Un blog desde la diáspora y para la diáspora

viernes, 28 de octubre de 2011

Entonces y Ahora




Les compartimos este texto publicado en Red Roja, nos parece interesante que como otros que ya hemos compartido el autor haga hincapie que este es un conflicto de siglos y que el mismo ha alcanzado cotas de exterminio por parte de los españoles en contra de los habitantes de Nabarra que bien pueden ser tipificados como genocidio y por qué no, etnocidio:

....harmak kenduko dizkidate
eta eskuarekin defendituko dut
nire aitaren etxea
eskuak ébakiko dizkidate
eta besoarekin defendituk dut
nire aitaren etxea                        (G.Aresti)


Decididamente parece que Euskal Herria ha empezado a ganar. No lo digo yo, es la reacción de quienes “jauntxos” poderosos dominadores y violentos están teniendo ante un posible cambio de escenario.

Posiblemente desconocemos el rigor de los capítulos con que en nuestra infancia nos adoctrinaban vacunándonos contra “la leyenda negra” de la anti-España. Pero por triste suerte, en Euskal Herria conocemos en nuestra piel los años vividos.

Escucho otra vez la vieja cantinela de “vencedores y vencidos”. Veo la arrogancia de quienes serviles siempre al gran poder, exigen pedir perdón y condenación. Es un discurso entre arrogante y victimista que en mi pueblo no se entiende.

Condenar es una decisión con voluntad ejecutiva contra un sujeto, que ejerce un mal incuestionable e insuperable en su actuación y que se supone, de acuerdo con una moral universal y única.

La condena presupone análisis de todas las causas, circunstancias y consecuencias tras la comprobación de todas las variables en ellas contenidas, es decir, supone infalibilidad, cosa de dioses.

Las legislaciones humanas, todas ellas nacidas de contenido histórico interpretado a través de la “ideología” (versión limitada de la realidad), concentran exclusivamente en el juez (triste profesión), la capacidad de juzgar y de condenar. Ello supondría en el juez, cosa que no ocurre en tiempos y espacios conocidos, su total independencia de la sociedad, la total sabiduría de la realidad analizada, y la total ecuanimidad del “buen juez”. Son valores totalmente cuestionados hoy por una absoluta mayoría de población universal, que pisa tierra y recuerda lo pasado. Juzgar y condenar supone vencedores y vencidos, dominantes y dominados.

La experiencia de nuestra área cultural ha recogido la negra historia de la Inquisición castellana, en nombre de un llamado cristianismo, que bajo el mando de la Corona de Castilla-Aragon desde 1478, ejécutó a miles de inocentes de los sectores populares más bajos, acudiendo a las más increibles disculpas. Aquellas terribles racias, la caza de cientos de brujas en Zugarramurdi, Endaia, Hondarribia, Durango, los tribunales especiales de Baiona , Calahorra y Logroño. Aquellos inquisidores como Pierre de L´Ancre y demás personajes del “eje del bien” que tantas vidas destrozaron, inocularon en la “genética social” la clasificación discriminatoria.

Y “había buenos porque había malos”. ¿Cómo no apuntarse a los buenos que casualmente coincidían en su “bondad” con la honrada limpieza de sangre y con bendiciones y prevendas progresivas?. Aquellos miserables manipuladores de moral ocultaban que el de Nazaret, era un maldito, que andaba con “malas gentes” y fue condenado y ejecutado como delincuente perdedor. Y todo ello había supuesto desde 1478, bajo la dominación de Isabel y Fernando, el modo de asimilación de los territorios vascos al alma castellana.

El pragmatismo anglosajón, facilitó la cuantificación kelviniana de toda acción humana y sus consecuencias, en resumen, “a cada cosa ...su precio”. La moral se iniciaría más tarde por la rampa del mercado. Toda actuación tendría un precio y en consecuencia, los de abajo de la raya , tendrán que elegir, como consecuencia de sus actos entre la pérdida de su alma (la identidad), con la “honrada sumisión” o la pérdida de su honor y demás atributos sociales, políticos y económicos, con la maldición de la condena.

En resumen, la vieja dominación había supuesto la linea divisoria entre poderosos, arropados con sumisos desalmados, en el lado del “honor” y dominados rebeldes pero malditos. Desde los primeros tiempos, pobreza, rebeldía y deshonor, iban en el mismo carro, al otro lado y dirección del camino del poder, la riqueza y la honra, fetiches de las primeras formas de dominación.

Desde 1844 (Manuscritos de Paris) hasta 1859 (tomo I del Capital) conocemos el proceso de la sociedad moderna nacida al servicio del mercado. El trabajador que vende en el mercado de trabajo, no solo parte de su vida, sino su proyecto vital (identidad) en el proceso de producción a cambio de un salario, convitiéndose en objeto paciente de la riqueza y formación social (pensamiento incluido) creada por su propio trabajo.

