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sábado, 13 de agosto de 2016

Gramsci | Odio a los Indiferentes

Al costo les compartimos este meme que circula en redes:

Del combatiente italiano, que nos legó su pensamiento militante, tan potente como esclarecedor, Antonio Gramsci.

No hay en estas palabras sino el reclamo, vivo todavía, del compromiso por la vida, porque "vivir es devivirse por los demás".

No se puede evadir tomar partido cuando la vida demanda, que asumamos el compromiso por la causa de la humanidad, hoy como en los tiempos de gran Gramsci, la humanidad está amenazada por una virulenta forma de fascismos que pone en peligro no sólo la cultura y la libertad, como en otros tiempo, sino que en su afán criminal, se convierte en una amenaza a la propia vida y pone en riesgo a la existencia misma de la todo lo humano.

No son palabras altisonantes, ni fraseología, es la genuina preocupación de un intelectual orgánico del proletariado, que denuncia y llama a la conciencia de la sociedad del indispensable compromiso de la humanidad por salvar la humanidad.

“Odio a los indiferentes”

Antonio Gramsci
Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

11 de febrero de 1917






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