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jueves, 13 de abril de 2017

Togas, Espadas, Sandalias y Homoerotismo

Ahora que el gorilismo estadounidense está la alza, con Donald Trump bombardeando Siria para encubrir el horripilante crimen cometido por el Estado Obámico y dejando caer la "madre de todas las bombas" en Afganistán supuestamente para castigar al ya mencionado engendro de la CIA, es bueno enterarse de esta broma práctica de la autoría de Gore Vidal dirigida a uno de los representantes más célebres del conservadurismo WASP, Charlton Heston, mientras filmaban esa película de togas y espadas que es hoy la columna central de la propaganda sionista cinematográfica.

Lean ustedes este reportaje publicado en El País:


Cómo el guionista y el director se organizaron para que Charlton Heston no se enterara de que su personaje y Messala se amaban

Juan Sanguino

Dos hombres se reencuentran tras varios años separados. Judá Ben-Hur y Messala no pueden contener su alegría: se agarran el brazo, se miran fijamente y de arriba abajo con media sonrisa, se rozan las manos al compartir una copa y no pueden evitar reír con nerviosismo. "Después de tantos años, todavía cerca", "sí, en todos los sentidos", "te dije que volvería", "no creí que lo hicieras, estoy tan feliz"...

Son frases que pueden interpretarse como declaraciones de amor. La escena culmina con Ben-Hur y Messala sorbiendo vino de sus cálices con los brazos entrelazados y mirándose intensamente. Según el guionista de la más grande película de romanos jamás filmada, Ben-Hur (William Wyler, 1959), los dos hombres habían sido amantes. Charlton Heston, que interpretó a Judá Ben-Hur, tuvo una reacción furibunda cuando le hablaron de las connotaciones homoeróticas. Todavía hoy, 58 años después del estreno de la película, la interpretaciones son apasionadas y dispares.

En 1995, el escritor y guionista Gore Vidal contó, en el documental sobre la presencia LGTB en el cine El celuloide oculto, que escribió la película con la deliberada intención de dar a entender (para quien quisiera entenderlo) que la rivalidad entre Messala y Ben-Hur nacía en realidad de una pasión de juventud. "Tenías que ser muy bueno a la hora de proyectar subtextos sin decir una palabra sobre ellos", recuerda Vidal en el documental. "El único modo de justificar varias horas de odio entre dos muchachos [Ben-Hur dura cuatro horas] era establecer, sin decirlo con palabras, una relación íntima entre ellos cuando eran niños. Y, luego, cuando Messala quiere continuar donde lo habían dejado, Ben-Hur le rechaza".

El director, William Wyler, aceptó la propuesta del guionista, pero había un obstáculo: Charlton Heston. Wyler temía que el protagonista de la película, una de las estrellas más conservadoras de la época, "se derrumbara" si descubriera este detalle de la trama. "Yo me encargo de Heston", concluyó Wyler, "pero que nadie le cuente ni una palabra". Ya les había costado demasiado encontrar a un protagonista (Burt Lancaster confesó aburrirse como una ostra con el guión, y Paul Newman no quería enseñar las piernas) como para arriesgarse a que Heston se pusiera nervioso y les dejase tirados con el rodaje avanzado.

La solución fue informar del pasado romántico a Stephen Boyd (el intérprete de Messala), pero ocultárselo a Heston. Durante el rodaje, todo el mundo lo sabía menos él. "Así que Heston actúa con la cabeza levantada, con mucha dignidad", describía Vidal, "mientras Stephen Boyd exprime su interpretación al máximo. Tiene miradas que resultan evidentes". A Stephen Boyd le hacía mucha gracia formar parte de este secreto, y al resto del equipo también.

El publicista de la Metro-Goldwyn-Meyer, Morgan Hudgens, escribió una nota a Vidal para contarle anécdotas del rodaje: "El Gran Paleto [apelativo con el que se referían secretamente a Heston] lo ha dado todo en tu escena del primer encuentro. ¡Tendrías que haber visto a esos chicos abrazarse! Me temo que C. H. va segundo en esta batalla". Y hacia el final de la película, el fervor y la pasión con la que Messala y Ben-Hur compiten durante la carrera de cuádrigas (con Messala dando latigazos a diestro y siniestro) adquieren connotaciones mucho más físicas si observamos esos embistes desde el otro lado de la acera.

