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domingo, 27 de octubre de 2024

Castells Fue a Estrasburgo

Naiz continúa haciendo un importante ejercicio de memoria reciente con este reportaje acerca de la hazaña lograda por el abogado Miguel Castells.

Lectura más que recomendada:


Castells vs. España, radiografía del primer caso vasco ante el TEDH

Un artículo publicado por Miguel Castells en 'Punto y Hora' en 1979 fue el germen de la primera condena de Estrasburgo contra el Estado español por violar los derechos de un ciudadano vasco. El caso fue juzgado en el Supremo tal día como hoy y acabó provocando un cambio en la legislación española.

Beñat Zaldua

Estamos en el despacho de un juez instructor en Madrid. Es 1979 y Miguel Castells, abogado y a la sazón senador de Herri Batasuna, presta declaración por el caso abierto a raíz de una querella del Fiscal General del Estado, el falangista Juan Manuel Fanjul Sedeño, por injurias contra el Gobierno. 45 años después, el acusado recuerda así su declaración:

-Bueno, ¿pone usted la fianza o no?
-No voy a poner un real.
-Pues voy a tener que meterlo en la cárcel.
-Pues métame.
-Pero piense usted en su familia.
-Mi hijo está aquí, en el recibidor, para ver si puedo despedirme de él.
-Pero hombre, Castells, pídame que le rebaje la fianza.
-Que no pago un real, lo que yo denuncio es real y lo que tienen que hacer ustedes es abrir un sumario por todos estos casos.
-Presénteme un escrito solicitándome que le quite la fianza.
-Que no.
-Bueno, bueno, ya pensaré lo que hago, ahora márchese.

Una época. Desde un despacho en el que sigue trabajando a los 93 años –¿hay algún abogado en el mundo con una carrera en activo de 66 años?–, Castells insiste en que las cosas hay que entenderlas en su contexto, que no sirve diseccionarlas y aislarlas para traerlas al presente. Y en esa época, eso era lo normal: «Era una decisión colectiva, un poco india, pero era así: nosotros amenazábamos al régimen con ir a la cárcel, no nos amenazaban ellos». Tenía su «pequeña trampa» en aquellos casos, reconoce: «La pena que se podía recibir no era excesivamente elevada».

A las 24 horas de prestar declaración, el juez instructor revocó el auto de prisión eludible con fianza y acordó la libertad provisional.

La escena tiene unos antecedentes y un largo epílogo que acaba, una década más tarde, con la primera sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) contra el Estado español por vulnerar los derechos de un ciudadano vasco. Llegaremos a ello.

El punto de partida es un artículo publicado por Castells en 'Punto y Hora' en junio de 1979 con el título «Insultante impunidad». Se trata de un espeluznante compendio de muertes no esclarecidas ni depuradas de ciudadanos vascos a manos de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de elementos de ultraderecha, en el que se subraya la impunidad con la que actúan unos y otros y se denuncia la responsabilidad del Gobierno: «Detrás de estas acciones solo puede estar el Gobierno, el partido del Gobierno y sus efectivos».

Castells apunta que apenas son los casos de los que se acuerda al escribir el artículo, «un botón de muestra, limitado y a vuela pluma, de crímenes de Estado impunes». También subraya que muchos de esos casos han sido reconocidos en la actualidad por los gobiernos autonómicos de Hego Euskal Herria como «víctimas de abusos policiales» o de «extrema derecha», y detalla: «El artículo tampoco es cosa de otro mundo, lo que pasa es que lo escribo cuando hacía poco que me habían nombrado senador». La querella fue fulminante. Y la concesión del suplicatorio solicitado para poder juzgarle por ser senador, también.

Es entonces cuando llega la escena ante el juez instructor. «Ir a la cárcel reforzaba nuestra denuncia, era una postura colectiva, la teníamos todos, lo importante era la impunidad de todos estos asesinatos y su denuncia. Como senador, estaba todavía más obligado», explica.

También ocurrió «tras cantarle las cuarenta a Juan Carlos (de Borbón) en las Juntas de Gernika». En aquella ocasión sí que fueron a la cárcel, solo que Euzkadiko Ezkerra pagó por su cuenta todas las fianzas y los sacaron: «Nos echaron de la cárcel contra nuestra voluntad». Ya le había ocurrido antes. En los años 60 tuvo que retrasar su boda un mes porque Melitón Manzanas lo metió en la cárcel por la negativa a pagar una multa –impuesta por las protestas realizadas para denunciar las torturas a otro abogado de Donostia–. «Era una forma de prorrogar la protesta y aumentar la trascendencia en temas de delitos de opinión», concluye.

Los de ahora son los de antes

El artículo incluía una frase premonitoria: «Los encargados antes del orden y de perseguir los delitos son los mismos de ahora. Y aquí en Euskadi nada ha variado en cuestión de impunidad y en cuestión de responsabilidad».

El tribunal que lo juzgó estaba presidido por José Hijas Palacio, todo un expresidente del Tribunal de Orden Público (TOP) franquista, y entre sus miembros había un antiguo director general de prensa durante la dictadura, que algo sabría de censura, y un pequeño mando de la División Azul.

A Castells le brillan los ojos cuando explica la recusación que presentó contra cuatro de los cinco magistrados: «Como jueces, habían dictado sentencias y habían metido en la cárcel a personas que pretendían ejercer derechos fundamentales, ¿cómo iban a juzgar ahora un tema de expresión y de libertad de opinión?». La respuesta del Tribunal Constitucional entra, según Castells, «en un debate universal», lo que lo hace más interesante.

El TC aceptó los hechos planteados por la defensa. Es decir, reconoció que los jueces recusados habían aplicado leyes y dictado sentencias que vulneraban derechos fundamentales –«así evitó concedernos la práctica de la prueba», apunta–. Pero añadió: es la función del juez. Es decir, un juez tiene como función aplicar la ley vigente en el momento en el que se aplique. Por lo tanto, no hay culpa, según el Tribunal Constitucional. Existe el razonamiento inverso, el de Castells: «Nosotros argumentamos que no es que apliquen una ley, es que dictan sentencias que vulneran los derechos fundamentales de la persona, es decir, que ellos han vulnerado esos derechos y que eso es consecuencia de una ideología, y que con esta ideología no pueden juzgar nuestro caso».

«En Alemania se juzgó a los jueces nazis y en Italia se juzgó a los jueces fascistas que, con sus sentencias, aplicaban la ley, sí, pero vulneraban derechos que no se pueden vulnerar, diga lo que diga la ley. Si la ley es criminal, tú no puedes hacerte cómplice», añade un Castells que no olvida la defensa de aquella recusación ante el pleno del Tribunal Supremo: «Hay que estar ahí. Cincuenta y tantos señores, todos con sus togas y la mayoría con el típico bigotito fascista. Y yo diciendo que estos cuatro magistrados tuvieron cargos gubernativos en vida de Franco, lo cual suponía una ideología concreta y determinada. Y ellos contestando con la mirada: 'Castells, hijo de puta, que yo también fui gobernador en Cáceres o Guadalajara'».

Perdieron la recusación, pero obtuvieron un bonito resumen de lo que fue la Transición.

Dos sentencias y un cambio legislativo

También perdieron el juicio, aunque la condena fue finalmente de un año, lejos de los seis inicialmente solicitados por la Fiscalía. Fue rápido. Se celebró tal día como hoy en 1983, con una espectacular presencia de la Policía española, la Guardia Civil, la UAR e inspectores de la DGS, según la crónica de 'Egin' del día siguiente. Cuatro días después ya había sentencia.

La causa de tamaña celeridad fue la negativa del tribunal a la práctica de la prueba propuesta por Castells. La raíz de su condena en el TEDH. Lo explica el propio acusado, que para algo es abogado: «En los delitos de calumnia e injurias, en términos generales, tú, autor de esa calumnia, puedes salir absuelto si pruebas que es verdad lo que dices. Pero en el código franquista del año 1973 había un artículo que decía: la exceptio habilitatis que se permite como causa de exención del delito, no se permite cuando la injuria o la calumnia se comete contra un alto organismo de la nación. No puedes librarte de la condena demostrando que es verdad lo que dices». Es decir, no importa que sea cierto lo que tú le achacas al Gobierno.

Esto, en Europa, no sonaba muy bien. Tras un largo proceso, el 23 de abril de 1992, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó por unanimidad al Estado español por vulnerar el derecho a la libertad de expresión de Miguel Castells, subrayando que ese derecho debía estar todavía más protegido al tratarse de un electo y poniendo el foco en que no se le permitió probar los fundamentos de las acusaciones vertidas en el artículo. También le afeó el recurrir a la vía penal cuando un Estado tiene muchos más recursos para defenderse. Antes de todo ello, anticipando lo que venía, el Gobierno español cambió la ley para eliminar la excepción que impidió a Castells demostrar sus acusaciones.

Fue un proceso costoso, en tiempo y en dinero, recuerda Castells, que plantea una disyuntiva siempre presente con un TEDH que unas veces da y otras quita: «La pregunta es si compensaba o no compensaba». Todo depende, quizá, de lo que se ponga en la balanza. En este caso, empujar a España a cambiar una ley –algo que hizo decaer numerosas querellas existentes por casos parecidos– y cosechar la primera condena europea contra el Estado por violación de la libertad de expresión no parece, a priori, poca cosa para un artículo de prensa.

