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viernes, 17 de enero de 2003

Cueli | España: Doloroso Silencio

En este ensayo publicado en La Jornada, José Cueli nos pone sobre la mesa todos los elementos por los cuales muchos opinamos que en España nunca hubo una verdadera transición a la democracia.

Muy al contrario, lo que se hizo fue maquillar las instituciones para que los poderosos reacomodaran sus piezas, en el proceso, exculpándose a si mismos de los delitos cometidos por sus colegas ideológicos.

Y si la sociedad española salió perdiendo en este proceso, imagínense todas las injusticias que se olvidaron en favor de una impuesta fraternidad ciudadana. Esto tiene un especial significado para las naciones oprimidas por Madrid: vascos, catalanes y gallegos.

Pero ya no los mareo más, mejor léanlo:

José Cueli

España: doloroso silencio

El domingo anterior el periódico El País publicó un número (del suplemento El País Semanal) dedicado en su totalidad a la Guerra Civil española y el exilio. En él, diversos artículos y testimonios van delineando y dan voz a esos lamentables acontecimientos tras largas y penosas décadas de silencio.

Sigmund Freud insistió en varios de sus escritos tanto teóricos como técnicos que para no repetir era preciso recordar, y que ésta era la única vía posible para intentar elaborar los eventos traumáticos y de procesar los duelos. En el caso de la Guerra Civil española se pretendió dejar en el silencio una trágica y sangrienta contienda fratricida creyendo (erróneamente) que así podrían olvidarse las dolorosísimas secuelas de esa absurda conflagración entre hermanos.

Los duelos, lejos de resolverse se enquistaron, se congelaron; las heridas se convirtieron o bien en cicatrices queloides o en tejidos friables que se abrían y volvían a sangrar al mínimo roce. Voces, lamentos, dolor y muerte suspendidos en el tiempo como algo fantasmal han pasado en la atmósfera de miles de hogares sin distinción de ideología.

También fueron silenciados la confusión, el dolor y los conflictos para consolidar una ideología y una identidad propias de los hijos de españoles cuyos padres vivenciaron esa lucha encarnizada. Como una negra pesadilla premonitoria se nos presenta el consternador cuadro de Francisco de Goya, de los fusilamientos de la Moncloa. Con su magistral pincel el maestro aragonés plasma el rencor, la violencia y la muerte, así como la desigualdad e injusticia social imperantes que como en caldo de cultivo iban haciendo crecer la ''parte negra" constituida por el odio y el rencor acumulados que estallarían años después con una magnitud inusitada.

El instinto de vida, la casta y la hondura del pueblo español trocados en un fatal desencuentro, en asesinatos y ejecuciones masivas cuya sangre empañó a toda España; la pulsión de muerte enseñoreándose a lo largo y a lo ancho de la península ibérica.

Violencia y barbarie, brutalidad y muerte por doquier que, para muchos, además se agravó con el destierro forzado, con el desolador exilio. Y al final, ni vencedores ni vencidos, todos fueron perdedores con diferentes matices y en diferentes circunstancias. Los exiliados perdieron su patria, los que permanecieron en ella perdieron la libertad; y de ello da cuenta el funesto retroceso que sufrieron el arte, la literatura, la libertad de expresión y de pensamiento que sumieron a España en un oscurantismo intelectual e ideológico debido a la brutal censura ejercida durante la dictadura.

Y en el exilio, las familias enfermas de nostalgia, añorando una España que ya no existía, que se había difuminado entre los fantasmas de los muertos y la dictadura. Doble pérdida entonces para los exiliados que tras largos años de silencio y nostalgia regresaron luego de la muerte del dictador, aquellos que, fieles a sus ideales y convicciones se prometieron no regresar, soportando con estoicismo el dolor de no mirar el terruño hasta ver instaurado un régimen democrático. Pero aquella España que habían dejado con lágrimas en los ojos décadas atrás, los había olvidado, no contaba con ellos. Habían jugado con el ''aquí no pasó nada", ''borrón y cuenta nueva". Faltan palabras y sobran testimonios para poner voz a ese doloroso silencio, a esa ingrata y cruel ignorancia de tales acontecimientos.

Duelos negros, como los sonidos negros aludidos por Federico García Lorca. Negrura espectral que dividió a una nación y continuó sus deletéreos efectos en los hijos de esa generación, cuyas vidas se vieron marcadas por la nostalgia, el dolor, el silencio y en otros casos por un discurso familiar cargado de pleitos y reproches debido a las contrarias ideologías de los padres. Muchos de estos individuos o bien quedaron atrapados en la confusión y la escisión, o bien abrazaron ideologías y causas que, en sentido estricto, les eran ajenas. Vidas marcadas por pérdidas y duelos no elaborados.



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