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sábado, 29 de octubre de 2016

Lurgorri

Un relato más acerca de la campaña de exterminio por parte de Madrid en Euskal Herria, cortesía de Deia:


Con Aramaio como referencia de su compromiso con el país, José Mari Azkarraga ‘Lurgorri’ dedicó su corta vida a luchar por una Euskadi libre y en paz desde las trincheras cultural, periodística, sindical, política... hasta que fue fusilado

Josemari Velez de Mendizabal

El 16 de diciembre de 1937 las paredes del cementerio de Derio se tintaron de rojo. Era sangre vasca, de luchadores en defensa de la libertad ante la ofensiva de los fascistas franquistas. Balas ordenadas por quienes a partir de entonces someterían a nuestro país a un terrible período de opresión y despojo de sus derechos más fundamentales. Casi ochenta años más tarde ningún representante de aquellos asesinados ha recibido el pésame ni la petición de perdón de quienes fueron sus ejecutores o sus descendientes políticos, que los hay muchos. Tampoco lo recibió nadie de los millones de personas que desde el bando resistente pelearon contra los sublevados, perdieron, cayeron, se exiliaron o, simplemente, pasaron a formar parte del grupo de proscritos.

Entre aquellos caídos del 16 de diciembre estaba el joven de veintiún años José Mari Azkarraga Mozo, de quien celebramos en 2016 el centenario de su nacimiento. La corta vida de Azkarraga Mozo fue una constante en busca del equilibrio político y social para su anhelada patria vasca. Su formación intelectual la enfocó en aras a trabajar tanto sindical como políticamente por Euskadi, y su desinteresada entrega hizo de él que se convirtiera en un ejemplo para los vascos que siguen anhelando esa Euskal Herria libre y en paz, aún por llegar.

José Mari había nacido en Errenteria, el 29 de octubre de 1916, en el seno de una familia nacionalista, siendo su padre alto funcionario del Ministerio de Instrucción Pública español, lo que le obligó a trasladar entre ese año y el estallido de la guerra el domicilio familiar a Madrid, Bilbao y Vitoria-Gasteiz. La infancia de José Mari transcurrió en Bilbao estudiando en el colegio que los Maristas tenían en la Plaza Nueva. Es en esa época cuando los Azkarraga Mozo toman la decisión de construir una casa veraniega en Aramaio. Este hecho va a incidir definitivamente en la inclinación política de José Mari, quien va a convertir este pequeño pueblo alavés en el centro de su actividad militante. Y es desde entonces que el joven José Mari tomará conciencia de su identidad euskaldun.

En Madrid

Un nuevo traslado de su padre a Madrid en 1927 le llevó a terminar el Bachiller en la capital de España y a emprender en 1930, en la Facultad de Derecho, la carrera universitaria. Tres años más tarde fue elegido presidente de la Asociación de Estudiantes Vascos de Madrid, teniendo como apoyo directo para su cometido cultural a personas como Jesús Galindez, Benito Areso, Angel Apraiz, Andoni Urrestarazu y Bernardo Mesanza. El trabajo impulsado por José Mari Azkarraga hizo que aquella asociación se convirtiera en referente de la cultura vasca de la época. José Mari tuvo relación con José Miguel Barandiarán, Bonifacio Etxegaray, Manuel Irujo, José Antonio Agirre, Jesús Apellaniz, Fernando Amarika y otros, con quienes tejió una red que impulsó iniciativas culturales en Madrid y en el País Vasco. Extraordinaria labor, teniendo en cuenta que no había cumplido aún los veinte años. Merece resaltar que Azkarraga mantenía amistad desde la infancia con los también errenteriarras Koldo Mitxelena y José Antonio Loidi Bizkarrondo. Uno de los retos de aquel grupo de jóvenes fue la concienciación popular acerca de la necesidad de una universidad vasca. En Aramaio se afilió al EAJ- PNV y desde 1934 es reclamado constantemente para pronunciar charlas y mítines. Aquel año ganó con el número uno entre más de cuatro mil opositores las oposiciones que el Ministerio de Instrucción Pública sacó para técnicos cualificados y eligió destino: el Instituto de Enseñanza Media de Oñati. Su intención era instalar su domicilio en el País Vasco -a partir de entonces Aramaio es su centro neurálgico- y trabajar más en contacto con sus gentes. Además, desde Oñati terminaría por libre el último curso de la carrera de leyes. Deseaba trabajar profesionalmente en el sindicato ELA-STV. Estudió a fondo los movimientos nacionalistas europeos así como las culturas de los países sin Estado. En 1935 publicó en el diario Euzkadi un artículo titulado Lagercrantz en el que se reafirmaba en el mensaje suomi Iksi kieli, iksi mieli -una lengua un alma-.

Periodista de cuerpo entero

La actividad literaria de José Mari Azkarraga Lurgorri comenzó en 1932 en la revista Amayur, siendo de un nivel frenético en el período 1934-36, fundamentalmente en las revistas Euzko Langille y Gudari y en el diario Euzkadi. En opinión de su compañero de redacción en el citado periódico Augustín Zubikarai, Lurgorri era un periodista de cuerpo entero, con una clara determinación: despertar y alimentar la conciencia social vasca a través de la pluma literaria. En 1936 fue nombrado miembro de la Comisión de Cultura del primer Gobierno vasco.

Su militancia en el PNV le llevó a ocuparse de la formación política de los cuadros dirigentes y, en general, de los afiliados de los batzokis en el Alto Deba y Araba. El alzamiento fascista le pilló en Aramaio y colaboró con el Comité del Frente Popular que allí se creó. Fue uno de los impulsores del batallón Amayur. Y al poco tiempo del estallido de la contienda el PNV lo envió al frente en calidad de corresponsal de guerra. En 1937 nombraron a Lurgorri comisario político del batallón Ariztimuño, para más tarde serlo también del San Andrés. En agosto de aquel mismo año fue nombrado comandante de Euzko Gudarostea.

Tras la conocida como Traición de Santoña José Mari Azkarraga fue detenido siendo encarcelado en la prisión de El Dueso. Lo juzgaron -es un decir- el 27 de septiembre de 1937, siendo condenado a muerte. Pena que fue llevada a cabo la madrugada del 16 de diciembre. Previamente a su salida de la celda camino del paredón dejó escritas sendas cartas para su hermano -encarcelado junto a él y condenado a muerte- para sus padres y hermanas y para Juan Ajuriaguerra, personalizando en él al PNV. En esas misivas se refleja el sentir y el proceder de quien hasta su postrero momento fue capaz de reflejar: He amado mucho a mi Patria. Esa es la única falta que se me pudiera imputar, para mi gran honor. Y sólo os pido que la améis vosotros también. Ni una venganza quiero por mi muerte.

Al día siguiente en el registro civil algún funcionario fiel al mandato franquista escribió: Falleció.

Asesinaron al joven Lurgorri, hazaña que no les costó mucho. Pero no pudieron con la fuerza de las ideas de un vasco que, como otros miles, hicieron frente a una cruzada diseñada para acabar con cualquier sueño de libertad.

Termino transcribiendo el hermoso poema que escribió José Mari, quizás intuyendo su final:

Y cuando lejos de ti, ya de mí se olvide el mundo. Cuando nadie sepa ya, que de esos valles oriundo, soy y en ellos nací: mi corazón te amará.






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