 

 

 

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sábado, 26 de octubre de 2024

El Estatuto Separatista

Dīvide et īmpera.

Divide y vencerás.

Divide y conquistarás.

Lo dijeron los griegos, lo repitieron los romanos.

Fue la estrategia que utilizó Hernán Cortés para desgastar a la Triple Alianza del Valle de Texcoco.

Y es la estrategia que sigue utilizando Madrid para dividir a los vascos.

Por un lado, la Comunidad Autónoma Vasca con sus tres provincias; Bizkaia, Gipuzkoa y Araba.

Por otro lado, la Comunidad Foral de Navarra... sin Behe Nafarroa por no entrar en conflicto con París.

Comunidades, café para todos.

Lo mismo hacen con los Països Catalans.

Ah, pero como les gusta mencionar el Estatuto de Gernika, su supuesta muestra de civilidad democrática.

Lean el siguiente artículo de El Diario para entender de los que se trata:


Del reconocimiento de “Euskal Herria” a la incorporación de Navarra: 45 años del Estatuto vasco

“Esto, hoy en día, sería imposible de aprobar políticamente. Y jurídicamente seguramente tendría informes contrarios”, indican expertos sobre la literalidad de lo aprobado para Euskadi en 1979

Iker Rioja Andueza

Un ejercicio de política-ficción: ¿qué sucedería en España si Pedro Sánchez pactara con EH Bildu o con el PNV incorporar el término “Euskal Herria” al Estatuto, dejar claro que Navarra tiene derecho a formar parte de la comunidad autónoma vasca y que el lehendakari pudiera determinar cuándo intervienen la Policía Nacional o la Guardia Civil en Euskadi? La realidad es que todo eso figura en el actual Estatuto, el de 1979. Este viernes se han cumplido 45 años de su ratificación en referéndum sin que, como ya es costumbre, haya habido una conmemoración oficial más allá de los actos políticos de PSE-EE y PP. La jornada fue festiva durante un breve período, con Patxi López como lehendakari. Se espera que el 6 de noviembre Sánchez y el lehendakari, Imanol Pradales, constituyan una nueva comisión bilateral para dar impulso a las transferencias pendientes, 29 según la parte vasca. El objetivo es que se completen para 2025, incluida la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, algo nunca antes cedido a una comunidad autónoma.

El Estatuto vasco, que es fruto de importantes equilibrios en una España que acababa de aprobar la Constitución, que tenía muy reciente la dictadura y en la que el terrorismo y la violencia política marcaban el día a día, es un texto sin preámbulo. Y arranca con un artículo primero en el que se recoge, textualmente, que “el Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado Español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco, de acuerdo con la Constitución y con el presente Estatuto, que es su norma institucional básica”.

 “Esto, hoy en día, sería imposible de aprobar políticamente. Y jurídicamente seguramente tendría informes contrarios”, explica Juanjo Álvarez, catedrático que ha asesorado al anterior lehendakari, Iñigo Urkullu, en asuntos sobre autogobierno. Aunque paradójicamente ahora el PNV reclama como uno de los mínimos de cara a una reforma estatutaria el reconocimiento de Euskadi como nación, Álvarez recuerda que, muy al inicio, el Ministerio de Justicia llegó a expedir algunas resoluciones en las que hablaba de “nacionales” vascos como desarrollo del término “nacionalidad” previsto tanto en la Constitución como en el Estatuto. “No puede haber nacionalidad sin nación o sin nacionales. Nacionalidad no viene de región”, razona Álvarez.

En el artículo 2, también de modo textual, se explica que Álava, Bizkaia y Gipuzkoa “así como Navarra” tienen “derecho” a formar parte de la comunidad autónoma vasca. Se precisa que el caso navarro se activará “en el supuesto de que esta última decida su incorporación de acuerdo con el procedimiento establecido en la disposición transitoria cuarta de la Constitución”. Es más, en el articulado hay referencias a los “otros territorios vascos” más allá de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa cuando se alude, por ejemplo, al euskera.

“Era absolutamente normal hablar en esos términos. El término Euskal Herria se introdujo pensando en un concepto amplio de país. Fue una pelea con el Estado y con [Adolfo] Suárez del lehendakari, Carlos Garaikoetxea. En otros temas hemos avanzado, por supuesto, pero aquí hemos dado pasos atrás”, señala Joseba Azkarraga, diputado del PNV en las primeras legislaturas de la democracia y luego consejero del Gobierno vasco por EA, su escisión. “Son momentos históricos muy diferentes y no creo que se pueda comparar ni imaginar qué es lo que harían los actores políticos de hoy en día si tuvieran que estar en la situación de hace 45 años. En política, muchas veces el contexto lo es todo”, agrega Arantxa Elizondo, profesora de la UPV/EHU y única mujer del grupo de expertos que trabajó en una reforma estatutaria (luego fallida) en la legislatura de 2016 a 2020.

El Estatuto prevé también un mecanismo para la incorporación a Euskadi de los enclaves que, como Treviño, forman parte administrativa de otras comunidades autónomas. En un contexto de polémica por sentencias y medidas para regular el conocimiento de euskera en el acceso a los puestos públicos, el texto preveía en 1979 valorar como “mérito preferente” el dominio de la lengua vasca para ejercer como magistrado. En el simbólico terreno de la seguridad, no se regula como tal la Ertzaintza. Ni siquiera se menciona el cuerpo de nombre similar que operó en la Guerra Civil. Se alude a las Policías forales de los territorios -de las que solamente los Miñones de Álava operaron en la dictadura- como base para un futuro cuerpo autonómico. Y se detallan también las funciones de la Policía Nacional y de la Guardia Civil hasta el punto de prever que podrían recibir instrucciones del lehendakari. “Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado podrán intervenir en el mantenimiento del orden público en la Comunidad Autónoma [...] a requerimiento del Gobierno del País Vasco, cesando la intervención a instancias del mismo”, reza el artículo 17.

Y, sí, se prevé una cesión de la Seguridad Social. “Corresponderá al País Vasco: a) El desarrollo legislativo y la ejecución de la legislación básica del Estado, salvo las normas que configuran el régimen económico de la misma. b) La gestión del régimen económico de la Seguridad Social”, se puede leer. Una disposición puntualiza que la transferencia se hará “dentro” del “carácter unitario” del sistema, es decir, respetando la denominada 'caja única', y con “respeto al principio de solidaridad” con el resto de España.

El Estatuto vasco es, junto con el gallego, el único no reformado en España. Han sido dos los intentos activados. El primero es conocido como el 'plan Ibarretxe', una propuesta con componentes soberanistas que logró mayoría absoluta en el Parlamento Vasco pero que fue rechazado por una mayoría aún mayor en las Cortes Generales. La consulta prevista para otro 25 de octubre, el de 2008, fue suspendida por el Tribunal Constitucional. Esa dinámica acercó a PSE-EE y PP que, en una Cámara con la izquierda abertzale tradicional ilegalizada y con ETA activa, acabaron pactando para desalojar a Juan José Ibarretxe en 2009.

El segundo se produjo en el mandato de Iñigo Urkullu. El lehendakari se presentó en 2012 ante la ciudadanía con una promesa de “nuevo estatus” y varias fechas para poner en marcha una consulta. No se cumplieron, pero durante dos legislaturas trabajó una ponencia de autogobierno que terminó por no alumbrar ninguna propuesta. Inicialmente, PNV y EH Bildu pactaron unas bases para superar el marco de 1979 pero después Urkullu, que participó en primera persona para evitar una declaración unilateral de independencia en Catalunya, cambió el paso y recondujo la situación explorando otro articulado con PSE-EE y Podemos, pero tampoco cristalizó.

Ahora existe también un compromiso de Imanol Pradales por explorar un “nuevo pacto”. “Este nuevo salto cualitativo es necesario también por las dificultades inherentes al proceso anterior: el cumplimiento íntegro de las competencias pendientes avanza con serias dificultades y, además, a lo largo de este tiempo, se ha producido una erosión de las competencias pactadas”, ha plasmado por escrito en una tribuna. Su planteamiento es muy similar al que formulaba Urkullu: cumplimiento íntegro de las transferencias pendientes, un nuevo marco con reconocimiento nacional y bilateralidad con el Estado y más competencias. El PNV comprometió una ronda de reuniones discretas para tantear posibles acuerdos. El PSE-EE insiste en que no coquetee con EH Bildu para una propuesta soberanista, algo que ve como una “verdadera amenaza”.

“Las encuestas señalan que no hay una postura muy favorable a unos grandes cambios respecto a la situación actual. Los cambios muy radicales son cada vez más complicados. La única vía que tiene el Estatuto de autonomía es una reforma. Y una reforma que no implique unos cambios absolutamente sustanciales en lo que tiene que ver con la relación con el Estado español”, opina Elizondo. El propio Estatuto define cómo tiene que ser su reforma. Y, sí, también acaba siempre con un referéndum. Y añade: “La aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente Estatuto no implica renuncia del Pueblo Vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia, que podrán ser actualizados de acuerdo con lo que establezca el ordenamiento jurídico”.




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Una Decena Particular

El reportaje que les presentamos a continuación, parte del trabajo de memoria histórica reciente que se está llevando a cabo utilizando como fuente la hemeroteca de Egin, nos habla de la gran complejidad que ha caracterizado el día a día en Euskal Herria.

