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martes, 20 de septiembre de 2016

El Legado de Joxe Mari Iparragirre

Definitivamente el reportaje que van a leer a continuación es uno para guardar en los archivos.

Lean, ha sido publicado en Noticias de Gipuzkoa:

Iparragirre: el Elvis Presley vasco

La vida del bardo urretxuarra Joxe Mari Iparragirre supera a la de cualquier estrella del rock y, 135 años después de su muerte, sus canciones siguen más vivas que nunca. Es el músico más popular que ha dado Euskal Herria. Nuestro Elvis.

Asier Zaldua
Elvis Presley es el artista más icónico. Revolucionó la música, fue un ídolo de masas, llevó una vida agitada, sigue siendo todo un mito años después de su muerte... Pero no hay que ir tan lejos para encontrar personajes de película: la vida y obra del bardo urretxuarra Joxe Mari Iparragirre supera a la de cualquier estrella de rock. Fue un ídolo, vivió una vida llena de aventuras y sus canciones siguen estando entre las más cantadas. Como Elvis, tocaba la guitarra y fue acusado de provocador.

Iparragirre nació en 1820 en la calle mayor de Urretxu. Su padre era de Idiazabal y su madre de Gabiria. Se trasladaron a Madrid cuando él tenía 12 años. Estando allí, estalló la primera Guerra Carlista. Su padre era un carlista convencido y, un día, se despidió de su madre para ir a la escuela y vino a Euskal Herria a luchar con las tropas carlistas. ¡Tenía solo 13 años!

En la guerra resultó herido y Don Carlos le nombró miembro de su guardia de honor. A ver cuántos rockeros que van de duros pueden presumir de haber sido heridos en una guerra... Tras el abrazo de Bergara se tuvo que exiliar e inició una gira que no tiene nada que envidiar a las que realizan los músicos de rock 150 años después y con la ayuda de los vehículos a motor. Estuvo en Francia, Suiza, Italia e Inglaterra.

Recorrió Francia con un grupo de comediantes italianos (eso es ser bohemio) y le echaron del país vecino por unirse a los sublevados. En Inglaterra cantó una canción tirolesa en euskera, lo que ablandó el corazón del militar bilbaíno Mazarredo: le prometió que le conseguiría un permiso para volver a casa y cumplió su palabra. Llegó en 1852 al puerto de Bilbao. Ofreció un recital y, con el dinero conseguido, se fue a Madrid a visitar a su madre. Habían pasado 13 años desde que se despidió de ella para ir a la escuela. En 1853 cantó por vez primera el Gernikako Arbola. Fue en el café San Luis, el más popular de la época.

De vuelta a Euskal Herria, ofreció un sinfín de conciertos. A los fueristas moderados la canción Gernikako Arbola les pareció provocadora y lo denunciaron. Lo enviaron a la cárcel de Tolosa y después lo echaron de Euskal Herria. Si te van a meter a la cárcel, que sea por defender una causa y no por destrozar la habitación de un hotel.

Vagó por Santander, Asturias, Galicia y Portugal, antes de volver a su país. En un bar de Tolosa conoció a la que posteriormente sería su esposa, la alegiarra María Angeles Kerejeta. Vieron que en Euskal Herria no tenían futuro y emigraron a Buenos Aires, donde se casaron. De Argentina fueron a Uruguay, donde trabajó de pastor y tabernero.

Le hacía más caso a su querida guitarra que a las ovejas, en el bar los clientes bebían más de lo que pagaban... Él, su esposa y sus ocho hijos vivían en la pobreza. Poco a poco la morriña le fue minando y los vascos de Sudamérica le pagaron el viaje de vuelta a Euskal Herria. Volvió solo y nunca pudo traer a su familia. Llegó a su país el 20 de octubre de 1877 y en Gasteiz le organizaron un acto de bienvenida. No pudo evitar emocionarse. Tenía solo 57 años, pero estaba muy avejentado. Su azarosa vida le había pasado factura.

Sus amigos solicitaron a las diputaciones una pensión para él, pero murió antes de que le fuera concedida. Falleció el 6 de abril de 1881, en la venta Zozobarro de Ezkio, víctima de una bronconeumonia.

Vivió más al límite que los artistas de rock y tuvo una muerte en consonancia con su vida. Se convirtió en una leyenda y le llovieron los reconocimientos. Sobre todo, en su pueblo natal. El prestigioso escultor catalán Font y Pons hizo una escultura, a petición de los amigos de Iparragirre. Se colocó en la plaza del ayuntamiento de Urretxu. En el centenario de su muerte, se sacaron sus restos mortales para colocarlos en el mausoleo construido en su honor. Cuatro herriko semes llevaron los restos mortales del ayuntamiento al cementerio. En el acto tomó parte el lehendakari Carlos Garaikoetxea. Las tumbas de Jim Morrison y de Elvis reciben muchas visitas, pero ya quisieran un mausoleo tan espectacular y un reconocimiento institucional de ese calibre...

Canciones

Iparragirre tuvo una vida extraordinaria, pero su obra la supera. Sus canciones (Zugana Manuela, Agur Euskal Herria, Glu, glu, glu!, Kantari euskalduna, Nere amak baleki, Trapu zaharrak, Ume eder bat, Ara nun diran...) fueron enormemente populares en su época y 135 años después de su muerte están más vivas que nunca.

En Urretxu le veneran: cuenta con una calle y dos plazas, la estatua y el mausoleo. Da vida a uno de los gigantes del pueblo y un grupo de rock se llama The Northagirres.

Además, siendo como era un gran juerguista, todos los años es uno de los grandes protagonistas de las fiestas: su gigante sale a la calle en muchos actos y se interpretan canciones suyas. Este año, incluso ha sido el protagonista de la portada del programa de fiestas. Para los urretxuarras es poco menos que un Dios. Solo falta que se popularice poner de nombre Joxe Mari a los niños.

En el mundo de la cultura también goza de un gran reconomiento. Casi todos los ilustres de este país se han referido alguna vez a él en sus escritos. Además, Patxi Andion, Gontzal Mendibil y Oskorri le dedicaron sendos discos. Quizá va siendo hora también de que se le dedique una película, para que los jóvenes sepan que aquí también ha habido artistas que han roto moldes.






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