Todo ello deriba en el encadenamiento a una vida y valores que suponen la nueva ”identidad impuesta”.

Alienación o identidad, sumisión o rebeldía, buenos o malos, honorables o condenados. Es la historia de la humanidad, la de los condenados de la tierra, la idea que inicia en 1848 el Manifiesto Comunista.

Y de aquellos polvos estos lodos. Además de la bestial crisis económica consustancial con el sistema, además de las consecuencias políticas en un mundo sistemáticamente inmerso en la guerra latente, además de las trájicas consecuencias del masivo deterioro de los ecosistemas por el salvaje crecimiento, nos encontramos a estas alturas de la historia con un ejército mundial de sumisos productores que cambian su alma vendida en el trabajo por la barata realidad adormecedora que vende un mundo ajeno que ordena a su medida el objeto humano. Más duro que la marginación de la riqueza y el poder, más duro que la pérdida de la existencia es la pérdida de la razón de existir.

Hoy en Euskal Herria, desde los poderes negros y sus voceros, se está pretendiendo reconducir el creciente torrente de rebelde libertad para asimilarlo por las estrechas cañerías de la “formal democracia”a la corrupción del estado y sistema .

Medio millar de asesinados vascos, más de 3000 heridos en manifestaciones, los más de 50.000 presos vascos en el último medio siglo, los cientos de torturados, las campañas de demonización, manipulación y persecución contra nuestro pueblo… ¿Merecen el olvido?. Más aún, ¿merecen la condena histórica? El pueblo trabajador vasco no puede renunciar al componente histórico de su identidad.

Vivimos un ataque salvaje (del sistema) en todos los frentes. No hay piedad alguna. Y muy posiblemente, estamos asistiendo al golpe más definitivo que haya tenido la identidad humana en la historia. Posiblemente estamos llegando a un punto sin retorno. ¿Se les puede parar los pies?

En este mundo que algunos optimistas llaman aldea global, los centros de decisión del poder son algo inalcanzable. Los Zapatero, Sarzkozy, Merkel, Obama….le llaman mercado y obedecen ciegamente. Lopez, Urkullu y alguno más, obedecen a los que le obedecen y ….. son “demócratas” y algunos hasta “soberanistas”.

Empezamos unilateralmente. Cada dia somos más los que hemos decidido romper la cadena de la sumisión, de poderes, estados, patronos y leyes. No vamos a obedecer.

No vamos a comernos el mundo nosotros solos. Pero nos sentimos una chispa entre las muchas chispas que acaben en gran incendio. La vieja Euskal Herria siempre ha sido una chispa de rebeldía y libertad.

No vamos a renunciar a las raíces de quienes nos precedieron en todas las luchas libertarias de la historia. No vamos a renunciar a las luchas de nuestro pueblo por la independencia integral.

La lucha viene de largo. Y tras más de medio siglo en que nuestro pueblo ha iniciado su autodeterminación definitiva, nos acercamos a momentos críticos para iniciar pasos definitivos.

La organización socialista revolucionaria Euskadi 'ta Askatasuna ha destrozado la falsa contradicción “violentos versus demócratas” con que la oculta maquinaria del estado española y los eternos poderes negros, pretenden y hasta consiguen tapar, las verdaderas contradicciones de la dominación en todas sus formas.

Hoy vemos con más claridad el tronco y las ramas que las raíces de 52 años de lucha han dado la luz de nuestro pueblo. Y aunque silenciosamente el Pueblo trabajador ya ha empezado a agradecer a quienes le hicieron ser.

Quienes han luchado han sido parte, una parte duramente sacrificada que sabe y ha sabido respetar el dolor y sacrificio de los otros. Y nunca admitirán ninguna dominación. Quien no ha condenado no tiene que perdonar ni pedir perdón.

En nuestro lado no hay jueces, ni dioses. Hay mujeres y hombres que con aciertos y desaciertos, resistieron generosamente; luchadores por la libertad, por todas las libertades, que queremos para todosy todas. Cada quien tuvo sus motivaciones para arrancar. Y generosamente nos abrieron un paso a la libertad que muy pronto nos parecerá natural.

Hemos empezado a escuchar en el otro lado las quejas limosneras de quienes, posiblemente, pronto añorarán años pasados que quisieran recrear. Hasta hace bien poco todavía, sentiamos su arrogancia de jauntxos, de vencedores. Ellos se sentían buenos porque nosotros éramos malos. Ellos tenían que mandar para que los demás fuéramos sumisos. Nosotros éramos violentos, incultos, pobres y malos. Ellos eran rícamente “demócratas”.

Después de tantos años de resistencia, de una generación heróica que luchó en solitario, Euskal Herria ha empezado a ganar.

Nunca renunciaremos a las raíces que nos hicieron ser.



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