Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 28 de octubre de 2023

Egaña | Asimetrías y Terrorismo

Los regímenes autoritarios utilizan las mismas estrategias represivas en contra de quienes se atreven desafiar sus designios. Lo mismo en Euskal Herria que en Palestina.

De eso y más trata este texto de Iñaki Egaña, mismo que está disponible en su muro de Facebook:


Asimetrías y terrorismo

Iñaki Egaña

El gallego y heterodoxo Ramón María del Valle Inclán fue nombrado, durante la Segunda República, conservador general del Patrimonio Artístico Nacional, cargo del que dimitió poco después por el lamentable estado en que se encontraba precisamente el patrimonio hispano. Y aunque las crónicas no lo cuentan, también abandonó su cargo por esa eterna sensación de pertenencia que la élite económica y política tenía sobre la naturaleza de lo español, una constante histórica. Lo casposo y autoritario sobre lo democrático. Esa misma elite es la que años después marcó las pautas comunicativas sobre el llamado conflicto vasco y hoy nos titula que en Palestina hay una guerra entre Israel (un pueblo) y Hamas (una organización terrorista). Una justificación para dejar al margen las atrocidades del Gobierno de Bibi Netanyahu, ultra ortodoxo y de extrema derecha.

Con la experiencia acumulada en Euskal Herria en las últimas décadas, el uso del concepto “terrorismo” tiene un propósito definido, lejos del de la guerra que, por cierto, parte de una premisa acoplada a su definición. Matar, a ser posible más que el enemigo. Una violación del derecho fundamental a la vida. Ya lo dijo el hoy centenario Kissinger: la guerra tiene como objetivo alcanzar “una legitimidad generalmente aceptada”. Legitimidad ¿de quién?

Y un segundo propósito, en esa línea tan sutil que invade escenarios. Para despolitizar a unos de manera radical, sin contexto, sin causas, sin ideología. Y, como escribía Frédérick Lordon, para señalar que “la determinación de decir `terrorismo´ sólo satisface necesidades apasionadas”. O lo que es lo mismo, patologías. El recurso en la actualidad a las últimas décadas del conflicto armado en Euskal Herria tiene, precisamente, esa intención. Expulsar a un importante sector del pueblo vasco del escenario político, bajo el argumento de que su pasado “terrorista”, nada tiene que ver con la dinámica supuestamente asentada en términos democráticos e intelectuales.

Sin embargo, todo este magma dialéctico no es sino una construcción de quienes patrimonializan, como apuntaría Valle Inclán, el ser hispano (y francés). Naciones Unidas no ha llegado, después de casi 80 años, a una definición sobre el concepto, por el veto, entre otros, de EEUU e Israel. Por eso, cuando apunta a acciones terroristas, comienza con una frase que lo enmarca: “Actos delictivos concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en general”. Lejos, por cierto, de la descripción asumida con las dos definiciones atribuidas al prusiano Karl Von Clausewitz: “La guerra constituye un acto de fuerza para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad” y “La guerra es una continuación de la política por otros medios”.

Así, las guerras permiten a los estados derogar sus compromisos con los derechos humanos. Ya lo dijo Rafael Vera para justificar los GAL: “aquello era una guerra”. Por tanto, la violación de los derechos humanos estaba justificada. En la misma medida, si la guerra es de Israel contra Hamas, todo está permitido (a pesar de las convenciones de Ginebra que regulan y matizan con el término “crímenes de guerra”), y los “excesos” son apropiados. Lo de Hamas, como en su tiempo lo de Hezbolah, Fatah, FPLP o el PKK en Kurdistan, es “terrorismo”. Pulsión pasional. Patología. Necrosis de la inteligencia. No hay pueblo ni nación Palestina, ni kurda, ni comunidad Artsaj (Nagorno Karabaj), sino simplemente terroristas.

En cambio, si los excesos los comete EEUU o Israel, por poner dos ejemplos, el amparo de la guerra les confiere el “derecho” a matar. En masa. Con los “daños colaterales”, la población civil, incluidos. El derecho internacional también los abriga, con alguna excepción como la dictada en 2011 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra Londres al ejecutar a civiles en Irak. La CPI (Corte Penal Internacional), juzga los llamados “crímenes de guerra”, los “excesos” en los conflictos, pero ni EEUU ni Israel, entre otros, aceptan a la institución con sede en La Haya. No reconocimiento de “crímenes de guerra”, que ahonda en el desprecio a las convenciones de Ginebra y avala el hecho de que en una guerra todo es apropiado.

¿Por qué no identificar como terrorismo a las acciones premeditadas contra la población civil? Sería lo lógico. Gernika y Durango fueron bombardeadas, siguiendo el criterio de Naciones Unidas de “planeados para provocar un estado de terror en la población en general”. Ídem con los casos de Hiroshima, Nagasaki, Dresde, Mosul… el napalm sobre Vietnam, el gas mostaza español sobre el Rif, la masacre de civiles en Hudaida (Yemen), las torturas sistemáticas como método de terror (informes del IVAC). ¿Y los actos de bloqueo y embargo económico (Cuba, Gaza, Somalia…) que provocan malnutrición, hambre y miseria? ¿No son también actos terroristas?

Hay una evidente asimetría en el tratamiento de los conflictos. Nuevamente recuperando a Frédérick Lordon, la cuestión se refiere a las pautas para el análisis: “el terrorismo es una categoría no política, una categoría que saca a la gente de la política”. Y de esa manera se confiere que el conflicto Palestina-Israel no es político. Así, se evaden las masacres contra la población civil, el bloqueo, las torturas, las desapariciones forzadas, la ocupación y el despojo sistemático de tierras que Tel Aviv ejerce sobre Palestina. Las acciones de Israel son una “guerra de defensa” y las esporádicas de Palestina, “terrorismo”. En nuestra cercanía, aunque en una dimensión mucho más modesta, lo tenemos presente. El llamado conflicto vasco no es político, según los medios alimentados por esa elite casposa que relataba Valle Inclán.
Y, en consecuencia, y tras la deshumanización del enemigo, los depredadores históricos europeos, hacen causa común con la estrategia sionista para seguir haciendo valer sus privilegios raciales, políticos, sociales, culturales y, sobre todo, económicos. Para concluir que el choque es entre demócratas y terroristas.

 

 

 

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sábado, 21 de octubre de 2023

Egaña | Me Duele Gaza

Les presentamos el texto que Iñaki Egaña dedica a la actual situación de los gazatíes, una vez más siendo aniquilados a sangre fría por el ente sionista.

Adelante con la lectura:


Me duele Gaza

Iñaki Egaña

Me duele la vida. La vida de otros sin nombre, que yacen bajo los escombros de un campo de concentración amurallado, apiñados como si se trataran de animales que sintieron el pánico antes de ser consumados en el matadero. Me duele sobremanera cuando se trata de niños, pero también de adolescentes, de adultos que temieron por la de los suyos, incapaces de darles ese refugio adosado al ADN humano desde que la paternidad y la maternidad se hizo consciente.

Y es un dolor que, lo percibo, tiene algo o mucho de impostura, porque lo hago desde el teclado, lejos del olor a tierra quemada, del vaho que exhalan las balas antes de alcanzar su blanco. Un objetivo que, a pesar de ser humano, se convierte en acontecimiento, que un día la historia mencionará con tanta frialdad como la de un témpano polar a la deriva. El detalle será significado como una irregularidad, como una hazaña para los desalmados, sin alcanzar a descifrar que, a su paso, arrolló biografías inconclusas de centenares de miles sin-nombre.

Me repugna, en la misma medida, el alineamiento con los verdugos de toda esa elite que continúa reivindicando -con expresiones tan ajadas como democracia, sostenibilidad o gallardía republicana-, una (re)colonización en nombre del progreso. Cuando la realidad esconde el eterno desprecio del otro, la superioridad europea, supuestamente moral, que se apropió del planeta para extraer y colmar sus metrópolis. En nombre de una religión, de un monarca, un jefe político, una raza superior, con el fin también de clasificar a la humanidad, entre civilizados y salvajes, entre ilustrados y bárbaros entre blancos y el resto. A pesar de que la biología nos enseñó que las razas no existen, apenas diversidad en los ecotipos, el racismo está a la vanguardia de la actividad política.

