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jueves, 27 de abril de 2017

Gernika Barri

¿Se imaginan ustedes una Gernika en la Catalunya continental?

Pues según este reportaje dado a conocer por Deia, un periodista inglés de nombre Claud Golding escribió un artículo en el que aseguraba que tal proyecto había sido puesto en marcha.

Lean ustedes:

‘Gernika Barri’, símbolo del pueblo vasco en Francia

Luis Bilbao Larrondo
Difícil labor la de los periodistas, en plena guerra contra el fascismo en España, entre los años 1936 y 1939, porque, tras el fusilamiento del periodista vasco Esteban Urkiaga, había órdenes desde Salamanca de fusilar a todo corresponsal que cayese prisionero aunque este fuese extranjero. La prensa extranjera sostenía que cuanto más humana era la República más inhumanos eran los fascistas.

Las imágenes y las noticias sobre el bombardeo y las ruinas humeantes de Gernika estaban muy recientes en el imaginario mundial gracias a los periodistas de otros países: los lloros de los niños y niñas vascas camino del exilio, los lamentos de los desterrados, las últimas palabras de los curas vascos asesinados ante el pie del altar, las mujeres y niños, primero ultrajados y después asesinados por los facciosos en los montes, carreteras y campos de concentración...

El artículo de Golding

Hubo desde el Reino Unido, enviados especiales a cubrir la guerra como Claud Golding, destacado periodista, historiador y escritor inglés, autor de obras tan relevantes en la historiografía británica como Great names in History, Calvacade of history o The throne of Britain, quien publicaría en los años cuarenta varios libros sobre política e historia: Mother of freedom, Footslogging to Berlin, From Versailles to Danzing o London the city. Escribía para el Evening Standard de Londres y en uno de sus artículos del 25 de marzo de 1939 destacaba la noticia de que una nueva Gernika se estaba construyendo sobre suelo francés.

No obstante, antes de referirse a este proyecto constructivo, en su artículo decía algo más, ya que sostuvo que cuando se escribiese la historia de esta guerra en su totalidad no habría nada más épico que el heroísmo que demostró el pueblo vasco. Pueblo que, en el intento de conservar su independencia nacional, echó su suerte con los que perdían la guerra en lugar de ponerse del lado vencedor. Golding añadió que la tierra vasca no solo había sido hollada, sino que sus poblaciones fueron bombardeadas por los fascistas y sus lugares sagrados quedaron en ruinas. Que Gernika, antigua capital de los vascos, fue devastada, asolada por el más espantoso raid aéreo, sus habitantes abatidos por el acero destructor que caía del cielo para acabar con Gernika convertida en llamas y humo. Añadió en su artículo, que había algo del pueblo vasco que no podía ser destruido y es que este extraño pueblo, que no tenía afinidad con los españoles, excepto la territorial, porque su origen se perdía en los albores de la historia y a pesar de estar esparcidos entre varios países, seguían conservando su espíritu nacional.

La destrucción de Gernika seguía viva en el recuerdo de los supervivientes y aún más presentes estaban las palabras del general Mola tras el bombardeo, dado que amenazó a Bilbao y afirmó que, en caso de no someterse a las tropas fascistas, convertiría Bizkaia en un gran cementerio. Tras la destrucción de Gernika, Durango, Bolivar, Eibar, Elgeta, Mungia, Larrauri, Maruri, Larrabetzu o Plentzia con bombas incendiarias y rompedoras, ametrallando a la población civil, sobre todo mujeres y niños, aseguró que haría otro tanto con el resto de poblaciones que no se rindiesen.

Golding describiría después en el mencionado artículo que una nueva Gernika se levantaba de nuevo, pero que lo haría cerca de Baiona y que la nueva ciudad sagrada de los vascos se llamaría “Gernika Barri”. El proyecto diseñado por los arquitectos vascos constaba de varios edificios municipales, iglesias, escuelas, academias y talleres, además de factorías de armas que trabajarían para el gobierno francés. La Escuela Armería de Eibar sería reconstruida para el adiestramiento de los vascos en la producción de armas, incluso los restaurantes serían construidos al estilo de los típicos de Donostia-San Sebastian. Todas estas serían estructuras permanentes que no quería decir que los vascos hubiesen perdido la esperanza de volver a su país. El día que pudieran regresar, aseguraron que la nueva Gernika sería entregada a los franceses. Destacaba que la nueva plaza central de Gernika Barri se asemejaba en su diseño a la de la Gernika histórica destruida. En la nueva Gernika se plantaría un retoño de roble, del sagrado árbol de Gernika, símbolo de la democracia y del nacionalismo vasco. Según Golding, los vascos se consideran el pueblo más viejo del mundo y, bajo la sombra de ese roble, los gobernantes vascos durante siglos juraron los Fueros, pues ese árbol sagrado permaneció en la plaza del mercado de Gernika más de mil años.

