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domingo, 16 de octubre de 2016

Entrevista a Kristian Herbolzheimer

Han pasado cinco años de la Conferencia de Aiete.

Ha pasado una semana desde el patético triunfo del No en Colombia.

Aquí les compartimos esta entrevista publicada en Gara:

«Los gobiernos españoles actúan como el de Uribe en su día o Turquía ahora»

Es director de los procesos de Colombia y Filipinas dentro de Conciliation Resources, una de las «factorías» de paz y resolución que propiciaron la Conferencia de Aiete, hace mañana cinco años. Kristian Herbolzheimer también ha participado en ediciones del Foro Social como la celebrada en enero pasado en Gernika.

Ramón Sola
Kristian Herbolzheimer es uno de esos «obreros» que va intentando hacer ensamblar las diferentes piezas de la construcción de la paz a lo largo del mundo. Tuvo una aportación en el acuerdo de Mindanao (2014), el primero firmado en el mundo en casi una década desde el de Nepal de 2006. Y ahora su ocupación principal es Colombia, un proceso superlativo, aunque atiende a GARA desde Estambul. Vivió en Catalunya y ahora en Londres. Pero en su radar aparece también Euskal Herria; en enero intervino en el Foro Social celebrado en Gernika, así que su opinión por una parte tiene fuentes propias y por otra aporta perspectiva global.

Cinco años después de Aiete, la impresión en el ámbito internacional sobre la marcha del proceso parece mucho más positiva que la existente en sectores de la sociedad vasca. ¿Le extraña? ¿Qué punto de vista comparte más?

En el ámbito europeo la preocupación principal en relación a violencias y procesos de paz está centrada en prevenir nuevos atentados islamistas y resolver el flujo migratorio provocado por las guerras y la inestabilidad en Siria, Irak, Afganistán y el norte de África. Y, relacionado con esta situación, el resurgimiento de populismos racistas con un discurso que cuestiona la existencia de la propia UE. Ante estas circunstancias, incluso el proceso de paz de Colombia –el más importante del mundo– pasa a un segundo plano. Fuera de espacios puntuales hay muy poca atención a la situación en el País Vasco.

¿Cómo es percibida la posición del Gobierno español del PP en el ámbito internacional, con la negativa a eliminar políticas penitenciarias de excepción o el boicot al desarme de ETA?

La actitud de los gobiernos españoles es parecida a la de otros gobiernos que niegan cualquier relación entre las violencias y la existencia de un problema político, como pasó en Colombia durante el Gobierno de Álvaro Uribe, o como pasa ahora en Turquía. La política carcelaria tiene un componente de saña que indica una falta de confianza en las instituciones para adaptarse a los cambios.

¿Es realista pensar que la comunidad internacional vaya a enfrentarse un día a esa posición obstruccionista o cree que es justo al contrario, que el veto de Madrid inhibe necesariamente a la comunidad internacional?

La diplomacia difícilmente entra a cuestionar lo que consideran asuntos internos de otros estados.

¿Qué opina de que la reconciliación civil sea un hecho en Euskal Herria y que por contra por ejemplo no se haya conseguido articular una ponencia de pacificación en el Parlamento de Gasteiz en estos años? ¿Es habitual que el impulso civil vaya por delante del liderazgo político?

No estoy seguro que la reconciliación sea un hecho en Euskal Herria. Creo que quedan muchas heridas por sanar. El papel de la sociedad civil efectivamente se vuelve protagónico en momentos en que se estanca un proceso de paz, como está sucediendo hoy mismo en Colombia en el marco posterior a la victoria del No en el plebiscito. Pero también puede suceder al revés: que se normalicen las relaciones políticas mientras la sociedad continúa profundamente dividida, como hemos visto en Irlanda del Norte.

Con Catalunya tocando también a la puerta, ¿cree que el problema político en el Estado español va a poder seguir siendo bloqueado o aplazado?

La paradoja de España es que tiene un sistema de gobierno autonómico pero le tiene fobia al autogobierno. Mientras España no considere la diversidad de identidades como un valor en vez de como un problema, no resolverá sus problemas estructurales. El crecimiento del independentismo catalán supone una reacción al centralismo. Pero no hay indicios de que esa visión unificadora se vaya a transformar.

Usted ha estado muy implicado en el proceso de solución de Mindanao y ahora en el de Colombia. ¿Extrae de ellos alguna conclusión que pueda servir para lo que queda de proceso de paz vasco?

Cada contexto es único. Pero un proceso de paz solamente avanza cuando los que durante el conflicto se percibían como enemigos logran trabajar juntos por un futuro donde quepan todas las sensibilidades.





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