Me repugna Macron, apoyando a Tel Aviv, continuador de la grandeur francesa, genocida, entre otros escenarios, en Argelia (más de cinco millones de muertos en un cuarto de siglo), laboratorio de la tortura moderna. La de Rishi Sunak y los Windsor, herederos del imperio británico, la mayor dominación genocida de la historia que todavía honra a sus verdugos, como Wellington o su reina Victoria. La de los Habsburgo españoles, ensalzados en las escuelas, por una supuesta evangelización que aniquiló a decenas de millones de humanos de los pueblos originarios (aparentemente ciudadanos sin catalogar) en América. La del belga Alexander de Croo, fiduciario de aquel sátrapa llamado Leopoldo que provocó más muertos en África que los nazis en la Shoá. La de Erdogan que sigue negando el genocidio armenio mientras bombardea al pueblo kurdo.

Me conmueven relatos como el de Anne Frank, pero me llenan de desasosiego, en mayor medida, aquellos que nunca se pudieron escribir, que no supieron de los signos del abecedario y que fueron inutilizados porque eran los “niños perdidos” del país de “nunca jamás”. Me molestan aquellos que, desde un sofá mullido, recuerdan el holocausto para justificar un “derecho a la defensa” que no es sino una agresión racista y neocolonial. Que emulan a la tragedia de Auschwitz, horror de horrores, sin reivindicar por molestos a otros gaseados: prostitutas, prisioneros, homosexuales y miembros del pueblo gitano. Hasta en la muerte también hay categorías.

Me disgustan aquellos que desde sus delegaciones mediáticas como forjadores de opinión adoptan una postura supuestamente equidistante, pero que, finalmente dividen los conflictos como si nos encontráramos en la antigua Persia, los seguidores de Ormuz (el espíritu bueno) y Arihman (el malo). Criminalizando, en este caso, a los seguidores de Hamas, electos en Gaza por cierto con mayoría absoluta (luego se deshicieron de sus opositores), tal y como la tuvo Aznar cuando, junto a Blair y Bush, invadió Irak, más de un millón de muertos según el ORB. Con la máxima de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, Tel Aviv promocionó a Hamas para deshacerse de Al Fatah de Jassir Arafat. Pero como el ISIS, impulsado también por Tel Aviv, Londres y Washington para reventar Siria, los diseños estratégicos se volvieron autónomos.

Desde mi pedestal occidental, Hamas no tiene mi simpatía. Sobre todo, desde que apoyó el ataque contra los kurdos en el cantón de Afrin, en Rojava, en el norte de Siria, ese proyecto que intenta construir la utopía, lejos de estándares religiosos, machistas y de beneficio económico, sin aliados. Pero, ¿cómo tipificar en el bando de Arihman (el espíritu malo) a miles de adolescentes y jóvenes de Gaza que no han tenido otro escenario que el de la muerte a su alrededor, que no conocen los perfumes, sino el olor a pólvora y a cadáver, que han crecido enterrando a sus familiares? No me atrevo a ser juez, siquiera de opinión.

Me duele la vida en Gaza, en Cisjordania, como me duelen los cinco millones de muertos en las minas a cielo abierto Kakuzi Biega, en el Congo, violaciones en masa, esclavitud infantil, niños soldado. También, los 108 millones de desplazados en el planeta, según ACNUR, por esa vulneración constante de unos derechos humanos, validados por Naciones Unidas, que no son sino papel mojado. Me duele esa guerra que ya va para los diez años, que comenzó Kiev en Donbas y ahondó Moscú. Esa reciente invasión de Azerbaiyán y la consiguiente capitulación de Nagorno-Karabaj. Me duele Haití ingobernado, la persecución de la mujer en Afganistán, los tres millones de niños que mueren anualmente por desnutrición.

Pero hoy, más que nunca, me duele Gaza. Me desazona esa biografía coloreada cuando la víctima pertenece al ficticio bando de Ormuz, con el sufrimiento añadido de sus familias en portada, sensación transversal en cualquier comunidad, y, en cambio, se convierte apenas en una cifra cuando el muerto es catalogado como baja y más tarde engrosará una estadística. Me duele Gaza porque me duele este mundo injusto. Y porque como escribió Joseba Sarrionandia, “el mundo debe formar parte de nosotros, si queremos formar parte del mundo”.

 

 

 

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domingo, 15 de octubre de 2023

Egaña | El Recurso de Albania

Les recomendamos la lectura de este paralelismo entre ayer y hoy que Iñaki Egaña nos ha compartido en su perfil de Facebook:


El recurso de Albania

Iñaki Egaña

En la mañana del 4 de diciembre de 1970, los 16 encausados en el Proceso de Burgos escuchaban la farragosa lectura de las principales piezas que componían el sumario. De pronto, una frase del tribunal captó la atención de los imputados: “ETA mantiene relaciones con la socialista Albania. También existen contactos entre ETA y el embajador chino en La Haya”. La mayoría de los encausados no había salido de su entorno natural, lo que provocó sus risas, afeadas por el presidente del tribunal que ordenó silencio. Hoy, sabemos que la República Popular China no tenía embajada en Holanda. Sin embargo, ahí quedó la andanada y dejó su poso.

En los siguientes años, los comunistas españoles continuaron escuchando la sempiterna frase de que estaban financiados por el “oro de Moscú”, y el “eje del mal” de la época, antes de ser sustituido por el del iraquí Saddam Hussein y sus aliados. Para los irredentos y pioneros vascos de ETA, y por extensión para la izquierda abertzale que surgió de su embrión, la financiación, según los franquistas, llegaba de Albania.

Enver Hohxa había sido primer ministro de Albania hasta 1955 y secretario del Partido del Trabajo hasta 1985. Albania pasaba por ser la quinta esencia de la ortodoxia marxista-leninista. La derecha europea y norteamericana utilizaba a Albania como el referente para denigrar a los partidos revolucionarios y a los grupos de liberación.

Con la muerte de Franco, la cosa pudo quedar en una anécdota, pero el PNV que salía de la clandestinidad y de haber apoyado a Washington durante la Guerra Fría, por razones económicas (la financiación a través suyo de la Democracia Cristina europea) y de ideales políticos, cazó la coletilla. Y a esa izquierda abertzale que tuvo que sortear la legalidad con asociaciones electorales para poder entrar en el juego democrático, la apostilló con la financiación mercantil e ideológica albanesa.

No fue una vez, ni dos. Sino multitud. Hasta la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, ETA y su entorno eran, para la dirección del PNV, el demonio rojo cuyo único interés era la implantación de una Albania socialista al borde de los Pirineos. Mi tocayo Anasagasti, que para eso era una fuente de perlas, ya lo dijo en campaña electoral, en un latiguillo contra Herri Batasuna: “¿Quieren trabajar ustedes en un país con instituciones o en uno parecido a aquella Albania de Enver Hohxa en que no haya más que una sola voluntad?”.

El testigo lo recogió Josean Rekondo, que fue alcalde de Hernani (2003-2007) durante la ilegalización de la izquierda abertzale. A su salida, se convirtió en analista político. Y sus artículos no dejaban lugar al respiro: los disidentes compartían la ideología de Hohxa. Los forjadores de opinión de Madrid aprovecharon la ola y acuñaron la expresión para Euskal Herria de la “Albania del Cantábrico”. Todavía en 2010, cuando Azpeitia celebraba su fiesta patronal, una pancarta apareció en la plaza con el lema “independencia y socialismo”, junto a otras reivindicando los derechos conculcados a los presos. Entonces, el PNV local alumbró un texto bajo el título: “Que no estamos en la Albania de antaño, que estamos en Azpeitia”.

