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martes, 5 de octubre de 2004

Miguel | ETA: Pesadilla Menguante

El trosko mexicano Pedro Miguel ha optado por emular a Manuel Fraga Iribarne, convirtiéndose en propagandista de la corona española y declarándose, en el proceso, orgullosamente equidistante... que es precisamente una de las características de los troskos, no tomar partido, manteniéndose así en su inmaculado castillo de la pureza teórica.

Pedro Miguel se congratula por la enésima razzia llevada a cabo por París en favor de la política tardocolonialista española... muy jacobino de su parte. Escribe en términos que harían ruborizar al mismo Joseph Goebbels cuando implementó su campaña de criminalización en contra de la población judía del este de Europa.

Más aún, en su perorata, él mismo da las claves para entender que ETA no es la banda terrorista que La Zarzuela nos vende un día sí y el otro día también. Miguel se burla del número reducido de acciones llevadas a cabo por la organización antifascista en meses recientes y petulante escribe que tan magros resultados deberían deprimir a cualquier terrorista que se jactara de serlo... y ahí está el quid del asunto. ETA no busca dañar solo por dañar, sus acciones están dirigidas a los diferentes estamentos del estado español así como a las manifestaciones físicas y tangibles del neoliberalismo. El pequeño gran detalle escapa al razonamiento histérico que caracteriza a Pedro Miguel.

Curiosamente, Pedro Miguel nos asegura que ETA no está en disposición de sentarse a la mesa de negociación siendo que el propio medio impreso en el que él colabora ha publicado no una ni dos, sino tres artículos en los que se habla de la apertura al diálogo por parte de la organización, todo en el contexto de los atentados del 11 de marzo en Madrid.

Vanidoso, Pedro Miguel obvia que además de esta razzia que obviamente fue preparada desde los tiempos en los que Aznar aún ocupaba la poltrona de La Moncloa y que Rodríguez no tuvo empacho en continuar, el estado español ha sido acusado por la ONU de practicar la tortura sistemáticamente en contra de los militantes del independentismo vasco, que Rodríguez ha continuado la presión sobre el gobierno de Fox para extraditar a los seis vascos de la Operación Donosti y que más recientemente se incrementó la represión en contra de Udalbiltza. Queda claro entonces que la banda que no quiere negociar es la encabezada por Juan Carlos Borbón.

Esclarecido lo anterior, aquí el vomitivo panfleto al que hacemos referencia:


ETA: pesadilla menguante

Pedro Miguel

La clase política española se ha felicitado por la enésima decapitación de ETA y ha insistido en que esa organización terrorista está "liquidada", en "desmoronamiento" o "débil y casi derrotada". El diagnóstico coincide con los números: en lo que va de este año los etarras apenas lograron casar heridas leves a tres personas y sus atentados han quedado reducidos a un catálogo de malas intenciones: petardos impotentes, camionetas explosivas capturadas por la policía antes del plazo mortífero, intentos inútiles de derribar torres de energía eléctrica y maletas con vocación reventadora que no consiguen descuartizar a nadie. Ese saldo esperanzador para el sentido común, y deprimente para cualquier terrorista orgulloso de serlo, contrasta, sí, con las 95 personas que en 1980 fueron enviadas al otro mundo en nombre de la independencia y la integridad territorial de Euskadi, la revolución y el socialismo y hasta con los tres asesinados por ETA el año pasado.

Las redadas del fin de semana en varias localidades francesas, en las que cayeron, entre dos decenas de supuestos etarras, Mikel Albizu y Soledad Iparragirre, presuntos cabecillas de la organización, dejaron además en manos de la policía una abundante cosecha de explosivos de alta potencia, decenas de miles de cartuchos, docenas de fusiles de asalto y armas de calibre mayúsculo: granadas antitanque, morteros y lanzagranadas. Las autoridades divulgaron el dato de que en la casa de Albizu se halló una impresora industrial empleada para editar Zutabe, boletín interno de la organización, y subrayaron con entusiasmo la conjetura de que era el propio gerifalte etarra el encargado de presionar los botones del aparato. "El hecho de que fuese el jefe del aparato político el encargado de reproducir los ejemplares de Zutabe es una muestra de los momentos de debilidad por los que atraviesa la banda terrorista", dice un despacho de Europa Press. El relato oficial indica, pues, que la directiva de ETA tenía exceso de trabajo por falta de personal y se hallaba sentada sobre un arsenal vasto pero de dudosa utilidad, dada la escasez de operadores.

Este panorama verosímil omite consideraciones que casi nadie quiere oír, ni leer, en España y en muchas otras partes, México incluido: la capacidad de la organización terrorista de sobreponerse a sus certificados de defunción y a los muchos descabezamientos que ha sufrido desde hace 30 años, así como la desagradable posibilidad de que esa longevidad rasputinesca o draculiana sea indicativa de un fenómeno que no es meramente policial, ni de exclusiva delincuencia común, sino expresión, también, de problemas sociales y políticos.

Tal vez ahora sí los remanentes de ETA entren en razón y se concentren en su principal obligación histórica, que es desaparecer para siempre y dejar que los vascos, los españoles y los vasco-españoles resuelvan sus asuntos sin el sobresalto de las bombas y por medio de negociaciones políticas en las que no muera nadie, a no ser de tedio. Pero esperar a que los asesinos iluminados sean razonables parece casi tan irrazonable como los pronunciamientos etarras. Tiene más sentido buscar ejercicios de lucidez en los políticos de toda la península -así lo digo para quedar en un punto equidistante entre los independentismos, los autonomismos y los partidarios (apenas ocultos tras un bigote) de la España "una, grande y libre" del franquismo-, quienes a estas alturas tendrían que ponerse a hacer su tarea y dejar de culpar al Mal por existir, que es poco más o menos la manera en que han venido explicándose esa faceta horrorosa de Ave Fénix que ha presentado, hasta ahora, la organización terrorista.

Temo que la liquidación definitiva del grupo armado no tendrá lugar en los cuarteles policiales, o no sólo en ellos, sino que debe operarse, también y principalmente, en el ámbito político. No se trata, a estas alturas, de sugerir negociaciones de paz con una facción (o con sus restos) que manifiestamente no la desea, sino de sanear y dignificar los entornos sociales que constituyen la base de apoyo y el semillero de los etarras. Acúsenme de apología del terrorismo, si gustan, pero admitan que su país del primer mundo sigue produciendo jóvenes que no encuentran más lugar social que detrás del gatillo de una escuadra, en los encontronazos amargos de la kale borroka o en los infiernos de la clandestinidad armada; tengan el valor de admitir que en el País Vasco hay un ámbito político y social demasiado extenso para ser enviado a la cárcel, lo suficientemente vasto como para generar sindicatos, organismos no gubernamentales, periódicos y partidos -eso que el oficialismo español denomina "el entorno de ETA"-, que no encuentra cabida en la democracia y no necesariamente se encuadra, en automático, en el terrorismo. Hagan algo en ese terreno y acaben de una vez con esta pesadilla, por menguante que parezca.

 

Pero resulta que Pedro Miguel no ha sido el único trosko mexicano que se ha alegrado por la razzia llevada a cabo tanto en el estado español como en el estado francés. Vean el calibre de la memez con la que se ha despachado Rafael Barajas, mejor conocido como El Fisgón: 

 

 




 

 

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