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domingo, 20 de agosto de 2006

La Historia Negra de la Ertzaintza

En este blog nos hemos dado a la tarea de exponer a Javier Balza como el torturador en jefe de la CAV en lo que respecta a los vascos privados de su libertad por la Ertzaintza. Este texto le erizará la piel a más de uno al enterarse que clase de conducta criminal se ha mantenido oculta gracias al pacto de silencio que incluye a Euskal Etxeas:

Las amistades peligrosas de los máximos responsables de la Ertzaintza

Seis de los principales responsables de la Ertzaintza (los consejeros Retolaza, Lasa, Atutxa y Balza, y dos ex viceconsejeros) han explicado por primera vez su experiencia en un libro. Los seis coinciden en elogiar la relación con dirigentes de la era más negra del PSOE, sobre todo Rafael Vera, y en denostar a la izquierda abertzale. Y asoma de nuevo la implicación de Lakua en la política carcelaria.

Cuatro consejeros han dirigido a la Ertzaintza en estos 25 años. Luis María Retolaza, Juan Lasa, Juan María Atutxa y Javier Balza han puesto ahora su experiencia por escrito en un libro, ''Historia de la Policía Autónoma Vasca'', el que se también trasladan sus vivencias dos viceconsejeros: Sabino Arrieta y José Manuel Martiarena. Los testimonios son muy coincidentes y detallan una historia plagada de amistades peligrosas. Entre todas ellas destaca un nombre:el de Rafael Vera, número 2 del Ministerio de Interior, interlocutor del Gobierno español con ETA, y condenado por guerra sucia y corrupción.

Vera y los GAL

La figura de Rafael Vera es destacada de forma unánime como clave para el desarrollo de la Ertzaintza. Y en este punto los ex consejeros no escatiman elogios, ni siquiera después de que se confirmaran sus implicaciones. Así, Retolaza subraya que «acabé sintonizando con Rafael Vera, un hombre que siempre me ha parecido serio, responsable, capaz y muy leal. Creo, sinceramente, que ahora está penando en la cárcel precisamente por esas lealtades...». Para su segundo, Sabino Arrieta, «el contacto con Rafael Vera fue fundamental. Independientemente de otras actuaciones en otros campos, he de decir que este hombre tenía una visión excelente y se anticipaba a los hechos, apostando por cerrar los problemas que se nos iban planteando (...) Con Barrionuevo no nos entendíamos demasiado bien, la verdad, mejor fue con Corcuera», matiza. El papel de éste último en el desarrollo de la Ertzaintza lo elogia también Lasa: «La presencia de José Luis Corcuera en el Ministerio del Interior, un hombre que al fin y al cabo también había vivido aquí, ayudó en esta dirección».

Todos los entrevistados destacan el valor de aquellos gobiernos de coalición con el PSE, entre ellos este consejero de Interior que ocupó el cargo entre 1988 y 1991: «Todas estas piezas fueron encajando en su momento. Funcionó el Pacto de Ajuria Enea», destaca Lasa.

Más de lo mismo se encuentra en el testimonio de su sucesor, Juan María Atutxa: «La relación con Corcuera y Vera, hombre fundamental en el Ministerio del Interior de aquellos años, fue sincera y clara. Poníamos las cosas boca arriba, sin trasfondos», indica. Y Martiarena, su mano derecha, constata que «la actitud de nuestros interlocutores en el Ministerio era de colaboración».

Atutxa argumenta incluso que a principios de los 90 «el caso GAL había pasado por entonces no digo que al baúl de los recuerdos, sino más bien a los archivos (...) En aquellos primeros contactos no hablamos del tema, porque si hubiera sido así nos hubiésemos metido en un callejón sin salida».

El actual responsable de las fuerzas de Arkaute, Javier Balza, es el único que se preocupa de rechazar las perpetraciones de aquellos gobiernos del PSOE: «En esta evolución de la Ertzaintza también hemos asistido a situaciones en las que, por decirlo así, debías taparte la nariz de tanto hedor. Me refiero en concreto a la aparición y desarrollo del GAL. Una guerra sucia que no sé por qué es más condenable, si por sucia o por guerra. El GAL introdujo un enorme punto de desconfianza respecto a la colaboración entre los dos gobiernos. No fue así al principio, pero cuando se tuvo claro que respondía a una mafia urdida desde aparatos del Estado, supuso una ruptura absoluta con una serie de personas que curiosamente habían tenido una cierta predisposición a colaborar con el Gobierno Vasco», añade Javier Balza.

Asuncion y los presos

El propio Balza destaca en su testimonio que personas que «hoy día tienen relevancia dentro del PSE» con las que conversaba se oponían a los GAL «formalmente», pero a la vez «comprendían que se diera un efecto reflejo ante una situación de ataque absoluto y frontal a las FSE». Entre quienes, por contra, «estaban indignados con este proceder» destaca a Antoni Asunción, que era director de Instituciones Penitenciarias cuando se puso en marcha la dispersión de los presos vascos. Balza subraya que «manteníamos relaciones cordiales» con él.

Su antecesor, Juan María Atutxa, es quien admite con más claridad que el PNV no era un mero espectador pasivo en el diseño de la política carcelaria. Sin llegar al extremo del entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, que en una entrevista concedida hace algo más de un año admitía directamente la responsabilidad jelkide en la dispersión, Atutxa señala que se hablaba también de los presos en las «relaciones intensas y transparentes con el Ministerio del Interior». Así, señala que defendió ante Madrid «una política de recuperación de los presos. Corcuera y Vera admitían este planteamiento, aunque estando como estaban asediados por el PP no disponían de margen de movimiento».