Hoy, la nueva élite jeltzale ha vuelto a las andas. Pero Albania queda ya muy lejos del conocimiento de las nuevas generaciones. Así que, en esta estrategia de demonizar a los nuevos brotes abertzales, las comparaciones se deslizan hacia otras referencias. En estos días, Iñigo Urkullu, lehendakari de la CAV, y Andoni Ortuzar, presidente del EBB, se han puesto a la faena. Dicen que Sortu, EH Bildu, ELA, LAB… son parte de una estrategia perfectamente diseñada para transformar un país “que va bien” en un “escenario gris”, de “fomentar una confrontación artificial” de “trasladar una realidad falsa conflictiva” … de, sin ser tan explícitos, los nuevos y ortodoxos albaneses. Hace unos días, en esta línea, Iñaki González, desde Deia, llamaba marxista-leninista a Mitxel Lakuntza, secretario general de ELA. Urkullu, que cuando era presidente del BBB apostaba por el diálogo y la conciliación entre abertzales, ahora de lehendakari en campaña autonómica, se ha subido al carro de la derechona hispana para participar de sus gestos y arañar alguno de sus votos.

El país, a pesar de datos sobre el PIB o el descenso del paro no va bien. La precariedad laboral se ha asentado, la privatización en Educación, Osakidetza o Residencias de Mayores, beneficia a numerosos recolocados gracias a las puertas giratorias que tan abundantemente aplica el aparato jeltzale. ¿No hay dinero? ¿Y el de las grandes e inútiles infraestructuras? ¿Fondos europeos tras la pandemia? Para la Torre Bizkaia y el Guggenheim en Urdaibai. Nada para equilibrar la brecha cada vez más notoria.

Entre 2020 y 2022, el empobrecimiento vasco ha sido notorio. La cesta de alimentos se ha encarecido un 26%, las hipotecas en 3.000 euros al año, el ahorro de las familias ha bajado del 25% al 12% y 482.720 vecinos de la CAV están en situación de exclusión. Caritas nos ofrece unos datos inquietantes: el 26,1% de la población vasca vive en una situación precaria, el 7,3% en una situación de exclusión moderada y el 9,0% en una situación de exclusión severa. Mientras, la oquedad en la distribución de la renta se acrecienta. Los bancos aumentaron sus beneficios en el primer trimestre de 2023 en un 22%.

Revertir ese estado es, para Urkullu, buscar un “escenario gris”, para Ortuzar ser un “radical socialista. Así que mi consejo. No repitan esas frases en los foros de empresarios, sino en los que están pegados al asfalto y a la tierra: en los grupos de pensionistas, en los de la economía circular, entre los que dan ropa y comida a quienes duermen en la calle, entre las trabajadoras de la limpieza con convenio atascado en años, entre las empleadas eventuales de Osakidetza, entre los trabajadores apaleados de Tubacex, en las asambleas de Stop Desahucios… Y échenles en cara que son las hijas de Hohxa. A ver que repuesta reciben.

 

 

 

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miércoles, 11 de octubre de 2023

Entrevista a Iñaki Gil de San Vicente

Desde el portal de Rebelión traemos a ustedes esta entrevista a Iñaki Gil de San Vicente, disfruten:


«La historia de la libertad humana es la historia del derecho a la rebelión»

Iñaki Gil de San Vicente es profesor y pensador marxista , conocido por su activismo en la izquierda abertzale. Es autor de numerosos artículos en publicaciones como Egin, Gara ya otros medios de comunicación alternativos.

Óscar Díaz

Tienes varios libros sobre marxismo, sociología, política, ¿no se vuelve pesado llevar textos del siglo XX a las complejidades del siglo XXI?

El conocimiento es un proceso en el que lo nuevo, que siempre emerge por todas partes, sólo puede ser aprehendido mediante la crítica de lo viejo, la actualización de lo permanente y el estudio de las contradicciones y movimientos de esa novedad. Crítica en el sentido marxista, por supuesto, porque en la medida en que se orienta hacia un fin más o menos preciso la marcha del pensamiento, en esa medida es aún más imprescindible conocer más o menos en detalle su evolución previa, sus fallos, errores y logros, y su valía teórica permanente mientras siga existiendo el proceso del que se trate. Esto hace que el conocimiento sea un continuo de choques múltiples e interrelacionados entre diferencias, oposiciones y contradicciones que siempre existen en los movimientos de las cosas y del pensamiento, hasta llegar a la novedad cualitativa, que muchas veces pone al descubierto más cosas que las que se buscaban inicialmente. Más aún, sin este proceso de pensamiento no hubiera habido antropogenia.

Si en el siglo XXI ha habido avances cualitativos en ciencia, tecnología, pensamiento en general, etc., es porque no se ha roto esta dialéctica del pensar sino que se está enriqueciendo a pesar de los frenos que le impone el capitalismo que solamente impulsa aquella parte de la tecnociencia que reúne al menos dos grandes bloques de beneficio para el imperialismo: el primero y decisivo, el que aumenta la plusvalía en poco tiempo a la vez que debilita y derrota a la clase obrera; el segundo, las grandes inversiones en la mal llamada «ciencia pura» pero decisiva para el imperialismo a medio y largo plazo. Pero fuera y parcialmente incluso dentro de esta estructura tecnocientífica insertada en el capital constante, existen prácticas organizadas que confirman siempre la idea marxista de la que ciencia en un arma revolucionaria decisiva para la libertad.

Partiendo de aquí, podemos ver que los grandes debates que ahora mismo se siguen librando alrededor del marxismo nos remiten siempre a la historia de la lucha de clases en su sentido praxístico, es decir con la mano y con la mente, desde que la crisis del socialismo utópico forzó el salto del comunismo utópico al comunismo marxista. Esta crisis estalló abiertamente con la revolución de 1848 y desde entonces ha habido un innegable enriquecimiento teórico que, si quiere seguir siéndolo, ha de seguir basándose en el reestudio crítico de lo anterior en base a las necesidades actuales y previsiblemente futuras. Lo que ahora decimos no es nada nuevo porque, sin retroceder más, ya en 1852 se insistía en que las revoluciones proletarias se caracterizan por criticar una y otra vez su pasado para encontrar las soluciones a su presente.

Por ejemplo, la teoría marxista de la crisis está siendo confirmada y enriquecida desde 2007, lo mismo que la ley general de la acumulación del capital y la ley de la caída tendencial de la tasa media de ganancia. Otro tanto sucede con la dialéctica de la lucha de clases en todas sus expresiones, imprescindible hoy en día. ¿Y qué decir sobre la destrucción de la vida y de la tierra, sobre la rotura del metabolismo socionatural de nuestra especie con la naturaleza por la irracionalidad objetiva e inherente al capital? ¿Cómo entender ahora la advertencia hecha en el Manifiesto Comunista según la cual la burguesía se asemeja al brujo que no puede dominar las fuerzas infernales que ha desatado con sus conjuros, si no es reestudiando la lucha de clases desde 1848 hasta hoy mismo incluyendo el previsible devenir de las tendencias socionaturales que se agravan día a día?

Los comunistas sabemos que esta permanente actualización crítica del pasado es un de las garantías que permiten al movimiento revolucionario avanzar en la lucha presente de cara a la victoria futura, y por esto seguiremos estudiando y actualizando no sólo el siglo XX sino también el XIX, y no sólo Europa sino también el saqueo del mundo por el capitalismo. Más aún, tú planteas esta misma lógica en la segunda pregunta, que ahora respondemos.

¿La doctrina Monroe es la política clave para entender toda la expansión militar de USA?