Adelante con la lectura:


De la Ertzaintza a la Marcha de Hierro, hitos que explican el presente

El 26 de octubre de 1982 empezaron a patrullar por las calles de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa los primeros 278 agentes de la Ertzaintza. Una década más tarde, trabajadores vascos y asturianos se dieron cita en Madrid para defender sus puestos de trabajo, en lo que se conoció como gran Marcha de Hierro.

Beñat Zaldua

El 26 de octubre es un día en el que la hemeroteca permite rescatar dos hitos sin los cuales difícilmente se explica el presente de este país. Se trata del despliegue de la Ertzaintza, que comenzó a pisar las calles de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa hace hoy 42 años, y de la gran Marcha de Hierro que trabajadores siderúrgicos vascos y asturianos culminaron en Madrid tal día como hoy en 1992.

Empecemos por la primera ventana abierta, la de la Policía autonómica. Fue un 26 de octubre de 1982 cuando los primeros 278 ertzainas, todos hombres, pisaron por primera vez con uniforme la calle para desempeñar su función. La custodia del palacio de Ajuria Enea, el Parlamento de Gasteiz y las diputaciones de Gipuzkoa y de Bizkaia fueron los primeros destinos de los agentes recién salidos de Arkaute. Cabe decir que no parece que la noticia entusiasmase demasiado a los responsables de la edición de 'Egin' del día siguiente, que decidieron ventilar el primer paseíllo con una fotonoticia en la primera página. Una imagen y, literalmente, cinco líneas.

Sí le dedicaron al cuerpo policial más espacio solo cinco años más tarde, cuando otro 26 de octubre (de 1987), 'Diario 16' publicó varios documentos en los que se evidenciaba el filtro que el PNV pasaba a todos los aspirantes a ertzainas. La Policía estaba a las puertas de la cuarta promoción y, según la investigación periodística, el grupo Ekintza de la Ertzaintza se esmeró en hacer un perfil ideológico de todos los candidatos, con anotaciones sobre sus filias y fobias políticas y recomendaciones sobre su entrada o no en el cuerpo.

Según el diario madrileño, cuya información fue recogida por 'Egin' el día siguiente, en este proceso de cribado habría participado Josu Olazaran, importante dirigente del PNV. Los lodos actuales pueden venir, en parte, de aquellos polvos en forma de filtro ideológico para que solo entraran los afines. «Gallastegui Jarriortuzar Aitor, HB, peligroso. ¡Ojo!», se podía leer, por ejemplo, en una de las anotaciones.

Lo cierto es que el apunte no resulta muy lejano a la obsesión y el ensañamiento que el mando 'Ugarteko' mostró en 2012 al ordenar cargar en el callejón en el que se situaba la herriko Kirruli, donde acabó muriendo, golpeado por una pelota de goma, Iñigo Cabacas.

Aquella música sectaria siguió sonando en el juicio que, por estas fechas, en 2018, se celebró para tratar, en vano, de dirimir las responsabilidades por la muerte del joven. Fue precisamente un 26 de octubre cuando acabaron de declarar los ertzainas citados como testigos por la defensa, que no hicieron sino debilitar la tesis de que en el callejón había incidentes.

Ninguna señal bastó para reencaminar una Ertzaintza que se ha convertido en un evidente problema, agravado por el hecho de que el cribado ideológico hace tiempo que dejó de funcionar para aspirantes españolistas cercanos a la extrema derecha.

La larga reconversión

El 26 de octubre de 1992 no fue un día ordinario en Madrid. Unas 70.000 personas se manifestaron en defensa de los puestos de trabajo en Altos Hornos de Vizcaya (AHV), Laminaciones de Lesaka y Ensidesa, en una de las mayores movilizaciones sindicales de la época. Eran trabajadores vascos y asturianos, que convergieron en la capital del Estado en la que se bautizó, de forma muy gráfica, como Marcha de Hierro.

«Estamos muy emocionados y esperamos que la llegada aquí, si las cosas no cambian, sirvan para darnos fuerza para seguir luchando», aseguró un trabajador de AHV, en declaraciones recogidas en la amplia crónica que 'Egin' publicó al día siguiente.

Era la reconversión industrial, que seguía golpeando la puerta como condición para entrar en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea y más adelante acabó siendo la actual Unión Europea. La Marcha, que sigue evocando las grandes luchas obreras de los años 80 y principios de los 90, no pudo, sin embargo, frenar el proceso de desmantelamiento que ya estaba en marcha y que culminó pocos años después, de forma desdichada para la que fue durante años la empresa más importante del Estado español.

De globalización se empezó a hablar más tarde, pero ya estaba de camino. Un sugerente análisis firmado por 'Ardotxi', daba algunas claves en 'Egin' del día 27: «Una enorme capacidad productiva, en feroz competencia, crea un gran excedente y destruye miles de empleos».

También recordaba que, en 1975, el sector siderúrgico suponía un 8,3% del PIB vasco y que, en cifras absolutas, la producción vasca superaba entonces la de países como Dinamarca, Finlandia, Yugoslavia, Turquía o Noruega. De hecho, en términos relativos, medidos en kilogramos de producción por habitante, la cifra superaba la de los EEUU y la URSS. Tres lustros de reestructuraciones bastaron para que poco quedase de todo aquello. Y la expectativa era peor: «Si el plan de Bruselas sigue adelante, Euskal Herria, de gran productor pasaría a depender del exterior y se vería obligado a importar acero».

Felipe González la llamó Ley de Reconversión Industrial y Reindustrializaciones, pero lo cierto es que tuvo mucho más de desmantelamiento que de reconversión o, todavía menos, de reindustrialización. Esa pérdida de empleo industrial, por el que ahora tanto se suspira, explica en buena medida los vicios de una economía española cada vez menos productiva, dominada por los sectores financieros, inmobiliarios y turísticos.

Aunque en menor medida, esa dinámica sigue lastrando también la economía de Hego Euskal Herria, como se vio –y se sufrió–, especialmente, durante la crisis que siguió al crack bursátil de 2008. Para muestra, los datos del paro conocidos otro 26 de octubre, en este caso de 2012. Así fue el titular de GARA el día siguiente: «El paro rompe la barrera del 25% en el Estado español y ya roza el 15% en Euskal Herria».

 

 

 

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Egaña | «Homo Sacer»

Con este texto publicado en Naiz su autor, Iñaki Egaña, arroja luz sobre una de las violaciones a los derechos humanos que más pasa desapercibida por la eso a lo que llaman la opinión pública; la ejecución extrajudicial de alguien que les resulta incómodo.

Madrid, por ejemplo, ha recurrido a esta herramienta del terrorismo de estado para eliminar a docenas de independentistas vascos.

Aquí lo que nos dice Egaña:


«Homo sacer»

Iñaki Egaña | Historiador

La expresión nos llega desde la antigua Roma, aunque la cristianización cambió su significado parcialmente o quizás ambiguamente. Del sacer al sacred, sagrado. Durante siglos, el homo sacer fue referido con el sinónimo de «proscrito», pero también como aquel que confiaba en el destino que le habían deparado los dioses o, en su caso, su dios monogámico. Hasta que llegó el filósofo italiano Giorgio Agamben para rescatar lo que, al parecer, fue su significado original, acogiéndose a una cita de un tal Sexto Pompeyo: «alguien que puede ser asesinado sin que el asesino sea considerado un asesino». Agamben introdujo el concepto a partir de la década de 1990, mezclándolo con aportaciones de Foucault e integrando su idea de que la biopolítica ha sustituido a la política, es decir, se ha convertido en una estrategia orientada a dirigir las relaciones de poder. En última instancia, la «esfera soberana» (leamos aquí según nuestra percepción, estados, lobbies, mafias, oligarquías...) puede matar sin cometer delito.

Como todas las ideas que se escapan del raíl oficial, la de Agamben, al igual sucedió antes con los conceptos foucaultianos, fue tachada de espuria. Las sociedades modernas nos hemos dotado de instituciones de justicia, incluso del habeas corpus anglosajón desde el siglo XVII, tenemos constituciones que avalan los derechos humanos, seguimos los valores derivados de la Revolución francesa (libertad, igualdad y fraternidad) y «vivimos» en democracia. Siguiendo la vieja y manida expresión de Anatole France: «En su majestuosa igualdad, la ley prohíbe a los ricos y pobres dormir bajo puentes, mendigar en las calles y robar panes».

Sin embargo, lo contrario al escaparate liberal es lo que en realidad sufrimos. Algo así como los adulterios de la familia real española, los fondos reservados utilizados para matar independentistas, la corrupción absoluta de los gobiernos, la tortura sin excepción... temas excluidos de la difusión política o biopolítica cotidiana, pero que, sin tener demasiados elementos para detallarla, sabemos de su expansión y excelsa existencia. La justicia no es igual para todos, a pesar en España del artículo 14 de su constitución, del tercero del preámbulo de la francesa o del sexto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se puede matar sin ser delito. El homo sacer existe. Y Benjamin Netanyahu es uno de los protagonistas con pedigrí de autor que desliza sus obras para que una legión de seguidores avale el derecho romano que definió aquel tal Sexto Pompeyo.

