De Pasai Donibane y la espectacular botadura de la Nao San Juan por parte de Albaola, fruto de una década de arduo trabajo, traemos a ustedes este texto publicado en Facebook que también nos habla de memoria histórica, pero esta vez, en Eibar, localidad que en sí materializa como se vivió la Revolución Industrial en suelo vasco.
Adelante con la lectura:
La lección de Pasaia para Eibar
La nao San Juan señala el rumbo hacia un gran museo del patrimonio industrial
Alberto Echaluce OrozcoLa imagen de la nao San Juan flotando en la bahía de Pasaia, tras más de una década de trabajo en Albaola Itsas Kultur Faktoria, es mucho más que una hazaña naval. Es la demostración de que un territorio pequeño, con un relato poderoso y una apuesta sostenida, puede convertir su memoria técnica en un proyecto internacional de primer nivel. Un ejemplo que interpela directamente a Eibar y a su viejo sueño: levantar un gran museo que explique al mundo el genio industrial de un pueblo que lo fabricó literalmente todo.
Albaola ha logrado algo que parecía reservado a grandes instituciones: a partir de la investigación arqueológica en Red Bay, la documentación histórica y el impulso de un pequeño equipo liderado por Xabi Agote, ha reconstruido con rigor científico un ballenero vasco del siglo XVI y lo ha llevado al agua como símbolo vivo del patrimonio marítimo vasco. Todo ello desde un astillero-museo instalado en un espacio industrial recuperado, abierto al público, formando oficios, atrayendo voluntariado y alianzas internacionales.
Con la flotadura-botadura del casco, Albaola ha convertido la San Juan en un icono de alcance global: un barco que será museo flotante, embajada cultural y, en pocos años, protagonista de una travesía a Canadá que conectará pasado y presente en una narrativa clara, emocionante y exportable.
Ese es exactamente el tipo de relato que Eibar tiene pendiente contar con la misma ambición.
Porque si Pasaia ha levantado una nao, Eibar lleva siglo y medio construyendo, pieza a pieza, un museo posible: escopetas finas, bicicletas, máquinas de coser, motos, pequeños electrodomésticos, herramientas de precisión; ingenios tan simbólicos como el sacacorchos de Boj, la grapadora de El Casco, la silla de barbero, el órgano Helmholtz, el damasquinado, los Zuloaga, el arte y el trabajo de un tejido urbano donde “todo el pueblo era taller”. Ese patrimonio ya está parcialmente recogido en el Museo de la Industria Armera, hoy confinado en la quinta planta de Portalea: valioso, pero discreto, escondido, lejos de la escala que merece la historia que cuenta.
La operación de la nao San Juan ofrece a Eibar tres claves muy concretas:
1. Visión a largo plazo
Albaola no ha improvisado: ha trabajado más de diez años con un objetivo nítido, un relato claro (“recuperar un ballenero vasco y la memoria compartida con Canadá”) y una hoja de ruta técnica y cultural. Eibar dispone ya de ese relato, solo necesita afirmarlo: una ciudad obrera e innovadora que pasó de las armas a la bicicleta, de la máquina de coser al diseño de precisión, y que puede explicar como pocas en Europa la evolución del trabajo, la tecnología y la cultura industrial.
2. Espacio emblemático y abierto
Pasaia ha hecho de Albaola un lugar de peregrinación cultural: se ve, se toca, se escucha cómo cruje la madera. En Eibar, la oportunidad pasa por dar un salto espacial y simbólico: un gran Museo del Patrimonio Industrial accesible, visible desde la calle, integrado en la ciudad, con metros suficientes para contar la cadena completa: talleres, marcas, piezas únicas, archivos, audiovisuales, demostraciones, residencias de artistas y diseñadores, conexión con la FP y la universidad. El edificio del antiguo El Corte Inglés, hoy en negociación, encaja como puerta grande para ese proyecto: situación céntrica, volumen, aparcamiento, capacidad para convertir el museo en motor urbano, económico y turístico.
3. De colección estática a proyecto vivo
La fuerza de Albaola no está solo en el barco terminado, sino en el proceso abierto: visitantes viendo trabajar, aprendices, investigadores, colaboraciones internacionales, programación constante. Eibar puede aplicar el mismo modelo: un museo vivo donde se restauren máquinas, se fabriquen piezas, se enseñe damasquinado, se monten y desmonten bicicletas históricas, se expliquen procesos de estampación, se muestren diseños contemporáneos inspirados en Boj, El Casco o Alfa, se programen exposiciones sobre Zuloaga o sobre cómo la ciudad se levantó tras la guerra gracias a sus manos y su ingenio.
La gesta de la nao San Juan recuerda que el patrimonio no es una postal nostálgica, sino una herramienta de futuro. Pasaia ha colocado en el mapa un proyecto que genera visitas, prestigio, empleo cualificado y orgullo colectivo. Eibar, con una densidad industrial única por metro cuadrado y un capital humano que ha fabricado mundo, tiene credenciales de sobra para hacer lo mismo en clave terrestre.
Si desde la bocana de Pasaia se ha levantado, tabla a tabla, un símbolo mundial del patrimonio marítimo, desde las laderas del Ego se puede levantar un gran museo del patrimonio industrial vasco que explique al mundo qué significan una escopeta eibarresa, una bicicleta G.A.C., una máquina de coser Alfa, un sacacorchos Boj, una grapadora El Casco, un banco de trabajo, un damasquinado o un cuadro de Zuloaga cuando se miran juntos: la historia de todo un pueblo que convirtió el trabajo en cultura.
La nao San Juan ya flota. Ahora le toca a Eibar hacerse a la mar con su propia memoria.
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