Hemos visto que la misma lógica formal y dialéctica que mueve el pensamiento para responder a las necesidades, nos lleva de forma inevitable a la actualización crítica del pasado. Se trata de una inevitabilidad tendencial, influenciada, desviada, reprimida y hasta cortada durante espacios de tiempo que dependen de la lucha de clases y/o catástrofes naturales. Es por tanto comprensible que para entender el militarismo actual yanqui debamos retroceder hasta 1823, y también hasta la invasión inglesa de la bahía de Chesapeake en 1607. Pero muy especialmente debemos explicar, primero, las interacciones entre las razones socioeconómicas del colonialismo ingles del momento, y las razones políticas y militares imprescindibles para la expansión colonial; y segundo, los cambios acaecidos desde entonces hasta la actualidad, no olvidando nunca el salto cualitativo que supuso la independencia burguesa de 1783 en Norteamérica.

Nos resulta imposible realizar aquí siquiera un breve resumen de este largo proceso que abarca la historia del capitalismo, por lo que vamos a limitarnos a unos trazos de brocha gorda: a comienzos del siglo XVII Inglaterra se encontraba en creciente lucha de clases interna y de presiones externas de otras potencias, de modo que una de las soluciones fue el expansionismo colonial y el destierro de las sectas cristianas radicales que seguían un calvinismo estricto. La invasión fue respondida bien pronto por las naciones indias, no pudiendo impedir que su territorio fuera integrado en las propiedades de la Casa Real inglesa en 1622, que se lanzó a apoderarse de la mayor cantidad posible de tierras, incluidas las ya invadidas por españoles y franceses. La independencia burguesa intensificó estas agresiones de todo tipo justificadas ideológicamente por G. Washington y T. Jefferson entre otros muchos a finales del siglo XVIII, creando la base de lo que sería la Doctrina Monroe oficializada dos décadas después. La política estatal y militar ya era crucial para esta expansión colonialista, y sus componentes fueron estrechándose hasta el presente, cuando Laura Richardson, jefa del Comando Sur, explicó el 22 de septiembre de 2023 con inhumana crudeza porqué EEUU debe controlar férreamente Nuestramérica para quedarse con sus inmensos recursos en litio, tierras raras, agua, biodiversidad, recursos energéticos en la plena acepción del término: desde los alimentos hasta las energías llamadas «limpias»…

EEUU no tiene tropas suficientes para ocupar Nuestramérica, o al menos las amplias zonas que le urge saquear. Por eso busca obtener la sumisión de sus burguesías y de sus ejércitos, sin los cuales apenas podría expoliar eficazmente a tan gran territorio, pero insistiendo que Nuestramérica solo puede ser «administrada», explotada por el dólar. Peor aún, EEUU ha extendido al resto del planeta la Doctrina Monroe llevando al extremo la ideología calvinista según la cual hay que domeñar o destruir a quienes no acepten el mandato supuestamente dado por dios a los «peregrinos» en 1607; “creced y multiplicaos, y dominad la tierra”. Desde inicios del siglo XXI, cada vez más niños yanquis son educados con mapas en la idea de que las zonas más ricas en recursos del planeta son controladas por «países irresponsables»: EEUU tiene la «misión» de liberarlas para el bien de la humanidad. La militarización yanqui es imprescindible en esta «misión» encomendada no por dios sino por la ley de la acumulación del capital.

¿Por qué tu interés sobre la geopolítica?

Originariamente por las lecciones que iba extrayendo de mis lecturas juveniles sobre historia militar, aunque desconocía la palabra geopolítica. Si algo enseña la guerra es que casi todo se reduce a la ventaja energética de un bando sobre el otro, ventaja que puede ser contrarrestada por la superior organización, teoría y conciencia del bando más débil, dependiendo de sus contradicciones sociales internas y por la naturaleza de la guerra: justa o injusta. Mis primeras lecturas del marxismo disponible en la dictadura a finales de los ’60 supusieron un salto cualitativo en la comprensión de la guerra. Poco después, las guerras de liberación antiimperialista de la época, el estudio de la crítica marxista del capitalismo y los debates en Euskal Herria sobre la eficacia o ineficacia de la utilización de todas formas de lucha, me volvieron muy crítico de las versiones burguesas de lo que ya empezaba a llamarse geopolítica.

La propaganda imperialista durante la llamada Guerra Fría así como la ideología burguesa de la casta intelectual incluso progresista, hacía lo imposible por anular las irresolubles contradicciones clasistas y socioeconómicas que condicionan desde dentro los conflictos que, muy superficial y parcialmente, analizaba la geopolítica burguesa: todo hacía parte de la lucha frontal contra el marxismo. Antes de la implosión de la URSS en Euskal Herria se libraron debates directamente relacionados con el tema de la geopolítica: por ejemplo: la lucha de masas contra las centrales nucleares, el referéndum sobre la OTAN en 1986, y el cincuentenario del criminal bombardeo de Gernika en 1987. El triunfalismo antimarxista posterior a 1991 reforzó la superficialidad de la geopolítica burguesa. La debacle teórica de la izquierda ante la destrucción de Yugoslavia, la guerra contra Irak, etcétera, dejó el campo abierto a la fraseología de la geopolítica burguesa lanzada a legitimar la euforia imperialista.

La carrera desesperada del imperialismo emprendida desde finales del siglo XX para apropiarse de los recursos aplastando pueblos, para cercar y asfixiar a Rusia, China e Irán, para destrozar Cuba y Venezuela como antesala de la «reconquista» de Nuestramérica, para contener el avance de los BRICs y de la compleja multipolaridad, etc., apenas ha sido contrarrestada por la izquierda porque, además de otras razones, interpreta las contradicciones no desde el materialismo histórico que insiste en la prioridad de las contradicciones y leyes tendenciales del capitalismo, surcadas por la lucha de clases, sino desde la separación absoluta de lo socioeconómico con respecto a lo político, y desde la visión de la geografía como simple espacio pasivo, de modo que lo militar, el militarismo y la guerra, es reducido a instrumento mecánico del poder en vez de una fuerza productivo/destructiva del capital.

En su correspondencia interna, Marx y Engels hablaban de la «industria de la matanza de hombres» como una rama productivo/destructiva fundamental en el capitalismo en los momentos críticos pero también en su “normalidad”, lo que exige el empleo metódico de la lógica dialéctica. La geopolítica burguesa apenas tiene esto en cuenta, y cuando lo hace intenta aislar totalmente la lógica global del capital de la lógica parcial de la política burguesa, por lo que su valía, que la tiene, no exige más que la limitada lógica formal para ser entendida.

Sobre uno de tus trabajos, ¿por qué la libertad es atea?

La respuesta es muy simple desde el ateísmo marxista: porque no puede haber libertad alguna allí donde la conciencia esté atemorizada o supeditada a un ente inasible, omnipotente, omnisciente y omnipresente, que dicta nuestra vida y nuestra muerte al margen de nuestra voluntad. Naturalmente, estoy usando aquí los atributos que los cristianos afirman que tiene su dios, aunque no lo han conocido nunca en el sentido científico de conocer. ¿Cómo pueden atribuir esas cualidades a alguien incognoscible? Para responder a esto debemos recurrir a la categoría necesidad/derecho/libertad, que no solo a la de necesidad/libertad.

La evolución de la vida y en nuestro caso la antropogenia, depende de la obtención y consumo de materia: la necesidad ciega es aquella que no puede satisfacerse porque carecemos de conocimientos y de medios para obtenerla, transformarla, almacenarla y repartirla equitativamente. Conocer y superar la necesidad ciega es la primera exigencia de la vida y de la justicia en su seno, pero aquí las personas creyentes tienen un serio problema irresoluble desde su fe: aceptan que es la voluntad de eso incognoscible la que les impide la superación de esa necesidad ciega, maldad que sucede muy frecuentemente porque la antropogenia tiene necesidades múltiples y crecientes, muchas de ellas aún desconocidas o conocidas muy limitadamente. Peor aún para los creyentes: eso incognoscible que adoran podría habérselas enseñado y satisfecho hace miles de años, pero no le apetece ahorrarles ese sufrimiento.