Hay un estado llamado Israel que se ha forjado bajo supuestas premisas religiosas, pero que en realidad obedece a la naturaleza de lo que ha sido Europa desde su formación política. Su alter ego histórico. Odio racial, adoctrinamiento, supremacía y deshumanización del diferente, en este caso de todo el entorno humano elegido como territorio, en el llamado Medio Oriente. No se trata de determinar la adecuación de conceptos como semitismo o sionismo, con sus contrarios como bandera. El problema es el estado construido artificialmente. Un estado que hace buena la tesis del homo sacer, del proscrito al que se puede asesinar gratuitamente, sin necesidad siquiera que sea combatiente.

Las leyes internacionales de la guerra, las convenciones de Ginebra, las pláticas sobre ética y moral quedaron olvidadas en un cesto apartado de la historia. Los «asesinos que no son considerados asesinos» dominan el planeta. El mismo Netanyahu dispuso de una gira por instituciones y estados. Es cierto que tuvo contestaciones bien dignas, pero buena parte de la elite política le aclamó. Mantiene los códigos supremacistas en lo más alto, impulsa los valores bélicos en las bolsas... Y se vale, como su estado, en justificar sus matanzas, su genocidio, con el relato que su pueblo una vez fue víctima. Cierto. Pero los códigos ideológicos de Hitler y los de Netanyahu no se diferencian en exceso. El líder israelí lo ha repetido y se ha jactado de ello, tal como lo han hecho sus colegas en el Gobierno: asesina y seguirá asesinando a quien le dé la gana.

Personajes que han dividido el planeta en términos supremacistas y a los que ni siquiera la historia ha juzgado, nos rodean en los telediarios, nos abren las puertas a sus familias, nos hacen compartir fotografías de cuando eran estudiantes. Del resto, de los homo sacer, de los proscritos, no tenemos más referencia que un número. José María Aznar, presidente de un gobierno tan corrupto que la mayoría de sus ministros fueron imputados, abrió la espita de la muerte junto a Bush y Blair. Asesinatos en masa. Ahora Aznar, tiene un caché determinado: entre 60.000 y 90.000 euros por conferencia.

Su compañera Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, estableció unos protocolos supremacistas con motivo de la pandemia de la covid-19. En dos meses, marzo y abril de 2020, 7.291 inquilinos de residencias de mayores de Madrid murieron sin ser derivados a hospitales. La mayor mortandad de una región europea en esas fechas. La Comunidad exigió incluso el pago de las habitaciones a internos ya fallecidos. Las denuncias por denegación de auxilio médico y similares fueron rechazadas por el Supremo. Dice que es imposible conocer qué muertes son achacables a decisiones políticas. Tal y como las hambrunas, los bloqueos económicos o el despojo de las materias primas en África o América. Nos encandilan con la máxima de que una decisión política es, per se, neutra. Para que las muertes queden impunes.

Hoy, más que nunca, los homo sacer son mayoría mundial. Cada vez las elites se comprimen más aún, acaparan más poder y visualizan sin rubor sus masacres. El planeta les pertenece y la arrogancia es su señal de identidad. Son los homo sapiens (hombre sabio que supuestamente no distingue entre sexos) que también feminizan e infantilizan la muerte. Porque en Líbano, en Palestina, tal y como nuestra compañera Mahasen Al-Khatib, esos homo sacer en realidad son ancianos, mujeres y niños.




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Integralmente

La plataforma en favor de los presos políticos vascos Sare ha llevado a cabo una muy importante conferencia en la que se han abordado distintos temas con miras al futuro.

Naiz nos hace un recuento de la misma:


Sare pone raíles a un futuro sin presos y sanador para las víctimas

Martina Anderson desde el espejo irlandés, Jaime Tapia y Jon Mirena Landa desde la experiencia de la Administración vasca y Maria Jauregi como víctima, entre otros, han contribuido a remarcar la hoja de ruta hacia la paz, la resolución y la convivencia, en una jornada de Sare en Donostia.

Ramon Sola

Las consecuencias de los conflictos armados deben ser afrontadas en su integridad, la reintegración de las personas presas resulta clave y ello no es contradictorio con respetar el dolor de las víctimas. Estas tres ideas pueden resumir la conferencia celebrada por Sare en Donostia este sábado, con participación vasca e internacional de primer nivel.

La jornada ha sido cerrada por Joseba Azkarraga, en nombre de Sare. Se ha referido a la actual eliminación del doble cómputo como constatación de que «lo que Sare o Etxerat hemos venido exigiendo en los últimos diez años no eran privilegios, sino legalidad y fin de las excepcionalidades. El mismo trato, los mismos criterios que se aplican al resto de las personas presas. Sin discriminaciones ni criterios particulares de oportunidad política partidista».

Abundando en ello, ha indicado que «no se puede exigir» a estos presos y presas «nada que vaya más allá de lo que la legislación ordinaria requiere. Y no puede ser que ciertos ámbitos políticos, judiciales o algunos medios de comunicación se erijan en evaluadores de las conciencias ajenas».

En consecuencia, se ha dirigido a Lakua para pedirle que opere «con criterios técnicos y profesionales en este tema, sin cometer el error de actuar en función de estrategias de oportunidad política». Más en concreto, tras la reforma de la 7/2014, Sare exige «agilidad» tanto a la Audiencia Nacional como a Lakua, cada uno en su parcela, para no seguir dilatando encarcelamientos artificialmente.

Azkarraga ha concluido con un llamamiento a «alcanzar unos mínimos de acuerdo que hagan posible el respeto, ayuda y reconocimiento a todas las víctimas de las violencias sufridas en este país» y ha incidido en que «nadie puede arrogarse el monopolio de su defensa, nadie». Con un último subrayado frente a discursos en boga: «No puede haber satisfacción de las víctimas fuera del Derecho».

Desde este espacio, durante la mañana se ha emitido también la aportación en video de Maria Jauregi Lasa, en el que reivindica antes que nada «el reconocimiento a todas las víctimas», incluidas las de la violencia estatal, incidiendo en el «derecho a la verdad: qué ha sucedido, cómo y por qué. La sociedad también tiene derecho a esa verdad». Lo percibe también como un «modo de compensación» para quienes no han tenido justicia, y para ello insta a levantar los secretos oficiales. Junto a ello, plantea una «construcción de la memoria» basada en «buscar lugares comunes» y a partir de los derechos humanos. Jauregi ve preciso hacerlo fuera de los focos mediáticos y de las discusiones políticas.

Tras ello, Jauregi ha considerado, al hilo de la cuestión del doble cómputo, que hay que dejar de utilizar a las víctimas por parte de los políticos y también de los medios y además «hacer pedagogía»: «Hay que explicar cómo funciona el sistema penal y penitenciario. La información tiene que ser veraz y contrastada».

La perspectiva internacional

¿Cómo se ven las cosas desde fuera? Pocos mejor que Brian Currin y Martina Anderson para reflejarlo. El facilitador sudafricano no ha podido venir a Euskal Herria por problemas familiares de última hora, pero ha enviado un mensaje en el que evoca el valor de la Justicia Transicional para la resolución en su país y en Irlanda, incluyendo la temprana excarcelación de presos. Ha constatado que en Euskal Herria no ha ocurrido lo mismo por culpa de «intereses enfrentados» pero ha elogiado el «pensamiento creativo» del proceso vasco, «inspirador» para otros.

Currin concede gran valor, por ejemplo, a los procesos de reconocimiento y reparación de víctimas de los dos lados aprobados por los parlamentos. Aquí ha sugerido incluso al Gobierno de Lakua que implante un día festivo anual para recordarlas a todas y «celebrar las medidas de reconciliación».

En cuanto a la situación de los presos, ha dicho conocer los avances, los ha atribuido a la movilización ciudadana y ha dado las gracias a las personas encarceladas «por los pasos dados. Les aliento a seguir cerrando heridas». No obstante, tampoco ha ocultado que «la lentitud» en el logro de soluciones «es un problema y hay que resolverlo».

Sí ha estado en Donostia Martina Anderson, exprisionera irlandesa y referente de Sinn Féin en instituciones irlandesas y europeas. Ha recordado cómo en 2016 estuvo en una misión de eurodiputados a Euskal Herria en la que ya abogaron por soluciones para los presos, «que no pueden estar sometidos a procesos excepcionales. Desde entonces se han producido avances significativos que tenemos que reconocer: fin de la dispersión, facilitación del acceso a grados, procedimientos de pronta excarcelación...», ha constatado.

Ha saludado aquí la reforma que elimina el doble cómputo, pero alertando acto seguido de que «este viaje no ha terminado. Incluso después de su liberación, las personas presas sufren continuas restricciones». Lo ha ejemplificado con un duro ejemplo personal: «Yo misma conozco perfectamente estas situaciones desde que salí de prisión en 1998. A mi marido y a mí se nos negó el derecho a adoptar un niño porque somos expresos políticos. Y una mala praxis ginecológica cuando estaba en una prisión de Inglaterra me provocó daños en el útero que me han impedido tenerlos», ha narrado. Así que ha abogado por actuar para paliar las consecuencias de encarcelamientos muy largos y muy duros.

