Una de las melodías que conforman la banda sonora de la larga lucha del pueblo vasco por la recuperación de su soberanía cumple diecisiete décadas.
Nos referimos al «Gernikako Arbola», del cual nos habla este artículo publicado en Gara:
«Gernikako Arbola»: perseguido y querido himno de Euskal Herria
Cantado por igual por carlistas, liberales, conservadores, republicanos, socialistas, comunistas y abertzales, el zortziko “Gernikako Arbola” cumple 170 años de sangrienta persecución e intenso cariño con el aura de haber sido elevado a himno de Euskal Herria.
Pello GuerraEl zortziko “Gernikako Arbola” cumple 170 años, como se recuerda y celebra hoy en Urretxu, con el aura de himno de Euskal Herria y con una historia de persecución y cariño que se recopila en el libro “Biografía del Gernikako Arbola”, de Jose Mari Esparza.
En su obra, Esparza destaca que la canción compuesta por José María Iparragirre «llenó de contenido político y emancipador» el concepto de Euskal Herria, ya que, gracias a ella, «los siete territorios vascos hicieron suyo un símbolo, el roble de Gernika, que antes apenas traspasaba los límites del Señorío».
Su historia arrancó en el año 1853 en el café San Luis de la calle Montera de Madrid, donde se considera generalmente aceptado que lo interpretó por primera vez su autor, el urretxuarra Iparragirre, quien, con tan solo 13 años, había combatido en la Primera Guerra Carlista.
El zortziko no tardó en ser conocido y entonado «por todos los vascongados residentes en Madrid, que lo rebotaron a su país, donde se propagó hasta los más ignorados caseríos», recuerda Esparza en su libro.
Iparragirre generó una gran conmoción cuando lo cantó en el día de San Antonio de 1854 en la romería del alto de Urkiola, potenciando así que se fuera extendiendo a gran velocidad del Ebro al Aturri, hasta terminar llegando a la diáspora, entre cuyos miembros también se popularizó.
Acallado a tiros
Tras la abolición de los Fueros a consecuencia de la derrota carlista en la guerra de 1872-76, la situación política fue intensificando la persecución desatada por sus detractores, aunque también potenció el respaldo de sus seguidores, que mantuvieron la canción vigente después de fallecer Iparragirre el 6 de abril de 1881 tras una vida marcada por varios exilios.
Así, la Gamazada fue uno de esos momentos clave, con el zortziko convirtiéndose en el himno de los navarros en su enfrentamiento con el ministro Gamazo.
Un ambiente de resistencia que se trasladó a «las provincias hermanas» a través de la Sanrocada, con los trágicos sucesos de Donostia, que se saldaron con seis muertos por disparos de la Guardia Civil en el intento gubernativo de acallar el “Gernikako Arbola”.
La sangre derramada no sirvió para enmudecer el célebre zortziko, de tal manera que el Gobierno español tuvo que rendirse a la evidencia y dejó de perseguirlo, hasta el punto de que los Borbones tuvieron que escucharlo cada vez que visitaban suelo vasco.
Con el paso de los años, la canción que nació como himno fuerista para carlistas y liberales fue asumida por «conservadores monárquicos, nacionalistas, navarristas, republicanos, socialistas y, posteriormente, comunistas», según se recopila en el libro “Biografía del Gernikako Arbola”. Eso sí, cada uno a su manera, aunque «todos lo cantaban, porque poseía la inusual capacidad de emocionar a personas de ideologías muy diversas».
En las trincheras
Fue cantado en las trincheras de Cuba y Filipinas de finales del siglo XIX, además de en las de la Primera Guerra Mundial. Hasta se conserva una grabación de prisioneros de Ipar Euskal Herria entonándola en Prusia en 1915, aunque ya en 1899 se había convertido en la primera canción en euskara grabada.
En la guerra del 36 fue cantada por los miembros del batallón Gernikako Arbola, pero también por los carlistas de la trinchera de enfrente, que defendieron el roble con el fusil en la mano para que los falangistas no lo talaran.
Con el final de la dictadura franquista, que lo toleró por sus vínculos con el carlismo, «la formación de las diferentes autonomías durante la Transición trajo como consecuencia la aprobación de los himnos oficiales, el ‘Eusko Abendaren Ereserkia’, para la CAV, y el ‘Himno de los Cortes’ para Navarra», recuerda Esparza. Esta circunstancia hizo que «el ‘Gernikako Arbola’, hasta entonces cantado por gentes muy diversas, quedara huérfano».
A pesar de ello, en Ipar Euskal Herria «sigue siendo muy popular, al menos entre la gente de cierta edad», mientras que en la diáspora vasca «es mucho más conocido que los himnos oficiales».
No resulta extraño que sea conocido, ya que, como señala Esparza, «no ha habido texto en euskara más reproducido que los versos del ‘Gernikako Arbola’, ni traducido a tantas lenguas», incluido el esperanto. «Tampoco hay melodía vasca más versionada y escuchada en óperas y teatro», con “Gernika Koka Kola”, de Baldin Bada, como la más particular. Y concluye Esparza que «ni hay himno de origen popular que, sin tener rango oficial ni respaldo de un Estado soberano, haya tenido un reconocimiento tan unánime como himno nacional».
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