En la medida en que las necesidades en el sentido comunista de «necesidad humana», aumentan por el avance de las fuerzas productivas, su satisfacción tiende a facilitarse por el incremento del conocimiento inherente a ese desarrollo productivo, pero a la vez, dialécticamente, aumentan los frenos que la clase burguesa impone a su satisfacción liberadora. Ahora mismo es innegable el antagonismo entre el potencial emancipador ínsito de las fuerzas productivas y las prohibiciones impuestas deliberadamente por el imperialismo. Frente a esta realidad inhumana, los y las creyentes sólo pueden implorar compasión a su dios para que, en el mejor de los casos, acepte sus imploraciones y reduzca sus padecimientos. Estas no son disquisiciones filosóficas sobre creencias, agnosticismos y ateísmos varios, no; son realidades del sufrimiento humano en el imperialismo. Un marxista dijo una vez que el llanto demuestra la inexistencia de las y los dioses, y nosotros añadimos que también demuestra la profunda inmoralidad y ética inhumana de los y las creyentes que aceptan esa injusticia con la excusa de la voluntad de un ente incognoscible.

Llegados a este punto, la pregunta es: ¿tenemos o no tenemos “derecho” a oponernos a los caprichos divinos al desarrollar la ciencia y la filosofía materialista, y luchar contra la propiedad privada y por el comunismo, rechazado furiosamente por ese ente incognoscible? Para un marxista, derecho y religión son inconciliables, como lo son democracia y monarquía. Religión y monarquía son armas de destrucción de la humanidad que lucha contra la propiedad privada. Es cierto que han existido y existen en el cristianismo muy reducidas sectas y grupos «de liberación», pero eso solo demuestra que las clases opresoras que han construido el cristianismo no han podido aniquilar del todo los pocos restos de la memoria de resistencia utópica de las clases explotadas, a pesar de las atrocidades que han sufrido. No lo han logrado porque la objetividad histórica de la lucha de clases siempre es superior a las amenazas de eterno infierno que aterrorizan y paralizan a millones de oprimidas y oprimidos.

No hablamos sólo de las presiones cristiana en las campañas electorales para que los creyentes voten a las derechas, o como mal menor al reformismo pero nunca a las fuerzas revolucionarias. Tampoco hablamos de la impresionante industria de alienación de masas propiedad de grupos cristianos, etc. Nos referimos también a otra forma más imperceptible de imponer la obediencia desde el inicio de la vida: la familia cristiana, la educación privada y concertada, las mil formas de liturgia, el sacramento de la confesión…, y en síntesis, la condena del derecho a la rebelión contra dios como el peor de los pecados merecedores de la excomunión y el infierno eterno. Dado que la rebelión se presenta tanto en la ciencia como en la revolución, en el arte y en la política, en la familia y en el amor, etc., prohibir ese derecho esencialmente humano es impedir la resolución de las necesidades que esa rebelión quiere solucionar. La historia de la libertad humana es la historia del derecho a la rebelión para vencer el terror físico y mental que impide resolver las necesidades radicales.

¿Dónde queda entonces la libertad para un creyente? Queda en su vana ilusión de que es libre en la medida en que actúa dentro de los límites tolerados por el ente incognoscible al que obedece, al igual que un drogadicto se cree libre únicamente cuando se chuta una dosis. Desde Leibniz hasta Engels pasando por Hegel, para no extendernos, la categoría de libertad se ha ido concretado en la capacidad y el deseo de hacer la revolución en sus infinitas formas que siempre confluyen en el comunismo. Cualquier duda e indecisión que frene o anule la conciencia de la necesidad y el derecho de luchar por la libertad, muestra la flexible y adaptable fortaleza de las cadenas mentales, idealistas y dogmáticas, introyectadas en las personas alienadas desde los primeros instantes de su vida. Contra esto, Marx dijo una vez que su ideal de felicidad era la lucha y que la sumisión era su ideal de desgracia.

¿Por qué publicaste tu libro Nacionalismo revolucionario?

La parte fundamental del libro la escribió Josemari Lorenzo Espinosa, yo hice la introducción. Lo publicó Boltxe en 2017, y se integraba en el esfuerzo colectivo para impedir que tanto la presión de la ideología burguesa en cuanto tal, como la desmovilización intelectual y política generada por la deriva reformista de un amplio sector de la izquierda abertzale de entonces, destruyeran la memoria histórica del pueblo trabajador, incluida su memoria militar que se remonta a las lucha de clases interna y de resistencia a los ataques de los imperios español y francés desde los siglos XV-XVI, agudizándose sobremanera desde el siglo XVIII. Se veía necesario también explicar la praxis militante de tres –Etxebarrieta, Txabi y Argala– de los cientos de personas militantes que habían dado su vida por la independencia socialista de Euskal Herria desde la década de 1960.

Aquél esfuerzo teórico no fue en balde porque ya para entonces venía impulsado por la reorganización de izquierdas revolucionarias que mal que bien habían logrado no ser engullidas por el remolino reformista y avanzaban en su asentamiento y expansión. Existía, por tanto, una base objetiva y una necesidad político-intelectual creciente para reactivar un debate crucial, tanto más cuanto que desde hacía casi una década el soberanismo reformista había abandonado ese decisivo campo de batalla en post de la «normalización», en post de «abandonar el conflicto en la calle y centrarlo en el parlamento». Además, para 2017 ya se vislumbraban los síntomas de que la frágil recuperación económica tras la debacle de 2007-2010, empezaba a debilitarse estructuralmente, como se comprobó definitivamente en 2019-2020. Era urgente, pues, reactualizar la valía de las bases socialistas y hasta comunistas del independentismo. Y así se hizo en este libro y en otros más.

Tal esfuerzo colectivo facilitó que la nueva militancia obrera joven y la menos joven pero desorientada y decepcionada, comprendiera con relativa facilidad la dialéctica de la historia precisamente cuando, desde inicios de 2020, la pandemia azotó con fuerza desconocida, y cuando a inicios de 2022 la guerra injusta de la OTAN contra Rusia así como el endurecimiento del imperialismo contra el mundo entero añadió gravedades nuevas que empeoran de manera terrible la tercera Gran Depresión histórica de la civilización del capital en la que ahora nos encontramos.

Acerca de la experiencia del MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco), ¿qué era el EHAK (Partido Comunista de las Tierras Vascas)? ¿Qué fue EAE-ANV (Eusko Abertzale Ekintza)? ¿Cómo se ha dado el caso de que la izquierda abertzale esté tan disgregada y fraccionado como el MCE (Movimiento Comunista Español)?

EAE-ANV (Eusko Abertzale Ekintza-Acción Nacionalista Vasca) fue creada en 1930 al rechazar el giro a la derecha del PNV, fuerza dominante en el nacionalismo burgués. Su aparición se dio durante la efervescencia sociopolítica que se vivía con el agotamiento de la dictadura militar desde 1923, agravada por la crisis mundial de 1929. La dictadura obligó a pasar a la clandestinidad al proceso de radicalización nacional y social del pueblo trabajador, dentro del cual surgían sectores que ya miraban a la independencia, al anarquismo, al socialismo y al comunismo bajo el ejemplo de la III Internacional. EAE-ANV no era oficialmente socialista pero su radicalismo en la lucha de clases anterior a 1936 le distanció aún más del PNV. Organizó batallones de gudaris de merecida fama. Fue inmediatamente perseguida por el franquismo aunque resistió en la clandestinidad siendo una de las fuerzas fundadoras de Herri Batasuna, hasta ilegalizarla de nuevo por la «democracia» en 2008.

