuyo abad era un destacado agramontés, señalaron en su calendario la fecha de la muerte de Pedro de Navarra como la del estrangulamiento del mariscal.
Los restos del fallecido líder legitimista fueron enterrados en el convento franciscano de Abrojo, en Valladolid, para en 1523 ser inhumados en la iglesia de San Pedro de la Rúa de Lizarra, en la Cripta de los Mariscales. Aunque en el desaparecido convento de La Merced de Iruñea existía la lápida de una tumba que recordaba al mariscal y a su esposa, Mayor de la Cueva, hija del duque de Alburquerque.
Esa lápida desapareció al ser derribado el convento en 1945 y en las excavaciones en la Cripta de los Mariscales de Lizarra no se ha localizado el emplazamiento exacto de la tumba de Pedro de Navarra, pero el recuerdo de su figura sigue muy presente, ya que incluso se van a colocar dos monumentos en su memoria con motivo de los quinientos años de su muerte.
Dos monumentos para recordar su figura
Uno de ellos será inaugurado en Uharte este sábado 19 de noviembre en un acto institucional que comienza a las 11.00 horas. Quedará instalado en un espacio ajardinado situado junto a la iglesia de la localidad, en un lateral de la plaza San Juan, y que pasará a ser conocido como el Txoko del Mariscal.
Su autor es Pello Iraizoz, que lo realizó hace diez años, «con ocasión del 500 aniversario de la conquista de Navarra. Me lo encargaron varios colectivos culturales de Estella, pero a la hora de conceder el correspondiente permiso para instalarlo, el Ayuntamiento de UPN, al que no le interesaba el personaje, pasó el tema a la Institución Principe de Viana, que se sacó la excusa de que se iba a colocar en el casco histórico, debajo de la Iglesia de San Pedro de la Rúa, para decir que no tenía cabida y al final se denegó la colocación».
Tras conservar Iraizoz la obra en su casa durante una década, «el Ayuntamiento de Uharte ha querido instalarla» en un espacio dedicado al mariscal, tal y como había pedido el escultor para contextualizarla.
Se trata de un monolito creado a partir «de una piedra de cuatro metros de altura que se cortó por la mitad. Una parte se convirtió en el monolito instalado en el camino de acceso al castillo de Amaiur y la otra es la del monumento al mariscal. Los dos son almas gemelas y tienen un contexto histórico de independencia y resistencia».
En el monolito ubicado en Uharte aparece el escudo del mariscal junto al texto «Al mariscal Pedro de Navarra. Nafarroako Pedro mariskalaren omenez». A continuación se puede ver un caballero medieval a caballo con la espada en ristre y portando el escudo de Nafarroa bajo el que figura la inscripción: «Muerto por la defensa de Navarra. 24-11-1522. Nafartar zintzo eta leiala».
Una semana después de la inauguración del monolito de Uharte, el 26 de noviembre tendrá lugar la puesta de largo del monumento en memoria de Pedro de Navarra en Tafalla, que será instalado ante la Casa de los Mariscales, la actual sede de la Biblioteca de la localidad.
Realizado a iniciativa del Grupo Cultural Altaffaylla y financiado a través de una colecta popular que sigue abierta a recaudar fondos, se trata de una gran estatua de hierro de más de cuatro metros de altura y en la que la figura del mariscal «se apoya en tres puntos: el suelo que defendió, el escudo de Navarra y la punta de su espada», según explican sus promotores.
De esta manera, el monumento será «un lugar lleno de alegorías para los amantes de la libertad de nuestra tierra y un homenaje a cuantos han dado su vida por ella».
Pello Iraizoz destaca que después de 500 años y de que tengan un monumento «enemigos de Navarra como Ignacio de Loyola o Roldán, por fin se le van a hacer dos homenajes al mariscal Pedro de Navarra».
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