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jueves, 6 de febrero de 2003

"Evidencias Contundentes"

Les presentamos el editorial que La Jornada dedica a la vergonzosa participación de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU con la que George W. Bush busca desarbolar la negativa a respaldar su aventura belicista en contra de Irak.

No es dato menor la mención que se hace en el texto al escudero español José María Aznar, quien ha aprovechado al máximo el clima represivo generado por la administración Bush para justificar el estado de sitio en contra de las libertades civiles y políticas del pueblo vasco.

Adelante con la lectura:


Powell: datos no convincentes

En su comparecencia ante el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en la que presuntamente habría de ofrecer "una demostración directa, sobria y precisa" de que Irak estaría ocultando armas de destrucción masiva a la mirada de los inspectores internacionales enviados por el organismo a ese país árabe, el secretario de Estado estadunidense, Colin Powell, presentó una colección de fotos borrosas de lo que podrían ser almacenes de armas químicas o fábricas de calzado; hizo escuchar una supuesta conversación telefónica entre funcionarios iraquíes empeñados en esconder tales armas, conversación que habría podido ser grabada en cualquier oficina de Estados Unidos; difundió, asimismo, diagramas sobre un presunto trasiego de venenos por medio de camiones, y fotos fuera de foco de aviones despegando.

Tales fueron, en suma, las "evidencias contundentes" que no convencieron a ninguno de los gobiernos integrantes del Consejo de Seguridad, salvo a los que ya estaban previamente entusiasmados con la idea de secundar una aventura bélica estadunidense contra Irak: el británico y el español. Los representantes de China, Francia y Rusia ?que son, junto con Estados Unidos e Inglaterra, los miembros permanentes y con derecho de veto del consejo? refrendaron su posición previa de dar más tiempo al equipo de inspección, de realizar esfuerzos diplomáticos adicionales para evitar la guerra, y señalaron, a lo sumo, la pertinencia de enviar los materiales presentados por Powell, para su examen y análisis, a los propios inspectores que dirige Hans Blix, o a la Agencia Internacional de Energía Atómica.

Antes de que el jefe de la diplomacia estadunidense llevara su paquete de "pruebas" a la ONU era ya evidente que Washington está aislado, en el ámbito internacional, en sus empeños por convocar una coalición para destruir Irak. Sus únicos aliados incondicionales, entre las naciones europeas con alguna relevancia, Tony Blair y José María Aznar, enfrentan, dentro de sus respectivos países, una férrea y abrumadora oposición civil a la guerra.

En tales circunstancias, el discurso pronunciado ayer por Powell parece orientado, más bien, a impresionar a la opinión pública estadunidense, aún pasmada por los atentados del 11 de septiembre del año antepasado y siempre dispuesta a creer en conspiraciones hollywoodescas contra su seguridad y su bienestar. Es probable que el funcionario logre causar ese efecto, si se considera que el grueso de la sociedad en la nación vecina ha pasado por alto que el gobierno de George W. Bush arrasó Afganistán sin jamás demostrar la responsabilidad de Al Qaeda en los atentados del 11 de septiembre; que los supuestos vínculos entre ese grupo fundamentalista y el régimen de Bagdad son -como lo señala un informe confidencial del ejército británico filtrado por la BBC- un embuste, y que, hasta ahora, el equipo de inspección de la ONU que trabaja en Irak no ha encontrado ninguna clase de armamento de destrucción masiva.

De cualquier forma, el grupo que gobierna Estados Unidos se enfrenta en el momento presente a una difícil encrucijada: si quiere lanzar una agresión bélica contra Irak, probablemente tendrá que hacerlo en solitario, y ello convierte la aventura de la guerra en un juego política, diplomática y militarmente peligroso que podría desembocar en un colapso anticipado de la actual presidencia. Muy fuertes tienen que ser los intereses geoeconómicos que se juega la familia Bush en el golfo Pérsico como para emprender, aun en esas circunstancias riesgosas, una incursión armada contra Irak.

 

 

 

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