Han pasado cincuenta años desde que se anunciaba por televisión que, si bien el sanguinario dictador Francisco Franco estaba muerto, su régimen construido sobre la represión y la corrupción de cinco décadas gozaba (y goza) de excelente salud.
De eso y más nos habla este texto de Iñaki Egaña compartido en su cuenta de Facebook:
El día después
Iñaki EgañaEl pasado jueves, hace cincuenta años, un aturdido Carlos Arias Navarro, con un cara de sapo más expandida de lo habitual, interrumpía la emisión de televisión para lanzar un mensaje convertido en icónico: “Españoles. Franco ha muerto”. Bien. Noticia que esperábamos desde hacía semanas tras una agonía retrasmitida diariamente a través del parte médico habitual. Con la misma expresión continuó: “Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a vuestros hogares entrecortada y confundida por el murmullo de vuestros sollozos y de vuestras plegarias”. Ni el brazo incorrupto de la que llamaron santa Teresa, ni el manto empedrado de una estatua señalada como Virgen del Pilar que habían acompañado al dictador en los cuarenta días de estertores, pudieron evitar su muerte. La España de la pandereta y sacristía que recitaba Antonio Machado en su máxima expresión. Eran las 7 de la mañana, cuando Arias había aparecido en la pantalla. Aún somnolientos, despertamos de inmediato. Vecinos, teléfono y flases de recuerdos. ¡Se ha terminado la pesadilla, volveremos a ser nosotros! Y la prensa, expectante, modificó rápidamente sus portadas, enlutándolas con el mensaje: “Franco ha muerto”.
Intuimos, la juventud va anudada a la ingenuidad política, un cambio inmediato. Además, creímos leer entre líneas. Cuando en noviembre de 1975 Franco encamó, ya irreversiblemente, el lenguaje meteorológico se convirtió en sorprendente: “chubascos frecuentes cuanto más al norte”. La víspera de la muerte del dictador, el parte textual oficial decía: “en España continuaron registrándose, en casi la totalidad de la mitad norte, numerosas precipitaciones en forma de chubascos, nieve o tormenta. La cantidad caída más importante fue en San Sebastián, 23 litros”. El día que murió Franco, por el contrario, el parte pareció distinto: “En España remitieron casi totalmente las precipitaciones”. Los chubascos habían desaparecido. ¿Y la dictadura?
Automáticamente asumió la jefatura el príncipe Juan Carlos de Borbón, quien sería elevado al rango de rey, después de haber estado ejerciendo interinamente desde el 30 de octubre. Diez días después de la muerte del dictador, el Instituto español de Meteorología apuntaba que seguían los chubascos en el Cantábrico y en la cabecera del Ebro, con lluvias en Bilbao, Donostia, Gasteiz e Iruñea. Y anunciaba que, tras el paso del frente, los vientos racheados del Oeste girarían hacia el Norte. Malas noticias. La tendencia continuaba. En los últimos días de la agonía de El Caudillo, Txomin Iturbe sufrió un atentado del que sobrevivió. Y unos días después de muerto ya el dictador, Eusebio Iriarte. Para aliviar el duelo, los seguidores del finado destrozaron la ikastola donostiarra Herri Ametsa.
En 1974, un año antes de la muerte de Franco, había en prisión 245 presos políticos vascos. El 20 de noviembre del año siguiente, es decir el día que falleció el dictador, los presos vascos habían ascendido a 731, de los que 104 eran mujeres. La mayoría de esos presos eran de organizaciones de izquierda (ORT, PTE, MCE, PORE, LCR, PCE, PCI), juveniles (IASE), armadas (ETA, FRAP) o abertzales (LAB, LAIA), dos del PNV y uno de PSOE. Eran, en general, detenidos del sexto estado de excepción del franquismo en Hego Euskal Herria que había entrado en vigor el 26 de abril de 1975, ante los juicios a Txiki, Otaegi, Garmendia… y durante el cual se produjeron unas 4.000 detenciones. Muchos de ellos continuarían en prisión y las cárceles no desaguarían hasta 1977, en el preludio del decreto de amnistía que octubre de ese año, que indultó también a cientos de miles de funcionarios, policías y adictos franquistas.
Un año más tarde, el régimen fascista ejecutó un referéndum por su reforma y, apoyado en su resultado, comenzó su mudanza. Quince días después de la cita con las urnas, e invocando el artículo 304 de la ley de enjuiciamiento criminal vigente desde 1882, después de la Segunda karlistada, el Gobierno español creaba la Audiencia Nacional. Los resultados en el referéndum más flojos para apoyar la reforma se produjeron en Hego Euskal Herria, lo que llevó al Ejecutivo hispano a que una semana más tarde de que fuera creado el tribunal especial, el Consejo de Ministros del 21 de enero de 1977, fuera dedicado monográficamente al tema vasco. Con el añadido que en este consejo, el infante Felipe de Borbón y Grecia (hoy Felipe VI) fue nombrado heredero de la Corona española. Sintomático.
El año previo, primero de la que llamaron Transición, fue brutal: cinco obreros muertos en Gasteiz; decenas de bombas contra librerías, atentados contra refugiados, torturas, cargas contra las concentraciones de Olentzero... Con Jurramendi convertido en la laboratorio para fichar a mercenarios bregados en otros estados fascistas y que ingresarían en el BVE o en los GAL. Y ya en 1977, las concentraciones por esa amnistía, que no llegaba reprimidas a fuego: muertos en Iruñea, en Orereta. La expresión del “gatillo fácil” dirán más tarde al referirse a la actuación policial.
El grueso policial con sus mandos fue recuperado para la “democracia” y ratificado por el PSOE que llegó a la Moncloa en 1982, al igual que los jueces, funcionarios y el Estado profundo. Con escarnio, Franco había sido nombrado hijo adoptivo o predilecto de numerosas poblaciones vascas, entre ellas la de Gernika, símbolo de las libertades y de la resistencia vasca (marzo de 1946, hijo adoptivo y medalla de oro y brillantes). En octubre de 1942, la Diputación de Araba lo nombraba “padre de la provincia”. En 1947, la Diputación navarra lo nombró “hijo adoptivo”. En agosto de 1963 el nieto de Franco fue nombrado general honorario en la tamborrada infantil de Donostia. El día después se hizo tan largo que el Gobierno de la CAV y el PNV comenzaron a investigar los crímenes franquistas a partir de 2015. Hasta entonces, la voluntad popular, siempre dos pasos por delante de la institucional. Cosas de la llamada Transición cuyo comienzo está claro, no así su conclusión. Para mí es evidente: cuando deroguen la vigente y franquista Ley de Secretos Oficiales.
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