Hoy en Gara han dedicado un reportaje al asunto del rescate de los tres mineros, en el mismo se hace mención de la labor desarrollada por Luis Urzúa Iribarren durante todo el proceso, también por supuesto, de las palabras que dijo a Sebastián Piñera una vez que estuvo fuera: "Nunca más".
Y es que en ese "nunca más" han estado trabajando los mineros desde hace mucho tiempo sin que los voraces propietarios de las minas se sienten a escucharlos. Recordemos que en eso estaban tanto el padre como el padrastro de Luis Urzúa y como ambos terminaron siendo asesinados por el régimen de Pinochet, gobierno autoritario y genocida del cual emanó el actual mandatario chileno. Ya no hablaremos del show mediático en el que se ha convertido al rescate de los mineros, sí hablaremos de lo que todos han obviado estos días de "tensión" y de "inmensa alegría"... que hay un joven mapuche aún en huelga de hambre y que es el mismo gobierno del ahora "héroe internacional" Sebastián Piñera el que continúa negando los derechos al pueblo mapuche.
Pero volviendo a Luis Urzúa, aquí tienen lo publicado en Gara:
El último minero rescatado exige que «no vuelva a pasar»
Con la salida de Luis Urzúa, el último de los 33 mineros, se puso fin a un operativo de rescate sin precedentes. Ahora, en la hora de las valoraciones y la depuración de responsabilidades, cobra aún más fuerza la demanda que el jefe de turno de los trabajadores transmitió al presidente de Chile, Sebastián Piñera: «Que esto no vuelva a pasar».
Ruben Pascual | Bilbo
Como corresponde a todo buen capitán, el topógrafo Luis Urzúa fue el último de los 33 mineros chilenos en abandonar las entrañas de la mina San José, tras haber permanecido encerrado desde hace más de dos meses.
Urzúa, al igual que el resto de sus 32 compañeros, fue izado en la cápsula «Fénix II» a través de los 622 metros que separaban el refugio que fue su hogar desde el 5 de agosto y la libertad.
Al tiempo que la sirena sonaba por última vez, un mar de champán y confetti inundó la boca del pozo. Los equipos de rescate, los allegados de los mineros y Chile vibraron, tras haber contenido la respiración durante las casi 24 horas que se prolongó el complejo operativo de rescate, cuyo coste total asciende a 22 millones de dólares, según fuentes no oficiales, y «entre 10 y 20», según Piñera.
«Tengo el privilegio de informarle de que todos los mineros han sido rescatados, incluido el jefe de turno, el señor Urzúa, y que están en perfectas condiciones», comunicó en tono solemne uno de los socorristas al presidente chileno, Sebastián Piñera, quien siguió in situ la salida de gran parte de los obreros.
Acto seguido, Don Lucho, de 54 años y líder del grupo durante el prolongado encierro, se dirigió al inquilino de La Moneda: «Le entrego el turno y espero que esto no vuelva a ocurrir. Gracias a todos, gracias a todo Chile y a todas las personas que han cooperado. Me siento orgullos de ser chileno».
«Un turno corrido de 70 días ya es bastante», había bromeado segundos antes. Y es que este último minero rescatado, que cuenta con 31 años de experiencia bajo tierra, se convirtió en una figura clave durante la estancia por mantener la unidad y la armonía del grupo, racionar la comida y asignar tareas para hacer más llevadero el tiempo.
«Recibo su turno, y lo felicito por cumplir con su deber, saliendo el último como lo hace un buen capitán (...) y los felicito a todos porque demostraron un ejemplo de compañerismo y de lealtad», respondió Piñera al hombre que ayer, en contra de su voluntad, entró en el «Libro Guinness de los Récords».
Ambos se fundieron entonces en un abrazo, tras el cual el presidente -parafraseando al minero Mario Sepúlveda- espetó «¡Viva Chile, mierda!» y los presentes entonaron el himno nacional del país.
«Nunca más»
A continuación, los seis socorristas que habían descendido al pozo fueron saliendo a la superficie uno a uno. El último en hacerlo fue Manuel González, brigadista de la empresa estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco). Tras abrazarse con sus compañeros, dirigió unas palabras al jefe de Estado. Y lo hizo en el mismo sentido que Urzúa. Pidió al Gobierno que haga todo lo necesario para garantizar la seguridad de todos los trabajadores del sector minero y asegurar que nunca más vuelva a darse una situación similar. «Señor presidente, ojalá que esto nunca vuelva a pasar», dijo.
Por su parte, el experto asesor de la «Operación San Lorenzo» -como se bautizó al operativo, aludiendo al patrón de los mineros-, Miguel Fort, destacó que el rescate fue una acción única en el mundo, pero dejó sentado que lo sucedido revela que «no se están haciendo bien las cosas» y pidió cambios para que «no haya otro San José».
En ese mismo sentido se manifestaron la Unión Internacional Sindical de la Metalurgia y la Minería de la Federación Sindical Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Federación Minera de Chile, quienes celebraron, en sendos comunicados, el éxito del complicado operativo. No obstante, recordaron que la falta de medidas de seguridad está en el origen del derrumbe que dio inicio a este dramático episodio.
