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martes, 2 de noviembre de 2010

Que Bote la Pelota



Esta nota ha sido publicada en la página Levante - El Mercantil Valenciano:

En el Bicentenario de México también se juega a ´llargues´

Se inaugura una cancha de pelota "tarasca" en el corazón de México para conmemorar la independencia

Alberto Soldado Valencia

La independencia de México también recuerda el juego "a llargues". Una cancha de pelota "tarasca" se inauguraba el día 12 de septiembre en la ciudad de Altamiro, 25.000 habitantes, epicentro del estado de Guerrero, en el suroeste de las tierras mexicanas. Las autoridades de la ciudad han mostrado sensibilidad hacia una de las manifestaciones culturales que consideran autóctonas, de origen prehispánico. Seguramente ninguno de ellos sabe que ese mismo juego, se extendía por tierras europeas siglos antes de Colón, con nombres diferentes pero con un denominador común: la mano, la pelota, el enfrentamiento directo y la conquista del terreno rival: el juego a "ratlles" valenciano, el juego a "chazas" castellano, el "bote luzea" vasco-navarro, el juego a "chaisse" de los franceses. Ese juego poco o nada tiene que ver con el que se practicaba en las canchas de pelota tan extendidas por Mesoamérica.

Todo ese movimiento se articula hoy gracias a la existencia de la CIJB que ha sabido mantenerlo como parte del patrimonio cultural de sus regiones. En un viejo manual editado por un aficionado y divulgado por su Federación de Deportes Autóctonos y Tradicionales mexicanos al encargado de señalar las "ratlles", se le dice "chacero". Ese reglamento, verdadero tesoro, confirma la identidad de las reglas del deporte alabado por el italiano Scaino, en el siglo XVI, o el valenciano Amorós, a principios del XIX.

A Altamiro han llegado para esta gran fiesta, varios jugadores procedentes de Atlanta, Houston, Georgia y Texas. Son emigrantes mexicanos que han llevado su juego a tierras de USA y que ahora, regresan a sus pueblos, ubicados en los territorios de los tarascos, viejos pobladores indígenas, para recuperar su presencia e impulsarla entre las nuevas generaciones. Ese mismo deporte se mantiene fiel en la capital del estado de Oaxaca, donde cada domingo una legión de aficionados acuden a su cancha de pelota pues también lo consideran allí originario de los mixtecos, los indígenas más "rebeldes" a la uniformidad. Los mixtecos lo han exportado a tierras del norte anglosajón. Difusores culturales de Dallas lo han recuperado: "No queremos que nuestros jóvenes se avergüencen de hablar español o de recuperar nuestras costumbres", afirman a la prensa. Un pelotari de La Marina, de La Toscana o del Valle del Baztán, de Frísia o La Picardía se adaptaría inmediatamente al mismo.

Unos días después, en la amazónica región del Putumayo, en Colombia, corregimiento de Villagarzón, los mejores pelotaris del país compiten en una cancha de tierra, en el juego a "chazas". Quizás por ser cancha de tierra y juego de pobres lo consideran "autóctono". Ese es su sino.

Por cierto, la localidad guerrerense a la que se refiere el autor se llama Ciudad Altamirano, no Altamiro.


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