Este escrito referente a la polémica suscitada por la decisión del PNV de traicionar a los futbolistas vascos ha sido publicado hoy en Gara:
Martin Garitano | Periodista
Cuestión de concepto
El debate suscitado a raíz de la decisión del EBB jeltzale de cambiar el nombre de la selección de Euskal Herria para retomar el anterior no es baladí, aunque los responsables de iniciar el mismo así lo pretendan ahora con el sólo objetivo de afianzar su imposición y cargar las responsabilidades sobre los deportistas. Vayamos por partes.
No es insustancial demandar que la selección deportiva que reúne a elementos de cualquiera de los siete territorios de Euskal Herria lleve ese nombre. Como no lo sería que un combinado de alaveses, guipuzcoanos y vizcainos se intitulara Selección de la CAV o, si lo prefieren, Selección de Euskadi, a tenor de lo recogido en el Estatuto de Autonomía.
La cuestión no es terminológica, sino conceptual. No se trata de discutir si el neologismo ideado por Sabino Arana Goiri debe ser aceptado como el nombre propio de la nación vasca, sino de reconocer el contenido que, a fecha de hoy, le dan a «Euskadi» los defensores del término. Euskadi es, en opinión de cualquier abertzale, la patria de los vascos. Desde el Adour hasta el Ebro, habría que matizar. Euskadi es, no lo olvidamos, la patria por la que dieron la vida decenas de miles de jóvenes en el frente de batalla, en los paredones, en las cunetas. Por Euskadi vivió Telesforo Monzón y por Euskadi cayeron acribillados Txiki, Otaegi, Santi, Josu y muchos más. Una Euskadi poblada por labortanos, guipuzcoanos, navarros, bajonavarros, zuberotarras, vizcainos y alaveses.
Sucede, sin embargo, que los herederos políticos de Sabino Arana, en comandita con los de Indalecio Prieto y los de Franco (¡qué horror!), rompieron el jarrón y envolvieron uno de los trozos con el papel estatutario de Euskadi. Fuera quedaron el resto de los pedazos. Convirtieron así Euskadi en un trozo de Euskal Herria y ahí siguen, administrando los dineros y las competencias que les concede Madrid, haciendo jugosos negocios, satisfechos con la cuota de poder concedida.
No estamos, pues, sino ante el concepto mismo de patria vasca, de nación vasca, de estado vasco. Vaciaron de contenido «Euskadi» y no pueden admitir que «Euskal Herria» desnude su complicidad en la ruptura del jarrón.
Lo cierto es que cualquier realidad que acoja a vascos de los siete territorios no puede ampararse en «Euskadi» -palabra querida, sin duda, por cualquier abertzale-, sino en Euskal Herria. Por eso Urkullu y compañía no lo quieren. Porque su proyecto político no va más allá que el del trozo envuelto en el Estatuto de Euskadi. Lo demás son monsergas.
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