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domingo, 27 de agosto de 2023

130 Aniversario del Motín Donostiarra

Aquí traemos a ustedes este artículo publicado por Noticias de Gipuzkoa con la intención de proveer a ustedes con mayor contexto al texto publicado ayer por Iñaki Egaña.

Adelante con la lectura:


El motín contra Sagasta, un canto a la libertad

Martín Anso | Gamazada Donostian Herri Ekimena

Hoy se cumple el 130 aniversario del motín que tuvo lugar en Donostia contra el entonces presidente del Gobierno español, Práxedes Mateo Sagasta, dentro del movimiento en defensa de los fueros que se desató entonces en Euskal Herria y que ha pasado a la historia con el nombre de Gamazada.

Con el fin de recordar y dar a conocer aquellos hechos, hemos organizado hoy domingo, a las 12.00 horas, un acto en el quiosco del Bulevard, pues fue precisamente ahí donde empezó y acabó todo.

Lo hemos titulado Kantu bat askatasunari, porque entre los ingredientes fundamentales del acto hemos incluido el Gernikako arbola, cuya prohibición fue el detonante del motín. En realidad, el Gernikako arbola, que la prensa extranjera de la época no dudaba en calificar como himno nacional vasco, fue algo así como la banda sonora de la Gamazada.

¿Pero qué es eso de la Gamazada? En 1893, la profunda crisis económica hizo que se desataran las protestas en todo el Estado español. Pero en Euskal Herria, también en aquella ocasión, adquirieron un significado propio. Aquí sirvieron para reivindicar abiertamente los fueros, fundamentalmente, porque el entonces ministro de Hacienda del Gobierno de Sagasta, Germán Gamazo, promulgó un decreto que atacaba los conciertos económicos, los restos del régimen foral.

La Gamazada –o sea, las protestas contra el decreto– cobraron especial fuerza en Navarra, donde la propia Diputación se puso al frente del movimiento, pero hubo incidentes un poco por todas partes… en Bilbao, en Gernika, en Gasteiz, en Laguardia y en Donostia. Estos, sin duda, los más graves.

¿Qué pasó en Donostia? En Donostia, aquel 27 de agosto de 1893, también domingo, se respiraba un ambiente de verano y de veraneo. Corridas de toros, el casino hasta los topes… y la banda municipal tocando en el quiosco del Bulevard.

Cuando la banda terminó su concierto, parte del público pidió que interpretara el Gernikako arbola. El director dijo que no, que tenía órdenes expresas del alcalde de no tocar nada fuera del repertorio.

Entonces, algunos espontáneos subieron al quiosco y, a capella, cantaron el Gernikako ante, al parecer, la general aceptación de la concurrencia. No de los serenos, que intentaron practicar detenciones, cosa que la gente impidió.

Los ánimos se calentaron y se generó un primer tumulto, en el que empezaron a escucharse gritos como “¡Vivan los Fueros!” y “¡Vamos a casa de Sagasta!”.

La casa de Sagasta era el hotel Londres, donde el presidente del gobierno se hallaba alojado. No estaba en la ubicación del Londres actual, sino en la Avenida, en el solar delimitado por Hondarribia, San Marcial y Getaria.

Allá se fueron en manifestación, profiriendo gritos a favor de los fueros y cantando el Gernikako arbola.

Los manifestantes no se limitaron a gritar y cantar sino que también apedrearon el hotel, hasta que apareció la Guardia Civil y, sin previo aviso, abrió fuego. Hasta ahora sabíamos que tres personas fallecieron como consecuencia de aquellos disparos: Vicente Urzelai, Rufino Azpiazu y Justo Pérez. Ahora, tras la investigación realizada al calor de esta iniciativa popular, sabemos que también Bernardina García, Juan José Arza y Martín Osés corrieron la misma suerte. Es decir, los muertos no fueron tres, sino seis, y no se descarta que la lista pueda alargarse. Los heridos de bala y los detenidos se contaron por docenas.

El Ejército salió a la calle y la represión subsiguiente fue brutal. ¿Pero quién se acuerda de Sagasta? ¿Tiene sentido hoy conmemorar la Gamazada? Desde nuestro punto de vista, lo tiene, claro que lo tiene…

Se trata de unos hechos sin duda gravísimos, que debieron dejar una huella profunda en la sociedad de la época y que, sin embargo, son poco conocidos. En nuestra opinión, ello se debe a que la historia de Donostia se ha contado y se sigue contando muy a menudo de una manera edulcorada y, por supuesto, interesada.

Da la sensación de que, después de la quema de la ciudad en 1813, los y las donostiarras hicieron piña para construir lo que pronto fue la corte de verano, la ciudad aristocrática, afrancesada y liberal (en algunos aspectos, no en otros, claro), que alcanzó su edad de oro en la Belle Époque, cuya añoranza se cuela aún en no pocos discursos. Da la sensación de que en aquel proceso no hubo conflictos ni políticos ni sociales. Bueno, sí, las guerras carlistas. Pero los carlistas no eran donostiarras sino “de la provincia”, ¿no?

Pues no, Donostia –como cualquier otra ciudad, por otra parte– es un lugar donde han confluido y siguen confluyendo intereses muy diversos y con frecuencia contrapuestos, que, inevitablemente, han dado y siguen dando origen a conflictos sociales y políticos. Y el motín contra Sagasta es un buen ejemplo de ello. Aunque solo fuese por eso, por poner en evidencia que la historia de Donostia dista mucho de la postal de la Belle Époque, merece la pena recordar aquellos hechos y los nombres de las personas a las que arrebataron la vida en ellos. Más aún cuando algunos, tal y como hemos señalado, ni siquiera figuran en la historia oficial.

Además, la Gamazada, en cuyo contexto, por cierto, ondeó por primera vez el esbozo de lo que pronto sería la ikurriña, fue un puente entre el fuerismo tradicional y el nacionalismo vasco moderno. Tiempos diferentes, respuestas diferentes. Hoy no adoramos al roble de Gernika, pero seguimos teniéndolos a él y al Gernikako arbola entre los símbolos de la voluntad de este pueblo de ser dueño de sus propias decisiones. Tanto ayer como hoy; tanto hoy como ayer.

Estas son nuestras razones para organizar Kantu bat gara. Quizá os animen a cantar con nosotros este domingo.





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