Aquí está:
Seis meses sin visitas por un cambiador de pañales
María Carmen Fernández (Hernández, Algorta)
EL RETO DE CADA SEMANA EN LA CÁRCEL
O de cómo un cambiador de pañales puede convertirse en el motivo de una sanción de seis meses sin visitas de los familiares. La situación es tan absurda como suena y, aunque se intente, no es fácil hacer comprensible lo que ocurrió el pasado sábado 25 de junio en la cárcel de Alcolea (Córdoba). La consecuencia ha sido que Javi Etxeberria «Goierri», Javi Gallaga y Angel Figueroa se han quedado sin la visita de sus familiares durante seis meses.
El motivo, el cambiador de pañales de una niña de 16 meses, sobrina de Angel. La causa, la intransigencia de los funcionarios, la aplicación de normas inexistentes y el autoritarismo injustificado de Elena Puertas, directora de la cárcel.
A la hora de la visita habitual, los familiares, la niña y el cambiador pasamos sin problemas por el arco detector, sin que ningún funcionario pusiera objeciones. Tras la visita nos hicieron salir para volver a entrar otra vez al vis a vis, y ésta vez no permitieron que se introdujera el cambiador, aunque ya había pasado por el arco.
Para explicarlo de manera telegráfica digamos que expresamos nuestra queja, los funcionarios se empecinaron en mencionar las normas (aunque en ellas sólo se mencionan mecheros, objetos metálicos y teléfonos móviles, ninguna referencia a cambiadores ni a pañales), solicitamos la presencia de la directora, ésta preguntó a los funcionarios si debería dejarnos pasar, ellos dijeron que no, educadamente seguimos protestando y, por último, llamada a la Guardia Civil para que «proteja el centro», desalojo y espera en la calle durante dos horas, a 37 grados, con la niña de 16 meses.
A los cinco días los tres presos han sido informados por la directora de que no se les permitirá recibir a sus familiares durante seis meses.
¿Qué se puede decir?. Queremos denunciar esta situación porque no es un caso aislado. Cada fin de semana y en cada cárcel hay una arbitrariedad injustificada que tiene consecuencias negativas para presos y familiares. Cada semana tenemos la sensación de que nos enfrentamos a un nuevo reto y al regresar a casa nos hace suspirar «Prueba superada... hasta la próxima semana». La dispersión es como un pulpo de cuyos tentáculo (accidentes mortales de tráfico, terrible coste económico, inquietud constante) es muy difícil evadirse.
Hemos presentado una denuncia en el juzgado, pero la experiencia no nos permite hacernos ilusiones. En las visitas somos conscientes de las obligaciones que tenemos (horarios, documentación), pero no se reconocen los derechos. No hay recursos legales ante estas arbitrariedades, no hay a quién recurrir, la sensación de impotencia es enorme. Pero no dejaremos de denunciarlo.
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