Como botón de muestra de esta interrelación, trae a colación que Corcuera le llamó en Nochevieja de 1992 para «informarme de que esperaba pasar a tercer grado a los presos Arbeloa e Imaz, como consecuencia del movimiento de reinserción. Yo se lo comenté también al PP, quien dio el visto bueno al caso de Arbeloa, pero se opuso rotundamente al de Imaz porque tenía delito de sangre».

Y es que Lakua no sólo hablaba sobre política carcelaria con el PSOE. Atutxa rememora que «el 17 de noviembre de 1992 estuve con Aznar, durante hora y pico. Le expliqué que yo no tenía especial cariño al grupo de personas sobre el que hablábamos, pero le subrayé que era necesario resolver el problema a través de una eficiente y efectiva política de reinserción. Hablamos mucho sobre reinserción y delitos de sangre. Yo le decía que la distinción no tiene razón de ser. El imbécil que aprieta el gatillo y asesina a un ciudadano no puede progresar, pero aquél que le ha comprado la pistola, le ha dado instrucciones, dinero para comprarse la ropa para perpetrar el atentado, es decir, aquella persona que había sido el autor 'intelectual' del asesinato, sí podía mejorar... Al cabo de un rato, Aznar me dijo lo siguiente:'No, si yo te entiendo, pero tengo millones de votos detrás que no lo ven así'».

Entonces el PP estaba en la oposición. Luego, en 1996 accedió a La Moncloa, y en un primer momento «estuvimos en contacto continuo con Mayor Oreja», apunta Atutxa. «Posiblemente no había fin de semana que no me llamara dos o tres veces», apostilla. Luego, la relación se enfrió.

Los generales y el dinero

Los responsables de Interior de Lakua desentrañan también el modo en que la Ertzaintza fue ganando la confianza de Madrid. Así, Retolaza califica el desalojo de los electos de HB que cantaron el ''Eusko Gudariak'' ante el Rey español en la Casa de Juntas de Gernika en 1981 por parte de los berrozis de «más una anécdota que otra cosa», pero añade al mismo tiempo que «gente como Sabino Fernández Campo, el general Sáenz de Santamaría, el general Aramburu Topete... estuvieron presentes en aquel acto de Gernika y tomaron nota de lo que sucedió. No me cabe duda de que aquel episodio nos aportó puntos a ojos del Gobierno español», concluye el que entonces era consejero de Interior del Gabinete de Carlos Garaikoetxea.

Sabino Arrieta destaca el papel de Retolaza para lograr financiación para la Ertzaintza. «Dispusimos de bastantes medios económicos en virtud de los acuerdos alcanzados por Retolaza en Madrid, separados del Cupo». Y apunta que en este proceso «se reunió con muchos generales, y así se fue atando un grifo de financiación que resultó vital».

Arrieta añade que, pese a lo que puedan haber dado a entender algunos encontronazos puntuales, la Policía vascongada convive con normalidad con otras Fuerzas de Seguridad del Estado:«Policialmente, y entiendo que desde el principio, desde Madrid se ha respetado el desarrollo de la Ertzaintza. No ha existido con ellos más problemas que los que tienen entre sí la Policía Nacional y la Guardia Civil, por poner un ejemplo».

Las denuncias de tortura

Atutxa es el único entrevistado que afronta esta cuestión en su testimonio. Esta es su argumentación textual:«Hay determinados sectores que siempre han intentado empañar el papel de la Ertzaintza, acusándola de práctica de torturas. Pero ni un ertzaina ha sido jamás condenado por este tipo de prácticas. Hubo una condena, sí, pero referida a un acto que se produjo antes de que fuese consejero. Fue por maltrato a un detenido, Al parecer, el ertzaina le tiró de los pelos diciéndole: '¡Canta, pollo, canta!'».

Asegura el que fuera consejero entre 1991 y 1999 que «de hecho, cuando teníamos reuniones con los responsables de los interrogatorios y disponíamos de la oportunidad para hablar sobre estos temas, les solíamos decir: 'Ojo, que a nadie se le vaya la mano porque luego tendrá que vérselas con nosotros. No vamos a dejar pasar ni una'. Es evidente que cuando se detiene a un miembro de un comando lo primero que se hace en comisaría no es invitarle a cenar. Por supuesto que no, pero se les leen unos derechos y se inicia el interrogatorio. De ahí a prácticas de tortura va un trecho que nosotros nunca hemos estado dispuestos a sobrepasar».

La izquierda abertzale

Sobre la pésima relación con la izquierda abertzale no hay discrepancias entre los sucesivos responsables de Interior. Leamos a Martiarena: «Los que asesinaron a ertzainas jamás podrán ser amigos nuestros (...) De hecho, ya hemos visto que eso de pasar página no ha sido así (...), con un veto a Juan Mari Atutxa para que continuara siendo presidente del Parlamento Vasco, después de sacarles a ellos la cara y haberles protegido por no disolver su grupo parlamentario, tal y como querían en Madrid. No, no somos amigos para ellos. Han hecho mucho daño».

Varios entrevistados evocan, en este contexto, que defendieron las herrikos en julio de 1997. Ninguno cita que las cerraron en agosto de 2002.


Allí lo tienen, colaboracionismo vasco con el enemigo. Y hay quienes se molestan que a tipos como estos augustos miembros del PNV se les califique de "cipayos".

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