De entre todos los firmantes en adhesión a la marcha en favor de los derechos de los presos políticos vascos los que más han llamado la atención a los españolazos y a consecuencia de esto a los españolitos ha sido la de los ocho jugadores de la Erreala. Ya se ha publicado algo acerca de esto en los medios independientes como Kaos en la Red, pero no podemos dejar ir la oportunidad de la respuesta de Maite Soroa en Gara:
Fobia a la solidaridad con las presas y presos
Ya sabía yo que la adhesión de ocho jugadores de la Real Sociedad a la manifa de mañana en Bilbo iba a levantar ampollas entre el facherío hispano.
Incapaces de entender que la reivindicación de los derechos de las presas (y presos, claro) vascas es un sentimiento mayoritario en nuestro pueblo, embisten contra todo aquel que destaque y se signifique.
José García Domínguez, en su columna de «Libertad Digital», se subía ayer por las paredes y arremetía contra los deportistas guipuzcoanos.
Según García, «igual que los esforzados enanitos de Blancanieves, también ETA dispone de ocho devotos admiradores prestos a librarla de todo mal, aunque no moran en un claro del bosque sino en el muy turbio banquillo de la Real Sociedad de San Sebastián. Trátase de ocho pequeños colaboracionistas con su régimen de terror que responden por Imanol Agirretxe, Jon Ansotegi, Mikel González, Mikel Labaka, Eñaut Zubikarai, Markel Bergara, David Zurutuza y Mikel Aranburu. Según parece, esos ocho zagales vinieron al mundo a dar patadas, ora a un balón de fútbol, ora a la memoria de los cerca de mil asesinados que el objeto de sus desvelos ha dejado tendidos en las cunetas de la memoria». ¡Cuanto despropósito en tan pocas líneas!
Luego pretende mostrarse irónico (no lo logra el hombre, porque la ironía está vedada a los fanáticos): «Los ocho magníficos de Anoeta han dado en hacernos sabedores de cómo sus atormentadas almas sufren por los presos. Siempre, huelga decir, que los internos comulguen con el hacha y la serpiente. Y es que la suerte del resto de los criminales resulta por entero ajena a tantas congojas y pesares. Pues solo quien haya matado a un semejante en nombre de Euskal Herría dispone de un rinconcito en sus afligidos corazones». Y en el de cientos de miles de vascas y vascos. Eso es lo que le puede al tipo.
Para concluir su dislate, dedica unas líneas al insulto puro y duro: «la única duda razonable que plantea el caso es discernir si nos hallamos ante siete cobardes o ante siete miserables. Sin que proceda descartar la hipótesis más verosímil, esto es, que concurran las dos circunstancias a un tiempo». Pues yo iré a Bilbo para aplaudirles.
Como diáspora hemos evitado mostrar preferencia por alguno de los clubes que militan en en el futbol de estado español, por ejemplo, nos alegra por igual una gesta como la del Athletic ante el Barcelona como cualquier triunfo del Osasuna o el Alavés. Pero por estos días nuestro corazón esta ciertamente con los donostiarras.
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