Este escrito ha sido publicado en Deia:
La democracia formal, a prueba
Endika Zapirain
En un artículo anterior decía que "el Pueblo también se equivoca". Desgraciadamente, más de lo deseable. Pero a pesar de ello, es soberano. Por ello, lo que decide el Pueblo debidamente informado democráticamente, por todos los agentes políticos y sociales, debe acatarse por todas las partes. La decisión del Pueblo, en las condiciones descritas, está por encima de cualquier otra instancia y también de la ley. De otro modo el principio: "la soberanía reside en el Pueblo", quedaría viciada y vacía de contenido. Por eso, es muy importante que la ciudadanía esté muy bien informada para formarse una idea cabal de los derechos humanos y valores democráticos y, como consecuencia de ello, emita el voto de acuerdo con esos principios.
Los gobiernos con convicciones democráticas deberían tener muy en cuenta esta cuestión. La mejor forma de trabajar y superar a las políticas y movimientos de ultraderecha, a grupos, afines y/o asimilados, no democráticos en su ejecutoria habitual, es superarlos, abrumadoramente, en las urnas. Para ello, es obvio, los electores tienen que tener conciencia de los inconvenientes, graves, de apoyar a este tipo de organizaciones/planteamientos. Hay que evitar repeticiones indeseables, fomentando decididamente, una cultura democrática universal; es decir, en todas las áreas de la actividad humana. Esto que es muy importante en cualquier país, es extremadamente apremiante en el Estado español.
Ahora que en Euskadi se ha iniciado, tímidamente, el proceso de paz y normalización tan esperado y deseado por la gran mayoría de la ciudadanía vasca, con ramificaciones, como no podía ser de otra forma, en el resto del territorio -Nafarroa e Iparralde- emergen con fuerzas renovadas, las posiciones más retrógradas y no democráticas que siguen presentes en la sociedad española y, en menos intensidad, en la vasca, porque nunca dejaron de estar ahí, como predominante de las actitudes autoritarias, intransigentes y verticalistas, no solo de los que ostentan los poderes políticos, sociales, económicos, judiciales, religiosos, militares, etc. sino también de los ciudadanos. Efectivamente, los valores democráticos no han hecho poso en la ciudadanía, todavía, después de 30 años de la muerte del principal dictador del régimen anterior y de 28 años de proclamarse la Constitución/78. Es lógico que sea así; es la resultante de una desidia y desinterés por parte de los partidos que han gobernado, durante este tiempo en España (UCD/PSOE/ PP/PSOE) para trasladar a la sociedad modos democráticos, valores horizontales y solidarios. Era indispensable, después de una guerra civil y cuarenta años de dictadura. Durante este largo, penoso y repugnante periodo -miles de muertos, exiliados, encarcelados, torturados, aterrorizados- toda la sociedad quedó impregnada de verticalismo y autoritarismo. Pues bien, no solo no hicieron lo que debería haber sido una prioridad, sino todo lo contrario: corrupciones, terrorismo de Estado, incumplimiento de derechos humanos, estilos, muy frecuentes, de autoritarismo. En lugar de "empatía", que sería lo normal en un gobierno democrático, antipatía, era el dominante.
Hoy, seguimos, más o menos, parecido. Aunque se producen algunas posiciones puntuales, en las que difieren, algo, el PP y PSOE; en los aspectos principales siguen anclados en el pasado: La patria española indivisible. El nacionalismo español radical e incuestionable: "España, España, España, todo por España" esta expresión, que la dijo el padre del rey actual, cuando le traspasó "los trastos" a su hijo, la hacen suya, los partidos mayoritarios españoles PP/PSOE.
Estos conceptos y sentimientos, son una de las mayores dificultades para el desarrollo democrático del Estado español. No se puede respetar, de forma razonable, los derechos de los Pueblos, anclados en conceptos retrógrados y decimonónicos. Por otra parte, la falta de transmisión a la sociedad, a la ciudadanía, de los valores democráticos a través del ejemplo de los gobernantes y dirigentes de todas clases -políticos, sociales, judiciales, económicos, etc.- dificulta más, todavía, su desarrollo generalizado. Como consecuencia, se apoyan opciones políticas muy poco alentadoras para avanzar hacia un estadio de democracia estándar. Es obvio, en la "educación en valores", el ejemplo de los dirigentes sociales, políticos, educadores, etc. es fundamental. Sin testimonio, las posibilidades educativas, son mínimas, en cualquier área de la actividad humana, también en democracia.
El presidente del gobierno español (PSOE) ministros y dirigentes y/o hablantes del partido, a excepción de algunos, no trasmiten, precisamente, modos y conceptos democráticos, sino, con frecuencia, todo lo contrario. Efectivamente, en un proceso abierto al debate entre los agentes políticos y sociales, así como, principalmente, entre la ciudadanía, no se puede estar todo el tiempo diciendo ¿imponiendo?: qué se va hacer, como se va hacer, lo que no se va admitir, hasta donde se va a llegar, etc. Ni el gobierno, ni el partido principal que lo sustenta (PSOE), pueden imponer nada, desde una posición democrática. Es el Pueblo el soberano, no el gobierno. El gobierno debe limitarse a administrar, adecuadamente, lo que siente, piensa y decide, libre y democráticamente, la mayoría del Pueblo. Ésta es la forma correcta de actuar de un gobierno y de los partidos políticos, de convicciones democráticas estándar. Cuando gobernantes y dirigentes políticos, piensan que estamos en una democracia plena en la situación actual, las posibilidades de desarrollo y extensión de los principios y valores democráticos, a la sociedad, es enormemente complicado.
La aplicación efectiva de los derechos humanos y valores y principios democráticos, es hoy, el gran reto. La ciudadanía, -jóvenes, mujeres y hombres- desde todos los ámbitos, tienen un papel insustituible: pensar, opinar, decidir, unirse, presionar, exigir…
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