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lunes, 20 de enero de 2003

Espías Vascos en Argentina

La nota que están por leer ha sido publicada en el periódico argentino El Clarín:

Los espías vascos que operaron en la Argentina

La publicación de papeles secretos de los nacionalistas vascos permite ahora reconstruir la bizarra historia de la red de espionaje que operó en nuestro país al servicio de Washington durante la guerra europea.

Las aventuras de espionaje del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en los años de la Segunda Guerra Mundial revelan una alta dosis de ingenuidad política. La inexperiencia, unida a la sobrevaluación que los vascos hacían de su propio papel en la historia de Europa, los comprometió en episodios que no pudieron controlar. Finalmente, los mejores cuadros de los Servicios Vascos, como denominaron a su red de espías, terminaron a las órdenes de la CIA que, por su parte, también traicionó al más incondicional de todos los agentes vascos, Jesús de Galíndez, y lo dejó en las manos del dictador dominicano Rafael Trujillo, quien lo hizo asesinar.

Los vascos se encontraron en una posición incómoda desde el mismo comienzo de la guerra civil española.

Católicos a ultranza y anticomunistas fueron bombardeados sin piedad por la aviación de Francisco Franco y sus líderes religiosos perdieron la vida ante los pelotones de fusilamiento, tan católicos y anticomunistas como ellos mismos.

La formación del espionaje vasco, según el historiador Ludger Mees, fue impulsada por la necesidad de "compensar la insignificancia de los vascos en el marco de la política internacional, en el cual se trataba de conseguir la confianza y simpatía de los Aliados para vencer a Hitler y después a Franco".

Al principio los vascos se establecieron en París, pero al poco tiempo los alemanes ocuparon la ciudad y se apoderaron de sus archivos. Casi todos los miembros de la red dentro de España cayeron presos en los días posteriores, ya que los nazis entregaron a Franco la documentación capturada a los vascos.

A partir de ese momento, los dirigentes del PNV se refugiaron en las colonias vascas de América latina y buscaron el respaldo logístico y económico de Estados Unidos y Gran Bretaña.

En nuestro país se produjo una movilización de la comunidad para favorecer la radicación de los fugitivos vascos, tanto de los que procuraban salir de España como de los que se habían establecido momentáneamente en Francia antes de que fuera ocupada por el ejército nazi. El presidente Roberto Ortiz, un descendiente de vascos, reconoció ya en 1940 a un comité de personalidades argentinas y españolas como intermediario para la rápida entrada de los que emigraban de Europa, con la garantía de que no tuvieran antecedentes comunistas.

La avalancha de vascos hacia el puerto de Buenos Aires dio lugar a urgentes necesidades económicas que los centros regionales no estaban en condiciones de asumir de un día para otro. A comienzos de 1941, el respetable empresario vasco Ignacio Burundarena lanzó un llamado "a 100 vascos o sus descendientes para que aporten una cuota de 50 pesos mensuales durante un año". A pesar del entusiasmo de los primeros momentos, los resultados económicos de la colecta no fueron los esperados.

En esa situación humanitaria y financiera tan crítica se concretaron las alianzas de inteligencia de los vascos con los servicios secretos británicos y norteamericanos.

En 1946, los agentes vascos recibían toneladas de explosivos de sus contactos norteamericanos para cometer actos de terrorismo dentro de España. La hipótesis de los vascos según la cual primero caería Hitler y después Franco, entretanto, tocaba su fin.

Comenzaba una nueva etapa y el hombre de los Estados Unidos cerca de los vascos fijó las nuevas reglas de juego. "La única condición que el agente norteamericano puso fue que no hubiera ninguna interferencia de los comunistas", dice un informe confidencial de entonces.

La colaboración con la CIA dividió a los líderes vascos, sobre todo a partir del momento en que "el comportamiento de los norteamericanos, que buscaban cada vez más descaradamente en Franco a un nuevo aliado anticomunista, acabó definitivamente con un largo sueño de los nacionalistas vascos".

