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domingo, 18 de septiembre de 2016

Egaña | Paletismo

En este texto dedicado a la vascófoba de la semana Idoia Mendia, nuestro amigo Iñaki Egaña aborda temas recientemente visitados por Iñaki Gil de San Vicente y por Koldo Campos Sagaseta.

Aquí lo tienen:

Paletismo

Iñaki Egaña
Hay una línea de flotación en el unionismo español que se remonta a la noche de los tiempos. La verdad está de su parte, por razones que históricamente han fluctuado entre la cognición divina, la ley natural, la marcialidad de las armas o el "porque sí" más chabacano. La razón es pura, que diría Kant. No admite contrapropuestas. Y si alguien las hace, sus posiciones son tachadas también históricamente como antivaticanistas, contrarias a la ley que rige el universo, insolidarias, antidemocráticas o cavernícolas.

Es en esta última estancia, la troglodita, que se mueven los supuestos argumentos de modernos y posmodernos del calendario. Vasco es sinónimo de antigualla, de parón biológico, de organización tribal, de ADN escaso. Capaz de componer versos repentistas, de plantar coliflores, de bailar al son de una flauta sin apenas agujeros, de copular únicamente en sanjuanes, de lanzarse de un avión sin paracaídas para demostrar su hombría y provocar la carcajada del moderno. Estereotipos que son instigados cuando el debate tiene visos de alcanzar la naturaleza de los bosones o los fermiones, la parquedad de su lengua, el euskara, en explicar las longitudes de onda de los fotones o, simplemente, comprender la profundidad de las obsesiones del filósofo Wittgenstein o la hondura del pensamiento musical de Claudio Monteverdi.

Uno de los paradigmas de esa modernidad, de esos que tienen la españolidad por bandera y la vasquidad como trauma, fue Patxi López, lehendakari de la Comunidad Autónoma con capitalidad en Gasteiz, cuando posó en plan goyesco para la portada de la revista Vanity Fair, escuchando música a través de su i-Pod. En aquel número, editado en 2009, compartía las páginas de su revista con la ya extinta Duquesa de Alba, el torero José María Manzanares, el actor Antonio Banderas y otros adalides de esa intelectualidad que rezuma la España del siglo XXI, abanderada de esa modernidad que nos ha llegado a descifrar que los humanos compartimos el 98,8% de cromosomas con los chimpancés y el 50% con las bananas. Al parecer, en los márgenes de error genético que marcan la diferencia entre la inteligencia y la torpeza debemos de estar los vascos.

Aquel ex lehendakari y ex presidente del Congreso español se jactaba de no asistir a las clases de euskara que le pusieron en Ajuriaenea para que al menos pudiera leer más o menos de forma entendible sus discursos institucionales. Muy en línea con el casi eterno alcalde donostiarra Odón Elorza, que prometió concluir su aprendizaje del euskara y hablarlo correctamente para 2012. Han pasado 4 años y su promesa fue un bluf. Pero ha seguido manteniendo que "su" ciudad era un modelo de modernidad, tolerancia y diversidad.

Entre tantos, es el euskara uno de los escenarios en los que más cómodos se sienten los unionistas españoles, desde aquella sentencia de Adolfo Suárez en la que afirmaba la inutilidad del euskara para impartir clases en la universidad. Se entiende, se entendía, con temas ligados a la modernidad en el saber. Ya se imaginan: Química, Física, Matemáticas, Biología, incluso entender a Wittgenstein.

Ahora le ha tocado el turno a Idoia Mendia, candidata del PSOE a lehendakari en la Comunidad Autónoma con capitalidad en Gasteiz. No se ha quedado corta. Criticando a aquellos que, como Iñaki Gorizielaia, rector de la UPV, pensamos que los profesores no pueden ser monolingües, en una sociedad que tiene dos idiomas oficiales. El 8 de setiembre, hace unos pocos días, la Mendia contestaba a Goirizelaia: "la endogamia no es la solución". Definición de la Academia de la Lengua española: "Endogamia, Cruzamiento entre individuos de una raza, comunidad o población aislada genéticamente". Otra que viene a decir prácticamente lo mismo: "Práctica de contraer matrimonio entre sí personas de ascendencia común, naturales de una misma localidad o comarca, o de un grupo social".