La historia del proyecto

Según él, la historia de esta nueva Gernika comenzó con el éxodo desde Catalunya, a principios de 1939, de miles de vascos que se habían refugiado allí. Unos cinco mil vascos pelearon hasta el último momento por la República y, una vez cruzaron la frontera, se les llevó a campos de concentración en Argeles-sur Mer, cerca de Perpignan. Ya había domiciliados en Francia, antes de la caída de Barcelona, unos 10.500 vascos y 8.000 niños, los cuales, ayudados por el Gobierno francés, se organizaron en una comunidad. De la misma, los arquitectos vascos diseñaron los edificios sobre los planos, los obreros estaban organizados de acuerdo a su oficio y se empezaron a levantar construcciones de madera de acuerdo a las confecciones propuestas por el Gobierno vasco y aprobadas por el Estado Mayor francés, junto a enormes pabellones con capacidad para dos mil personas. Los hospitales y el resto de edificios seguirían en su arquitectura el modelo colonial francés, como en Argelia, iglesias de una sola nave, con un altar y una gran cruz. Construyeron los vascos una línea de ferrocarril a través de la arenosa llanura para enlazar aquellos campamentos con la red ferroviaria principal. La ikurriña flameaba sobre el campo. Los trabajadores se reunían a toque de corneta. La relación de los vascos fue cercana pues estaban agradecidos a los franceses por la acogida. De hecho, los oficiales franceses se acercaban al campo con sus familias a charlar con los vascos. La extensión de los campos en Argeles-sur Mer finalmente fue suspendida pero, a cambio, el Gobierno francés ofreció trasladar Gernika Barri al País Vasco. Los arquitectos e ingenieros vascos prepararon para ello unos terrenos en Mauleon de acuerdo con la Capitanía General de Bordeaux. Detallaba Goding en su artículo que un ciento de trabajadores vascos habían entrado a trabajar en los talleres de la aviación francesa y que, de hecho, los trabajadores vascos rendían más que los franceses según el Estado Mayor, dado que trabajaban hasta doce horas diarias. Los vascos, no obstante, vivían separados de los españoles.

La intención de los vascos era en un futuro regresar a sus poblaciones natales. Pero esta idea que tenían los vascos definitivamente se tornaba en un imposible porque ese mismo mes de marzo de 1939, el corresponsal del Reynolds News publicaba un artículo titulado “Castigo para todos en la nueva justicia de Franco”.

La ley de Franco

Se trataba de la nueva ley de responsabilidades políticas decretada por Franco, que no era más que el cuadro horrible de los poderes de un dictador que marchaba con sus tropas sobre un pueblo conquistado. Anunciaba el periodista que no era más que un instrumento devastador, de terrorismo bajo el cual se podía denunciar a las víctimas y castigarlas con severas penas aun por acciones legales llevadas a cabo años antes de que comenzara la sublevación, el golpe de Estado. Ninguna persona mayor de catorce años estaba a salvo, ya que se le podía condenar y confiscar sus propiedades. Esta ley iba en contra de las seguridades dadas por Franco a Chamberlain, pues en su declaración expresó que no era una ley vengativa sino constructiva. El corresponsal respondió que era una broma de Franco porque realmente se trataba de la ley de la Gestapo de España. Con penas de quince años o más de prisión, confinamiento en las colonias africanas, pérdida de las propiedades, de la nacionalidad, del empleo, incluido para quienes hubiesen ocupado puestos de gobierno, de partidos que estaban ya fuera de la ley, candidatos, agentes electorales, votantes, diputados, todos aquellos que hubiesen estado en esas situaciones en la España de 1936, serían condenados, incluso aquellos que hubiesen permanecido neutrales.

El periodista del Reynolds News sostuvo que los vascos y sus dirigentes dieron como respuesta que no podían consentir un estado jurídico en el que no existiesen los derechos de las personas y en el que se condenase a las personas por sus ideas. Contra el que lucharían con todas sus fuerzas.

Golding, por su parte, había empleado en todo momento adjetivos muy positivos para describir a los vascos en sus artículos, a los que elogió no solo por su tenacidad, su gran capacidad para el trabajo sino que, sobre todo, por su fe en permanecer fieles a la República y en seguir luchando contra el fascismo.

Al intentar erigir la nueva Gernika no solo se estaba reconstruyendo un naciente símbolo de la libertad y de la democracia sino también el de la esperanza de todo el pueblo vasco, en este caso, sobre suelo francés.







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