Ante estos llamamientos, el Ejecutivo pareció sentirse apelado y se comprometió a mejorar la fiscalización de las empresas para evitar el incumplimiento de las normas de seguridad.
«Un Gobierno, para ser honesto, no puede comprometerse a que nunca más ocurran accidentes. A lo que sí se puede comprometer es a que nunca más un accidente se produzca porque no se cumplen las medidas de seguridad», afirmó el ministro chileno de Interior, Rodrigo Hinzpeter.
En el día de ayer, el presidente Piñera se trasladó al hospital de Copiapó, donde se recuperan los mineros, y ante ellos se comprometió -como hizo al final del rescate ante la mina, que fue sellada- a garantizar que «nunca más» se trabaje «en condiciones tan inseguras e inhumanas» como ellos. Al culminar el operativo reiteró que «esto no va a quedar impune» y que los culpables «van a tener que asumir sus responsabilidades». También sostuvo que en pocos días será anunciado «un nuevo trato con los trabajadores».
Angustia ante el futuro
Terminada la pesadilla, muchos de los familiares de los 33 miran con recelo al futuro, preocupados por la idea de un retorno, en algunos casos inevitable, a las labores de minería.
«Como padre, les diría que cambien de trabajo (...). Pero son ellos quienes deciden si continuar trabajando en la mina», reconoció Alfonso Ávalos, padre de Florencio y Renan.
El futuro es incierto, y algunos ya han manifestado que piensan volver a la mina, donde los salarios son relativamente altos -al menos tres veces el salario mínimo-, para compensar, al menos en parte, el peligro al que están expuestos.
Recuperación
Tras haber sido rescatados, los mineros se recuperan en el hospital de Copiapó para ser dados de alta escalonadamente. Se esperaba que ayer abandonaran el centro sanitario los primeros «dos o tres».
Memorial
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, aseguró que tiene la intención de erigir un memorial en el lugar donde se sitúa el campamento Esperanza, que creció creyendo que la gesta del rescate era posible.
Indemnizaciones
Los familiares también denunciaron a la empresa responsable de la mina y a los funcionarios que le permitieron continuar operando pese a que fue cerrada en 2007. Exigen 10 millones de dólares en concepto de indemnización.
El champán y el confetti inundan un Chile eufórico
La llegada a la superficie del último minero, el capataz Luis Urzúa, fue el colofón a una operación de salvamento ejecutada de forma impecable. Después, todo fueron sonrisas, besos y abrazos.
Al conocer la noticia, cientos de miles de chilenos se echaron a las calles de las principales ciudades, donde repicaban las campanas y resonaban las sirenas de los bomberos, para festejar el desenlace de esta epopeya, hecha realidad gracias a la extraordinaria labor de quienes idearon, prepararon y ejecutaron un plan que presentaba tantas dificultades, a las que encontraron brillantes soluciones.
En Santiago, apenas unos minutos después de que «Don Lucho», como apodan a Urzúa, saliera de las profundidades de la mina, miles de personas abarrotaron la céntrica Plaza Italia, a la que suelen acudir los chilenos para celebrar los triunfos políticos y deportivos, informó Efe.
«Mineros supersónicos» y «¡Fuerza, mineros!» eran algunos de los mensajes que podían leerse en las decenas de pancartas desplegadas.
Las celebraciones se extendieron a otras ciudades a lo largo de todo el país, como Linares, Punta Arenas, Talca, La Serena y Osorno, entre otras.
Con gritos, bocinas, besos y abrazos interminables, los habitantes de Copiapó comenzaron ante la mirada de todo el mundo varios días de fiesta que coronan la extraordinaria hazaña de sus mineros.
«Hace llorar tanto una historia tan bonita», comentó a AFP el lustrador de botas de la plaza principal de Copiapó, uno de los tantos que daba brincos fervorosos en la ciudad, convertida durante más de dos meses en el epicentro del mundo gracias a «sus 33 niños».
«Yo fui al mundial en Sudáfrica. Pero este es el verdadero campeonato mundial de Chile», dice Raúl Palma, ya sin voz de tantos gritos. «Yo estoy festejando desde hace 48 horas, sin dormir. Esto es fútbol de verdad», agrega entre llanto y carcajadas.
Hubo celebraciones. También críticas, y el objetivo de muchas de ellas fue el presidente, el empresario Sebastián Piñera, a quien se acusó desde diversas fuentes de haber copado todo el protagonismo del rescate e incluso se especuló que el inicio del rescate estaba supeditado a su presencia, ya que hoy comienza una gira oficial a Europa. Ahora está a punto de aprobar una ley que sube las tasas a las mineras extranjeras que operan en Chile.
Ayer se defendió ante las acusaciones, y sostuvo que «sentía que no sólo era mi deber, quería estar aquí [en la boca de la mina San José], recibir a cada minero, abrazarlos con emoción».
Y mientras, en México, las viudas y huérfanos de los mineros muertos en Pasta de Conchos se preguntan por que sus esposos no tuvieron ni la décima parte de atenciones por parte del también derechista Vicente Fox, o cuál fue la razón para que ni Televisa ni Tv Azteca le dieran seguimiento al caso apuntando dedos flamígeros a los propietarios de la mina o a los tres niveles de gobierno.
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