La información que van a leer a continuación nos llega en el boletín 21 de la Eusko Etxea de San Nicolás en Argentina:
LOS VASCOS EN LAS INVASIONES INGLESAS
Una mirada desde la Banda Oriental del Plata
Las Guerras Napoleónicas
Los sucesos que en el Río de la Plata conocemos con el nombre de Invasiones Inglesas fueron un episodio más del enfrentamiento entre Gran Bretaña y Francia, que tenía facetas políticas, militares y económicas, y que a inicios del siglo XIX se manifestó en las llamadas Guerras Napoleónicas. Tuvo un carácter mundial con batallas en Europa, pero también en África y América, donde cientos de vascos combatieron en estas tierras frente a los invasores derrotándolos en un año de combates.
La guerra en el mar, corsarios y geógrafos
Iniciada una nueva guerra en 1804 contra Gran Bretaña, inmediatamente repercute en el Río de la Plata.
En 1805 se arman naves en corso para hostigar el trafico británico. Numerosos vascos participan en estas operaciones navales en diferentes papeles. Algunos son armadores de corsario como el navarro de Leiza, Pedro José de Errazquin que pone en corso la corbeta Dolores alias Reparadora. Esta nave en la costa africana. Capturó luego de duros combates, el 1º de septiembre de 1805, cuatro embarcaciones británicas, Actif, Clarendon, Rebeca y Williams, cargadas de esclavos y matriculadas en Liverpool.
Otros fueron capitanes como Domingo de Ugalde, de la nave Nuestra Señora de Isiar, alias Joaquina, quien apresó al bergantín corsario enemigo Antílope el 13 de octubre después de un sangriento combate. No faltaron oficiales del Apostadero como el teniente de fragata Andrés de Oyarvide, un piloto guipuzcoano que estaba en el Plata desde 1776, donde había desarrollado una proficua labor como geógrafo. Aún con la salud afectada se ofrece como voluntario para navegar en pos de la fuerza británica que se temía se acercara al Plata. No se tuvieron noticias luego de su partida. Se desconoce donde se hundió con su nave, sí en las cercanías de Montevideo o en las proximidades del Cabo de Santa María.
Conquista y Reconquista
Los británicos arribaron al Plata y conquistaron Buenos Aires el 27 de junio de 1806. Enterados en Montevideo y convocadas ya las milicias previstas, el gobernador Ruiz Huidobro, llamó a formar nuevos cuerpos de voluntarios bajo la denominación de tercios. Entre ellos el de Vizcaínos y Montañeses, a las órdenes del capitán Manuel de Santelices. Así, en los hechos, uno de cada cuatro hombres de la ciudad se armó para la defensa del virreinato.
Se destacan en esta acción en el Batallón de Voluntarios de Infantería de Montevideo, dos oficiales vascos y el capellán del cuerpo. Uno de ellos fue Joaquín de Chopitea, capitán de la compañía de granaderos. Había nacido en Lequeitio en 1750. Arribó con algo mas de veinte años a Montevideo. Integró repetidas veces el Cabildo, entre 1784 y 1811. Desde 1791 estaba en las milicias, De su expediente Se lee, ha servido con todo aquel honor, pericia militar, y valor que tiene acreditados en los muchos años que sirve a S. M. Otro fue Juan de Ellauri teniente de granaderos, natural de la villa de Villaro en el Señorío de Vizcaya. Se le certificaron los servicios en forma similar a Chopitea. Se señala al igual que el anterior, su edad, cincuenta años largos. Otro fue Dámaso Antonio Larrañaga, Capellán del Batallón de Voluntarios de Infantería.
También se integraron varios marinos mercantes vascos a la empresa reconquistadora encabezada por el capitán de navío de la Real Armada Santiago de Liniers. Entre ellos Antonio Arraga, capitán de un buque de comercio se presenta con una lancha artillada, con un cañón de 18. Dirige una compañía de marineros voluntarios que se destacan en las acciones que terminan con el dominio británico en Buenos Aires. Otro fue Prudencio Murguiondo, capitán mercante quien luego de la reconquista, paso a comandar en Buenos Aires el Batallón de Voluntarios Urbanos Cántabros de la Amistad.
