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viernes, 9 de septiembre de 2016

El Negro Tunel Patriarcal

Aún cuando ya nos hemos pronunciado acerca de las festividades de Irun y Hondarribia conocidas como los Alardes, nos sigue pareciendo urgente que de una vez por todas se acabe con todas las formas de violencia sexista durante las fiestas populares que se realizan cada verano por toda la geografía de Euskal Herria.

Y lo ideal sería que lo más retrógrada entre los españoles no insistieran en importar esa violencia, como fue el caso de lo hecho por La Quinta de El Prenda en Iruñea o por el paradójicamente abogado de agresiones machistas y militante de Ciudadanos en Bilbo.

Pero es que en la sociedad vasca también se encuentra enquistado el más anacrónico del fundamentalismo patriarcal, y de eso nos habla esta editorial en Naiz:

Con el final del verano terminan también la mayoría de las fiestas patronales en Euskal Herria. Llega el momento de las valoraciones. En el ámbito de la igualdad entre hombres y mujeres poco a poco y pueblo a pueblo se van modificando todas aquellas tradiciones y actividades festivas que suponían una discriminación para las mujeres, dando paso a unos festejos mucho más participativos e igualitarios. También es muy reseñable el progreso logrado este año en la lucha contra la violencia machista, que se han traducido protocolos, denuncias y movilizaciones contundentes en las que la ciudadanía ha participado de forma masiva, y a las que también se han sumado los representantes institucionales, sin dejar espacio para relativizar o rebajar esta lacra, sea del nivel que sea.

En este contexto general de avances hacia la igualdad, el Alarde de Hondarribia con su pasillo de plásticos negros sostenidos cada vez más por mujeres adolescentes se muestra como un autentico anacronismo de humillación y desprecio hacia los derechos de las mujeres que continúa avergonzando a mucha gente de todo el país y de ideologías diversas. Veinte años después del primer desfile de la compañía mixta Jaizkibel, es lógico poner en valor el recorrido realizado y la suma obtenida, pero también hay que alertar de que ese túnel negro no puede tener veinte años más de recorrido, y apunta a ello el hecho objetivo de que muchas de las personas que llevan esos plásticos sean jóvenes o incluso adolescentes.

La situación interpela directamente a responsables institucionales que deben cambiar radicalmente su actitud de contemporizar con la conculcación de los derechos de las mujeres en los alardes. Ese túnel negro emplaza asimismo a la sociedad en su conjunto, que no deja de reproducir generaciones que no entienden esa igualdad de derechos. Y obliga así a no dejar ningún resquicio de duda de que el tiempo de las discriminaciones debe acabar.






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