EHAK fue creada en 2002 al calor de los debates que se mantuvieron en Batasuna en 2001, integrando sectores comunistas de diversas corrientes, entre ellas EHK, que más o menos coincidían en que dentro de la izquierda abertzale había sectores teórica y políticamente débiles a partir de los cuales podría coger fuerza una línea socialdemócrata aún no visible, aunque esos temores siempre se mantuvieron dentro de las estructuras de la izquierda abertzale para evitar que fueran manipulados por el Estado. La ilegalización de Batasuna en 2003 y el endurecimiento de la ola represiva que venía sufriéndose desde hacía años, hicieron que EHAK asumiera ser la «firma electoral» de la izquierda abertzale en las elecciones de 2005, obteniendo 9 diputados, dos más que Batasuna en 2001. Solo tres años después en 2008, EHAK también fue ilegalizada.

No se puede poner en el mismo nivel a la crisis del movimiento comunista “español”, mejor decir “del Estado” porque existen otras naciones obreras oprimidas que tienen comunistas en su interior, y a la crisis de la izquierda abertzale porque se viven en dos formaciones sociales y económicas, además de históricas y lingüístico-culturales, muy diferentes. Es verdad que ambas son capitalistas en la esencia, en lo genético-estructural, pero tienen enormes diferencias en las formas, en lo histórico-genético, tan grandes como el hecho comprobado durante décadas de que la lucha de clases en Euskal Herria es bastante más fuerte que la del Estado. Hablar por tanto de «crisis del movimiento comunista» nos exige precisar al menos dos niveles de la misma crisis: el práctico y el teórico.

Un punto de discordia teórica entre comunistas independentistas y estatalistas, que defienden la prioridad de la unidad estatal de las diversas izquierdas para, primero, hacer la revolución y luego, más tarde, aplicar el derecho de autodeterminación, este punto no es otro que la ley del desarrollo desigual y combinado que explica que las ritmos e intensidades de la lucha de clases varían de un país a otro según su historia. Las crisis de las izquierdas deben ser vistas, entonces, dentro del desarrollo desigual en lo histórico-genético y combinado en lo genético-estructural. En concreto, la lucha de clases en Euskal Herria sigue siendo ahora mismo mucho más intensa y extensa que la de todo el Estado. Leamos esto:

«Los datos son incontestables: el 50,36% de las huelgas que en 2022 se registraron en España se concentraron en el País Vasco. Es decir, 342 de las 679 huelgas que tuvieron lugar en España se registraron en la Comunidad Autónoma de Euskadi, según el último balance del Ministerio de Trabajo. El volumen es aún más llamativo si se atiende a las jornadas no trabajadas con motivo de una huelga, donde el porcentaje llega hasta el 54% del total, o al número de trabajadores que participaron, que alcanza el 55% de todos los que en España secundaron huelgas. Datos sorprendentes para una comunidad cuyo peso poblacional no llega al 5% del total y que invitan a analizar con expertos y con las propias partes implicadas las razones de esta tendencia.».

Sin poder extendernos, los datos de 2022 confirman la tendencia al alza de la lucha de clases en Euskal Herria desde, al menos 2001 como lo demuestra una muy rigurosa investigación realizada en 2020. Volviendo al ahora, la población de la CAV no llega a los 2.230.000 habitantes mientras que la de Madrid casi llega a los 7.000.000, más del doble. Si hiciéramos abstracción de la historia y aplicáramos la realidad vasca a la lucha de clases en Madrid, tendríamos, siempre en abstracto repetimos, que Madrid debería aportar más del 100% de la lucha de clases en el Estado, pero ni remotamente es así. La desigualdad del ritmo y arraigo popular de las luchas se acrecienta al ver otras resistencias como veremos en la respuesta a la pregunta sobre las drogas.

¿Podemos hablar entonces de la misma crisis política? Cometeríamos un error si redujéramos la crisis a los altibajos electorales y/o a la mera contabilidad de asistencia a las grandes manifestaciones de masas. Es cierto que hubo un bajón militante en sectores revolucionarios por razones que sería largo exponer, entre ellas la aplastante represión y en especial el giro reformista del soberanismo vasco; pero también es verdad que, como hemos visto con las cifras de participantes en huelgas, existe una recuperación de la «otra izquierda», la silenciada pero verdadera, la de las asambleas, manifestaciones, huelgas, golpes, represiones, multas, juicios… en medio de un empobrecimiento en aumento impuesto por la burguesía. Es esta izquierda práctica y teórica la que se está recuperando y creciendo en Euskal Herria. Por tanto la crisis del movimiento comunista vasco es menor, más débil, que la que azota a la del Estado español, aunque aquí debiéramos decir algo sobre la militancia comunista de las naciones oprimidas por el imperialismo español, pero desborda nuestro espacio.

¿La izquierda abertzale ha luchado contra el tráfico de drogas en EH?

La izquierda abertzale venció en uno de los frentes entonces decisivo de la guerra contra las drogas: el de la heroína. Mostró que era un arma de exterminio psicofísico contra el pueblo trabajador y especial contra la militancia revolucionaria. También demostró el papel de las fuerzas represivas y las ganancias que obtenía con ella el capital que lavaba el dinero de las mafias relacionadas con fuerzas represivas. Euskal Herria sufría entonces la mayor cantidad de fuerzas armadas por habitante, y la mayor cantidad de prisioneras y prisioneros políticos de Europa según su extensión geográfica y su población, y a pesar de ello era el sitio con la heroína más barata y de fácil acceso.

Fue un frente de guerra muy duro, con muertos, torturados, encarcelados, sostenido por una densa red de colectivos amplios integradores de distintas sensibilidades pero unidos por el objetivo de acabar con la heroína. Este método de autoorganización desde la base alrededor de un objetivo de amplia aceptación de masas también existía en la lucha por recuperación del euskara y de la cultura vasca, por la amnistía, por la victoria sobre la nuclearización, por la creación de prensa crítica en euskara y en otras lenguas, por los derechos de la mujer trabajadora, por una educación euskaldun y progresista, por el deporte popular… Semejante capacidad autoorganizativa amplia, plural e integradora era parte fundamental del humus en el que se hundían otras raíces obreras y populares que explican por qué se recupera la lucha de clases en generalidad con la especial intervención de la juventud trabajadora. Pero no se ha ganado la guerra total contra las drogas, que siguen pudriendo conciencias y asesinando cuerpos, aunque no en las cifras criminales de aquellos años.

¿EH Bildu está normalizando el régimen del 78 en Euskal Herria?

Es incorrecto llamarle “régimen del 78” porque su ambigüedad permite ocultar que ese “régimen” reforzó la dominación capitalista en sus tres anclajes decisivos: la propiedad privada, la unidad del Estado y el monopolio de la violencia. La denuncia del “régimen” desde la izquierda revolucionaria es consciente de esa ambigüedad y por ello insiste siempre que hay que acabar con el capital, con su Estado y con su ejército. Pero el reformismo se limita a plantear simples «reformas democráticas» que no cuestionan lo esencial: el capitalismo, ni siquiera denuncia a la monarquía, que es intocable. Quiere esto decir que el reformismo asume como normal y/o inevitable la explotación capitalista, limitándose a prometer algunas leyes que reduzcan un poco el empobrecimiento y la explotación en crecientes. En las naciones oprimidas, estas promesas adquieren la forma de una petición al PSOE de que tolere más «libertades nacionales», siempre respetando los principios del pacifismo a ultranza y de la legalidad internacional.

Siguiendo esta lógica, desde hace varios años la crítica del capitalismo y más aún del imperialismo, ha desaparecido de la práctica de EH Bildu y con ella la decisiva categoría de Socialismo, por no hablar de Comunismo, reducida a un mantra vaciado de toda concreción propositiva de conquista de contrapoderes y de avance a situaciones puntuales de doble poder para dar el salto revolucionario al Estado Socialista Vasco. El mantra de ese “socialismo” desinflado es repetido como una salmodia en algunos documentos y actos de SORTU, nada más. A lo sumo, alguna vez se alude a una República Vasca que nadie intenta llenar de contenido, y punto. Mientras tanto se apoya en todo lo fundamental al Estado español y en muchas de las cosas no fundamentales.

