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viernes, 23 de abril de 2021

Egaña | Atlántico Norte

Les traemos el comentario de Iñaki Egaña inspirado en los recientes resultados electorales en Groenlandia:


Atlántico Norte

Iñaki Egaña

En época pandémica, los brotes verdes son percibidos con mayor intensidad, quizás con el riesgo de no detectarlos en su justa medida. Existe también la posibilidad de acolcharnos en la inercia y mantenernos en el hastío político, como si las huellas de la marmota fueran una senda infinita. El olfato es esencial en nuestra salud, incluso para detectar si el virus nos ha atrapado. Conservarlo es tarea indispensable.

Hoy, ese olfato político describe que los brotes verdes que afianzan nuestro proyecto soberanista y de izquierdas no flotan con los vientos que nos alcanzan desde el este mediterráneo, sino desde el noroeste de nuestro país, al abrigo de las corrientes atlánticas. Nuestras referencias al día de hoy son proyectos ubicados a ambos lados del Atlántico Norte. No es una reflexión extemporánea, aunque lo parezca, porque tiene que ver con esos pueblos que, en el mismo escenario, pugnan por ejercer el universal derecho de autodeterminación.

Hace mucho tiempo, recibimos el influjo de culturas imperiales, modos y lenguas que se han quedado entre nosotros, a través de ese río que alcanzaba nuestro territorio, el Ebro. Desde el Mediterráneo nos llegó dominación, y también nuevos modelos, incluidos los políticos. En lo económico, las rutas comerciales las abrimos a través de las autopistas del océano, el Atlántico. Los cimientos nunca estuvieron equilibrados, como nuestras vertientes acuíferas. La voluntad de nuestras comunidades humanas fueron las que cohesionaron proyectos.

La Euskal Herria del siglo XX, o al menos buena parte de su clase política, siempre encontró en el Mediterráneo y en particular en Catalunya, un modelo de hacer. El Estatuto de Autonomía fue un proyecto catalán que copiaron pioneros vascos durante la Segunda República española, reeditado en la restauración borbónica de 1978. ¿Aquel seguimiento fue el correcto? Hoy, el impasse en la situación catalana me vuelve a generar nuevas preguntas y, en consecuencia, nuevas dudas. Porque mientras no se resuelvan, otros escenarios, esta vez en el citado Atlántico Norte, han tomado velocidad y protagonismo. Bastante desapercibidos por nuestra clase política.

En Groenlandia, Múte Bourup Egede, un joven desconocido con apenas 300 seguidores en twitter ha ganado las elecciones, liderando activamente un movimiento ecologista. Con la sombra de las grandes potencias pugnando por su riqueza minera y con el eco aún reciente del interés de Trump de comprar la isla, Egede es un brote verde en esa pelea contra las grandes corporaciones que aceleran el cambio climático. Es cierto que Groenlandia tiene varios miles más de habitantes que Portugalete, y menos que Getxo o Irún, pero también sucede que su territorio es 100 veces más extenso que el nuestro. Un día no muy lejano será independiente.

Hacia el oeste, en Quebec, la justicia ha avalado la ley para el ejercicio del derecho de autodeterminación aprobada por su Asamblea Nacional en 2000. Los unionistas que ganaron apretadamente el referéndum de 1995 (50,58% contra 49,42% de los independentistas) han conspirado, con el aval de Ottawa, para derogar algunos puntos de la ley. No lo han conseguido. Con el respeto a los principios democráticos, la victoria para uno u otro lado está asegurada con el 50% más 1 de los votos. Los independentistas tienen la vía abierta para avanzar en su proyecto.

Bañada por el océano Atlántico y por el Mar del Norte y con una extensión casi cuatro veces la de Euskal Herria, Escocia afronta su futuro en mayo, con elecciones locales, y la perspectiva lanzada por Nicola Sturgeon, primera ministra escocesa, de la repetición de un segundo referéndum de autodeterminación, tras el anterior de 2014. Ya tiene incluso símbolo: “indyref2”.

En lo humano, Gales tiene poco más de tres millones de habitantes, tal y como Euskal Herria. Aquel pueblo minero que desapareció en gran medida con la terciarización de la economía británica, que fue capaz de paralizar su sector con aquella huelga que enfrentó a Margaret Thatcher en 1984, también fue apta para crear modelos entonces sorprendentes. La gran huelga minera contra el Gobierno de Thatcher tuvo a su principal aliado en el movimiento LGTBI. Las últimas encuestas apuntan a que, en cinco años, los contrarios a la independencia de Gales han perdido 20 puntos en intención de voto y que, entre la juventud, la opción separatista es mayoritaria. Cuestión de tiempo.

El pacto entre la Unión Europea y Londres sobre el Brexit, con la firma del llamado Protocolo de Irlanda y su incumplimiento por parte de Boris Johnson, ya que entraba en vigor el primero de abril, nos ha devuelto a un escenario que ciertos unionistas anticipan como bélico, rompiendo los Acuerdos de Paz de Viernes Santo de 1998. La negociación entre Bruselas y Londres, a pesar de que Ulster es una provincia británica, mantiene una frontera blanda entre las dos Irlandas, sin controles, trasladando los mismos al mar. Los unionistas británicos han considerado que este acuerdo es un paso hacia la reunificación de Irlanda y por ello están intentando dinamitar la paz. Batalla perdida, también por razones generacionales.

No me olvido, en esta rápida actualización, de los movimientos independentistas de otros territorios atlánticos como Bretaña o las Islas Feroe. Especialmente el movimiento bretón, que tanta solidaridad ofreció a los independentistas vascos y cuya lengua, emparentada con el galés, ha sido reconocida, al igual que el euskara, por París. Fue precisamente el bretón Paul Morac el impulsor de la ley aprobada por la Asamblea Nacional saludada por la inmersión en la escuela pública que demandaba históricamente Seaska.

El Atlántico Norte no es únicamente una alianza para la guerra. Existen otros escenarios tan o más relevantes que los mediterráneos, sin menospreciar a los costeños del Mare Nostrum, que han generado esos brotes verdes que ponen de manifiesto que el derecho de autodeterminación continúa siendo, en 2021, un ejercicio de gran alcance democrático.

 

 

 

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