Cuando Heston escuchó las declaraciones de Vidal en El celuloide oculto, inició una cruzada para desacreditarlas. Definió esta revelación como "ridícula" en la revista Time, y llamó al productor del documental para negar que Ben-Hur fuese homosexual. Gore Vidal respondió a través de un artículo en el que se refería en todo momento a Heston como "el señor portavoz de la Asociación Nacional del Rifle". "¿Qué puedo hacer con un anciano actor que, cuando trabaja, lleva dos tupés uno encima del otro en su búsqueda de la verosimilitud?", dijo Vidal.

Heston contraatacó en otro medio, L. A. Times: "La afirmación de Vidal de que coló una escena implícitamente homosexual entre dos hombres es un insulto para William Wyler y, debo decir, me irrita enormemente". El actor además desacreditó a Gore Vidal al aclarar que solo trabajó tres días en Ben-Hur, y que sus propuestas fueron descartadas. Esta versión contradice la propia autobiografía de Heston (The Actor's Life, 1978), en la que contaba: "Hoy hemos ensayado la crucial escena con Messala, reescrita por Vidal. Sin duda es la escena más crucial de toda la primera mirad de la historia... y esta versión es mucho mejor que la que había en en el guion".

El historiador cinematográfico Michael G. Cornelius, editor del estudio sobre el peplum (cine de romanos) Of muscles and men: essays on the sword and sandal film, describe este tipo de subtextos como un código que solo aparece en las obras de arte más elevadas, y un mensaje que no modifica el contenido explícito, sino que lo complementa. Aquellos que, por su propia condición o intuición intelectual, tienen la llave para descifrar ese código, verán más cosas que los que prefieran quedarse en la superficie y sencillamente disfrutar de la historia principal.

"Lo que convierte a Ben-Hur en una propuesta única es que su subtexto aparece presentado en el diálogo, lo cual permite una consideración sincera por parte del espectador. En la mayoría de peplums, el subtexto homoerótico es visual, lo cual es un recurso más obvio, pero también más fácilmente desechable", explica a ICON Cornelius.

"Lo que distingue realmente al peplum es que el tema central de estas películas es la forma masculina", continúa Cornelius. Y añade: "Es el cuerpo masculino lo que aparece en el escaparate. Otros géneros están interesados en la exploración de la masculinidad (artes marciales, acción), pero el cine de romanos se ha elevado como un estudio de lo masculino y, en particular, de la forma masculina. Pocas películas presentan el cuerpo del hombre de este modo. Los peplums contemplan su función, su propósito, su estética. No fue hasta la era moderna de los peplums (de los años 80 en adelante) que los cineastas empezaron a cubrir el cuerpo masculino. Este es un movimiento, en mi opinión, que deriva directamente de la homoerotización del género en el pasado".

Pero el interés del público gai en las películas de romanos va más allá de las insinuaciones o la estética sexualizada (como apunta Cornelius, "estamos hablando de hombres semidesnudos, musculosos, corriendo en faldas de cuero y sudando alrededor de hordas de otros hombres similares"), al tratarse además de épicos relatos de justicia social. "Aparte de representar el cénit de la masculinidad, estos héroes también reflejan nociones de justicia, comunidad e inclusión. Representan una sociedad progresista e inclusiva. Crean comunidades a las que los homosexuales sienten que podrían pertenecer. Y esto genera una impresión positiva y poderosa".

Ben-Hur, la película más cara de la historia en su momento, acabó ganando la cifra récord de once Oscar. Charlton Heston ganó como mejor actor, mientras que Stephen Boyd (que sí había ganado el Globo de Oro) ni siquiera fue nominado. La única nominación que la película no materializó fue la de mejor guion adaptado. La taquilla acompañó el fenómeno, y se convirtió en la segunda película más exitosa de la historia, solo por detrás de Lo que el viento se llevó.

Hoy sigue siendo un clásico del cine de Semana Santa, y una reliquia del Hollywood más ostentoso y grandilocuente. Pero también funciona como un símbolo de aquella época en la que las minorías no tenían voz propia. Su único recurso era susurrar, con la esperanza de que hubiera alguien que quisera escucharles. Hollywood siempre ha sido una fábrica de sueños, pero a veces hay que estar muy despierto para entender lo que hay detrás del telón.






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