Este Cronopiando se lo queremos dedicar a los cagatintas que están dando sesgada y convenenciera cobertura a los hechos que se sucitan en países bajo asedio imperialista como Venezuela o Siria:
Koldo Campos SagasetaDurante los años en que trabajé como corrector del periódico dominicano El Nacional, todas las mañanas, cuando Bolívar, entonces subdirector del periódico, cruzaba la redacción camino de su oficina, tenía por costumbre dedicarnos algunos de sus más esmerados y finos insultos a quienes, a las siete de la mañana, bostezábamos el día todavía soñolientos.Ni siquiera se molestaba, mientras pasaba raudo frente a los cubículos, en desviar su mirada hacia el blanco de su ofensa, recibida por los redactores, en su amodorrada confianza, como si se tratara de un cortés saludo.Y era tan antigua la costumbre y tan impune el insulto, que Bolívar modificaba cada cierto tiempo su repertorio apelando a ingeniosos juegos de palabras o a la actualidad noticiosa del país.Desde "buenos días tarúspidos", término todavía no aceptado por la Academia Española de la Lengua y que es resultado de la feliz fusión de dos conceptos tan clásicos como “tarados" y "estúpidos", hasta "buenos días añépidos", mezcla de añemao y estúpido cuya autoría se atribuye al inolvidable compañero de labores Leonel Concha, pasando por "buenos días chulumpunes", en homenaje a un delincuente muerto (Chulumpún), no importaba hasta qué punto Bolívar se exprimiera el cerebro buscando calificativos, alegadamente ofensivos, nadie en la redacción se daba nunca por aludido.Tampoco habían tenido éxito viejos saludos como "buenos días vándalos” o “megaestúpidos". Ni siquiera el "buenos días ultrataríspidos" en el que tanta confianza depositara Bolívar logró arrancar de la redacción, alguna vez, un gesto de rechazo.Quizás por ello fue Bolívar aguzando su ingenio en busca de renovar su surtido arsenal de saludos y así, un día, pasó a celebrarnos la mañana con un cordial "buenos días licenciados". Para su sorpresa, tampoco esa vez su astuta inventiva provocó respuesta alguna, como nadie reaccionó, semanas más tarde, a su "buenos días mañeses", particular homenaje a nuestros hermanos haitianos, o al insidioso saludo: "buenos días diáconos" coincidiendo, precisamente, con el sometimiento a la justicia de un diácono acusado de abusos sexuales en el país.Parecida suerte corrió su "buenos días magistrados". Nadie en la redacción protestó molesto por el evidente maltrato a que se le sometía.En su incesante búsqueda de saludos insultantes, a punto estuvo Bolívar de tener éxito el día en que se le ocurrió una ofensa que suponía infalible: "buenos días diputados" que, sin embargo, al margen de algunas toses y murmullos, tampoco generó mayores repudios.Y así fue hasta un día en que, distraído, el único día en que camino de su despacho y absorto en sus propias cavilaciones ni siquiera se acordó de insultarnos, dejó caer, como de medio lado, un saludo que habría de resultar definitivo: "buenos días… periodistas".De inmediato, toda la redacción, enardecida, se puso en pie respondiendo a la ofensa.Todavía corría Bolívar tratando de resguardarse en su oficina de los insultos que llovían sobre él, cuando una anónima voz surgida del seno de la redacción acertó a ponerlo en su lugar: -"¡Y tú más!".Nunca volvió Bolívar a entretenerse en esos menesteres pero, tal vez, algún día, recuperemos los periodistas el buen nombre perdido y el digno desempeño del oficio.Sé que no va a ser fácil. Lo pienso cada vez que abro uno de esos “grandes medios de comunicación” que hoy diseñan el supuesto criterio de lo que, además, llaman “opinión pública”.
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