Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 6 de mayo de 2006

A Los Cipayos

Este escrito nos llega cortesía de Berriak, el boletín informativo de Diáspora Vasca:


¡ESCUCHA, CIPAYO!

Cuando esas voces gritan frente a tus escudos «Herriak ez du barkatuko!» es la voz del pueblo que te da de comer; el que con sus impuestos paga la comida que comen tus hijos; es tu vecino.

Cuando esas voces gritan frente a tus lanzapelotas «Euskal presoak Euskal Herrira», están reivindicando un legal y legítimo derecho que tú no eres quién para condenar ni reprimir.

Cuando esas voces cantan frente a tus tanquetas el Eusko Gudariak, es un viejo pueblo que porta un antiguo mandato popular, liberador y justiciero, democrático y solidario, que alguna vez creyó que tú serías parte de los defensores de esta nación y no un mercenario de las tropas de ocupación.

Mírate en esta foto. Tu rostro oculto como esos perros de la noche al servicio del estado opresor. Con tu mano armada de un palo para golpear a ese pueblo que te da de comer.

Mira esa mano flaca, huesuda, de una fuerza incomparablemente menor a la tuya, que está alimentada y ejercitada para la violencia. Mira esa calva, esas canas, esas arrugas, y dime si no se parecen a las de tu padre o tu abuelo.

Mira el "peligro" que representa para ti ese hombre que se aferra al escudo detrás del cual te ocultas como un cobarde para golpear con impunidad.

Mira toda esa dignidad que no te teme, que te enfrenta a pesar de sus años. Mira qué miserable pareces a su lado. Tu casco, tu rostro oculto, tu anonimato, no impide saber a tus hijos que has sido tú el que estuvo allí. No te impide a ti saber que eres escoria mercenaria.

Mira, cipayo, mírate. Éso eres. Eres lo que la foto dice. Un cobarde que le da un golpe de palo en la cabeza a alguien que sabes que no puede hacerte daño. Eres un miserable cobarde protegido por otros miserables. Eres el mercenario que, a nombre del estado opresor, golpeas a tus vecinos para ganarte una paga.

Cipayo, la sangre de tus vecinos que has derramado en estos años se convirtió en el pan que comes y que comen tus hijos. Nada bueno saldrá de esa digestión de mercenario satisfecho. Tus propios hijos te reclamarán algún día. Y este pueblo, que tiene una porfiada memoria.

Escucha, Cipayo, tú también eres desperdicio para el basurero de la historia.


Daniel C. Bilbao

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