«El camino a la paz nunca es sencillo, pero es posible. Aquí, como en Irlanda, no existe el monopolio del sufrimiento. Caminar por un camino de reconciliación puede ser un gran desafío para muchas personas; debemos respetar su dolor. Para algunas personas, la pronta excarcelación de presos en Irlanda fue difícil. Pero también debemos poner en valor la aportación de esos expresos al proceso de resolución», ha añadido. Anderson ha remarcado cómo el Sinn Féin impulsa la reconciliación, «que no es solo una necesidad política, sino más bien un imperativo moral».

El camino vasco

Han completado el mosaico tres voces vascas también muy cualificadas. Como Jaime Tapia, que ha pilotado la gestión penitenciaria de Lakua desde la transferencia en 2021 hasta el trasvase de la carta de Justicia al PSE. Ha lamentado que aunque la gestión competa a la CAV «las leyes siguen siendo del Estado y eso es un obstáculo. No somos Alemania, donde los länder pueden ajustar algunas leyes. Esto genera cierta frustración: puedes dar un tercer grado, pero en Madrid lo pueden revocar y entonces actúas con cierta prudencia o desconfianza».

Tapia ha admitido que el PNV no tenía gran interés en asumir este «marrón» («algún dirigente ya lo ha dicho») y ha mostrado algunas dudas sobre la posición que tomará el PSE, al que ha animado a apoyarse en las Juntas de Tratamiento. También recela de cómo se aplicará el fin del doble cómputo. Y comparte –ha habido unanimidad en esto– que hay que corregir la 7/2003: «40 años es una barbaridad. Sería bueno incluso para la sociedad española».

En general, «las líneas que lanzamos todavía necesitan impulso, como las enfermedades mentales, la cuestión de los niños, la colaboración con el Tercer Sector o la Justicia Restaurativa...», ha enumerado, alertado de que «no son buenos tiempos, el punitivismo lo corroe todo».

La doctora Laura Pego ha explicado en qué consiste la Justicia Transicional esgrimida ya por Currin en su intervención: «Es necesario un compromiso político importante para hacer las modificaciones necesarias. También un compromiso de la sociedad civil para soportar ese avance. Y una hoja de ruta que se siga hasta el final, con transparencia y que genere confianza». Centrándose en Euskal Herria, Pego ve muy preciso un reconocimiento de su violencia por parte del Estado y lamenta el desfile de la Guardia Civil el 12O en Gasteiz.

El catedrático Jon Mirena Landa, que fue director de Derechos Humanos en el Gobierno Ibarretxe, ha abundado en esta cuestión de las víctimas. Sin ánimo de «entrar en un campeonato de datos», ha constatado que el 60-70% de los atentados de ETA se ha esclarecido y purgado, mientras que en el caso de la tortura «el 99%» sigue oculto e impune. Esto genera distorsiones en la memoria y también en la atribución de responsabilidades políticas; echa en falta «un fair play».

¿Vamos bien, vamos mal? En la cuestión de los presos, «queda el paquete de la 7/2003, y no se pide nada del otro jueves, solo un estándar de reinserción normalizado», ha subrayado Landa.


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 Video | BRIAN CURRINek SAREko Konferentziara bidali duen mezua

 

 

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Agur eta Ohore Juanje

Euskal Herria ha tenido que decir adiós a uno de sus guerreros más incansables, Juanje Soria.

Les traemos el obituario que Naiz le ha dedicado:


Juanje Soria, adiós al abogado de mil causas (algunas ganadas)

Ramon Sola

Bromeaba con que era «el abogado de las causas perdidas», pero Juanje Soria Gulina ha ganado muchas de ellas. Y sobre todo, la de la solidaridad y la amistad. Este sábado se ha conocido su fallecimiento.

Su huella queda en casi todas las peleas sociales y políticas de Nafarroa de las últimas décadas. Con mención especial a la de la insumisión; entre los 80 y 90 fue abogado defensor de muchos de quienes lideraron aquella pelea que acabó en victoria primera contra la Prestación Social Sustitutoria y luego contra el propio servicio militar español. Algunos de quienes estuvieron presos lo han recordado con cariño y agradecimiento.

Esto es lo que decía él mismo en la inauguración del Parque de la Insumisión en Iruñea en 2018, recordando aquella lucha en que «había veces que había que perder» como inversión para el futuro.

Como citaba el mensaje de Juan Kruz Lakasta, Juanje Soria fue también el abogado de Solidarios con Itoitz en sus incansables peleas contra el pantano, incluida la causa por el corte de los cables que llevaban el hormigón a la presa en 1996.

De ahí saltó, casi de modo natural, a una implicación intensa contra los macrojuicios políticos, tanto en la plataforma que combatió el 18/98 como en Eleak. Por ejemplo, se encargó junto a Expe Iriarte de leer el comunicado final en esta manifestación en Iruñea en 2011.

Para entonces, a los casos civiles que llevaba ya sumaba otros con importantes connotaciones políticas en la era de los gobiernos de UPN, como los relativos al euskara. Y aquí también con algunas victorias: en 2010 ganó un pleito al Gobierno Sanz tras la negativa a considerar como mérito el conocimiento de la lengua en un concurso de enfermería. En este mismo ámbito, defendió a responsables de AEK cuando fueron citados por la Audiencia Nacional en un sumario de Baltasar Garzón que intentaba ligarlos con ETA, allá por el año 2000.

Bonachón por aspecto y buena persona por naturaleza, Juanje Soria era de los que nunca sabía decir que no. O no quería. Y así ha ido acumulando causas. Causas judiciales primero y causas nuevas por las que luchar, cuando ya le llegó la edad de jubilación.

En los últimos años su aportación ha sido potente en el Foro Social Permanente, donde ha sido interlocutor habitual con el Parlamento navarro. Antes impulsó la iniciativa Tantaz Tanta por los derechos de las personas presas, en un momento en que la manifestación anual de enero estaba bajo amenaza de prohibición. Y dio varias charlas sobre Justicia Transicional cuando el concepto apenas era conocido en estas tierras.

También ha participado en iniciativas sociales como la denuncia del maltrato animal en Sanfermines, en esta carta pública en NAIZ este mismo año. O en la creación de medios alternativos como Ahotsa, uno de los que le ha recordado este sábado.

La defensa de las víctimas del Estado ha puesto colofón a estas décadas de trabajo incansable y contra vientos y mareas, pero siempre sin perder la sonrisa ni elevar el tono más de la cuenta. La Red de Personas Torturadas de Nafarroa se ha sumado a las condolencias con este mensaje.

 

 

 

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viernes, 25 de octubre de 2024

Entrevista a Aritz Otazu

Les recomendamos altamente la lectura de esta entrevista para que así la maraña de mentiras creadas por el españolismo con respecto a la historia de Nabarra sea disipada.

Disfruten:


“Las raíces del Reino de Navarra están en Vasconia. Vasconia fue el comienzo de Navarra”

Aritz Otazu Lujanbio  Director de Mintzoa | Este domingo por 14,95 euros más DIARIO DE NOTICIAS, se puede adquirir el libro ‘Vasconia y sus reyes’, escrito por Manuel Ilarri Zabala, autor ya fallecido

Jesús Barcos

Aritz Otazu (Irun, 1975) es el director de Mintzoa, el sello que ha editado el libro Vasconia y sus reyes. Una crónica sintética sobre las monarquías de Iñigo Arista, García Iñiguez, Fortún Garcés y Sancho Garcés I, en un texto de 215 páginas. El libro cuenta además con dos capítulos iniciales sobre el expansionismo vascón, la lengua, antropología e historia, las relaciones con Roma, la confianza romana en los vascones o las invasiones de los bárbaros, y un segundo capítulo sobre cómo Vasconia se hizo reino.

Háblenos de Manuel Ilarri, el autor de este libro, ya fallecido.

–Manuel Ilarri era muchas cosas, hizo estudios de Teología, y se licenció en Ciencias Sociales y en Filosofía y Letras. Publicó La tierra natal de Iñigo Arista en 1980, con la Universidad de Deusto.

Y ahora llega este título: Vasconia y sus reyes.

–Las raíces del Reino de Navarra fueron Vasconia. Vasconia fue el comienzo de Navarra, más o menos la Navarra actual. Cuando se les llama vascongados a las gentes de Euskadi es precisamente porque fueron vasconizados. El libro va desde Iñigo Arista y se adentra desde finales del siglo VIII a primeros del X, donde tenemos cuatro reyes vascones, llamados por las crónicas árabes ‘emires barskunes’. Esa teoría que daba Manuel Ilarri de las raíces vasconas de los navarros de ahora nos interesó. Editamos con él un primer libro en 2003, ahora ampliado y corregido.

Ahondando en cuatro reinados.

–En esas raíces vasconas que tenemos los navarros y que él trata de una forma muy sencilla con una cantidad de datos con fuentes árabes y cristianas. A veces se dice que en esos reinados no hubo batallas. Por supuesto que hubo y bastantes, no solo la de Roncesvalles, que es la que ha pasado a la historia, sino bastantes más que el lector irá viendo. Con esa voluntad de difundir a otros reyes y épocas muy desconocidos. Navarra salió de ahí, y no por arte de magia. ¿Los territorios eran los mismos? No. Parece que pretendemos que el territorio de la Navarra actual sea el mismo que en el siglo VIII. No, evidentemente no.

Mintzoa tiene más de 40 años. Una historia increíble donde el mundo del libro ha cambiado sobremanera desde los ochenta.