EH Bildu sostiene que su apoyo al gobierno del PSOE tiene como objetivo impedir que la extrema derecha acceda al poder político con el apoyo del fascismo, lo que desencadenaría una dura involución democrática en todos los sentidos. Derrotada la ofensiva ultrarreaccionaria, el nuevo «gobierno progresista» sometido a las presiones democráticas no tendrá muchas dificultades en avanzar en la ampliación de derechos nacionales y sociales. Impulsado por estas conquistas, EH Bildu espera acceder el gobierno autonómico de la CVA dirigiendo la alianza con «fuerzas progresistas». Desde el gobierno autonómico se impulsarán conquistas aún más importantes basada en el apoyo de «mayorías sociales». Según EH Bildu, el primer paso es lograr que el PSOE dirija el futuro gobierno con el apoyo del «bloque democrático».

La amenaza de la extrema derecha y del fascismo español le permite a EH Bildu justificar en sus bases el plegamiento absoluto a la estrategia socialdemócrata de la II Internacional y no combatir abiertamente al españolismo, al socialiberalismo y al imperialismo del PSOE, sumiso hasta la náusea a las exigencias de la OTAN y de EEUU. Sin embargo, hay que decir que esta estrategia ya era aplicaba mucho antes de que el fascismo fuera una amenaza real. En noviembre de 2009 y febrero de 2010 lo que sería EH Bildu declaró solemnemente su aceptación de los Principios Mitchell: Uso exclusivo de medios pacíficos y democráticos. Desarme total. Verificación internacional del desarme. Renunciar y oponerse a cualquier intento de otros, a utilizar la fuerza o amenazar con utilizarla. Respetar los términos de cualquier acuerdo alcanzado y recurrir a métodos exclusivamente democráticos y pacíficos para tratar de modificar cualquier aspecto de esos acuerdos con los que puedan estar en desacuerdo. Acabar con los asesinatos y palizas de “castigo” impidiendo que se produzcan.

Los Principios Mitchells sintetizan la doctrina imperialista de contrainsurgencia «democrática» pero no tienen absolutamente nada de democráticos en el sentido real del término, en el sentido concreto del derecho inalienable a la rebelión contra la injusticia reconocido en el Preámbulo de la Carta de los Derechos Humanos de la ONU. Al contrario, no sólo niega explícitamente ese derecho básico sino que obliga a sus firmantes, además de a desarmarse, también a oponerse a quienes siguen ejerciendo ese inalienable derecho a la rebelión. De una u otra forma, abierta o solapadamente, EH Bildu ha cumplido y cumple con esos mandatos de la contrainsurgencia «democrática» como se comprueba ahora mismo con su posicionamiento ante de proceso de necesidad/derecho/libertad del pueblo palestino de ampliar la contra el ocupante sionista. Pero no sólo del pueblo palestino: ¿acaso no tienen –tenemos– derecho a la autodefensa todas las formas de luchar contra las injusticias que son presionadas, agredidas, multadas, reprimidas y aplastadas con torturas y sangre?

Sin retroceder mucho en el tiempo, en 2020 se dijo que: «desde EH Bildu mostramos nuestra solidaridad y apoyo al pueblo palestino, e instamos a la comunidad internacional a actuar y continuar la búsqueda de una solución pacífica y acordada al conflicto palestino israelí, tal y como establecen los propios mandatos de Naciones Unidas y el Derecho Internacional». En 2021 EH Bildu insistía en que la única solución para acabar con la «ocupación ilegal» (sic) era la negociación pacífica para crear dos Estados, el sionista y el palestino. El 7 de octubre de 2023 Gorka Elejabarrieta dijo lo que sigue tras un pantallazo de twitter con la consigna de Gerrarik Ez: «Seguimos con preocupación la situación que se está viviendo en Palestina e Israel. Hacemos un llamamiento al cese de todos los ataques y al diálogo, que es la única vía para resolver los conflictos políticos». Y por no extendernos, Arnaldo Otegi: «Palestina es un país ocupado y mientras no se acabe con la ocupación y no se llegue a un acuerdo justo y duradero estas situaciones van a pasar. La comunidad internacional es la única que puede poner fin con solución acordada».

La tesis de los dos Estados es una trampa criminal ideada por el sionismo, el imperialismo y por la corrupta y colaboracionista Autoridad Nacional Palestina, que sabe que sus negocios éticamente podridos dependen de la aceptación del poder sionista, de las «ayudas» de las ONGs y de grupos que se dicen «humanitarios» y «pacifistas». El ente sionista llamado «Israel» es una creación artificial que integra la economía, la política, la cultural y sobre todo la militarización más tecnocientíficamente desarrollada para defender al imperialismo en cualquier parte del mundo en donde el capital se vea amenazado, todo ello basado en el expolio sádico de Palestina hasta liquidarla. Es una construcción artificial sin ninguna –ninguna- base histórica, ni material ni religiosa, solo en la mentira y en la ignorancia reforzada por la guerra cognitiva y el terror.

¿Sigue siendo importante hoy en día la autodeterminación en el Estado español? ¿La autodeterminación es hoy en día una balanza fuerte para luchar contra el imperialismo?

El derecho de autodeterminación, negado explícita y oficialmente de nuevo a Catalunya por el gobierno español en funciones dirigido por el PSOE, es imprescindible por eso mismo para alcanzar un sistema democrático real sobre el que se sostengan otros avances hacia el socialismo, que deben pasar ineluctablemente por la extinción del Estado español en cuanto espacio estato-nacional de acumulación de capital. Lo que llaman «nación española» es el marco geoproductivo material y simbólico de acumulación de capital por parte del bloque de clases dominante desde hace siglos, a pesar de las adaptaciones formales en sus jerarquías internas generalmente por medio de guerras contra las clases y naciones explotadas dentro de sus fronteras, además del disciplinamiento más o menos duro que las clases dominantes fuertes imponen a las débiles.   

La mundialización económica, la expansión del capital especulativo y de alto riesgo, la casi incalculable masa de capital ficticio y de la deuda mundial, todo esto y más en lo que no podemos extendernos, hace que la «nación española» sufra profundas convulsiones en sus contradictorios pilares internos desde, al menos, el siglo XVII, por no retroceder hasta el exterminio de la civilización andalusí y la liquidación de la independencia galega en una larga dinámica que se ha simbolizado en la expresión «doma y castración del Reino de Galiza». Las quiebras estructurales españolas se han caracterizado por diversas combinaciones de crisis socioeconómicas, de retroceso internacional, de «unidad nacional» interna, de represión de la lucha de clases, y de dominación nacional-cultural de la clase dominante. Todas ellas están activas ahora con sus ritmos e interacciones desiguales pero sometidas a las presiones en ascenso de la crisis combinada del capitalismo mundial.

La Guerra Mundial de 1914-1918 provocó un salto en la contradicción expansivo/constrictiva inherente al concepto simple de capital, que es una de las bases de la teoría marxista de las luchas nacionales e internacionales, siendo ello el origen de fondo de la pugna inconciliable entre el derecho de autodeterminación de Lenin y los Catorce Puntos del Woodrow Wilson al respecto. Las guerras imperialistas posteriores a la implosión de la URSS y en especial la guerra defensiva de Rusia frente a la guerra injusta de la OTAN en Ucrania, han acentuado a niveles nunca vistos la contradicción, pero con el añadido cualitativo de que el socialismo añade un método teórico desde su origen y práctico que explica la novedosa gravedad creciente de la tercera Gran Depresión comparada con las dos anteriores. Esto hace que no nos basta ya con hablar de derecho de autodeterminación sino del proceso de necesidad/derecho/libertad de la independencia, según practica Palestina ahora mismo.

