Les presentamos la editorial de Gara:
No hay atajos para superar el conflicto
El ex mahaikide de Batasuna Joseba Permach compareció ayer en Bilbo ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en relación a la causa que se sigue contra EHAK. Con motivo de esta declaración, decenas de personas se concentraron ante el Palacio de Justicia para protestar por la persecución política del Estado español contra la izquierda abertzale y para denunciar lo que consideran «una dictadura disfrazada de democracia». La presencia de Permach en Bilbo -a donde llegó después de recorrer los cientos de kilómetros que separan la capital vizcaina de la celda en la que le mantienen encerrado- es ejemplo y testigo del precario sistema de libertades públicas que padece Euskal Herria, caricatura de una democracia embarrada por la represión indiscriminada, por la sistemática ilegalización de partidos políticos, por el uso reiterado del estamento judicial como ariete contra cualquier disidencia y por un cuerpo legislativo que se acomoda dócilmente a cada impulso gubernamental en su visceral lucha contra el independentismo vasco.
Ése es el marco actual, y no otro. Desarrollar interesados análisis sobre listas blancas o negras, contaminadas o limpias, finas o gruesas ante el cedazo del Estado sólo supone desenfocar la realidad y desviarse del ancho camino que conduce a una solución definitiva al conflicto, para tomar el largo y estrecho atajo que discurre entre cálculos electorales, matemáticas partidarias y reparto mezquino de una tarta tan golosa como inservible para acercar a este pueblo a la normalización y la paz. Es muy probable que los representantes del Estado se agiten de satisfacción cuando escuchan los interesados lamentos de Iñigo Urkullu o Andoni Ortuzar, demasiado preocupados por salvar sus muebles electorales como para levantar la vista y poner todo el peso de su partido rumbo a la superación definitiva del conflicto. El tiempo lo dirá, pero el PNV calcula mal sus fuerzas cuando se sumerge en un juego en el que las normas las pone -y las quita- un enemigo natural del ideario abertzale que los jelkides dicen defender.
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