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sábado, 16 de marzo de 2013

El Fan Club del Papa Francisco

El funesto apoyo brindado por El Vaticano a las dictaduras ha quedado al descubierto una vez más.

Miren lo que nos hacen llegar por correo electrónico:

Bergoglio con una hinchada particular

Los 44 represores acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en La Perla entraron a la sala exhibiendo en su pecho una escarapela con lazos amarillos y blancos. “Bergoglio ha sido su padre espiritual después de (Raúl Francisco) Primatesta”, dijo Hugo Vaca Narvaja.

Marta Platía

El flamante papa Jorge Bergoglio tiene su hinchada: ayer los 44 represores acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en el campo de concentración de La Perla entraron a la sala exhibiendo en su pecho una escarapela con lazos amarillos y blancos: los colores del Vaticano. Imputados por el secuestro, tortura y desaparición de cientos de personas, el ex jefe de Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, Ernesto “Nabo” Barreiro, Pedro Vergés y el resto de sus cómplices inflaron sus pechos debajo de sus trajes no bien los fotógrafos les apuntaron con sus cámaras: un hábito –el de la foto diaria– del cual se han quejado siempre en éste y en otros juicios, pero que ayer les sirvió para festejar su alegría por el nombramiento de Francisco.

“Yo pienso que así se ve quiénes están muy entusiasmados con la elección de este Papa”, le dijo a Página/12 Guillermo “Quito” Mariani: el cura rebelde que fue echado de su parroquia por publicar un libro en el que contaba, entre otras cosas, sus amores de juventud, y es uno de los principales integrantes del grupo de curas tercermundistas de Córdoba, formado por sacerdotes disidentes, o que dejaron los hábitos para poder casarse. “También creo que (los represores) se van a equivocar si creen que Bergoglio estará plenamente de acuerdo con ellos. Pienso que él no puede identificarse con la causa de los torturadores. Pero, de todos modos, ellos lo intentan. Hacen este gesto para fabricar una especie de popularización de sus conductas, de santificación de lo que hicieron.” Para Mariani “eso es lo que trataron de hacer desde un primer momento: afirmaban su represión durante el golpe militar motivándola en una supuesta defensa de la sociedad argentina, ante todo lo diabólico de una infiltración comunista. Con eso justificaron todo el terrorismo de Estado”. Mariani apuntó que sería un error, de parte del flamante papa, insistir con “el mantenimiento de la vicaría castrense”.

Por su parte, Hugo Vaca Narvaja, uno de los abogados querellantes del megajuicio, opinó que “Bergoglio ha sido su padre espiritual después de (Raúl Francisco) Primatesta, que estaba en la cúspide y el resto comulgaba con estas ideas. Ellos le dieron sustento ideológico a la represión. El terrorismo de Estado sustento: el civil, que les dio la parte económica; el militar, que fue la mano de obra que se encargó de aniquilar, y el ideológico-religioso, que les dio el amparo espiritual para que cometieran sus crímenes en pos de la defensa de la civilización occidental y cristiana”. Vaca Narvaja agregó: “No me sorprende para nada esto que ha pasado hoy. Ellos esperan pronunciamientos de Bergoglio y de la Iglesia que él representa, azuzando a la famosa reconciliación nacional”.
Violadores ofendidos

Durante toda la jornada de ayer una sobreviviente, Patricia Astelarra, dio un testimonio tan completo como desgarrador sobre sus propios padecimientos y los de decenas de compañeros que vio sufrir y morir en La Perla. Uno de los momentos más tensos que se vivieron fue cuando ella denunció las violaciones y vejaciones de las que habían sido objeto sus compañeras y ella misma. “El cura Magaldi –tal el apodo del torturador Roberto Nicanor Mañay– me vejó, a pesar de que yo estaba embarazada de cinco meses. Me desnudó y me ató a un catre. Después de la tortura me sacó la venda y me dijo ‘es para que veas lo que te voy a hacer’. Las más jovencitas y lindas eran las que peor lo pasaban. No sólo nos habían reducido a la esclavitud. También a muchas a la esclavitud sexual. Era un deporte morboso que practicaban habitualmente. Astelarra señaló –algunos hasta con su dedo– a quienes mencionó como “los principales violadores”. Fue entonces cuando nombró a Ernesto “Nabo” Barreiro, Hugo “Quequeque” Herrera, José “Chubi” López a quien, dijo, “le gustaba quemar los senos de sus víctimas con cigarrillos”; a Jorge Exequiel “Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero, y Roberto Nicanor Mañay. Dicho esto, desencajado y furioso, el represor Chubi López comenzó a gritarle “¡Mentirosa!”; por lo que el juez Jaime Díaz Gavier ordenó a la policía que lo sacara de la sala y lo expulsó de las audiencias hasta que él “considere necesario” que se presente en su banquillo. Astelarra consideró que “estos delitos deberían ser considerados de orden público, porque fueron cometidos por funcionarios públicos”. A esta altura de las cosas, quedaban pocos represores sentados en sus butacas todavía exhibiendo, claro está, la insignia con los colores del Vaticano.





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