Es cierto que a veces sacamos las noticias de su contexto y las arrimamos a nuestros intereses. En la doble vertiente. Creo, sin embargo, que no es el caso de las declaraciones de la Mendia. Llueve sobre mojado. Recientemente hemos archivado las huelgas de profesores que no superaron las pruebas de IRALE para poder impartir clases en euskara o las extravagantes conclusiones de Ernesto Ladrón de Guevara de que los euskaldunes estamos provocando un genocidio cultural (¿nos juzgará también por esto la Audiencia Nacional?) a cuenta de un supuesto "proyecto secesionista" que incluye la eliminación del castellano de Cervantes de las aulas vascas.

Mendia no lleva el tema del euskara al debate político, con el que obviamente quiere pescar en campaña electoral con ese sector petrificadamente monolingüe, sino que se sitúa en las coordenadas emocionales, prepolíticas. Barriobajeras. La endogamia trasladada a la propia naturaleza del conflicto político, como pata de una de las partes. O lo que entiendo, los vascos nos apareamos únicamente entre los miembros de la tribu, descendemos lo justo del árbol, miramos con reojo y desconfianza al resto de bípedos y hablamos en una jerga de pastores que únicamente sirve para trasladar de generación en generación la composición de los potingues psicotrópicos que nos hacen existir en un mundo ilusorio.

Cuando nos acusaba de endogámicos, la Mendia no añadió estas líneas del párrafo anterior que, como habrán entendido, son cosecha propia. Pero ahondaba, según entiendo, en esa idea histórica. No tanto para enlatarnos, como hacían hace cien o doscientos años, entre los muros de una caverna o las ramas de un árbol, sino para dejarnos afuera de ese concepto de modernidad que parece estar pegado únicamente a las culturas dominantes, en pugna también entre ellas.

Es decir, ligar consciente o inconscientemente, euskara con paletismo y lo que es más grave con endogamia. Por extensión, los que se sitúan fuera de ese binomio, son los universales, Patxi López, Odón Elorza, Idoia Mendia... abiertos a los nuevos conocimientos, a las nuevas tendencias musicales y literarias, a la nanotecnología y a la reflexión permanente de la especie humana, ¿estamos solos en el universo? Y por extensión, también, a la diversidad, en el pensamiento, en la cultura, cuando, en realidad, desprecian la más cercana, la de su propia casa.

No estoy en posesión de verdades absolutas ni definitivas, como sí están, al parecer, los adalides del universalismo modernizante que transmiten no pocos. Me molesta sobremanera que una y otra vez tengamos que demostrar que bajamos del árbol al igual que el resto, de las sabanas africanas para cruzar medio planeta. Que nos refugiamos en cuevas en el último Máximo Glacial porque nos guiaba la supervivencia y que nuestro paletismo, no es ni más ni menos que el que contamina a la mayoría de pueblos del planeta. Fruto de una evolución compartida, no precisamente tardía. Y, probablemente, porque nos toca arrastrar, en esa comunidad vasca llena de sensibilidades diversas y a veces encontradas, multitud de complejos sin resolver. Convertidos en argumentos políticos, cuando deberían ser tratados únicamente en sesiones de psicoterapias familiares (políticas).

Quiero concluir en esta tema con una posición que comparto. Y para no caer en el clásico "corta-pega", voy a reproducir en toda su extensión la reflexión de Joseba Sarrionandia, traducida al castellano: “Yo creo que casi todos los vascos añoramos un uso natural, práctico e inocente de nuestra lengua, como anhelamos un país en el que no tengamos que revindicar y reafirmar nuestra nacionalidad, sino que podamos ser vascos sin restricciones y casi inadvertidamente. Vascos en el mundo, sin abandonos ni clausuras. Sin perder las raíces y la lealtad a lo heredado, lo que podría decirse sentido de la tierra, pero abierto a la universalidad, a otras tradiciones y a otras sensibilidades que también representan sentido de la tierra. El mundo debe formar parte de nosotros, si queremos formar parte del mundo”. Que así sea Señora Mendia.






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