En lo que concierne al Estado español, la necesidad y el derecho a la independencia, que no sólo a la autodeterminación, es un paso vital para ejercer la libertad socialista en cualquiera de sus muy limitadas, enanas y siempre reprimidas formas difícilmente factibles en el capitalismo, pero necesarias. La acumulación del capital en el Estado puede continuar y hasta reforzarse con ligeras concesiones «democráticas» que adapten el “el régimen del ‘78” a las nuevas exigencias internas y externas del bloque burgués, pero como la propiedad privada, la «unidad nacional» y su ejército son pilares de la acumulación, nunca admitirán el derecho de autodeterminación y menos aún la necesidad/derecho la independencia las naciones y su libertad para dotarse de Estados socialistas, antipatriarcales y antiimperialistas.

Y es aquí, en el independentismo socialista, donde de nuevo topamos con los efectos dañinos del soberanismo reformista que como hemos dicho ha renunciado a toda concreción material de cómo será ese socialismo en lo básico y cómo se puede avanzar hacia él en un largo contexto de tendencia al alza de la lucha de clases en todas sus expresiones como sucede en Euskal Herria. Nunca ha sido mayor que ahora el abismo entre la necesidad urgente de alternativas radicales prácticas en cada pugna con la burguesía vasca, y pasividad y silencio en todo lo que toca a las contradicciones a muerte entre el capitalismo y el proletariado en Euskal Herria. Una de las razones de esa pasividad es la estrategia de «actuar como pueblo, priorizando los intereses de país por encima de los intereses de partido. En ese sentido, será necesario tejer amplios acuerdos de país y, al mismo tiempo, articular un fuerte impulso social.», según el documento de SORTU sobre Gudari Eguna del 27 de septiembre de 2023.

¿VOX fascista o extrema derecha populista?

La verdad es que a estas alturas del tinglado político-parlamentario y de la realidad de la lucha de clases en el Estado, tiene relativamente poca importancia discutir todas las variantes de esta pregunta, pero para no ser descortés propongo que se lea este buen artículo de Daniel Seixo sobre la misma cuestión: Daniel Seixo: ¿Es Vox un partido fascista? 26 de abril de 2019 https://nuevarevolucion.es/es-vox-un-partidoo-fascista/





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domingo, 1 de octubre de 2023

Egaña | El Dinosaurio Estaba Allí

Les compartimos esta jurásica metáfora que Iñaki Egaña ha tenido a bien compartirnos en su muro de Facebook:


El dinosaurio estaba allí

Iñaki Egaña

En “El mundo de Guermantes”, una de las siete partes del monumental libro En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, el protagonista quiere formar parte de una familia aristocrática ilustre. Tras ser rechazado por su condición y pasado, con el transcurrir del tiempo, el alter ego del autor finalmente es invitado al círculo de los Guermantes.
Decía Mark Twain que “comparison is the death of joy.”, algo así como que la comparación es la muerte de la alegría. Pero no he podio más que sustraerme a confrontar personalidades, porque el personaje en cuestión está falto precisamente de esa alegría que citaba Twain. Una celebridad que siempre evitó ser un figurante más. Crispado, tenso, encolerizado incluso con los que no comulgan con su estrecho margen de opinión, la que representa a los más altores valores de la naturaleza hispana y, por extensión, a los pilares de ese Estado español del que se ha hecho portavoz. Cabecilla de una de las Españas que, como diría Antonio Machado, te hiela el corazón.

Me refiero a Felipe González, que por derecho propio hace años que figura entre los elegidos de los Guermantes. Aquel joven sevillano de familia bien avenida económicamente, afiliado a las juventudes de Acción Católica y luego encumbrado a las esferas dirigentes del PSOE, llegó hasta la cima, con la presidencia del Gobierno español, donde ejerció durante 14 años, hasta 1996.

El año que viene se conmemorarán los fastos de aquel congreso de Suresnes, en la periferia de París, donde el PSOE, el partido que había sido masacrado en la guerra civil por Franco, dicen que con la ayuda del antecesor del CNI, la socialdemocracia alemana de Willy Brandt y el departamento de Estado norteamericano, dio un giro radical a su posición. El encargado fue el Felipe González citado, entonces un joven de 32 años que se hacía llamar Isidoro.

Algunos de los nuevos líderes llegaron sorprendentemente a París con el pasaporte en regla, abandonando las vías tradicionales de acogida antes de la muga. Una célula histórica donostiarra les daba habitual y clandestinamente hospitalidad en el domicilio de Imanol U., en la calle de la Salud, antiguo recodo de lupanares durante el primer franquismo. Era un buen refugio. Pero el PSOE histórico de Rodolfo Llopis, presidente de la República en el exilio y que las venía venir, había abierto una fractura en el PSOE. Los jóvenes que delegaban en Felipe González iban a renunciar al pasado y, entre multitud de novedades, entre ellas las del abandono de sus compañeros desechados en cunetas, abrazarían a la monarquía borbónica, convirtiéndose en sus principales valedores, y, años después, entraron por la puerta grande en esa máquina engrasada para matar que era la OTAN. El desasosiego de Imanol fue tan grande que no sé si por despecho o por convicción, acabó votando a Herri Batasuna.

Con el conflicto vasco-español, Felipe González echó más leña al fuego, avivándolo hasta límites inesperados. Durante su mandato, renovó y animó a la cúpula policial y militar franquista, entrenada a imagen y semejanza de las antiguas bandas de Himmler, multiplicó el uso de la tortura en los calabozos, y dio cobertura a esa estructura tricefálica que fueron los GAL, diseñada para acabar con los independentistas vascos. Incluso con los estatutistas mostró su naturaleza, bloqueando las trasferencias para aquel Estatuto de Autonomía (ley orgánica aprobada en 1979).

Todos los indicios, incluso los de la CIA tras la desclasificación de documentos propios en 2020, proponían que aquel “Señor X”, punta del iceberg de los GAL era Felipe González, pero esa judicatura que, a pesar de su posicionamiento ultra había apoyado su Ejecutivo, jamás siquiera le investigó. Qué esperar de esos magistrados de la Audiencia Nacional que llevan años sin averiguar quién es el dichoso “M. Rajoy” de los “papeles de Bárcenas” (la caja B del PP).

Felipe González que llegó al poder tras el desmembramiento de la derecha española y sus siglas de UCD y AP, y el miedo a un retorno al franquismo tras el golpe de Estado del general Armada en 1981, abandonó su sillón en el Palacio de la Moncloa en 1996. Desde entonces ha cobrado una pensión acumulada de dos millones de euros. Hace unos años, percibía 40.000 euros por conferencia y un año después de la creación de los GAL recibía del Ejército la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar. Fue consejero de Gas Fenosa, en la época que el mexicano Carlos Slim, entonces el hombre más rico del planeta, lo convirtió en asesor personal. González era parte ya del mundo de Guermantes. Su mansión cacereña de 80 campos de futbol y 600 metros cuadrados de vivienda, confirma su posición. Un miembro destacado de la “Rich people”, bon vivant a sus 81 años.

A pesar de su patrimonio, el supuesto Señor X, continúa dando lecciones a sus sucesores y a toda la sociedad en general. Haciéndose portavoz de esa Rich people acaba de pronunciar una conferencia (desconozco su caché actual) en la que ha llamado “perdedor” y “disidente” al actual presidente en funciones de España, por cierto, actual secretario general del PSOE. Los exabruptos de González nos son muy familiares desde 1982. No me sorprenden.

Cuando en 2012 el PRI ganó las presidenciales en México, la oposición de izquierdas acuñó el término de “El retorno de los dinosaurios”. Las declaraciones de Felipe González y su fiel escudero Alfonso Guerra, haciendo de portavoces de la empresarial CEOE, del Estado Mayor del Ejército y del think tank FAES, han recuperado la expresión. Han vuelto los dinosaurios. No creo, sin embargo, que sea apropiada.

¿Por qué? Tradicionalmente, los paleontólogos suponían que las aves provenían de los reptiles. Hoy, la biología nos ha demostrado que estaban errados. Las aves son dinosaurios vivos, con la misma estructura, pero con formas diversas. O sea que nunca se fueron. Como escribió en un breve cuento Augusto Monterroso, “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Una metáfora de la España de hoy.

 

 

 

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