–En los ochenta, después de Franco, se demandaban colecciones. Era lo que se llevaba, el ansia de cultura. En los noventa ya empezó a bajar. Mis padre abrió la línea facsímil. Vio en ferias internacionales que era desarrollable sobre Navarra y sus mil años de historia. Le llamaron loco, pero esa línea se vende y mucho, porque los navarros tenemos joyas y las joyas como hay que presentarlas así. También está la línea del libro antiguo original. Yo soy tasador documental, y en Francia y Alemania he rescatado obras navarras.

La tercera línea es la divulgativa.

 –Con libros como Vasconia y sus reyes. Muchas veces nos preguntan si Navarra da para tanto. Y respondemos que para más. Hemos publicado cientos de títulos y la gente sigue demandando historia de Navarra. Si no, con 40 años ya habríamos cerrado. Hay gente muy fiel a nuestros títulos. Hay muchísima curiosidad histórica, pero a gente de 25, 30 o 35 años le cuesta más comprar un libro. Nuestro público igual no sube mucho pero tampoco baja.  

¿Reciben muchos manuscritos?

–Al año entre 50 y 60, y publicamos entre 8 y 10 títulos. Prácticamente un 50% de lo que recibimos son tesis universitarias, y luego hay un tanto por ciento de novela. Nosotros con Begoña Pro, y una trilogía que está escribiendo sobre Enrique III de Navarra, hemos comenzado con novela histórica. En cuarenta años habíamos publicado alguna a modo testimonial. Hemos abierto esa línea, que tenga que ver con Navarra, para intentar atraer a la gente, y también la vía del cómic con César Oroz , para intentar llegar a la historia con rigor histórico. El cómic de Oroz, por ejemplo, está basado en Monteano. Nosotros estamos encantadísimos de publicar a gente nueva. Si tiene rigor no nos importa que tenga 25 años o 70.

Siempre en torno a Navarra.

–Tenemos una historia hiperrrica. Ahora se cumplen 1.200 años desde el 824 de Iñigo Arista, por eso hemos sacado este libro, desde que se fundó el Reino de Pamplona. Este libro está sacado para celebrarlo. Quiero animar a la gente a que lea historia de Navarra. No nos damos cuenta de lo que tenemos en casa. Así que animo a que se enamore de esta rica historia, porque descubrirá un mundo nuevo. No conocemos la historia de nuestro pueblo, y es importantísmo conocerla.

Ahora la Feria de Edición de Navarra les proporciona contacto directo con los lectores.

–Para nosotros las ferias son básicas, porque es la única manera que tenemos los editores y las editoras de tener ese contacto directo. En las ferias nos hablan mucho, te hacen una crítica de un libro, a veces buena, a veces mala... estas iniciativas nos acercan al público y nos valen para pulsar en un tanto por ciento si tus libros han gustado, y otras informaciones sobre el sentir de la gente.

Vasconia antes de ser reino, tes extractos

Relaciones con Roma

“Cuando (Sertorio) combatió contra Pompeyo en una guerra civil romana, el pueblo vascón se sintió más cerca de Sertorio y luchó en sus filas. Su lealtad se haría universalmente famosa con motivo de la defensa de Calahorra, ciudad vascona sitiada por Pompeyo, donde resistieron hasta la desesperación llegándose a alimentarse los vivos de la carne de los muertos.

Pompeyo reprimió con dureza la resistencia de los últimos focos que aún se le oponían en la península. Sin embargo, y a pesar del trágico episodio de Calahorra, su actitud en Vasconia, donde dio el nombre a la ciudad de Pamplona, no debió de ser desacertada, pues cuando en la nueva guerra civil luchó contra Julio César, los vascones se pusieron de parte de Pompeyo”.

Confianza romana

“Les tocó nuevamente perder a los vascones, al ser vencido Pompeyo por Julio César, y una vez más la generosidad del vencedor consiguió de ellos una actitud amistosa que llegó a ser auténtica colaboración tras las liberales medidas que tomó con los vencidos. Tan notoria fue a partir de entonces la lealtad vascona a los romanos, que Octavio Augusto, además de introducir vascones en su guardia personal, les confió la custodia de la ciudad de Roma mientras él se ocupaba en la guerra que terminaría con la derrota de Marco Antonio”.

“Mientras Roma conservó su autoridad en la península, Vasconia mantuvo su actitud de buenas relaciones en general, asimilando el proceso de romanización, que fue bastante intenso en las tierras meridionales. La administración romana era eficaz y garantizaba seguridad y subsistencia”.

Invasiones de los bárbaros

“Fue a partir del siglo V, al hundirse el sistema romano con la descomposición del imperio, cuando la estabilidad social desapareció para dar paso a la inseguridad y al temor. La vida en las ciudades resulta peligrosa para quienes poseen algo (...)”.




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Entrevista a Jesús García

Desde Naiz traemos a ustedes más información acerca de la inscripción encontrada en la mina de Lantz mediante esta extensa entrevista que vale muchísimo la pena leer.

Adelante:


«Roma llevaba más de 150 años aquí cuando se realizó la inscripción en la mina de Lantz»

Jesús García Gazólaz | Arqueólogo Gobierno de Nafarroa | La inscripción paleohispánica realizada sobre arcilla en una pared de una mina de Lantz consolida la hipótesis que despertó la Mano de Irulegi de que los vascones sabían escribir en su lengua y que continuaron haciéndolo tras la dominación romana.

Aritz Intxusta

¿Qué hacía usted tan adentro de la mina Lantz?

La causa se llama Rubén Beunza, un concejal del pueblo muy comprometido. Nos avisó a Príncipe de Viana de que había detectoristas en los alrededores de las minas. Esas minas las conocíamos en Patrimonio, porque se documentaron a finales de los años 60, pero solo se había llevado a cabo una minicampaña en la década de los 80. Apenas se había trabajado nada. Fui un día, quedé con Rubén, dimos una vuelta y comimos por allá.

¿Qué se encontró?

Me llevé una gran sorpresa. Vi mucha minería a cielo abierto, grandes trincheras en el monte fruto de la extracción de filones de mineral. Nos asomamos a las entradas de las galerías subterráneas, aunque aquel día no nos llegamos a meter. Recuerdo volver y comentar con el compañero todo aquello. Entonces nos planteamos que, tras 40 años sin hacerles caso, debíamos estudiar el complejo. Montar un pequeño equipo y, al menos, prospectar y valorar el potencial. Eso lo desencadenó todo.

¿Quién horadó esas minas y qué es lo que buscaba?

El complejo se encuentra en el barranco de Aierdi. Geológicamente, hablamos de un macizo muy antiguo, del Paleozoico, que es muy susceptible de contener minerales y que, de hecho, los tiene. Hay mineralizaciones ricas en hierro y cobre. Aparentemente, en época romana, que es cuando se intensifica el complejo, lo que buscaban era cobre.

¿Cómo la describiría?

No es una mina, sino un complejo. No hablamos de una sola mina, sino de un montón de explotaciones a cielo abierto, que en un momento determinado penetran en la montaña con galerías subterráneas, esas que nosotros hoy asociamos a una mina.

Su equipo se adentró por galerías horadadas a mano hace dos mil años. ¿Cómo de profundas son?

Llevamos cuatro kilómetros topografiados y registrados arqueológicamente en tres minas diferentes. Son galerías hechas a mano por los mineros, pero aquí se da la particularidad de que la roca está karstificada. La montaña tiene agujeros dentro como un gruyère.

Esto provoca que los mineros vayan cavando y se topen de vez en cuando con cuevas naturales. En ocasiones, esas cuevas naturales conectan de nuevo con el exterior. Estas aberturas fueron aprovechadas como bocaminas. Probablemente, esas cuevas que existían en época romana les permitió comprender la geología, la disposición del mineral y cómo tenían que atacar la roca. La cueva donde encontramos la inscripción alterna tramos de galería artificial y tramos naturales.

Le confieso que no sé si me atrevería a entrar.

Nos ha supuesto una labor de reciclaje importante. Hay que emplear técnicas de espeleología. Recorremos pozos de 20 o 25 metros de profundidad que, en ocasiones, se vuelven muy estrechos. Por suerte, en el equipo contamos con Arturo Hermoso de Mendoza, un espeleólogo del grupo Satorrak, que se ocupa de nuestra seguridad dentro.

Y mientras exploraban ¡zas! En uno de esos recovecos, encontraron una inscripción. ¿Ocurrió así?

Nos apareció en un recoveco, como dice. De forma que, además, los signos solo se ven al salir, porque están nada más pasar por un paso estrecho en un lateral. Durante el reconocimiento íbamos repasando las paredes de arriba a abajo para ver las señales de minería, las marcas de herramientas.

Por desgracia, en las minas material arqueológico queda muy poco. Únicamente podemos encontrar lo que se pierde o se rompe y no es reparable. No son yacimientos muy agradecidos. No están llenas ni de cerámica ni nada por el estilo. Mirábamos marcas de herramientas cuando, de repente, ahí estaban: surcos en el barrio con tres signos propios del signario ibérico.

¿Qué símbolos son esos?

Los podemos catalogar como inscripción paeohispánica, prelatina... O, más bien, una inscripción muy particular. Probablemente, sea más reciente que la mano de Irulegi. Quien la hizo, seguramente, ya convivió con gente que hablaba el latín.