La defensa de Montevideo y la Banda Oriental
Dueños del mar, los invasores tomaron Maldonado a fines de octubre de 1806 y en enero del año siguiente desembarcaron en las cercanías de Montevideo para conquistarla.
Segundo jefe de la defensa fue el teniente coronel Francisco Javier de Viana y Alzáybar. Montevideano, fueron sus padres el primer gobernador de la ciudad, José Joaquín de Viana y Sáenz de Villaverde, oriundo de Lagrán, en Álava y de María Francisca de Alzáybar, natural de Lemona en Vizcaya. Había servido en la Real Armada donde tuvo una carrera prolongada y de logros en misiones militares, pero también científicas y políticas. Pidió pase por razones de salud a las fuerzas terrestres, lo que le fue concedido, otorgándole la responsabilidad de sargento mayor de la plaza de Montevideo. En 1806 y 1807 se enfrenta contra los británicos. Las diferentes unidades, las veteranas –esto es las fuerzas profesionales– así como de milicias y voluntarios contaron con naturales del País Vasco.
El regimiento de dragones de Buenos Aires contó con el ayudante mayor Manuel Garayo y el capitán Mariano Larrazabal. El Tercio de Húsares de Montevideo, formado por voluntarios a ordenes del corsario francés Hipólito Mordeille tuvo varios oficiales vascos; como José Bartolomé de Larreta capitán de la 2ª compañía, Miguel Buitrón teniente de la 3ª y Juan Manuel Larragoiti, capitán de la 4ª. Combatieron en el Buceo en el desembarco de los británicos, en el combate del Cardal y finalmente se desangraron en la defensa de Montevideo.
El Real Cuerpo de Artillería tenia como agregado al subteniente de infantería, José de Elorga. Las Milicias de esta ultima arma al subteniente Simón de Jáuregui, a Pedro Francisco de Berro, con igual jerarquía que al anterior, quien de su peculio mejoró la batería en la que servía. Son de Santurce, los dos varones, De las Carreras: Juan Domingo y Francisco, que vienen jóvenes a fines del XVIII al Río de la Plata. Combatieron como cabos artilleros milicianos en el fuerte de San Joaquín defendiendo la ciudad.
El Tercio de Vizcaínos y Montañeses estaba acuartelado en las cercanías del portón norte de la entrada de Montevideo. En la madrugada del 3 de febrero de 1807 en el asalto y toma de la ciudad por parte de los británicos, algunos centenares de vascos se enfrentaron con una compañía de carabineros –los Commandos británicos del siglo XIX– que escalaron las murallas y facilitaron el ingreso del 87°, un regimiento de irlandeses que superando ampliamente en numero a los defensores los derrotaron luego de un duro combate.
Otros combatieron en Colonia y Buenos Aires como el navarro Francisco Xavier de Elio. Tenia cuarenta años cuando vino al Río de la Plata. Veterano de varios conflictos se destaco por su tenacidad. El 22 de abril intenta reconquistar Colonia pero es rechazado. Es nuevamente derrotado por fuerzas británicas muy superiores el 7 de junio en San Juan. No obstante, va a cumplir un importante papel en la defensa de Buenos Aires.
Familias en la guerra
Familias completas se involucraron en la guerra. Una de ellas, fue la formada a partir de Francisco de Zufriategui, natural de Eibar en Guipúzcoa. Se casó con la criolla Catalina Más de Ayala. De este matrimonio, afincado en una zona de serranías nacieron varios hijos varones que participaron en combates contra los invasores: dos de ellos sacerdotes y tres militares.
