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martes, 1 de octubre de 2019

Memoria Arbórea

Noticias de Navarra ha publicado este reportaje acerca de los arboglifos tallados por los vascos que migraron a Estados Unidos para dedicarse a la actividad pastoril dejando para la posteridad un invaluable tesoro antropológico así como una seña de identidad muy particular para la diáspora vasca.

Lean ustedes:


El vocablo quiere decir “escritura en los árboles” y se ha practicado siempre para dejar constancia de la presencia humana. Pero en ningún lugar con la abundancia que dejaron los vascos en el oeste de los Estados Unidos.

Lander Santamaría

Los miles de vascos que desde todos los pueblos y ciudades de Euskal Herria emigraron en busca de un futuro mejor a los Estados Unidos de Norteamérica fueron ejemplo de reconocidas laboriosidad y honestidad, pero además dejaron una huella impresa de su presencia allí donde trabajaron y pasaron los mejores años de su juventud. Los grabados que tallaron con sus navajas y cuchillos en los árboles de los extensos bosques del oeste americano representan una sorprendente colección de sentimientos y pensamientos que apasiona a los arqueólogos.

Se les denomina arboglifos, que equivale a escritura en los árboles, igual que hay petroglifos (en la piedra), agroglifos (en campos y cultivos), los jeroglíficos del antiguo Egipto o los glifos de la desaparecida civilización maya. Existen, por existir, en todas las partes del mundo, pero nunca y en lugar alguno con la abundancia de los espacios recorridos por los pastores vascos en los estados de Nevada, Idaho, Utah y California.

Vieja costumbre

Las tallas en madera son un arte o una labor de artesanía, pero hasta hace medio siglo, cuando no existían los teléfonos móviles ni las Play Station, practicamente todos los adolescentes poseían pequeñas navajas con las que se fabricaban tirabiques, arcos y flechas con los que jugar y pasar el rato. También se hacían grabados en los árboles, algunos con el clásico corazón ensartado por la flecha del amor y los nombres de los enamorados.

Muestra de esa costumbre en la carretera N-121-B de Elizondo a Dantxarinea, donde aún pueden verse algunos en paraje de Otsondo en las contadas hayas centenarias que sobreviven del expolio forestal de ese lugar. Uno, con la inscripción “Viva Asturias” que revela la procedencia del autor, uno de los soldados traídos por Franco para construir la absolutamente inútil cadena defensiva pirenáica.

Pero los arboglifos localizados en el far west americano son otra cosa. Así lo entendió Joxe Mallea-Olaetxea, vizcaíno de Munitibar y profesor de Historia de la Universidad de Reno (Nevada), que, sorprendido por la profusión de los grabados que iba encontrando decidió catalogar todos los que pudiera.

La biblia arbórea

Su libro Hablando a través de los álamos: tallados de árboles vascos en California y Nevada es considerado la Biblia de los arboglifos por los expertos. Desde mediados del pasado siglo, Joxe Mallea ha recopilado unos 20.000 grabados, con inscripciones y dibujos de todo tipo, aunque se calcula que al menos otros 10.000 han desaparecido por las talas y la muerte natural de los árboles.

¿Es imaginable la existencia de unos 30.000 arboglifos? La vida de los miles de vascos que trabajaron de pastores en aquellas tierras era de todo menos divertida, muchos de ellos pasaban meses aislados, solos y lejos de los núcleos de población y es de suponer que se buscarían algún entretenimiento porque el tiempo era lo que les sobraba.

Uno de ellos, José Joe Zatica Uriarte (Ispaster, Bizkaia, 1º de agosto de 1892) trabajó un rebaño de 2.000 ovejas y “durante los primeros cuatro años, no se acercó a ningún pueblo o ciudad”. Tuvo sobrado tiempo para dejar constancia de su paso, igual que un Gortari de Arraioz que firmó y dejó una airosa rúbrica.

“No hay que ser un genio para adivinar cuál era el tema favorito de los miles de jóvenes vascos que pastorearon en las montañas del oeste estadounidense durante más de un siglo”, se explica en un reportaje de la BBC inglesa. En las inmensas praderas no había mujeres ni en pintura, por lo que son muchos los grabados que las representan vestidas o desnudas.

En todo caso, esos arboglifos son un valioso y llamativo legado de los miles de vascos que pastorearon en aquellas tierras. Y una forma sorprendente de expresión vital y de comunicación humana.







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