Ustedes han trasladado que, probablemente, sea 50 ó 60 años posterior a la Mano de Irulegi. La precisión es asombrosa. ¿Cómo han la han datado?

Tenemos la fortuna de que la Mano se encuentra dentro de un yacimiento que se puede datar con mucha precisión.

El poblado de Irulegi se quemó durante las guerras sertorianas, que sabemos que fueron entre el 72 y el 82 antes de Cristo. Recuerdo que así se fechó la Mano. ¿Pero cómo han datado ustedes unas marcas en una pared?

No fue tan sencillo, porque la inscripción no se puede datar directamente. No se puede coger un trocito del barro y llevarlo al laboratorio. Podemos datar el contexto arqueológico que rodea la inscripción: la explotación minera. Esta explotación se puede fechar muy bien, porque la forma que tenían para debilitar la roca era mediante el fuego. Estaban permanentemente haciendo fuego dentro para descascarillarla, momento que aprovechan para romper la roca con barras. Todo el carbón de esos fuegos se quedó dentro. Es lo que pisamos al entrar. Y los restos de ese combustible los podemos datar perfectamente.

Además, sobre la inscripción hay marcas de una punterola, una especie de piqueta. Esas marcas de punterola aparecen por toda la mina, pues esa herramienta se usa para quitar arcilla y buscar vetas minerales. Esto nos dice que la inscripción es coetánea de la explotación minera, que coincide con el cambio de era.

La inscripción es muy cercana en el tiempo y en el espacio a la Mano de Irulegi. Parece más natural pensar que tienen cierto parentesco que presumir lo contrario.


El contexto lingüístico es similar. Si su pregunta es «¿pueden representar la misma lengua?», diría que no tengo ni idea, pero que es muy probable que sí.

¿Cómo era el trabajo en esa mina? ¿Qué herramientas empleaban?

Por lo que conocemos de minas en el Imperio Romano, sabemos que manejaban distintos picos, toda la variedad de mazas que se pueda imaginar y barras parecidas a nuestras barras de uña. Muchas de estas herramientas eran de hierro. Sacaban el material en cestos y capazos. Un proceso muy manual. Usaban eso y el fuego. Toneladas y toneladas de madera. Las minas acababan convirtiendo el monte en un erial.

No parece un trabajo demasiado cómodo. La Mano de Irulegi se encontró en un contexto de casa singular, propia de la élite. De ahí que se relacionara la capacidad de escritura a las clases altas. Su hallazgo lo contradice.

No tiene pinta, para nada, de que quien escribiera en esa pared con una herramienta roma propia de un minero perteneciera a ninguna élite. Esto nos habla del grado de alfabetización. Apunta a que escribía en su lengua vernácula hasta un minero ahí perdido. Se creía que los vascones no escribían, pero cada vez tenemos más indicios de que sí. Lo hacían en el único signario que, desde el siglo VII, se usaba en la Península: el ibérico.

De pensar que los vascones no escribían, hemos pasado a creer que sí que lo hacían y que incluso siguieron haciéndolo tiempo después de la dominación romana.

Parece que eso se desmonta. El Imperio Romano hacía dos siglos que había entrado en la Península. Cuando se hizo la inscripción en la mina, los romanos ya llevaban 150 años instalados aquí.

Pues hasta hace poco, eso no figuraba así en los libros de historia.

No, no aparecía así. La historia nunca cambia, pero los libros que se escriben sobre ella sí. Se van ampliando, progresan.

¿Ikae, Ighae...?

Los expertos creen que se puede leer de las dos maneras. No se puede distinguir si han representado nuestro sonido «K» o «G».

¿Qué futuro tiene ahora el complejo minero desde la perspectiva arqueológica?

Seguiremos. No sé si vamos a encontrar alguna otra inscripción y no tiene por qué ser lo fundamental. Lo más importante es el complejo minero, que es impresionante y está excepcionalmente conservado. En Gipuzkoa, por ejemplo, tienen una gran tradición de estudios arqueológicos de minas. En Arditurri hay una mina de plata muy importante musealizada. Esa mina tiene el problema de que se explotó hasta 1985. La minería moderna reventó la antigua, les quedan retazos. Lo que tenemos aquí lleva dos mil años sin tocarse. Está tal cual lo abandonaron. Ahora entender ese queso gruyère de galerías, las pautas de extracción, etc. nos va a suponer un trabajo de años.

¿Es bonito el complejo? ¿Puede ser visitable a futuro?

No se imagine una cueva natural, pero sí, sí que lo son. Ahora bien, aunque en el pueblo están entusiasmados, tampoco buscan más turistas que los que ya tienen con el carnaval. De momento, lo que toca es una fase grande de estudio. Si después se hace una puesta en valor, ya se verá. En mi opinión, merecería la pena.

 

 

 

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Recordando a Txomin Ziluaga

Desde Naiz se trae lleva a cabo este ejercicio de memoria en favor de una figura muy importante para Euskal Herria, Txomin Ziluaga.

Aquí la información:


Txomin Ziluaga, un dirigente al lado de su gente

Hoy hace 12 años falleció Txomin Ziluaga, histórico dirigente de la izquierda abertzale, con una larga militancia que arrancó a los 17 años en pleno franquismo. Alexander Ugalde Zubiri, profesor de la UPV-EHU, recuerda su figura.

Alexander Ugalde Zubiri

Han pasado doce años desde que falleciera en 2012 Txomin Ziluaga Arrate, que vino al mundo en 1939 en Erandio, cuando acababa la Guerra Civil en España y comenzaba la II Guerra Mundial.

Se las vio con la dictadura y con la «reforma democrática» que perpetuó gran parte de la estructura de aquella, aunque las formas cambiaran. Su vida personal y compromiso político deben ser percibidos en tales condiciones, por lo que su comportamiento fue a contracorriente.

Comenzó en la «borroka abertzale» –denominación por él usada– a los 17 años, involucrándose en las luchas en la década de los sesenta. Ello le llevó a militar y asumir responsabilidades en varias organizaciones en distintas épocas: ETA, HASI, por ser secretario general de este partido (1978-1987) participó en KAS y HB, Colectivo Santi Brouard y se implicó en Euskal Herritarrok, Batasuna y posteriores formatos de la izquierda abertzale.

Su militancia en ETA –integrante de la Oficina Política– supuso su detención en marzo de 1969, torturas en la comisaría de Bilbo, Consejo de Guerra y pena de reclusión de quince años por delitos de rebelión militar, auxilio al bandidaje y actividades subversivo-separatistas. La sentencia subrayó su «actitud rebelde» por pretender «expresarse en vascuence». Su abogado fue José Antonio Etxebarrieta, con quien tuvo una gran amistad.

Transitó por las prisiones de Basauri, Burgos, Segovia y Jaén, saliendo a la calle en 1976. Coincidió con la preparación de la fuga de Basauri (1969), Juicio de Burgos (1970) y fuga de Segovia (1976), apoyando esta desde dentro, pues le restaba poca condena.

En 1977 volvió a organizarse, tras conversar con Santi Brouard, en la convergencia entre EHAS y Eusko Sozialistak, que dio lugar al partido HASI. Participó en la constitución de Herri Batasuna. Fue diputado en el Parlamento vasco (1984-1986) y en el Congreso de los Diputados (1986-1989).

En su accionar, probablemente, la situación más difícil que vivió tuvo que ver con la crisis en la izquierda abertzale en 1987 y 1988, cuando, junto con otros militantes, fue expulsado de HASI en una infortunada resolución de contradicciones, si es que las hubo de envergadura, pues cabe refutar en gran medida la versión oficial que quedó para la posteridad. Empero, tuvo una lectura optimista de aquellos tiempos: «Yo te diría», le dijo a Pepe Rei en una entrevista, «que el balance de esos diez años ha sido muy positivo». Acerca de la crisis comentó: «Cuando los problemas son pequeños y son resueltos por malos métodos se hacen grandes (…). Cuando se pueda, ya se aclararán y reconocerán los errores mutuos que haya habido en todo esto».

Retomó a finales de los ochenta sus estudios efectuados en Sarriko, Barcelona y Madrid en los sesenta, que interrumpió con el ingreso en prisión. Se graduó y doctoró en Ciencias Políticas, siendo profesor en la UNED y UPV/EHU.

De su trayectoria caben destacar muchas cosas. Señalo algunas.

Su coherencia política e ideológica, centrada en la lucha nacional y social de Euskal Herria, lo que combinó con la solidaridad con los procesos de otros pueblos del mundo.

Dio la cara cuando las cosas venían complejas: denuncia de la represión; funerales ('Argala', 'Kirruli', Santi, Txomin Iturbe…); en las noches de bajadas electorales; cuando ante acciones duras de ETA había que salir a la palestra… ahí estuvo sin esconderse.

Fue habitual que en las movilizaciones en las que los cuerpos policiales amenazaban con intervenir, o lo hacían, enfrentara tales situaciones, lo que provocó que en varias ocasiones fuera golpeado y hospitalizado, además de encausado.

En definitiva, recuerdo a Txomin por su alto grado de compromiso político conducido con toda dignidad. Además, persona cercana en el trato. Un dirigente siempre al lado de su gente.