Los religiosos fueron Ignacio Zufriategui, capellán del hospital militar de Montevideo y Rafael Zufriategui, capellán del Real Cuerpo de Artillería, habiendo participado ambos en su ministerio en las acciones contra los británicos.
Los militares: Prudencio Zufriategui, cadete en los blandengues desde 1803; Juan que participo en la defensa como ayudante de los húsares de Montevideo. Finalmente señalemos a Pablo Zufriategui, el más recordado que fue parte de la campaña corsaria y posteriormente realizó una brillante carrera militar con las fuerzas patriotas.
La guerra trajo consigo efectos sin cuento, muertos, heridos y prisioneros. Las secuelas se vivieron por años, y en algunos casos seguramente por siempre. Fue el caso de un joven voluntario de Minas, Fermín Lazarte. Integrado en las fuerzas de Maldonado, enfrentó a los invasores en la jornada del 29 de octubre de 1806. Gravemente herido, sus lesiones le anticipaban una segura invalidez. A la distancia, sus padres en Minas supieron de la desgracia de su hijo. Ambos se impusieron de una decisión para las circunstancias: ir a rescatar el hijo herido. El 29 de noviembre llegaron a Maldonado, y tras los pedidos correspondientes obtuvieron una entrevista con el comandante británico. Con intérprete o sin él, la desesperación de la madre se impuso y el jefe militar de ocupación accedió al pedido.
Un vasco providencial, Martín de Álzaga
Los vascos han tenido un papel histórico decisivo en la historia de Montevideo. Desde su fundador, el durangués Bruno Mauricio de Zabala en las primeras décadas del siglo XVIII, su primer gobernador, el ya referido José Joaquín de Viana, para culminar en el menos nombrado: Martín de Álzaga.
Alavés, en Ibargoia de Aramaio, donde había nacido en 1755; con tan solo 12 años se traslado a este continente para reunirse con su tío Mateo Ramón en Buenos Aires. Se casó en 1780, mientras prosperaba en el comercio y recorría una carrera política paso a paso. Ocupada la ciudad, convencido patriota, se dedico a fomentar la resistencia aportando para ello su capital.
En 1807 fue reelecto Alcalde de Primer Voto. Se constituye en el alma de la resistencia cuando en la segunda invasión es derrotado Liniers en Miserere. Adopta y lleva adelante un formidable plan defensivo, que convierte a la capital del Virreinato en una trampa para los británicos. Se fortifican las casas del centro de la ciudad y a propósito no se defienden las iglesias para que estas puedan ser tomadas por los asaltantes, para así concentrarlos y batirlos en forma más sencilla. Desde la reconquista Buenos Aires había formado nuevos tercios de milicianos, uno de ellos de Vizcaínos. Luego de duros combates fueron rechazados los invasores, que dejaron además 2.000 prisioneros en manos de los defensores. En esas circunstancias Liniers redacto las condiciones de la capitulación. Se las dio a leer a sus colaboradores, entre ellos a Álzaga. Este, le indicó que faltaba en las mismas la retirada de los ingleses de Montevideo. Ante la observación, Liniers argumentó que ese pedido podía parecer desmedido y hacer fracasar el acuerdo con los británicos que todavía contaban con medio ejercito sin emplearse y la flota en el río. Sin embargo Martín insistió y logro que esta cláusula figurara en el acuerdo. Esta actitud fue decisiva su participación para que Montevideo fuese devuelta por parte de los ingleses. De no ser así, esta ciudad hubiese quedado como enclave de la monarquía británica en el Río de la Plata.
Las consecuencias de este hecho son difíciles de medir, pero sin duda hubiese mediatizado la independencia de los pueblos de la región, como un agente extraño a las raíces hispano-criollas del cono sur americano.
Que esto no sea así, tiene su explicación en parte al menos, en el patriotismo y la obstinación del aramaiotarra Martín de Álzaga.
por Juan Carlos LUZURIAGA, publicado el 13/5/5 en Euskonews & Media
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