Uno de los fundadores de la red, José María Lasarte, que residía en forma permanente en Buenos Aires y que había impulsado la colaboración con la CIA, terminó apartándose de la política aunque mantuvo en el plano personal su relación con el más importante de los agentes vascos al servicio de la inteligencia norteamericana. Este, el profesor de la Universidad de Columbia e historiador Jesús de Galíndez, terminó secuestrado y asesinado en Nueva York por orden del dictador dominicano Trujillo, a quien había servido como propagandista.

Lasarte dejó testimonios escritos de su malestar por la dirección política que tomaba el trabajo que realizaban los espías vascos en Buenos Aires. En un informe del consejero legal de la Embajada de los Estados Unidos en nuestro país, Francis E. Crosby, dirigido a la oficina central del FBI, el diplomático deja constancia de la protesta de Lasarte ante su pedido de que "les entregara una lista completa de sus contactos y fuentes de información, así como los detalles del funcionamiento de su organización, alegando su temor a que esta información cayera en manos equivocadas, como había ocurrido una vez en Francia, con resultados desastrosos". Lasarte le entregó a Crosby una copia de una carta que le había enviado al presidente de los nacionalistas vascos, José Antonio Aguirre, acompañada con un informe general de la labor cumplida en la Argentina. De paso, Lasarte le hizo saber a Crosby su disgusto por la reducción del subsidio de 2.000 dólares a solamente 1.500, que la organización recibía del presupuesto de inteligencia de los Estados Unidos.

Para Lasarte, los espías norteamericanos habían confundido el papel que jugaban los vascos. La red "no es un grupo de individuos agentes suyos, sino el servicio de información de una organización patriótica que trabaja creyendo servir a una causa común de la libertad", escribió amargamente. Y sobre la cuestión del dinero, agregó que "el aspecto económico no puede preocupar a los amigos, para quienes el volumen de su presupuesto tengo la seguridad de que es una verdadera insignificancia".

Lasarte había construido en Buenos Aires una red también con los nacionalistas gallegos y catalanes y administraba el flujo de informaciones antes de transferirlas a los contactos de la CIA. Sin embargo, uno de los operadores de la red descubrió que los activistas comunistas de una gran fábrica de Bilbao fueron detenidos porque los norteamericanos habían pasado a la policía franquista los datos contenidos en un informe preparado por los nacionalistas vascos. "El Partido Nacionalista Vasco estaba siendo utilizado por la política exterior de los Estados Unidos y no para la liberación de Euzkadi", afirma el historiador español Gregorio Morán.

El rapto de Galíndez y su cruento crimen, en 1956, puso sobre aviso a los vascos: estaban corriendo graves riesgos porque el viraje de Estados Unidos hacia Franco dejaba sus secretos a merced de éste y su policía, que mantenía vínculos técnicos estrechos con gobernantes anticomunistas como Trujillo.

Aunque en los primeros momentos los vascos se resistían a considerar a Galíndez como un agente del espionaje norteamericano, en los años siguientes a su asesinato surgió ese perfil indeseable. En un libro de memorias, titulado The president''s Private Eye (El ojo del Presidente), el espía norteamericano jubilado Tony Ulasewicz sostiene que Galíndez recibió y distribuyó en América latina entre 1950 y 1956 más de un millón de dólares a miembros de la red de los vascos. Ulasewicz tuvo a su cargo la investigación sobre el misterioso secuestro de Galíndez y llegó a la conclusión de que "era, en realidad, un pagador de agentes de la CIA camuflados dentro de la resistencia vasca que operaba en secreto en América latina".

En la historia del PNV el destino de los Servicios Vascos en la Argentina se pierde a partir de 1973, por lo menos según los datos del historiador Ludger Mees.

Es posible que los últimos miembros de la red, prácticamente dedicada en esos años exclusivamente a investigar a los comunistas latinoamericanos, se hayan refugiado en la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), cuyo director, el vasco Andoni Astigarraga, había sido uno de los fundadores de los Servicios Vascos en Buenos Aires.


Así pues con este artículo se confirma que los Aliados, especialmente los Estados Unidos, traicionaron el sueño independentista de Navarra, la patria de los vascos.


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