 

 

 

 

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Recordando a Monseñor Laboa

Desde Naiz traemos a ustedes esta semblanza biográfica de uno de sos vascos que pertenecen por derecho propio en el libro de Mark Kurlansky titulado 'La Historia Vasca del Mundo".

Adelante con la lectura:


Monseñor Josetxo Laboa, embajador del Vaticano y de su amada Euskal Herria

El 24 de octubre de 2002 moría en Donostia monseñor José Sebastián Laboa, pasaitarra y nuncio apostólico del Vaticano en diversos países y anfitrión de jefes de Estado en su última etapa. Una larga enfermedad ponía fin a la vida intensa de uno de los más prestigiosos diplomáticos de la Santa Sede.

Fermin Munarriz

Conocí a monseñor Laboa en vísperas de la invasión estadounidense de Panamá en 1989 en la Nunciatura -embajada del Vaticano- que él dirigía en la capital centroamericana. Eran momentos de mucha tensión e incertidumbre en el país. Y la Nunciatura vaticana era uno de los centros neurálgicos de la información. Según se hablaba en la ciudad, por allá pasaban todos los canales. El nuncio era una institución.

Como periodista enviado de 'Egin', solicité un encuentro con las lógicas reservas, que se deshicieron en el momento que atravesé la puerta verjada de la embajada y vi a un señor menudo en el porche con guayabera y un crucifijo al cuello con los brazos abiertos como quien recibe a su hijo después de largo tiempo: «iBienvenido, paisano!»

No era nada personal. Con el tiempo y nuevos encuentros pude constatar que aquel Josetxo –para los cercanos– Laboa era así, pero, especialmente, con los suyos, los de su tierra. «Gente de palabra», decía.

Efectivamente, por aquella embajada pasaban todos los circuitos de los mensajes –eso que se llaman últimos intentos antes de una guerra– que se cruzaban el gobierno del general Manuel Antonio Noriega –la presa que se quería cobrar EEUU–, los opositores de todo calibre, los enviados de EEUU, los diplomáticos...

Invasión de Panamá

Llegó la invasión anunciada y con ella uno de los momentos más críticos de la carrera de monseñor, nacido en Pasai Donibane en 1923 y con una vocación de «cura de pueblo» que se torció al ejercer estudios de Teología y de Derecho en las más prestigiosas universidades pontificias y una inteligencia privilegiada que le llevaron hasta el lugar donde se cuece la diplomacia vaticana. Esa tan reputada que no tiene prisa, porque se considera una institución «ad eternatis», eterna. Fue el entonces cardenal Montini, posteriormente Papa Pablo VI, quien lo ubicó en las tareas para internacionalizar el cuerpo diplomático.

De nuevo en Panamá, el Comando Sur de EEUU, que estaba dentro, en la zona del canal, lanzó a sus marines a invadir el país y apresar al incómodo Noriega al precio que fuera. El 20 de diciembre de 1989 tomaron Panamá por las bravas en un baño de sangre en busca del general, pero no lo encontraron. ¿Dónde estaba? Cuatro días más tarde, se supo: refugiado en la Nunciatura, con el beneplácito de monseñor Laboa. Tomó una decisión que él mismo consideraba arriesgada y hasta cuestionable desde el punto de vista de la diplomacia: enviar un coche para recoger a Noriega y llevarlo al lugar seguro de la embajada, territorio del Vaticano. Siempre defendió esa actuación desde el sentido pastoral de querer evitar una tragedia mayor. Solo en los dos primeros días de invasión ya habían muerto más de 1.200 personas.

Los estadounidenses se tomaron a mal el atrevimiento y rodearon el recinto con tanques y francotiradores y la amenaza de arrasar. No les funcionó y optaron por emitir a todo volumen música rock heavy las 24 horas del día en torno a la Nunciatura para ablandar la frágil resistencia.

Si la situación era de por sí delicada, faltaba un detalle no menor para la historia: ante la inminencia de una situación caótica en la que peligraban las vidas de todo el mundo, el nuncio invitó a refugiarse el primer día de la invasión a los deportados vascos que se encontraban en el país. Debía protegerlos y así se lo hizo saber por teléfono a su amigo y presidente español, Felipe González, que no salía de su asombro. «Son paisanos».

«Los cojones bien puestos»

El asedio a la embajada duró diez días y dejó una imagen memorable: el general Marc Cisneros, jefe del Ejército de EEUU y comandante de la invasión, ante la entrada verjada de la Nunciatura rodeada de tanques, exigiendo a un Josetxo Laboa vestido con guayabera clara y su crucifijo que entregara a Noriega y sus leales ante el pretexto de una toma de rehenes. La alternativa era asaltar el recinto. El nuncio se negó en rotundo y le dijo que el Vaticano solo facilitaría la salida de Noriega mediante un acuerdo legal que garantizara su vida y siempre que se entregara por voluntad propia. La respuesta de Cisneros fue en tono castrense: «Monseñor, tiene usted los cojones bien puestos».

Noriega se entregó el 3 de enero y días más tarde los deportados vascos pudieron salir a un tercer país. Monseñor Laboa siempre lo recalcó: «Hice todo con el Evangelio en la mano». Y así se lo reconoció el Papa Juan Pablo II, que le felicitó por su tarea y encomendó nuevos retos…

Quienes conocieron a Laboa coinciden en destacar su humanidad, su astucia, su habilidad… Seducía con la inteligencia, con su dominio de las situaciones y su liderazgo, con su cultura, con la capacidad de hacer sentirse cómodos a sus interlocutores: el más alto estadista o el más humilde de los paisanos. Y siempre mostraba el orgullo de pertenecer a su patria lejana. Todos los días leía algún fragmento en euskara después de caminar 12 kilómetros.


Según sus palabras, el secreto de la diplomacia era el «sentido común» y «ser auténtico». Lo decía un embajador de alto nivel que nunca pasó por la Escuela Diplomática vaticana y salía airoso de las misiones delicadas. Llegaba aprendido.

Tenaz, afable y con un refinado sentido del humor, igualaba al grande y al menor. Todos apreciaban la figura protectora de un Laboa que detallaba con precisión en un diario los avatares de su vida y que hoy reposa, seguramente, en alguna estantería familiar de Pasaia a la espera de la luz.

Panamá no fue la única prueba de fuego para el diplomático vasco. De allá fue destinado a un Paraguay convulso tras la dictadura de Stroessner y, más tarde, tras pasar por Malta, recaló en otra plaza difícil, la Libia de Gadafi. Contra lo previsto, el líder de la revolución lo recibió con admiración y respeto. Una antigua conversación casual con bebidas del país sobre Donostia y Pasaia con el embajador libio en Panamá había allanado el camino. Meses después, el pequeño y sonriente Laboa consiguió abrir la primera representación vaticana en el país de Gadafi.

Pero Laboa no se olvidaba de los suyos. Además de los altibajos de la Real Sociedad, seguía los acontecimientos de su país con la nostalgia del viajero errante. Siempre sacaba en su conversación aquel Pasaia de sus amores que dejó atrás de joven. Localidad a la que llevó de visita en 1954 al entonces cardenal Angelo Roncali, futuro Papa Juan XXIII, que se alojó en la casa familiar de los Laboa.

Propuesta de mediación en la autovía

Presumiblemente, alguna gestión discreta le llevó a hablar con el lehendakari Ardanza en la Navidad de 1990 sobre el cariz que tomaba el tema de la autovía entre Nafarroa y Gipuzkoa, que ya dejaba muertos. Unos meses más tarde, en mayo de 1991, desde Paraguay, Laboa hacía pública su disposición a mediar en el conflicto. Puso condiciones técnicas de viabilidad y de autorización de la Santa Sede. La Coordinadora Lurraldea aceptó días más tarde la mediación. Fue la parte española, con González a la cabeza, la que desechó esa opción de esperanza. En declaraciones a 'Egin' aquel mes, Laboa dejó su sello de identidad: «Por el País Vasco estaría dispuesto a hacer lo que sea».

La última vez que vi a monseñor fue en el Vaticano, unos meses antes de su muerte. El longevo obispo y entonces miembro de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos estaba pletórico y se manejaba con maestría en el recinto pontificio. «No hago milagros, pero sé quien los hace», decía con su fina ironía en aquella corte en la que era también el encargado de recibir a los jefes de Estado de todo el mundo que llegaban a la Santa Sede.

Lo de los milagros quizás era verdad, o al menos lo parecía. Pero una vez despachada la agenda oficial, se volvía a sentir a gusto con los paisanos. Lo decía con ojos vivaces ante la mirada sobria de otro vasco universal, el jesuita y director de Radio Vaticano Inazio Arregi: «¡Vamos a comer los mejores espaguetis del Vaticano!». En la comida no podía faltar otra de sus aficiones, contar anécdotas de una vida intensa. Vaya este pasadizo relatado por él como muestra de consideración a un personaje inigualable:

Laboa trató en persona al general De Gaulle cuando era presidente de la República francesa. «Altanero y arrogante», decía. Y también al que entonces era su primer ministro y luego presidente, George Pompidou. Un día de agosto, en plena canícula, Pompidou entró en el apartamento presidencial de De Gaulle y se encontró a este completamente desnudo. «¡Mon dieu!» (¡Dios mío!), exclamó. Y De Gaulle le contestó: «En la intimidad puede llamarme 'mi general'».

 

 

 

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